lunes, 23 de julio de 2018

CONSECUENCIAS FILOSÓFICAS DEL CONCEPTO FÍSICO -CUÁNTICO- DE LA CONCIENCIA


Siguiendo con la temática referida a la conciencia, traemos una nueva entrada para la sección, Ciencia, del blog Ancile, que lleva por título: Consecuencias filosóficas del concepto físico -cuántico- de la conciencia.


CONSECUENCIAS FILOSÓFICAS DEL CONCEPTO 

FÍSICO -CUÁNTICO- DE LA CONCIENCIA




Consecuencias filosóficas del concepto físico -cuántico- de la conciencia. Francisco Acuyo





 Las consecuencias filosóficas extraíbles de la conciencia como factor determinante de la realidad y estructura del mundo, no son precisamente baladíes y vienen a afectar inevitablemente nada menos que a la cuestión del libre albedrío. En cualquier caso, la neurociencia niega esta libre capacidad de decisión, acaso porque mantiene su prejuicio anclado férreamente  al principio copernicano, aferrado a su vez a un claro determinismo.[1] Pero la cuestión básica es que el principio de la indeterminación –incertidumbre- cuántica inevitablemente abre mucho más que una posibilidad del libre albedrío, amén de que la indeterminación y el mundo de los hechos que se observan en el dominio de las  teorías del caos parecen excluir una realidad inevitablemente determinista. Si añadimos que la matemática que funda y configura  la física son incompletas, y reconoce  que hay proposiciones verdaderas  (e indecibles) a partir de los axiomas de la aritmética (2).

Consecuencias filosóficas del concepto físico -cuántico- de la conciencia. Francisco Acuyo                La ya proverbial frontera construida entre lo sensible y aquello que pueda ser inteligible de manera abstracta ha concurrido en las diversas dualidades generadoras de muy diversas controversias (mente- cuerpo, lo múltiple y la unicidad, sujeto- objeto…), abogándose, por mor de dar mayor crédito a lo que esté más allá de lo meramente perceptible y, por tanto, sujeto a criterios subjetivos que al conocimiento lógico matemático, incluso habida cuenta del reconocimiento de los límites de este (véase el teorema de la incompletitud de Gödel, brevemente referido en el anterior párrafo), que llevaría, no obstante, a una controversia en el mismo seno de las matemáticas; todo lo cual no deja de resultar asombroso, porque en realidad lo que encubría en muchos casos era una verdadera alergia por cualquier concepción de conciencia subjetiva en la configuración de la realidad, como si la matemática (no sólo la aplicada, también la más pura de sus intuiciones) no perteneciese al ámbito de la conciencia, con todas la consecuencias (en numerosos momentos nada saludables), de la omisión de cualquier referencia a la trascendencia, sea cual fuere la índole (divina o profana) de esta.

                El acervo intelectual y científico de Newton y Darwin daban cuenta de la conciencia como algo, sino deletéreo, sí, como poco o nada fiable, y supuestamente totalmente prescindible para la explicación del mundo. Con algunas gloriosas excepciones (Berkeley, decíamos, también Hume o Williams James, entre otros ), la indubitable realidad de las leyes físicas –universales- eran del todo suficientes para explicar la estructura, naturaleza y configuración del universo. Veremos en las siguientes entradas que la importancia de la conciencia será tenida como imprescindible para el entendimiento de la estructura de la realidad.



Francisco Acuyo



[1] En experimentos llevados a cabo por escáneres deducen que las decisiones se toman antes de que la persona supuestamente tome conciencia de lo que hace, cuestión que lleva a otra en relación a lo que entendemos `por conciencia y si incluye el ámbito de lo inconsciente en el territorio de aquella.
2 Véase el principio de incompletitud de Kurt Gödel.


Consecuencias filosóficas del concepto físico -cuántico- de la conciencia. Francisco Acuyo


jueves, 19 de julio de 2018

LA VINDICACIÓN DE MARY WOLLSTONECRAFT


Para la sección, Microensayos, del blog Ancile, traemos la entrada que lleva por título, La vindicación de Mary Wollstonecraft, del profesor Tomás Moreno, en su recorrido por sobre la misoginia.







