Cerramos la introducción al libro Fisiología de un espejismo. Sinestesia: pincel del pensamiento, con la tercera parte de: Sinestesia: Génesis y genealogía de la conciencia, para la sección de Ciencia del blog Ancile.
SINESTESIA: GÉNESIS Y GENEALOGÍA DE LA
CONCIENCIA, TERCERA PARTE
Pero, atención, la percepción
poética, en su potencial panestesia, no significa fisiológicamente, ya que el topos
externo, exterior, puede fundirse y no distinguirse del tactus íntimus
de lo interno. Por todo esto verán en los primeros capítulos del libro, en
desigual desfile, a la écfrasis y la sinestesia, en primera instancia,
deslindar sus fronteras conceptuales y desde luego semánticas, para fundir la
poesía y la pintura en un único y singular discurso.
Seguidamente verán que el término conciencia y sinestesia tienen una recurrente aparición
analógica. Sinestesia y conciencia se vierten como realidades estrechamente
vinculadas, pero que se verán enfrentadas, al menos en principio, a la dualidad
(cartesiana) tradicional de la mente y cuerpo, como entidades desemejantes, e
incluso contradictorias, donde los procesos cerebrales son la causa y la
conciencia y el efecto.
No
obstante, el fenómeno de los qualia muy bien pudo poner patas arriba
estas convicciones, si estos nos hacen preguntarnos cómo es que unas señales de
naturaleza física objetivable y cuantificable son causa de experiencias
internas subjetivas, y que tiene relación directa con la sensación. Verán a lo largo de estas páginas que las dudas llegan hasta
extremos que pueden resultar al lector no avisado, cuando menos, extravagantes, como si la conciencia debe buscarse en ámbitos que vayan más allá
del ámbito estrictamente neurológico (recuerdo que para algunos es más un fenómeno
cuántico).
El
cruce intersensorial de la sinestesia acaso es una muestra extraordinaria de la
disolución de fronteras indiscutibles (en principio en el ámbito de la
retórica, recordamos que solo interesa el significado), pero también del mapa
neurológico tradicional, del que se puede inferir una potencial capacidad
cartográfica global que se ve representada por la potencia simbólica del
pensamiento y sus muchos derivados abstractos, todo lo cual nos hace pensar que la sinestesia
puede llegar a ir más allá de la experiencia sensorial, en cuanto que afecta o
invade el ámbito de otras formas de conciencia que son del mundo abstracto,
como pueden ser lo números, las letras… y otras simbologías genuinas de este
tipo de pensamiento.
En
virtud de estas y otras aproximaciones podrá, el lector interesado, acercarse a
aspectos en los que la sinestesia se sumerge en el arte y en las apreciaciones
estéticas del mismo que tienen su residencia en la abstracción deducida de los
elementos sensoriales que mezcla la sinestesia.
Se
verá como la palabra poética, a través de la sinestesia, supera o va más allá del
mero aspecto comunicativo del lenguaje y de la mera logomaquia del mismo, pues aspira a
ser en la belleza a través de lo sensorio y más allá del significado, para ser
en sí, en la verdad que se aprecia en aquella belleza conseguida, pues esa
palabra poética, más que decir, nombrar, integra al observador con lo
observado, y donde la sinestesia poética se sitúa un paso más allá de los límites semánticos de la retórica.
La
sinestesia nos advierte que, en realidad, los sentidos son solo un sentido.
Veremos dónde y por qué esto es así. En la relación de la poesía y las artes
plásticas, decíamos la écfrasis, es donde se diluían las fronteras espacio
temporales de una y otra arte, pero también se disuelven las fronteras
entre la sensación expresa en la realidad externa y su incidencia con la interna, todo lo cual acabará por expresar la capacidad y naturaleza de lo que denominamos
conciencia humana, y que puede constatarse en ese fenómeno pamsiquista expreso
en la obra de algunos poetas.
La
limitaciones de la ciencia exponen, no solo la incapacidad de esta para
desarrollar un conocimiento sobre determinados asuntos, manifiestos en la
física cuántica, en la relatividad, o en la teoría de la complejidad y de la
matemática y su incompletitud, dejando abierto el campo para un entendimiento
de aquello que nos impulsa a ser creativos (poiesis). Será la poesía, como
impulso creativo, el dominio desde donde poder integrar lo fenoménico y lo
abstracto, y donde se manifiesta el plus ultra de la imaginación capaz de llegar
donde no puede la ciencia empírica.
