lunes, 17 de enero de 2022

PRESENTACIÓN DEL ENSAYO MISOGINIA Vs. FEMINISMO, DE TOMAS MORENO

 Traemos para la sección de Microensayos del blog Ancile, la presentación que llevara a cabo Tomás Moreno Fernández en la Feria del libro de Granada del 2021, con motivo de la edición de su libro Misoginia Vs. Feminismo, título que, a la sazón, fue feliz y muy avisadamente presentado por el catedrático Emérito de la Universidad de Granada D. Pedro Cerezo Galán, Académico de número de la "Real Academia de Ciencias Morales y Políticas."






PRESENTACIÓN DEL ENSAYO


MISOGINIA Vs. FEMINISMO, DE TOMAS MORENO



Pedro Cerezo Galán







Tomás Moreno Fernández






Presentación del Ensayo de TomasMoreno Fernández: “Misoginia Vs. Feminismo. De Aristóteles a Simone de Beauvoir”, entornografico ediciones, colección Exagium (Atarfe, Granada, 2020).



En las páginas iniciales (o epígrafe) de este Ensayo aparecen tres citas que no están ahí casual o caprichosamente: están elegidas con toda intencionalidad, pues muestran las características definitorias del mismo: desde el punto de vista de su contenido temático; del objetivo que lo ha motivado; y del talante metodológico que ha presidido desde el inicio su realización.

            La primera cita pertenece a Amelia Valcárcel y dice así:

Cuando se intenta visualizar la historia del feminismo, ésta ha de ser rastreada preferentemente en la historia de la misoginia, por lo tanto, en su inversión, a modo de una imagen en un espejo cóncavo. Cada vez que el feminismo logró hacer pasar a cuestión candente alguna de sus propuestas (el voto, el acceso a la educación, la paridad en el poder), varios autores dedicaron sus genios a definir en qué consistía ser mujer (Las filosofías políticas en presencia del feminismo).

 

            Si echásemos un vistazo al índice de este ensayo nos apercibiríamos inmediatamente de que este texto de la filósofa española contiene la urdimbre primigenia del ensayo, sobre la cual se ha tejido la trama que trata de explicitarse y desarrollarse en él; un perfecto resumen o epítome del mismo.

            La segunda cita elegida es de Rita Lévi-Montalcini, eximia científica, Premio Nobel de Medicina de 1986, una de las más grandes mujeress del siglo XX. En ella la neurofisióloga italiana nos recuerda que:

Los dos grandes cromosomas X han marcado el destino de millones de mujeres durante milenios, sin tener en cuenta sus talentos e inclinaciones naturales. Tengo la esperanza de que, a las puertas del tercer milenio, las barreras que han impedido que las mujeres logren su realización durante tanto tiempo sean finalmente superadas, no sólo reconociéndose su enorme potencial sino también [su capacidad] para contribuir a la salvación de la especie humana (Declaraciones al ABC de la Ciencia, 12 diciembre de 1997).

 

            Se trata de un texto que manifiesta una inequívoca confianza en el coraje de las mujeres y en su voluntad demostrada de remontar las situaciones más hostiles y los obstáculos más pertinaces, a la hora de tomar las riendas de su propia vida, de su libertad y de su dignidad personal. Y que, al mismo tiempo, formula su denuncia de las barreras que han impedido su plena emancipación como seres humanos, sujetos de su historia personal y responsables de su vida, y que las ha relegado a la desigualdad y al sometimiento más insoportable y oprobioso.

Amelia Valcárcel
La tercera cita es del gran filósofo judío holandés Baruch Spinoza, de ascendencia hispano-portuguesa y pertenece a su obra “Tratado político”. En ella  Spinoza  exhorta a los hombres, filósofos
o no, a “no ridiculizar, ni lamentar, ni detestar las acciones humanas sino a entenderlas” (“Humanas actiones non ridere, non lugere, neque destestari sed intelligere”). Ésta, efectivamente, ha querido ser nuestra actitud metodológica; una actitud no neutral –algo imposible en una temática como la tratada en nuestro ensayo- pero sí alejada de todo sectarismo y radicalismo visceral, de un signo u otro. Y autocrítica incluso con la propia tradición cultural (religiosa y filosófica) de la que hemos partido.