LA VINDICACIÓN DE MARY WOLLSTONECRAFT




La vindicación de Mary Wollstonecraft, Tomás Moreno



Pero fue, sin duda, en Inglaterra donde el feminismo ilustrado dio una respuesta contundente a Rousseau y a los reticentes revolucionarios franceses, a través de la pensadora inglesa Mary Wollstonecraft (1759-1797) y de su Vindicación de los derechos de la mujer (1792)[1], una obra de referencia del feminismo histórico. En ella, en la línea de Poullain de la Barre y en sintonía con el pensamiento  de la Luces,  se analizaba la diferente condición de las mujeres y de los varones en la sociedad occidental. La Vindicación fue una contestación en toda regla a la obra de Rousseau y  a los escritos de todos ideólogos y teóricos que mantenían ideas similares a las del ginebrino, en lo que respecta a la supuesta inferioridad de las mujeres. En ella –nos señala Celia Amorós[2]- no duda en denunciar con irónica valentía las contradicciones en que incurrían los varones revolucionarios, con los mismas términos y expresiones que ellos habían utilizado, y utilizaban, para deslegitimar el poder de los estamentos dominantes de l’Ancien Régime y de sus reyes tiránicos, poniendo así de manifiesto su absoluta incoherencia: “Cabe esperar –escribe en su Vindicación- que el derecho divino de los maridos, al igual que el derecho divino de los reyes, pueda ser combatido sin peligro en este siglo de las Luces”[3].
La vindicación de Mary Wollstonecraft, Tomás Moreno            Su obra, escrita desde la perspectiva de esas mismas Luces (the Enlghtenment), perteneciente al grupo que creyó y confió en los beneficios que se derivarían de las revoluciones burguesas y del fin del antiguo régimen, tuvo una excelente acogida en toda Europa y en los Estados Unidos, siendo muy pronto traducida a cinco idiomas. En  La construcción de la mujer en Mary Wollstonecraft[4], Rosa Cobo, nos  ofrece una acertada síntesis de la posición ilustrada desde la que la arrojada adalid inglesa de la emancipación femenina concibió su, ya aludida, Vindicación sobre los derechos de la mujer (1792)[5]. Esa posición no consistió sino en el uso crítico de la razón al servicio de la liberación de la mujer, para alcanzar el desenmascaramiento de las  tradiciones injustas que la oprimían y de los prejuicios y estereotipos que trataban de mantenerlas en la ignorancia. En su libro, Rosa Cobo pone de manifiesto las contradicciones que Mary Wollstonecraft descubre en el pensamiento de Rousseau, relativas al estado de naturaleza que, si bien mostraba como exento de todo origen social, en realidad estaba impregnado del mismo.
            El estado de naturaleza definido por el ginebrino era en realidad un estado social, un estado que no podía concebirse sin la subordinación de las mujeres. De ello se infiere que el contrato social tenga su correlato previo en un contrato sexual[6] en el que se ratifican y constatan las diferencias sexuales y los diferentes roles de hombres y mujeres para el funcionamiento social. La diferenciación entre espacio público y espacio privado, como ámbitos separados y asignados a varones y a mujeres respectivamente, culminan la construcción del patriarcado moderno. La pregunta fundamental que Mary Wollstonecraft se hace en su obra: ¿Quién ha erigido al hombre como único juez, si la mujer comparte con él el don de la razón?, sigue siendo algo más de dos siglos después de escrita en los
La vindicación de Mary Wollstonecraft, Tomás Moreno
comienzos del tercer milenio, plenamente vigente. Ello nos da una idea de la trascendencia de su escrito.
            Limitándonos exclusivamente al ámbito educativo/pedagógico de su libro, podríamos señalar que, para Mary Wollstonecraft, la educación que J. J. Rousseau propugnaba para los hombres debería extenderse a todas las mujeres, y ser entendida como “un ejercicio de entendimiento, calculado lo mejor posible para fortalecer el cuerpo y formar el corazón [...] para posibilitar al individuo la consecución de hábitos de virtud que le hagan independiente.  De hecho, es una farsa llamar virtuoso a un ser cuyas virtudes no resultan del ejercicio de su propia razón” (VDM, p. 31). Su denuncia  de la pretensión rousseauniana de educar a las mujeres para el placer y el gusto de los hombres varones, es decir para la sumisión, la obediencia y el sometimiento más absoluto, es radical:

Rousseau declara que una mujer nunca debe ni por un momento sentirse independiente, que debe regirse por el miedo a ejercitar su astucia natural y hacerse una esclava coqueta para volverse un objeto de deseo más atrayente, una compañía más dulce para el hombre cuando quiera relajarse, [...] insinúa que verdad y fortaleza, las piedras angulares de toda virtud humana, deben cultivarse con ciertas restricciones, porque, con respecto al carácter femenino, la obediencia es la gran lección que debe inculcarse con vigor inflexible (VDM, p. 137).
           
