Algunas aproximaciones sobre el discurso utilizado en relación a la ciencia computacional respecto de otras disciplinas, en el blog Ancile, para la sección De juicios, paradojas y apotegmas, bajo el título; De la naturaleza de la ciencia y la inteligencia artificial, algunas cuestiones terminológicas.
DE LA NATURALEZA
DE LA CIENCIA
Y LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL:
ALGUNAS CUESTIONES TERMINOLÓGICAS
CUANDO está tan en boga y vigor
la cuestión –nada sencilla para ser sujeta a una mera descripción aproximativa-
del avance de los procesos tecnológicos en la denominada inteligencia artificial,
se pone sobre la palestra aspectos que van desde la identificación, definición
y naturaleza de aquella, siempre con no pocas controversias, equívocos e
indefiniciones, acaso porque todas aquellas exposiciones y dictámenes al
respecto provienen de muchas y muy diversa áreas del saber científico y
filosófico. También porque no parece en modo alguno relacionarse la inteligencia
con el no menos peliagudo problema de la conciencia (del que hablaremos en otra
ocasión próxima). Añadamos el hecho perfectamente constatable de que tanto la
inteligencia proveniente de un ingenio informático o cibernético, en las
analogías llevadas a cabo en relación con la inteligencia humana, se han hecho
casi siempre bajo los auspicios de la terminología de la máquina como ingenio
computacional, estableciéndose entre una y otra este grado de semejanza e
incluso de igualdad, que considera la inteligencia artificial hija de la
máquina, y la humana con idéntico grado de parentesco mecanicista e incluso parecido
proceso (¿vital?) evolutivo.
Véase que la inteligencia se entiende, según la RAE,
como: Capacidad
de resolver problemas. Conocimiento,
comprensión, acto de entender. Sentido en que se puede tomar una sentencia, un dicho o una
expresión. Habilidad,
destreza y experiencia, e incluso como sustancia puramente espiritual.[1] Para la disciplina de la inteligencia artificial, la inteligencia es un programa capaz de ser
ejecutado independientemente de la máquina que lo ejecute, sea computador o
cerebro. Algunos psicólogos de relieve[2] aceptan con más o menos matices la noción de racionalidad
como un proceso derivado de la computación – de cálculo-. No es extraño que
algunos otros profesionales
de la psicología crean que nuestros cerebros son el
resultado de una evolución ¡¿emparentada con la de las máquinas inteligentes?!
hasta convertirse en una máquina viva, y de paso establecer una suerte evolución,
entiendo que mecanicista, en referencia
a las propias máquinas artificiales, supuestamente dotadas de la pensar –cosa harto discutible a día de hoy.
La inteligencia, del latín intelligentia,[3] cabe entenderse, por su etimología, como aquella cualidad,
en fin, para escoger correctamente entre diversas opciones. En cualquier caso,
habría que saber leer entre líneas, puesto que, si legere (escoger, leer…) porta la raíz indoeuropea leg, que significa acumular, dicha raíz
también está presente en griego –legein-
y significa escoger, leer, y que nos parece fundamental distinguir. El
discurrir –escoger lo más idóneo- y el memorizar, acumular información, son
procesos que necesitarían diferenciarse, y de cuya diferencia pueden deducirse
múltiples formas de inteligencia: abstracta, concreta, social, emocional… de
todo lo cual cabe inferirse la complejidad del tema en la cuestión
terminológica que debatimos.
No estaría demás establecer
algunos parámetros adecuados en relación al origen de una y otra inteligencia
(artificial y o humana o natural), y que creo que se debate, con toda modestia,
de manera equívoca, ante todo por el poderoso influjo de las ciencias de la
computación, la informática o la cibernética, de las que se extrapola
inadecuadamente el concepto de artefacto, máquina al ser humano, al que sin
duda, humildemente, casa mucho mejor el de organismo vivo e inteligente. Así
pues, la inteligencia artificial sería la
rama de la ciencia de la computación dirigida a la automatización de la
conducta inteligente. De esta definición, aceptada por aquella disciplina,
ya cabe distinguirse claramente los procesos automáticos y mecánicos del
artificio inteligente, de aquellos que proceden del complejo orgánico biológico
(sin contar todos los referentes que influyen muy directamente en la conducta
inteligente del individuo: culturales, sociales, psicológicos, genéticos….)
No debemos obviar otro
fundamento de la inteligencia artificial en su procedimiento para la resolución
de problemas y acumulación de datos, a saber: su inicial dependencia
algorítmica para llevar a término estas actividades inteligentes. Estas reglas
para la consecución de cualesquiera supuestos suponen en el ámbito de la
eficacia nemotécnica un avance inigualable e incomparable en el que la máquina
tiene todas la ventajas sobre el ser humano, mas este procedimiento matemático
del ingenio inteligente queda fuera de tantos parámetros en los que se
encuentra influido la inteligencia humana, que no sé si pueden ser siquiera
comparables.
