Bajo el título de, Sobre el lenguaje de la nada, traemos una nueva entrada para la sección, Ciencia, del blog Ancile.
SOBRE EL LENGUAJE DE
LA NADA
Aquel llevar, trasladar,
desplazar (metaphora) más allá algo
que tiene alguna similitud (analogía), es un ejercicio de búsqueda de
significado que traspasa los dominios de los estudios literarios (retórica) y
podemos constatarla incluso en el territorio estricto de la misma ciencia. No
es en modo alguno extraño encontrar en el ámbito científico expresiones que
tratan de acercarse al significado de fenómenos y realidades muy diversas. En
esta serie de reflexiones dedicadas a la nada, os recuerdo aquella sobre la que
parte toda esta secuencia singular sobre el concepto y la realidad de la nada y
del vacío[1],
me refiero en concreto a la metáfora de los agujeros negros, que pasa a ser
tenida como plenamente descriptiva y conceptualmente definitoria del fenómeno
astrofísico. Lejos de la mera figuración no es un ornamento estético para el
científico del cosmos, pues, forma parte ya de la realidad lingüística del
cosmólogo y de su configuración metal sobre dicho fenómeno.
Es
el caso, que cuando hablamos de la nada, parecen surgir dificultades sobre su
conceptualización, representación y potencial realidad de la misma. La función
simbólica en este dominio se torna aún más extraña, indescifrable, inefable
incluso. El significante diferenciad y el significado en este terreno
indescriptible, a diferencia de otros ámbitos, hace de aquél, del significante,
decimos, una opción extraordinaria para abrir puertas mentales a posibilidades
infinitas para actuar sobre la realidad.
Cuando hablamos de la nada, es cierto que no nos sirven las metáforas (sobre
todo mecanicistas), ya que no podemos comparar con nada lo que la nada sea.
Tampoco podemos mostrar, visualizar, en nuestra mente lo que de manera literal
la nada fuese. No podemos explicar ni sugerir lingüísticamente, con metáfora o
sin ella la realidad de este vacío informe y atemporal. La dificulta proviene
acaso de que se pretende, desde el dinamismo y mutabilidad de nuestra realidad
existencial, quiere definir lo que es inmutable, infinito y atemporal.
Más
allá de la aplicabilidad explicativa y pedagógica de la metáfora, en este caso,
más que en ningún otro, la nada no se adecúa fácilmente para su entendimiento,
tampoco nos sirve heurísticamente para aproximar hipótesis sobre lo que sea y,
desde luego, su exégesis en modo alguno es sencilla. De donde proviene tanta
dificultad (a parte de la ya sugerida) de que nuestra naturaleza –dinámica,
decíamos- es imposible de comparar con la estática y absoluta del nada, radica
en la naturaleza de nuestra propia mente. Recordemos un instante la peculiar
etimología de nada: proveniente del participio natus, a, um, es decir,
nacido, originado, y descendiente a su vez del ver nasci, nacer. Tan extraña evolución semántica y su sentido negativo
no es asunto de esta exposición nuestra, pero si es muy conveniente conocerlo,
pues en realidad proviene de la imposibilidad de representar con el lenguaje
literal, y su grande dificultad en el mismo lenguaje metafórico.
En
el Diccionario Oxford de la mente recogemos de inicio esta apreciación sobre la
nada: La naturaleza de la nada aborrece
el vacío –y otro tanto hacemos nosotros. La idea del vacío […] es al mismo
tiempo repelente e inconcebible […] No
hay nada más real que la nada.[2]
Desde una óptica neurofisiológica
se aportan casos de personas que bajo los efectos de anestésicos –anestesia
medular- dicen que su percepción es la de no ser.[3]
¿Psicológicamente esa experiencia de no experiencia es experiencia de la nada?[4]
¿Son la inatención, la agnosia,
anagnosia, extinción…, experiencias de la nada? ¿Es la nada un epifenómeno
–curiosamente como la consciencia según la neurociencia- del cuerpo y sobre
todo del cerebro? No obstante, podemos afirmar sin duda que uno de los momentos
más críticos de la vida del ser humano puede apercibirse de esa nada, nos referimos en la la pérdida de un ser
querido, sobre todo al caer en la cuenta que jamás volverás a ver -sentir
corporalmente- a la persona amada desparecida[5].
El vacío es similar al caer en la cuenta trágica de la pérdida a cuando se
experimenta y se es consciente de la presencia fantasma de un miembro amputado.
Quizá
sea en el ámbito neurológico y después en el netamente psicológico donde la
nada ofrece una clara advertencia de que aquella es imposible de acceder sin la
presencia de la conciencia, es decir, del cuerpo, si es que este es el origen
definitivo de aquella, o, ¿acaso también sin el cuerpo es posible una
conciencia? El mundo de lo sensorio desprendido de lo intelectual, según los
místicos, puede estar más cerca de esa realidad vacía (sunyata), cuyo centro está en todas partes y no solamente arraigado
en nuestro centro mental y corporal y que solo se puede conocer existencialmente
del ser en el mundo. Pero ¿es posible que, a través de esta percepción de la nada
se pueda situar en el límite mismo de la existencia humana? Trataremos de dar
respuesta a estas interrogantes en nuevas entradas sobre esta interesante
cuestión nunca del todo definitivamente debatida.
Francisco Acuyo
[1] Acuyo, F.: Blog Ancile, De la muerte y la paradoja de la información: https://franciscoacuyo.blogspot.com/2018/09/de-la-muerte-o-la-paradoja-de-la.html
[2]
Diccionario Oxford de la Mente, Richard l. Gregory, Alianza Diccionarios,
Madrid, 1995, pág. 783.
[3] Acuyo,
F.: Ver nota 1: https://franciscoacuyo.blogspot.com/2018/09/de-la-muerte-o-la-paradoja-de-la.html
[4] Decía
Hobbes: Lo que no es cuerpo… no es parte del universo; y puesto que el universo
es todo, lo que no es cuerpo…es nada y no está en ninguna parte…
[5] Algunas
aproximaciones a este respecto en, Acuyo, F.: Hermanos en la soledad, de la
soledad y la muerte, colección La espada en el ágata, editorial Polibea,
Madrid, 2018.