            Una vez presentado este preámbulo, pasemos a explicitar el contenido temático específico del ensayo: el de la confrontación entre misoginia y feminismo. Algunos expertos sostienen ---con argumentos y pruebas plausibles y certeras--- que tal vez todo este fenómeno lamentable (de la misoginia, el acoso a la mujer, la violencia machista o de género) al que venimos asistiendo con demasiada frecuencia, por desgracia, tenga que ver con los últimas manifestaciones de un fenómeno social, de una situación antropológico-cultural, en vías de desaparición: los últimos síntomas o estertores de la decadencia; el final de una muerte anunciada: la del Patriarcado, tal y como ha existido y dominado, durante milenios, en prácticamente todas las grandes civilizaciones conocidas (aunque, evidentemente, en unas más que en otras).

            Un final, motivado por una serie de causas sociales, laborales, políticas, institucionales, antropológicas, farmacológicas, entre las que destacan: la plena incorporación de la mujer al mercado de trabajo y su acceso a los estudios superiores, su persistente y heroica vindicación de sus derechos a la igualdad y a la educación superior  desde los movimientos feministas surgidos en Europa y los Estdos Unidos a partir de la Ilustración y del sufragismo finisecular del XIX y también por todo un conjunto de cambios en la institución familiar, con la emergencia de nuevos modelos familiares posibilitados por la aparición de nuevas tecnologías contraceptivas (píldora), de fecundación o reproducción asistida, de gestación sub-rogada, o el establecimiento de  bancos de semen etc. Y otras muchas causas y cambios en los que no podemos ahora entrar..

Rita Lévi-Montalcini
            Ha sido Gerda Lerner, la máxima representante de la historia del patriarcado y del feminismo en el siglo XX, quien ha insistido en anunciar ese final, en la 2ª parte de su libro “El origen del Patriarcado, titulada “La creación de la conciencia feminista. Desde la Edad Media hasta 1870, demostrando cómo el patrón o paradigma del Patriarcado comienza efectivamente a agrietarse hacia finales del XIX, como resultado directo de la emergencia de una elevada  conciencia feminista y de su organización militante. En su autorizada opinión, el período de hegemonía patriarcal sobre la cultura ha llegado ya a su fin. Asistimos, en consecuencia, al final del Patriarcado en Occidente:

            En su libro, nos va a ofrecer, en definitiva, las claves para entender  la enorme magnitud de la empresa que emprendieron las mujeres, desde el inicio mismo de esta historia, de oponerse al patriarcado y a sus injustas prescripciones/mandatos, y de enfrentarse a las dificultades y obstáculos, de toda índole, que tuvieron que soportar e ir superando hasta lograr crear la autoconciencia de su propio valor y dignidad, su conciencia feminista. Gerda Lerner señala a este respecto que:

 

Todo este esfuerzo costó cientos de años. Lo específico de este proceso es la discontinuidad en la historia de ese esfuerzo intelectual por parte de las mujeres. Una y otra vez, generación tras generación de Penélopes destejía la tela para luego volverla a tejer.

La historiadora y antropóloga estadounidense concluye finalmente su investigación con estas empoderadas palabras:

 

Más de 1300 años de luchas individuales, decepciones y persistencia (perseverancia) han llevado a las mujeres al momento histórico en que podemos reclamar la libertad de nuestras mentes tal y como reclamamos nuestro pasado. Los milenios de pre-historia de las mujeres han llegado a su fin. Estamos en el comienzo de una nueva época en la historia del pensamiento de la humanidad, a medida que reconocemos que el sexo es irrelevante para el pensamiento, que el género es un constructo social y que la mujer, al igual que el hombre, hace y define la historia.

