Bajo el título, Tren, traemos este breve pero espléndido relato de nuestro amigo y narrador de excelencia Pastor Aguiar, para la sección de Narrativa del blog Ancile.
TREN
El tren iba lento como un hombre a gatas. Se abría paso fatigosamente, cavando su trinchera en el muro del aire. Era una metáfora temblorosa de cansancio. Quizás la digestión lo enlentecía, la hora del bochorno, escalar el horizonte.
Se había hartado de pasajeros en la estación aquella de nombre escurridizo, digería su preñez, casi grito de parto demorado, el último tren del mundo.
El señor y, la señora x, eran la causa del número indigesto, porque ahora el tren era un dolor de panza inteligente; y no mulo. Mi abuelo tuvo un mulo más terco que este collar de carros perezosos.
Quién no haya visto un tren será
absuelto, nadie dirá su nombre en las funerarias.
Yo fui creciendo de uno en otro, escrito voy contra los rieles y nunca llego a descifrarme el rostro entre los pasajeros.
Permite que te ofenda si jamás te devoraron las estaciones del ferrocarril, de Vivaldi, de cada año en este viaje de ida intestinal, ¿cuál es tu asiento?
Afuera hay un tiempo que se queda huérfano en sentido contrario. Yo vi un árbol al trote en sentido contrario. Yo vi un árbol con su carga de ojos tatuados en la ventanilla, bonita historia en lo adelante, esta flecha de hierro.
Ya estoy cansado, se acabaron las ideas,
¿nos habremos roto?
Pastor Aguiar
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