            Y se refuta, desde su experiencia personal, cualquier tipo de educación sexista, como la que inspira las ideas pedagógicas del ginebrino, para rechazarla con profunda convicción y conocimiento:

Probablemente yo he tenido la oportunidad de observar más niñas en su infancia que J.J. Rousseau. Puedo recordar mis propios sentimiento y he observado a mi alrededor con detenimiento. Sin embargo, lejos de coincidir con su opinión respecto a los primeros albores del carácter femenino, me aventuraré a afirmar que una niña a quien no se le haya apagado el espíritu por la inactividad o se le haya teñido la inocencia con la falsa vergüenza, siempre será traviesa y que no le atraerán la atención las muñecas, a menos que el encierro no le permita otra alternativa. En pocas palabras, los niños y las niñas jugarían juntos sin peligro, si no se inculcara la distinción de sexos muchos antes de que la naturaleza haga alguna diferencia. (VDM, 162-163). (Cont.)

TOMÁS MORENO


[1] Mary Wollstonecraft, Vindicación de los derechos de la mujer. Ed. Cátedra, Madrid, 1996.
[2] Cf. Celia Amorós, Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y posmodernidad, Cátedra, Madrid, 2000, p. 177-178.
[3] Mary Wollstonecraft, Vindicación de los derechos de la mujer, op. cit., p. 159.
[4] Rosa Cobo, “La construcción de la mujer en Mary Wollstonecraft”, en Celia Amorós (coord.), Historia de la teoría feminista, Dirección General de la Mujer. Comunidad de Madrid, Madrid, 1994, pp. 21-28.
[5]  Mary Wollstonecraft,  Vindicación de los derechos de la mujer, op. cit.
[6]  Cf. Carole Pateman, El contrato sexual, tr. M. I. Feminias, revisión de M. X. Agra, Anthropos, Barcelona, 1995.




La vindicación de Mary Wollstonecraft, Tomás Moreno

lunes, 16 de julio de 2018

SOBRE LA CONCIENCIA: DEL PROYECTO CONECTOMA A LA ERA POSBIOLÓGICA


Bajo el título, Sobre la conciencia: Del proyecto Conectoma a la era posbiológica, ofrecemos un nuevo post para la sección, Ciencia, del blog Ancile.




SOBRE LA CONCIENCIA: DEL PROYECTO

 CONECTOMA A LA ERA POSBIOLÓGICA



Bajo el título, Sobre la conciencia: Del proyecto Conectoma a la era posbiológica, Francisco Acuyo



De la toda resistencia encontrada en relación a la temática de la conciencia como integradora de la realidad por las visiones positivo mecanicista sobre el origen y naturaleza de esta, contrasta con las aproximaciones futuristas tecnológicas, acaso o incluso provenientes también de aquellas teorías (véase por ejemplo, Ray  Kurzt), las cuales sostienen que algún día la conciencia podrá ser descargada en un ordenador, véase el conocido como Proyecto Conectoma (Sebastian Seung) que propone replicar neurona a neurona todas las rutas cerebrales, reduciendo el contenido de nuestra conciencia a mera información, o, transferir nuestros contenidos mentales a un cuerpo robótico inmortal. Finalmente, hay una corriente de físicos teóricos  -Martin Rees- (también seguida por escritores muy relevantes de la ciencia ficción como, Arthur C. Clark o Isaac Asimov) observan la posibilidad de que la conciencia pueda vagar por las estrellas como energía pura (trasmitida por láseres), siendo esto posible de ser encajado a través de las propias leyes de la física[1], y que puede anunciar una era posbiológica (Paul Davis) que parece proclamar aquello que decía Churchil cuando afirmaba que: los imperios del futuro serán los imperios de la mente.

