Para la sección Apuntes histórico teológicos del blog Ancile, traemos un nuevo post de nuestro amigo y colaborador Alfredo Arrebola, bajo el título: La Navidad del 2021.
LA NAVIDAD
DEL 2021
“Misterio de carne
nuestra,
¡misterio!,
palabras de Aquel que sabe
más allá de las palabras,
palabras juntadas todas
en la Palabra encarnada
¡Palabra!.
Está gimiendo en el heno,
¡gimiendo!,
que si por fuerza
sufriera,
dejara de ser quien es,
Señor de cielos y tierra,
¡Dios nuestro”
(Misterio de
carne nuestra.
Capuchinos Editorial. Diciembre 2021).
Estamos en las postrimerías de este
“horribilis annus” 2021 a causa de una de las más terribles pandemias que ha
sufrido la humanidad: COVID-19. Vivimos, por desgracia, terriblemente preocupados
y angustiados con tantos y variados acontecimientos que quitan el sueño a
cualquiera. Los que tenemos, por fortuna, muchos años notamos cómo ha cambiado
la fiesta de Navidad. Desde hace años las fiestas de Navidad arrancan en
noviembre, cuando los grandes centros comerciales intentan crearnos un ambiente
idóneo para sus propios intereses económicos. Igualmente en quienes se sirven
de la Navidad, al tiempo que se burlan de nuestras tradiciones y, sobre todo,
de una fiesta tan carismática entre los creyentes cristianos. Hasta la misma
Unión Europea se ha atrevido a formular
un documento en el que se recomendaba
eliminar las menciones a la Navidad en pos de un supuesto uso políticamente correcto del
lenguaje, lo que provocó una polémica que obligó a su retirada. ¡Europa está olvidando lo
mucho que debe al cristianismo!
Informado el Papa, el incombustible Francisco, respondió: “La UE debe asumir
los ideales de los padres fundadores, que eran ideales de unidad, de grandeza,
y tener cuidado de no dar paso a las colonizaciones ideológicas. Esto podría
acabar dividiendo a los países y hacer fracasar a la Unión”.
También existen grupos
ultracatólicos, convencidos de ser los depositarios de la esencia
cristiana, que pueden hacer daño al sentido trascendental de la Navidad. El
suceso ha tenido lugar en Granada, donde un grupo, que portaba crucifijos y
realizaba cantos y oraciones de desagravio, ha considerado que las cruces
invertidas, que iluminan la Plaza del Carmen, son símbolos masónicos y satánicos, y han arremetido contra el alcalde y el arzobispo por permitirlo:¡ Qué
mala es la ignorancia!. Todavía no han tenido tiempo estos “ultracatólicos” de
saber que la cruz invertida o “Cruz de San Pedro” es un símbolo cristiano que evoca la terrible muerte del
apóstol Pedro, que deseó ser ejecutado cabeza abajo. Espontáneamente se me vienen
a la memoria las palabras del famoso orador y
filósofo romano Marco Tulio Cicerón (106 – 43 a. C): ¡
O tempora, o mores!(¡Oh, tiempos, oh, costumbres!)
Esto
me está diciendo que la incivil guerra de 1936 no ha terminado. España sigue
hoy dividida en dos facciones irreconciliables: el odio y el desprecio impiden
lógicamente la reconciliación.