Victoria Camps
No debe extrañarnos, después de todo lo hasta aquí expuesto, las conclusiones a las que ha llegado la filósofa española Victoria Camps ---en su libro El siglo de las mujeres-- cuando sostiene que nadie, con dos dedos de frente, puede defender, hoy día, la desigualdad jurídica y formal entre los
sexos, ni la inferioridad bio-fisiológica, psico-emocional, intelectual o moral femeninas, ni tampoco la dominación de un sexo sobre el otro. Nadie, en su opinión, puede dudar tampoco de que el Feminismo haya sido uno de los grandes movimientos sociales triunfantes del siglo XX, aunque todavía tenga batallas en las que luchar y combatir.

 Por todo ello, nuestra ilustre catedrática de ética, llegará a afirmar con total verosimilitud y plausibilidad que el siglo XXI va a ser el siglo de la mujer: “el siglo XXI será femenino o no será”. Entre otras razones, “porque sólo ellas, las mujeres, podrán ser el antídoto más eficaz contra la barbarie y el desprecio de la vida”, en palabras de Julia Kristeva, la famosa semióloga y psicoanalista búlgaro-francesa.

            Desde nuestra atalaya filosófica vislumbramos, en consecuencia, un panorama fácilmente perceptible en el que se enfrentan dos paradigmas culturales en conflicto: Uno viejo, ya en crisis, ocaso y  decadencia, el “patriarcal” (dominante hasta hace casi  un siglo, hasta la Segunda Guerra Mundial), que se resiste a ser sustituido. Y otro naciente, en ascenso, el “feminista”, un nuevo paradigma que ya se inició hace tiempo, desde el último tercio del XIX y principios del XX, y que se anuncia imparable en el presente y en el inmediato futuro, y desde el que, sin duda alguna, la mujer de nuestro tiempo tendrá mucho que decir y hacer. En este nuevo paradigma emergente, la mujer, no será ya excluida u orillada de la sociedad y de la historia, como ha ocurrido en los cinco últimos milenios de los que tenemos noticia fundada, sino que alcanzará definitivamente la condición de sujeto responsable de su propia vida y protagonista de la historia humana al mismo nivel que el hombre varón. De la resolución equilibrada, armónica y justa de este conflicto dependerá, presumiblemente, el futuro luminoso o sombrío de la Humanidad.

Julia Kristeva
            Por sólo centrarnos en nuestro enfoque filosófico ---desde el que hemos analizado la   dialéctica “Misoginia vs. Feminismo” a lo largo de nuestra tradición filosófica y cultural occidental--- hemos de reconocer que la presencia, el protagonismo y, sobre todo, la aportación de las mujeres a la filosofía, la
ciencia y la cultura a lo largo del siglo XX y previsiblemente del futuro más cercano, van a representar (o representan ya) toda una revolución filosófico-conceptual y epistémica, que comporta una manifiesta  confrontación entre dos formas antagónicas de pensar, (claro indicio de ese cambio de paradigma).

            Una, la inspirada por el “principio masculino”, está representada por la tradición filosófica teórico-especulativa, androcéntrica o “falogocéntrica” (como la calificara Jacques Derrida) que ha dominado nuestra historia cultural desde el inicio de la modernidad  y constituida neurofisiológicamente, como nos recuerda Edgar Morin en “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”, por un pensamiento calculador, simbólico-abstracto, algebráico-logicista, propio del hemisferio cerebral izquierdo (hemisferio que se ocupa de lo lineal, secuencial, analítico y fragmentario, que procede “paso a paso”, a la manera del cálculo aritmético y de la abstracción matemática y espacial como demuestran las investigaciones de numerosos neurofisiólogos como Penfield, Levi-Agresti, Gazaniga, Damasio etc.).

