Traemos para la sección de Microensayos del blog Ancile, la presentación que llevara a cabo Tomás Moreno Fernández en la Feria del libro de Granada del 2021, con motivo de la edición de su libro Misoginia Vs. Feminismo, título que, a la sazón, fue feliz y muy avisadamente presentado por el catedrático Emérito de la Universidad de Granada D. Pedro Cerezo Galán, Académico de número de la "Real Academia de Ciencias Morales y Políticas."
PRESENTACIÓN DEL ENSAYO
MISOGINIA Vs. FEMINISMO, DE TOMAS MORENO
Pedro Cerezo Galán |
Tomás Moreno Fernández |
Presentación
del Ensayo de TomasMoreno Fernández: “Misoginia Vs. Feminismo. De Aristóteles a
Simone de Beauvoir”, entornografico ediciones, colección Exagium (Atarfe,
Granada, 2020).
En las páginas iniciales (o epígrafe) de
este Ensayo aparecen tres citas que no están ahí casual o caprichosamente:
están elegidas con toda intencionalidad, pues muestran las características
definitorias del mismo: desde el punto de vista de su contenido temático; del
objetivo que lo ha motivado; y del talante metodológico que ha presidido desde el inicio su realización.
La primera cita
pertenece a Amelia Valcárcel y dice
así:
Cuando se
intenta visualizar la historia del feminismo, ésta ha de ser rastreada
preferentemente en la historia de la misoginia, por lo tanto, en su inversión,
a modo de una imagen en un espejo cóncavo. Cada vez que el feminismo logró
hacer pasar a cuestión candente alguna de sus propuestas (el voto, el acceso a
la educación, la paridad en el poder), varios autores dedicaron sus genios a
definir en qué consistía ser mujer (Las filosofías políticas en presencia del
feminismo).
Si
echásemos un vistazo al índice de este ensayo nos apercibiríamos inmediatamente
de que este texto de la filósofa española contiene la urdimbre primigenia del
ensayo, sobre la cual se ha tejido la trama que trata de explicitarse y
desarrollarse en él; un perfecto resumen o epítome del mismo.
La segunda cita elegida es de Rita Lévi-Montalcini, eximia científica, Premio Nobel de Medicina
de 1986, una de las más grandes mujeress del siglo XX. En ella la neurofisióloga
italiana nos recuerda que:
Los dos grandes
cromosomas X han marcado el destino de millones de mujeres durante milenios,
sin tener en cuenta sus talentos e inclinaciones naturales. Tengo la esperanza
de que, a las puertas del tercer milenio, las barreras que han impedido que las
mujeres logren su realización durante tanto tiempo sean finalmente superadas,
no sólo reconociéndose su enorme potencial sino también [su capacidad] para
contribuir a la salvación de la especie humana (Declaraciones
al ABC de la Ciencia, 12 diciembre de 1997).
Se
trata de un texto que manifiesta una inequívoca confianza en el coraje de las
mujeres y en su voluntad demostrada de remontar las situaciones más hostiles y
los obstáculos más pertinaces, a la hora
de tomar las riendas de su propia vida, de su libertad y de su dignidad
personal. Y que, al mismo tiempo, formula su denuncia de las barreras que han
impedido su plena emancipación como seres humanos, sujetos de su historia
personal y responsables de su vida, y que las ha relegado a la desigualdad y al
sometimiento más insoportable y oprobioso.
Amelia Valcárcel |
o no, a “no ridiculizar, ni lamentar, ni detestar las acciones humanas sino a entenderlas” (“Humanas actiones non ridere, non lugere, neque destestari sed intelligere”). Ésta, efectivamente, ha querido ser nuestra actitud metodológica; una actitud no neutral –algo imposible en una temática como la tratada en nuestro ensayo- pero sí alejada de todo sectarismo y radicalismo visceral, de un signo u otro. Y autocrítica incluso con la propia tradición cultural (religiosa y filosófica) de la que hemos partido.
Una
vez presentado este preámbulo, pasemos a explicitar el contenido temático
específico del ensayo: el de la confrontación entre misoginia y feminismo. Algunos expertos sostienen ---con argumentos
y pruebas plausibles y certeras--- que tal vez todo este fenómeno lamentable
(de la misoginia, el acoso a la mujer, la violencia machista o de género) al
que venimos asistiendo con demasiada frecuencia, por desgracia, tenga que ver
con los últimas manifestaciones de un fenómeno social, de una situación
antropológico-cultural, en vías de desaparición: los últimos síntomas o
estertores de la decadencia; el final de una muerte anunciada: la del Patriarcado,
tal y como ha existido y dominado, durante milenios, en prácticamente todas las
grandes civilizaciones conocidas (aunque, evidentemente, en unas más que en
otras).