La máquina de Turing, acaso, no
hace sino poner nuevas interrogantes y problemas nuevos a la posible relación
impuesta por el discurso de los seguidores de la IA[4] entre la inteligencia natural o artificial. Existirá inteligencia artificial cuando
seamos capaces de distinguir entre un ser humano y un programa de computadora
en una conversación a ciegas[5].
Pueden contrastarse opiniones
diferentes sobre esta temática en lugares especializados como la revista edge. org, a la sazón sede de la Edge Foundation, Inc.[6], lugar en el que podrán
considerarse estas cuestiones que
nos parecen algo más que meras disquisiciones semánticas entorno a las
definiciones en las que se mueven los especialistas e interesados,
singularmente estigmatizados por la adopción irregular de terminologías
anglosajonas adaptadas a otros idiomas, incluidos el español y, sobre todo, en
la afiliación descuidada de terminologías propias de los lenguajes especializados
de la IA a discursos de otras disciplinas que resultan cuando menos irregulares
e inexactas, llevando a confusiones como las que marcan el discurso de autores como de George Church, eminente
profesor de Harvard cuando dice, y no
metafóricamente, […] solo soy una máquina
que piensa,[…] y como máquina humana
aprendemos a ampliar nuestras capacidades a través de la simbiosis con otras
máquinas…. que se suponen otros seres humanos, animales, plantas, etc…
Máquina, del latín machina y este del griego dórico majana, mantiene las acepciones en
nuestro idioma de: Artificio
para aprovechar, dirigir o regular la acción de una fuerza.
Conjunto de aparatos combinados
para recibir cierta forma de energía y transformarla en otra más adecuada, o
para producir un efecto determinado. Agregado de diversas partes ordenadas entre sí y
dirigidas a la formación de un todo,[7] que creo
da una muy clara referencia en su diferentes acepciones a lo que es una
artefacto de lo que se supone es un organismo, como conjunto de órganos regido
por leyes específicas que caracterizan a un ser viviente[8]. No
pretendo llevar esta disquisición a la platónica y tan traída deus ex machina platónica, aunque
vendría al pelo, si atendemos al significado literal de la misma, que hacía
referencia al teatro griego cuando se utilizaba una grúa –máquina- para
introducir una deidad en el escenario para resolver cualquier situación
dramática de la obra en cuestión representada. Pues bien, así viene usándose. Lo mismo para
un roto que para un descosido, el término, indistintamente se usa para lo que
la máquina realiza inteligentemente, y lo que con inteligencia puede realizar
un ser humano como organismo peculiar, creemos que siempre diferente del de la
máquina.
Es
interesante comprobar que el designio semántico de la palabra organismo (como
conjunto de órganos que conforman un ser vivo) derivada del organum latino y del organon
griego (instrumento, herramienta, útil, órgano) deja entrever la concepción de un
sistema singular.
A fuer de parecer algo tiquismiquis en esta
relación etimológico-lingúistica, insisto en utilizar el lenguaje con propiedad
a la hora de establecer analogías, no entraré en este post sobre las cuestiones
que relacionan o diferencian a la inteligencia artificial de la que se supone
que no lo es (por ser humana), sobre todo porque en principio se establece una
diferencia fundamental entre la máquina inteligente y el organismo dotado así
mismo de inteligencia y en continuo cambio, y es que hasta la presente aquel organismo evolucionado
que llamamos hombre (con conciencia de sí mismo y de lo que le rodea) es el que
posee la inteligencia creativa capaz de generar entidades nuevas, como es el
caso de la propia máquina portadora de inteligencia artificial. Habrá ocasión
para adentrarse en esta cuestión capital y verdaderamente fascinante. Quédense
ahora con las aproximaciones terminológicas que deben usarse con mayor
propiedad, sobre todo porque llevamos a la confusión no sólo del lego en
cuestiones computacionales, sino también del avisado que intenta contrastar con
garantías de buen entendimiento las relaciones entre la máquina que calcula,
procesa o acumula información, y el ser
humano que, en su ámbito de interacción interpersonal y ambiental bien distinto,
es capaz de tener conciencia y de crear, por lo que requeriría de terminología
más apropiada; es preciso una seriedad discursiva que, sin duda, irá en
beneficio tanto de los investigadores
Francisco Acuyo
[1]
Diccionario de la RAE: Espasa Calpe, edición 22ª, Madrid, 2014.
[2] Nos
referimos a psicólogos evolutivos como es el caso de Steven Pinker.
[3]
Se compone de inter –entre-, del verbo
legere –escoger, separar, leer…, del
sufijo, nt, que indica agente, y del
sufijo ia, que viene a indicar cualidad.
[4] Acrónimo
de Inteligencia Artificial.
[5] Así lo
definía Turing tras elaborar su célebre Test (Test de Turing) en el que un juez
humano se encuentra en un lugar aislado mientras que en otro se encuentra una
máquina y un humano, dicho juez debe descubrir quién es el humano y quien la
máquina a través de respuestas escritas que ambos hacen a sus preguntas,
estando autorizados a mentir y a equivocarse en sus respuestas.
[7]
Diccionario de la RAE, ver nota 1.