                Estas elucubraciones científicas desde luego contrastan con la ya anunciada resistencia a admitir la conciencia como parte fundamental de nuestra realidad manifiesta (¿por qué no?),   que el universo es compatible con la vida y una de sus más misteriosas consecuencias, la conciencia. No debería resultarnos extraña la afirmación de Freeman Dyson cuando exponía: El universo parecía saber que veníamos. Tal vez sea el momento de trascender la visión biomecanicista (David Egleman) de que nuestra realidad depende de lo que diga nuestra biología. Y cuestionar, con  Thomas Huxley: ¿Cómo puede ser que una cosa tan notable como un estado de conciencia surja como consecuencia de una irritación del tejido nervioso?

Bajo el título, Sobre la conciencia: Del proyecto Conectoma a la era posbiológica,Francisco Acuyo
                La ausencia en algunos textos de difusión científica para el mejor entendimiento de las peculiaridades de la mecánica cuántica, en relación a sus aproximaciones matemáticas, físicas y teórico conceptuales, eludiendo,  digo, nada menos que a Schrödinger, son algo más que un síntoma del prejuicio del principio mecanicista copernicano de objetividad sobre (paradójicamente) la conciencia y su importancia en la configuración del mundo, si es que aquél (Schrödinger), proponía la necesaria y fundamental intromisión de la conciencia sobre la realidad (véase su célebre paradoja del gato en la caja cuántica) a través de su ecuación ondulatoria, la cual, podía aplicarse –milagrosamente- a la naturaleza dual -corpuscular y ondulatoria- de los electrones, exponiendo así, de manera probabilística, dónde encontrar dichos electrones.  

           La conciencia, en su proceso de puntual medición, es la que hace que una de las dos ondas probables se disuelva en una sola; una de las respuestas a la paradoja de Schrödinger es que este proceso de materialización se produzca en el terreno de lo trascendente y no en el ámbito de lo material manifiesto; otra, que exista un dominio de muchos universos[2]. Por esta razón última, Eugene Wigner, en su reformulación del problema del gato, llega a la conclusión de que es totalmente necesaria una referencia a la conciencia para hacer consistente la teoría cuántica. Proseguiremos más adelante, con nuevas entradas, hablando de la estructura de la realidad y la intervención de la conciencia en su configuración según diversas ópticas de la ciencia.



Francisco Acuyo




[1] Kaku, M.: ob. cit. p. 367.
[2] Esta teoría (de Hugh Everett)  incluye al gato vivo y muerto de la paradoja de Schrödinger y por lo tanto deben existir en las diversas posibilidades de vivo y muerto en universos diferentes.




Bajo el título, Sobre la conciencia: Del proyecto Conectoma a la era posbiológica, Francisco Acuyo

jueves, 12 de julio de 2018

EN FAVOR DE LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES. DE OLYMPE DE GOUGES Y CONDORCET


Para la sección, Microensayos, del blog Ancile, traemos el post que lleva por título: En favor de la educación de las mujeres. De Olympe de Gouges y Condorcet, por el filósofo Tomás Moreno.


 En favor de la educación de las mujeres. De Olympe de Gouges y Condorcet,  Tomás Moreno




EN FAVOR DE LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES. 

DE OLYMPE DE GOUGES Y CONDORCET




 En favor de la educación de las mujeres. De Olympe de Gouges y Condorcet,  Tomás Moreno