Un
final, motivado por una serie de causas sociales, laborales, políticas,
institucionales, antropológicas, farmacológicas, entre las que destacan: la
plena incorporación de la mujer al mercado de trabajo y su acceso a los
estudios superiores, su persistente y heroica vindicación de sus derechos a la
igualdad y a la educación superior desde
los movimientos feministas surgidos en Europa y los Estdos Unidos a partir de
la Ilustración y del sufragismo finisecular del XIX y también por todo un
conjunto de cambios en la institución familiar, con la emergencia de nuevos
modelos familiares posibilitados por la aparición de nuevas tecnologías
contraceptivas (píldora), de fecundación o reproducción asistida, de gestación
sub-rogada, o el establecimiento de
bancos de semen etc. Y otras muchas causas y cambios en los que no
podemos ahora entrar..
Rita Lévi-Montalcini |
En
su libro, nos va a ofrecer, en definitiva, las claves para entender la enorme magnitud de la empresa que
emprendieron las mujeres, desde el inicio mismo de esta historia, de oponerse
al patriarcado y a sus injustas prescripciones/mandatos, y de enfrentarse a las
dificultades y obstáculos, de toda índole, que tuvieron que soportar e ir
superando hasta lograr crear la
autoconciencia de su propio valor y dignidad, su conciencia feminista. Gerda
Lerner señala a este respecto que:
Todo este esfuerzo costó cientos de años. Lo específico de este proceso es la discontinuidad en la historia de ese esfuerzo intelectual por parte de las mujeres. Una y otra vez, generación tras generación de Penélopes destejía la tela para luego volverla a tejer.
La historiadora y
antropóloga estadounidense concluye finalmente su investigación con estas empoderadas
palabras:
Más de 1300 años
de luchas individuales, decepciones y persistencia (perseverancia) han llevado
a las mujeres al momento histórico en que podemos reclamar la libertad de
nuestras mentes tal y como reclamamos nuestro pasado. Los milenios de
pre-historia de las mujeres han llegado a su fin. Estamos en el comienzo de una
nueva época en la historia del pensamiento de la humanidad, a medida que
reconocemos que el sexo es irrelevante para el pensamiento, que el género es un
constructo social y que la mujer, al igual que el hombre, hace y define la
historia.
Victoria Camps |
sexos, ni la inferioridad bio-fisiológica, psico-emocional, intelectual o moral femeninas, ni tampoco la dominación de un sexo sobre el otro. Nadie, en su opinión, puede dudar tampoco de que el Feminismo haya sido uno de los grandes movimientos sociales triunfantes del siglo XX, aunque todavía tenga batallas en las que luchar y combatir.
Por todo ello, nuestra ilustre catedrática de
ética, llegará a afirmar con total verosimilitud y plausibilidad que el siglo
XXI va a ser el siglo de la mujer: “el siglo XXI será femenino o no será”.
Entre otras razones, “porque sólo ellas, las mujeres, podrán ser el antídoto
más eficaz contra la barbarie y el desprecio de la vida”, en palabras de Julia Kristeva, la famosa semióloga y psicoanalista
búlgaro-francesa.
Desde
nuestra atalaya filosófica vislumbramos, en consecuencia, un panorama
fácilmente perceptible en el que se enfrentan dos paradigmas culturales en
conflicto: Uno viejo, ya en crisis, ocaso y
decadencia, el “patriarcal” (dominante hasta hace casi un siglo, hasta la Segunda Guerra Mundial),
que se resiste a ser sustituido. Y otro naciente, en ascenso, el “feminista”,
un nuevo paradigma que ya se inició hace tiempo, desde el último tercio del XIX
y principios del XX, y que se anuncia imparable en el presente y en el
inmediato futuro, y desde el que, sin duda alguna, la mujer de nuestro tiempo
tendrá mucho que decir y hacer. En este nuevo paradigma emergente, la mujer, no
será ya excluida u orillada de la sociedad y de la historia, como ha ocurrido
en los cinco últimos milenios de los que tenemos noticia fundada, sino que
alcanzará definitivamente la condición de sujeto responsable de su propia vida
y protagonista de la historia humana al mismo nivel que el hombre varón. De la
resolución equilibrada, armónica y justa de este conflicto dependerá,
presumiblemente, el futuro luminoso o sombrío de la Humanidad.