La
aspiración integradora (totalizadora) del discurso poético ofrece vías de
entendimiento complementarias para la compresión de lo que la realidad sea,
porque deduce algo de un interés capital: la realidad no es del todo física, es
un fenómeno participativo que precisa de la conciencia para entender la realidad
última. Mucho podemos extraer de este conocimiento a través del estudio de la
sinestesia poética.
Una
de las consecuencias más sorprendentes del sinésteta es la capacidad de refracción sobre la
misma naturaleza de sus impulsos creativos, que rompe con toda lógica
categorial y casuística, que que quebranta los patrones convencionales de la
percepción misma. En la fusión y cruce de los sentidos se elevan entidades
abstractas y simbólicas que adquieren un valor físico excitable. Nos
encontraremos ante una lógica que va más allá de la razón y la convención y se
sujeta a una suerte de discurso paradójico que evidencia que las estructuras
que conforman dichas paradojas no son mecánicas y computables, sino orgánicas y analógicas
y que el todo que conforma es más que la suma de sus partes.
El
ámbito sinestésico poético es un sistema orgánico, vivo y en movimiento
continuo. Y expone, de ser cierto, que el cerebro es el origen único de la
conciencia (cosa que dudo) que se sitúa más allá de una mera adaptación
evolutiva al medioambiente, en razón a los peculiares fines incorporadores y creativos
de los que es susceptible. Es necesario superar el localismo neuronal
reinante en el ámbito neurocientífico, pues la sinestesia nos da una muestra
más de la neuroplasticidad del cerebro y su capacidad para fusionar o sustituir
sensorialmente un sentido.
Las
cosas no son nunca lo que parecen. Lo que determinamos como cierto no es más
que una realidad fragmentaria de lo que puede ser la realidad. La sinestesia
invoca nuestra atención a través de su propia lógica que es la de la aporía, la
de la inexistencia de un camino único, pues cuestiona incluso la división entre sujeto
y objeto, y nos expone ante la paradójica realidad de que no sabemos percibir. A
través de la sinestesia abrazamos el engaño para reconocer la realidad profunda
de las cosas. Ofrece una lógica arcana, primitiva, donde la aquella todavía no
se había segregado del entendimiento mágico integrador.
La
sinestesia socava hasta destruir la convención perceptivo cognitiva
cuestionando las convenciones del sentido común y poniendo de relieve hasta qué
punto es aleatoria; por ejemplo: la significación de un color en relación con
un determinado número. Expone, en fin, el hecho de hasta qué punto son
estériles las convenciones para una comprensión penetrante de la realidad del
cosmos y, por supuesto, de la misma conciencia.
La
sensación de que todo acontece mediante un progreso lineal y determinado y, por
tanto, sujeto a la causalidad, se pone en duda en la percepción sinestésica, ya que
cuando esta sucede que entramos ante un proceso holístico, no lineal y plenamente
orgánico donde todos los sentidos son finalmente uno solo.
El
sinésteta se manifiesta en conexión material con el mundo, en el ámbito
incluso de las ideas. La sinestesia puede ser un arte, pero también una ciencia
que pone en perplejidad y angustioso dilema a la razón, pero que aspira a ser
cultura de una comunidad avisada de la importancia del ser en el tiempo, si es
que esa comunidad está integrada de personajes verdaderamente libres.
La atención
sinestésica nos enseña que hay una conciencia que trasciende el concepto
mediante la alerta de los sentidos: no hay tiempo ni espacio para razonar su
realidad plena, sólo hay el aquí y el ahora. Tomamos conciencia de imágenes,
sonidos… más allá de la argumentación racional.
Accedemos al mundo en un grado de igualdad porque todo goza y tiene
inteligencia, pues la supuesta realidad de nuestra mente tampoco es nuestra, es como si no hubiera nada que comprender porque ya estaba
dentro de nuestra conciencia, las percepciones que nos llegan y se expresan en
la sinestesia, son las semillas de lo extraordinario que ya albergábamos dentro.
Francisco Acuyo