Pues
bien, si analizáramos detenidamente nuestro entorno social, notaríamos “ipso
facto” (al instante) que el
egocentrismo, la hipocresía, el materialismo, la vanidad, etc. que nos invaden,
son algunos de los elementos que impiden
una convivencia armónica y pacífica. No cabe, pues, la menor duda de que
estamos sumergidos en una crisis global y nacional que nos está alienando y
deshumanizando día tras día. En este
sentido, así se expresa el Profesor y escritor Antonio Luís García: “… El problema actual de
España, no es sólo el fracaso escolar, ni el informe PISA, sino “Juego de
tronos”, “El juego del calamar” y otras muchas
series y programas que triunfan en internet y en la tele basura. Así las cosas,
nos estamos olvidando de Dios, abandonando la Filosofía, suprimiendo las
Humanidades y pisoteando la Ética. Igualmente, hemos sustituido la lucha de
clases por la lucha de género, la natalidad por la mortalidad, la historia
objetiva y total por la historia sesgada
y parcial, la verdad por la mentira, la benevolencia por la
intolerancia, el amor por el odio, etc. Además, estamos legislando para que
desaparezca el poco respeto que queda a los padres, profesores, médicos,
policías, etc., cfr. IDEAL,9/12/21, pág. 19. Esta es la Navidad que vamos a
recoger en este maldito 2021, y no la de aquellos tiempos de íntima convivencia
familiar, recordando el nacimiento de un
niño especial, el Niño Jesús, nacido en Belén de Judá. Y como magistralmente nos dice el Profesor Jesús Fernández Bedmar, un niño que
venía con intenciones más universales, más fraternales y de más cambio en la
sociedad: incluso, en el evangelio de Mateo se le llama también “ENMANUEL”, que
viene a significar “Dios con nosotros” (Mt 1, 23), lo que conociendo el valor que para los judíos tenía el nombre no deja
de ser significativo, cfr. “Reflexiones
para creyentes”, pág. 310 (Granada, 2013).
Yo quisiera, estimado lector, decirte que la
Navidad es, sin la menor duda, una de
las festividades más importantes
del cristianismo, después de la Pascua
de Resurrección y Pentecostés. Esta solemnidad se viene celebrando el 25 de
diciembre en la Iglesia católica, en la
Iglesia anglicana, en algunas comunidades protestantes y en la mayoría
de las Iglesias ortodoxas.
Llevo sobre mis espaldas,
desde hace muchos años, la misma pregunta e inquietud: “El misterio de Navidad”
y, sobre todo, el sentido pagano que,
por desgracia, viene tomando. Lo que me
lleva ineludiblemente a preguntar: ¡Católicos de tres cuartos!, ¿estáis
preparados para recibir, comprender y
aceptar a ese Niño, anunciado a los pobres (Lc 2, 8-12) y buscado intensamente
por los paganos (Mt 2, 1-2), en tanto
que es ignorado por los
representantes de la religión (Mt 2, 5-6) y perseguido por la autoridad
política, el Rey Herodes (Mt 2, 13-23)?. Hoy, siglo XXI, ¿creemos esto – ¡pero
de verdad! - los que nos llamamos
cristiano-católicos?
No sé si yo tengo “autoridad moral” para hacer esta
pequeña exhortación: ¿Por qué no reflexionamos sobre qué es lo verdaderamente
valioso en estas fiestas, en nuestra vida? ¿Por
qué no aprovechamos la Navidad para repasar todo lo
bueno que Dios nos ha dado en el año, repasar en qué
momentos nos ha protegido y cuidado y agradecer también por los familiares y
amigos que tenemos cerca?. El evangelista Marcos nos dice que “Dios lo puede todo” (Mc 10,27). Por
eso la Navidad sólo pudo hacerla Dios. Pienso que no es ninguna herejía decir
que la Navidad es lo más y mejor que Dios, en su infinita misericordia, pudo y
supo hacer. Por ello es la BUENA
NOTICIA, el anuncio de la gran alegría.
“… Y les dijo el ángel: No temáis, pues he aquí que os traigo una buena
nueva, que será de gran alegría
para todo el pueblo” (Lc 2, 10).
Hacer esto puede ser una manera de vivir unas Navidades más plenas
y centradas en lo que de verdad nos importa: JESÚS DE NAZARET, “Camino, Verdad y Vida”, tal como
lo afirma el evangelista Juan.
Alfredo Arrebola
Villanueva Mesía-Granada, Diciembre de 2021.