Los acontecimientos de la Revolución Francesa (1789-1799), la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano (1789) y los derechos y libertades conquistados durante el período revolucionario, no lograron afectar por igual a los dos sexos. A lo largo de todo el convulso proceso revolucionario, las mujeres fueron tomando conciencia de su situación marginada y reivindicando los derechos civiles, sociales y políticos de los que carecían hasta ese momento, realizando un memorable ejercicio de acción política, aún sin tener reconocidos todos los derechos. Desde los clubes, los salones, las tribunas de las asambleas hicieron oír sus peticiones y se manifestaron en la calle en favor de las ideas revolucionarias.
 En favor de la educación de las mujeres. De Olympe de Gouges y Condorcet,  Tomás Moreno            Entre ellas, cabe destacar la figura de Olympe de Gouges (1748-1793) que en 1791, un año antes de la publicación de la Vindicación, ya había proclamado la Declaración de derechos de la mujer y de la ciudadana. Con ella dio carta de naturaleza a las razones de la situación social y política de las mujeres y defendió la necesidad de poner fin a las discriminaciones que las aquejaban. Su Declaración es un verdadero trasunto de la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano de 1789. Si en ella se reconocía el derecho a la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión para todos los ciudadanos, las mujeres se sintieron también concernidas y reconocidas en y por estos derechos.
            Las posteriores leyes de 1792 sobre el estado civil y el divorcio de mutuo acuerdo o por razones de incompatibilidad, suponían un avance importantísimo respecto al Antiguo Régimen. Todo ello conllevaba la conquista de ciertas libertades civiles largamente anheladas. Las mujeres, durante pocos años -hasta el periodo napoleónico-, no fueron propiedad del marido. Pero para ellas siguieron estando prohibidos los derechos políticos. Olympe murió en la guillotina, pero su compromiso político con las mujeres no desapareció de la historia[1].
Este crimen contra las mujeres  sucedió en la Revolución francesa, en la Francia revolucionaria. Muy distinta y excepcional fue, sin embargo, la actitud  de uno de sus ideólogos y protagonistas, el
 En favor de la educación de las mujeres. De Olympe de Gouges y Condorcet,  Tomás Moreno
marqués de Condorcet ante las justas reivindicaciones femeninas. Auténtico progresista, diputado de la Asamblea Legislativa, y también de la Convención, Jean Antoine Nicolas de Caritat (Marqués de Condorcet) (1743-1794), estuvo implicado de lleno en la actividad política revolucionaria. Abogó por la necesidad de romper la discriminación social y política de las mujeres y defendió la coeducación de ambos sexos, dando al feminismo una forma sorprendentemente moderna. En su Apunte para un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano (1794) escribía en defensa de la igualdad de los sexos bellas palabras como estas:

Entre los progresos más importantes del espíritu humano para conseguir el bienestar general, debemos contar con la total abolición de los prejuicios que han establecido la desigualdad de derechos entre los dos sexos, funesta incluso para el favorecido. Sería inútil buscar los motivos que la justifiquen en las diferencias de sus características físicas, en las fuerzas de la inteligencia, en su sensibilidad moral. Esta desigualdad no ha tenido más origen que el abuso de la fuerza, aunque después se haya tratado en vano de excusarla por medio de sofismas[2].

            Sus propuestas hallaron, desgraciadamente, poco eco. Los revolucionarios franceses siguieron las directrices rousseaunianas jacobinas y  en este punto como en tantos otros no previeron ninguna disposición para la educación de las niñas, que deberían aprender de sus madres, en el seno de la familia. (Cont.)

TOMAS MORENO
           


[1] Cf. Oliva Blanco Corujo,  Olimpia de Gouges. Ediciones del Orto, Madrid, 2000,  pp. 85-92. En el Epílogo de su Declaración, puede leerse: “Mujer, despierta, el rebato de la razón se hace sentir en todo el universo; reconoce tus derechos. El poderoso imperio de la Naturaleza ya no está rodeado de prejuicios, de fanatismo, de superstición ni de mentiras. La llama de verdad ha disipado todas las nubes de la necedad y de la usurpación”.    
[2] Condorcet, “Apunte para un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano”, en Amalia Martín-Gamero,  Antología del feminismo, Hypatia, Instituto Andaluz de la Mujer, p. 194-196.





 En favor de la educación de las mujeres. De Olympe de Gouges y Condorcet,  Tomás Moreno


miércoles, 11 de julio de 2018

DE LA TEORÍA M A LA CONJETURA HOLOGRÁFICA EN RELACIÓN A LA CONCIENCIA


Para la sección, Ciencia, del blog Ancile, traemos, abundando sobre la cuestión de la materia y la conciencia, un nuevo post que lleva por título: De la teoría M a la conjetura holográfica, relación y distancia con la conciencia.




DE LA TEORÍA M A LA CONJETURA HOLOGRÁFICA, 

RELACIÓN O DISTANCIA CON LA CONCIENCIA



De la teoría M a la conjetura holográfica, relación y distancia con la conciencia. Francisco Acuyo





Hipótesis físicas como la teoría M,  Supersimetría o  AdS / CFT, conjetura holográfica o el mundo de Branas[1], entre otras, adquieren popularidad pasando muy de puntillas por la cuestión trascendental de la conciencia. En otras será la fe científica[2] la que ampare los comportamientos exóticos del mundo de lo infinitamente pequeño ante  hechos físicos como la superposición cuántica,[3] y que no impide que el dogma cuántico sea en modo alguno cuestionado, sobre todo en virtud y amparo de su funcionamiento idóneo y constatable en el ámbito experimental; así también el extraño comportamiento dual de la luz (onda y partícula)[4], la función de onda psi[5], el entrelazamiento cuántico[6] y principio de no localidad y, en fin, todo el aparato teórico físico que conlleva la división de la realidad en el ámbito de la física clásica, en relación nada pacífica con el del dominio cuántico (y relativista).