Esta forma de pensar, caracterizada por una racionalidad instrumental, invasiva, deletérea y por el predominio del intelecto sobre la afectividad, sería responsable de la dominación científico-técnica del mundo, de la depredación de la vida vegetal y animal y de la degradación/destrucción de la naturaleza. Permítanme un breve y necesario inciso, a este respecto, en el que les invito a leer y consultar el lúcido Discurso de apertura de la UGR (curso académico 2003-2004) de Pedro Cerezo Galán, titulado “La responsablidad moral de la inteligencia en la era tecnológica”, en donde nuestro ilustre filósofo y catedrático emérito de la UGR, desarrolla este tema nuclear de la filosofía de nuestro tiempo como es el  de la tecnociencia, la dominación científico-técnica de la naturaleza y la tecnificación misma del pensamiento que inspira e impulsa esa forma de pensar aludida.

A través de un riquísimo y profundo diálogo crítico con los más eximios filósofos europeos del siglo XX, pasa revista a las distintas soluciones dadas al problema de las dos culturas (como lo denominara en Cambridge C. P. Snow), la científica y la literaria, inmersas ambas “en un abismo de incomprensión, hostilidad, desagrado y faltas de entendimiento recíproco”. Así, van a ir desfilando ante su fino bisturí crítico-hermenéutico las posturas o soluciones ofrecidas a ese divorcio o escisión cultural desde la de Edmund Husserl con su ensayo “La crisis de las ciencias europeas”; Hans Jonas con su “Principio de Responsabilidad;  Ernst Bloch con su “Principio Esperanza; pasando por las aportadas por Ortega y Gasset y Pedro Laín, o por el propio Martin Heidegger con su principio filomístico/taoísta de “Serenidado Gelassenheit,  ---actitud de confianza en el orden del ser y de cuidado respetuoso por todo lo que existe, que comporta la renuncia de esa voluntad de dominación imperante--- hasta culminar en las más recientes e integradoras posiciones de sabor kantiano de Karl Otto Apel o de Jürgen Habermas.

La otra, inspirada por el “principio femenino”, configura un modelo de pensamiento no invasivo, poético-meditativo, propio o característico del hemisferio cerebral derecho (hemisferio encargado de lo simultáneo, sintético, holístico, geométrico) y nos proporciona y facilita una manera de “hacerse cargo de la realidad” más cercana a la sensibilidad femenina, más conectada a los sentimientos, a la afectividad receptiva, a la inteligencia emocional, y será la responsable, sobre todo, de las habilidades artísticas, la poesía y la música en general.

         
  
Así, mientras que el Pensamiento calculador, conceptual y abstracto, masculino, ha sido responsable del olvido, pérdida o “encubrimiento del mundo de la vida”; el Pensamiento poético-meditativo, emocional, receptivo y femenino, lo ha sido, por el contrario, de la recuperación de ese Lebenswelt  husserliano. Esta segunda racionalidad teleológica, de fines, no instrumental, posibilitará la realización de un mundo futuro más humano; cuyos valores –que son valores femeninos o atribuidos a la sensibilidad femenina sin excluir en absoluto su capacidad de intelección abstracta, como nos recuerda Victoria Camps--- tratarán de realizarse y extenderse por doquier. Entre esos “valores femeninos” cita: la acogida, la atención, el cuidado (epimeléia), la cordialidad, la donación,  el pathos compartido, la empatía, la capacidad de comprender, de hacerse cargo.