Julia Kristeva |
ciencia y la cultura a lo largo del siglo XX y previsiblemente del futuro más cercano, van a representar (o representan ya) toda una revolución filosófico-conceptual y epistémica, que comporta una manifiesta confrontación entre dos formas antagónicas de pensar, (claro indicio de ese cambio de paradigma).
Una, la inspirada
por el “principio masculino”, está representada por la tradición filosófica
teórico-especulativa, androcéntrica o “falogocéntrica”
(como la calificara Jacques Derrida)
que ha dominado nuestra historia cultural desde
el inicio de la modernidad y constituida neurofisiológicamente, como nos
recuerda Edgar Morin en “Los
siete saberes necesarios para la educación del futuro”, por un pensamiento
calculador, simbólico-abstracto, algebráico-logicista, propio del hemisferio
cerebral izquierdo (hemisferio que se ocupa de lo lineal, secuencial, analítico
y fragmentario, que procede “paso a paso”, a la manera del cálculo aritmético y
de la abstracción matemática y espacial como demuestran las investigaciones de
numerosos neurofisiólogos como Penfield,
Levi-Agresti, Gazaniga, Damasio etc.).
Esta forma de pensar,
caracterizada por una racionalidad instrumental, invasiva, deletérea y por el
predominio del intelecto sobre la afectividad, sería responsable de la
dominación científico-técnica del mundo, de la depredación de la
vida vegetal y animal y de la degradación/destrucción de la naturaleza. Permítanme
un breve y necesario inciso, a este respecto, en el que les invito a leer y
consultar el lúcido Discurso de apertura
de la UGR (curso académico 2003-2004) de Pedro
Cerezo Galán, titulado “La responsablidad moral de la inteligencia
en la era tecnológica”, en donde nuestro ilustre filósofo y catedrático
emérito de la UGR, desarrolla este tema nuclear de la filosofía de nuestro
tiempo como es el de la tecnociencia, la
dominación científico-técnica de la naturaleza y la tecnificación misma del
pensamiento que inspira e impulsa esa forma de pensar aludida.
A través de un
riquísimo y profundo diálogo crítico con los más eximios filósofos europeos del
siglo XX, pasa revista a las distintas soluciones dadas al problema de las dos culturas (como lo denominara
en Cambridge C. P. Snow), la
científica y la literaria, inmersas ambas “en un abismo de incomprensión,
hostilidad, desagrado y faltas de entendimiento recíproco”. Así, van a ir
desfilando ante su fino bisturí crítico-hermenéutico las posturas o soluciones
ofrecidas a ese divorcio o escisión cultural desde la de Edmund Husserl con su ensayo “La crisis de las ciencias europeas”;
Hans Jonas con su “Principio
de Responsabilidad”; Ernst
Bloch con su “Principio Esperanza”;
pasando por las aportadas por Ortega y
Gasset y Pedro Laín, o por el
propio Martin Heidegger con su principio filomístico/taoísta de “Serenidad” o Gelassenheit, ---actitud de confianza en el orden del ser y
de cuidado respetuoso por todo lo que existe, que comporta la renuncia de esa
voluntad de dominación imperante--- hasta culminar en las más recientes e
integradoras posiciones de sabor kantiano de Karl Otto Apel o de Jürgen
Habermas.
La otra, inspirada por
el “principio femenino”, configura un modelo de pensamiento no invasivo,
poético-meditativo, propio o característico del hemisferio cerebral derecho
(hemisferio encargado de lo simultáneo, sintético, holístico, geométrico) y nos
proporciona y facilita una manera de “hacerse cargo de la realidad” más cercana
a la sensibilidad femenina, más conectada a los sentimientos, a la afectividad
receptiva, a la inteligencia emocional, y será la responsable, sobre todo, de
las habilidades artísticas, la poesía y la música en general.
Así,
mientras que el Pensamiento calculador, conceptual y abstracto, masculino, ha
sido responsable del olvido, pérdida o “encubrimiento del mundo de la vida”; el Pensamiento poético-meditativo, emocional,
receptivo y femenino, lo ha sido, por el contrario, de la recuperación de ese Lebenswelt husserliano. Esta segunda racionalidad
teleológica, de fines, no instrumental, posibilitará la realización de un mundo
futuro más humano; cuyos valores –que son valores femeninos o atribuidos a la
sensibilidad femenina sin excluir en absoluto su capacidad de intelección
abstracta, como nos recuerda Victoria
Camps--- tratarán de realizarse y extenderse por doquier. Entre esos
“valores femeninos” cita: la acogida, la atención, el cuidado (epimeléia), la cordialidad, la
donación, el pathos compartido, la
empatía, la capacidad de comprender, de hacerse
cargo.