De la teoría M a la conjetura holográfica, relación y distancia con la conciencia. Francisco Acuyo                Así las cosas, parece a todas luces que incluso la teoría de las relatividad clásica, sin embargo, no parece ser suficiente para describir la estructura y fenomenología de la realidad, sobre todo en relación al asunto y problemática de la singularidad espacio-temporal, relacionada esta a su vez con la gravedad;   lo extraordinariamente organizado de dicha singularidad, lo que, no obstante, no deja de ser altamente paradójico, ya que contrasta con un universo en franca expansión.  En cualquier caso parece que no son pocos los partidarios de la inflación como explanación del universo actual, aunque no pueda explicar el estado de equilibrio y de entropía gravitatoria tan baja en el universo primitivo.[7] A partir de esta duda altamente razonable surgen otras alternativas para explicar la estructura de la realidad, que recurren inevitablemente al concepto de la conciencia (vida inteligente) de manera más o menos velada o radical en vinculación con este punto que la relaciona necesariamente con la conciencia. Es desde esta -supuesta- necesidad de relación con el mundo de la consciencia que surge el denominado principio antrópico,[8] que viene a conferir  un matiz aparentemente distinta en la discusión y controversia de la conciencia en la configuración de la realidad.

De la teoría M a la conjetura holográfica, relación y distancia con la conciencia. Francisco Acuyo

                Las dos grandes cuestiones que se ofrecen en la naturaleza como grandes misterios y que siguen produciendo debates muy dispares serán, por tanto, la mente y el universo[9] plenamente diferenciados Las relaciones entre ambos –universo y conciencia- se aseguran una porfiada disputa y polémica, acaso ahora más que nunca anteriormente de forma tan porfiada y controvertida. La neurociencia más positiva establece que buena parte de lo que vemos en realidad es una ilusión, y que el funcionamiento del cerebro es consecuencia de su anatomía y fisiología (C. Sagan), por lo que la conciencia no es sino un epifenómeno del mismo cerebro. El solipsismo deducible de lo dicho, para muchos, hace en cualquier caso que la conciencia algo sobre lo que es inevitable interrogar, aun bajo la imposibilidad de una explicación de lo que esta sea, ya que, según esta visión solipsista, ningún objeto puede comprenderse así mismo. O incluso niegan de forma radical la importancia de aquella (de la conciencia), por parte de algunas corrientes de pensamiento -como es el caso del conductismo-.  Parece haber una insistencia pertinaz en no reconocer la capacidad de imaginar entidades y acontecimientos que no existen en la realidad -entendamos material- y por tanto obviar algo fundamental como es la capacidad creativa. En cualquier caso la insistencia en que la conciencia es un epifenómeno del cerebro ha llevado a reputados neurocientíficos a la conclusión de que este no es más que una máquina [10] y que la mente está sujeta a dicho mecanicismo. Todo esto no ha impedido que algunos se hayan planteado preguntas en relación a la naturaleza de la conciencia más allá de la fisiología o fisionomía -biológico-material- del propio cerebro, y desde luego más allá también del mito. Proseguiremos abundando sobre este aspecto en nuevos post de este blog.



Francisco Acuyo




[1] Teoría desarrollada por Edward Witten, en la que se expone que lo más íntimo y pequeño de la materia no está formado por partículas, sino por diminutas cuerdas, mediante la que se pretende unificar en una sola teoría la física del universo.
[2] Penrouse, R.: ob. cit. p. 166-167.
[3] La superposición cuántica se da cuando un objeto es capaz de poseer  de manera simultánea dos o más valores de una cantidad susceptible de ser observable, pongamos por caso, la energía y la posición de una partícula. Véase para mejor entendimiento el célebre experimento mental de gato de Schrodinger, donde se establecía la paradójica diferencia entre el mundo de la física clásica newtoniana y el ámbito de la mecánica cuántica.
[4] El comportamiento de las partículas, como un electrón, pueden comportarse experimentalmente con propiedades  de onda y partícula, así, en interacciones muy localizadas aparece como partícula y como onda manifiestan el fenómeno de la intereferencia.
[5] Función de onda formulada en el ámbito probabilístico -de encontrar una determinada partícula en movimiento en un determinado lugar- por Niels Borh como fundamento del mecánica cuántica.
[6] Fenómeno cuántico que muestra como dos más objetos se describen en un estado único en el que se ven involucrados dichos objetos, aun cuando estén separados en el espacio.
[7] Penrouse, R.: ob. cit. p.394.
[8] Dícese de la teoría en la que la existencia del ser humano es fundamental para cualquier conjetura consistente que quiera describir el cosmos.
[9] Kaku, M.: El futuro de nuestra mente, Debate, Barcelona, 2014, p.19.
[10] Pinkes, S.: Cómo funciona la mente, Destino, Barcelona, 2008.