Martha Nussbaum

Consideremos, en este punto, la importancia y pertinencia de activar esta racionalidad acogedora, solidaria y cordial en situaciones límite, de catástrofes y cataclismos difícilmente superables o controlables como las que estamos viviendo a nivel mundial, en las que se pone de manifiesto la necesidad de los “otros”, de nuestros conciudadanos, para salir airoso de la las mismas. La Pandemia ha demostrado que nuestro complejo mundo, y los seres que lo habitamos, estamos ineluctablemente sometidos al azar, la incertidumbre y el riesgo -como seres indigentes, menesterosos, frágiles y vulnerables que somos. La vulnerabilidad de nuestra naturaleza nos obliga, en consecuencia, a tratarnos con empatía y a contar con el cuidado, la compasión y la solidaridad como único camino y solución para salvarnos… precisamente “esos valores” son considerados valores femeninos. A propósito de toda esta temática, les recomiendo leer La Meditación del confinado (publicada por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas) de nuestro presentador en este Acto,  Pedro Cerezo. Se trata de toda una  lúcida antropología del dolor, del sufrimiento y la muerte que apela a nuestra disponibilidad, responsabilidad y diligencia ofertivas para paliar el sufrimiento y la debilidad del otro/otros, y que nos insta y obliga a la piedad, el cuidado y la compasión ante “la epifanía del rostro desnudo del otro o de su palabra en forma de “grito”, como Enmanuel Lévinas nos mostrara en su “Totalidad e Infinito”.

Estamos, en consecuencia, convencidos de que (como ha demostrado Helen Fisher en “El primer sexo”) esa forma de pensar de la mujer en redes conceptuales; esa posibilidad de ver la realidad desde un solo golpe de vista; esa capacidad de “realizar múltiples tareas a la vez”; esa disposición para “ofrecer las soluciones más flexibles, no violentas y a largo plazo, para todo tipo de conflictos, problemas y relaciones interpersonales”; esa empática delicadeza para no irrumpir agresivamente en la realidad, sino “dejarla ser” y cultivarla para que crezca autónoma…, harán posible en el futuro más inmediato salvarnos de la autodestrucción…

María Zambrano

            La importancia y trascendencia de este modo de “pensar/sentir femenino”, para el mundo que nos espera, no es, pues, un mero desideratum o ilusión utópica e inalcanzable: se ha manifestado ya, a nivel teórico, con la emergencia y el redescubrimiento del valor de lo femenino en el pensamiento filosófico de nuestro tiempo, por parte de un conjunto de pensadoras, teólogas, escritoras y místicas  agrupadas por Laura Boella, bajo la etiqueta de pensadoras de la Razón Cordial (“Pensar con el corazón”). Entre ellas, cabe citar a la germana Edith Stein, con su “razón empática o afectiva” (Einfühlung); a la francesa Simone Weil, con su “razón compasiva, amorosa y solidaria”; a la alemana Hannah Arendt, con su habitual apelación al “corazón que comprende”.

No podemos tampoco olvidar a la búlgara francesa Julia Kristeva, con su principio femenino dirigido a “humano-feminizar” la existencia “ante la peligrosísima amenaza tecnológica para la vida de la humanidad”; a la española María Zambrano, con su razón poética; a la teóloga y poeta alemana Dorothée Sölle, que acuñó el concepto de “teopoesía”, con su “mística de la resistencia y del viaje hacia-dentro” y su “lenguaje del alma”; ni a la mística holandesa judía Etty Hillesum que, en sus escritos, redactados poco antes de morir, a finales de noviembre de 1943, desde el campo de concentración nazi de Westerbok, antesala de Auschwitz, quiso autodenominarse con el apelativo de “corazón pensante” par identificarse con sus compañeros del campo o Lager (el título de sus Cartas fue precisamente el “corazón pensante de los barracones”).

Tampoco, finalmente, dejaremos de aludir a la norteamericana Martha Nussbaum, que, con su “imaginación compasiva”, tratará de desmantelar todos los estereotipos estigmatizadores y deshumanizadores mujeres (y también de hombres), ni   de evocar en este ilustre grupo de pensadoras feministas, aunque sea sólo “nominalmente”, a pensadoras y académicas feministas españolas como Lidia Falcón, Celia Amorós, Amelia Valcárcel, Victoria Camps, Alicia Miyares, Alicia H. Puleo, Adela Cortina, Remedios Ávila y Maricarmen Lara.

 

TOMAS MORENO  








 

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