Martha Nussbaum |
Consideremos, en este
punto, la importancia y pertinencia de activar esta racionalidad acogedora,
solidaria y cordial en situaciones límite, de catástrofes y cataclismos
difícilmente superables o controlables como las que estamos viviendo a nivel
mundial, en las que se pone de manifiesto la necesidad de los “otros”, de
nuestros conciudadanos, para salir airoso de la las mismas. La Pandemia ha
demostrado que nuestro complejo mundo, y los seres que lo habitamos, estamos
ineluctablemente sometidos al azar, la incertidumbre y el riesgo -como seres
indigentes, menesterosos, frágiles y vulnerables que somos. La vulnerabilidad
de nuestra naturaleza nos obliga, en consecuencia, a tratarnos con empatía y a
contar con el cuidado, la compasión y la solidaridad como único camino y
solución para salvarnos… precisamente “esos valores” son considerados valores
femeninos. A propósito de toda esta temática, les recomiendo leer La
Meditación del confinado (publicada por la Real Academia de Ciencias
Morales y Políticas) de nuestro presentador en este Acto, Pedro
Cerezo. Se trata de toda una lúcida
antropología del dolor, del sufrimiento y la muerte que apela a nuestra
disponibilidad, responsabilidad y diligencia ofertivas para paliar el
sufrimiento y la debilidad del otro/otros, y que nos insta y obliga a la
piedad, el cuidado y la compasión ante “la epifanía
del rostro desnudo del otro o de su
palabra en forma de “grito”, como Enmanuel
Lévinas nos mostrara en su “Totalidad e Infinito”.
Estamos, en
consecuencia, convencidos de que (como ha demostrado
Helen Fisher en “El primer sexo”) esa forma de pensar
de la mujer en redes conceptuales;
esa posibilidad de ver la realidad desde
un solo golpe de vista; esa capacidad de “realizar múltiples tareas a la vez”; esa disposición para “ofrecer
las soluciones más flexibles, no violentas y a largo plazo, para todo tipo de
conflictos, problemas y relaciones interpersonales”; esa empática delicadeza
para no irrumpir agresivamente en la realidad, sino “dejarla ser” y cultivarla
para que crezca autónoma…, harán posible en el futuro más inmediato salvarnos
de la autodestrucción…María Zambrano
La importancia y
trascendencia de este modo de “pensar/sentir
femenino”, para el mundo que nos espera, no es, pues, un mero desideratum o ilusión utópica e inalcanzable:
se ha manifestado ya, a nivel teórico, con la emergencia y el redescubrimiento
del valor de lo femenino en el pensamiento filosófico de nuestro tiempo, por
parte de un conjunto de pensadoras, teólogas, escritoras y místicas agrupadas por Laura Boella, bajo la etiqueta de pensadoras de la Razón Cordial (“Pensar con el corazón”). Entre
ellas, cabe citar a la germana Edith
Stein, con su “razón empática o
afectiva” (Einfühlung); a la
francesa Simone Weil, con su “razón compasiva, amorosa y solidaria”; a
la alemana Hannah Arendt, con su
habitual apelación al “corazón que
comprende”.
No podemos tampoco
olvidar a la búlgara francesa Julia
Kristeva, con su principio femenino dirigido a “humano-feminizar” la existencia “ante la peligrosísima amenaza tecnológica para la vida de la humanidad”;
a la española María Zambrano, con su
razón poética; a la teóloga y poeta
alemana Dorothée Sölle, que acuñó el
concepto de “teopoesía”, con su “mística de la resistencia y del viaje
hacia-dentro” y su “lenguaje del alma”;
ni a la mística holandesa judía Etty
Hillesum que, en sus escritos, redactados poco antes de morir, a finales de
noviembre de 1943, desde el campo de concentración nazi de Westerbok, antesala
de Auschwitz, quiso autodenominarse con el apelativo de “corazón pensante” par identificarse con sus compañeros del campo o Lager
(el título de sus Cartas fue
precisamente el “corazón pensante de los
barracones”).
Tampoco, finalmente,
dejaremos de aludir a la norteamericana Martha
Nussbaum, que, con su “imaginación compasiva”,
tratará de desmantelar todos los estereotipos
estigmatizadores y deshumanizadores mujeres (y también de hombres), ni de evocar en este ilustre grupo de
pensadoras feministas, aunque sea sólo “nominalmente”, a pensadoras y
académicas feministas españolas como Lidia Falcón, Celia Amorós, Amelia Valcárcel,
Victoria Camps, Alicia Miyares, Alicia H. Puleo, Adela Cortina, Remedios Ávila
y Maricarmen Lara.
TOMAS
MORENO
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