Como no deja de resultar muy interesante la cuestión de la IA y los procesos a los que está sujeto el pensamiento humano, traemos un nuevo post para la sección de Ciencia del blog Ancile, esta vez bajo el título: El algoritmo y la conciencia de lo subjetivo.
EL ALGORITMO Y LA CONCIENCIA DE LO
SUBJETIVO
Abundando sobre la exacerbación
del dominio informático y de la IA (inteligencia artificial) de la que participan no pocos científicos,
y a fuer de no poder encajar sus presupuestos mecánico digitales en el
funcionamiento del cerebro, hablan de este como una máquina cuántica. Y lo hacen a medida
que observan que hay una mayor parte de las funciones del propio cerebro que no pueden
explicarse mediante la producción de algoritmos.
Así
pues, se habla de emulación ventajosa de la computadora en relación con el
cerebro. No obstante, la dificultad para explicar sensaciones, experiencias, sentimientos y
otras cualidades subjetivas parecen hacer vacilar su insistente cantinela, ora abrazando teorías, ora supuestos de grandes matemáticos (que, por cierto, no
entraban por uvas en estos menesteres),[1]
así, los bits se convierten en qubits cuánticos mediante los que tratar
de esclarecer la complejidad de los procesos neuronales más íntimos del
individuo. Así, se hace de los qualia un elemento presuntamente explicable con el fin de
justificar la informatización de nuestros centros neuronales y explicar el misterio
de la conciencia, eso sí, siempre como un epifenómeno cerebral, cosa que, como ya hemos visto
en otros post de este medio, es mucho más que discutible, y aún más cuando se la
presenta como un producto evolutivo propio únicamente de nuestra especie.
No
es extraño que la IA se venda como la excelencia mecánica capaz de imitar,
aprender y procesar las funciones mentales del ser humano e, incluso, del mismo
lenguaje. Todo se remite para conseguirlo al proceso de datos y a la búsqueda
de patrones de información para su realización última, para, finalmente, emular las
capacidades neuronales de nuestro cerebro.
La ley de rendimientos
acelerados[2]
impone su imperio en una sociedad inerme (si está sujeta a la fascinación de
los avances tecnológicos y a su propia ignorancia sobre la naturaleza de los
mismos), como si de una ley biológica se tratara, tratando de interaccionar con
el entorno, de nuevo, de manera mecánica mediante una SIM[3]
que haría que el sujeto en cuestión dejara de ser una persona capaz de
interactuar con el mundo externo. Según estas corrientes debemos prepararnos
para la homocibernidad como dimensión nueva de futuro casi inmediato.
En cualquier
caso, a día de hoy, es claro que los sistemas complejos integrados y autoadaptados
(que somos) divergen de manera necesaria e inevitable de cualquier aproximación
digital. La lógica interna de cualquier supercomputador no puede reproducir la compleja dinamicidad de las redes neuronales de un sistema
orgánico vivo.
El intento
continuado de convertir a la mente humana en una máquina de Turing, a pesar de
su insistencia cansina y reiterativa, acaba por resultar inaceptable en virtud
de una serie de presupuestos altamente discutibles que pueden resumirse en: presupuestos evolutivos,
lógico matemáticos y también, paradójicamente, computacionales.[4]
Seguiremos
dando cuenta de estas cuestiones sobre la vieja insistencia mecanicista de explicar el mundo por los no menos viejos pensamientos positivo mecanicistas de la ciencia clásica, en los próximos capítulos de este blog Ancile.
Francisco
Acuyo
[1] Es el
caso de Roger Penrouse, traído al cabo cuando interesa a través de su célebre
libro La nueva mente del emperador.
[2] Ley
inventada por Raymond Kurzweil que trata de explicar el crecimiento exponencial
de los avances tecnológicos que suceden y sucederán en un futuro muy próximo.
[3] Substrate-independent
mind.