De la teoría M a la conjetura holográfica, relación y distancia con la conciencia. Francisco Acuyo


lunes, 9 de julio de 2018

ROUSSEAU Y LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES: “SOFÍA O LA MUJER”, UN MANUAL DEL PERFECTO DOMADOR.

Prosiguiendo con los trabajos sobre la misoginia, del profesor y filósosofo Tomás Moreno, traemos para esta ocasión uno nuevo para la sección, Microensayos, del blog Ancile, que lleva por título, Rousseau y la educación de las mujeres: "Sofía o la mujer", un manual del perfecto domador.




Rousseau y la educación de las mujeres: "Sofía o la mujer", un manual del perfecto domador. Tomás Moreno



ROUSSEAU Y LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES: 

“SOFÍA O LA MUJER”, 

UN MANUAL DEL PERFECTO DOMADOR.


Rousseau y la educación de las mujeres: "Sofía o la mujer", un manual del perfecto domador. Tomás Moreno

 Desgraciadamente los escritos pedagógicos de  los adalides de la Razón, los filósofos de la Ilustración (Le Siècle des Lumières), abanderados por Rousseau, muy poco o nada conservarán de estas tesis y posiciones favorables a las mujeres. Es más, significaron un claro retroceso en el ideal de emancipación de las mujeres y en su lucha por la igualdad entre los sexos[1]. El movimiento ilustrado, con sus tesis a favor de la universalidad y de la libertad, del derecho natural, del contrato social y de la razón, olvidó a las mujeres; siguió relegándolas a un segundo plano en todos los aspectos de la vida intelectual, social y política y, por supuesto, en lo que respecta a la educación.  La mayoría de ellos, y sobre todo Rousseau, prescribirán que a las niñas hay que dispensarlas “luces
Rousseau y la educación de las mujeres: "Sofía o la mujer", un manual del perfecto domador. Tomás Moreno
tamizadas” filtradas por la “noción de sus deberes” ineludibles.
            La lectura atenta de su novela pedagógica Emilio (1762) y, dentro de ella, del capítulo V dedicado a Sofía o la mujer, nos lo confirmará. Sofía o la mujer es un verdadero tratado de cómo deben de ser educadas las mujeres, aunque, una vez leído con detenimiento, más que un simple tratado pedagógico, nos atreveríamos a calificarlo de “Manual del perfecto domador”, como agudamente hace C. Amorós[2] :

Las jóvenes deben ser vigilantes y  laboriosas; pero eso no es todo; deben estar sujetas desde hora temprana. Esta desgracia, si lo es para ellas, resulta inseparable de su sexo, y jamás se libran de ella sino para sufrir otras mucho más crueles […]. Hay que ejercitarlas ante todo en la sujeción a fin de que nunca les cueste nada, hay que domeñar todas sus fantasías, para someterlas a las voluntades de otro. Si quisieran estar siempre trabajando, se debería obligarlas a veces a no hacer nada.” (EOE, V 552-553). 

            Constatamos, en efecto, que nada escapa en dicho capítulo al interés del ginebrino en lo referente al control de todos los aspectos de la vida de Sofía, de la mujer: su educación, su comportamiento, sus valores morales y éticos, la vida familiar, el matrimonio, las relaciones conyugales, las sociales: 

Una vez que se ha demostrado que el hombre y la mujer no están ni deben estar constituídos igual, ni de carácter ni de temperamento, se sigue que no deben tener la misma educación. Según las direcciones de la naturaleza deben obrar de consuno, pero no deben hacer las mismas cosas; el fin de los trabajos es común, pero los trabajos son diferentes, y por consiguiente los gustos que los dirigen. Después de haber tratado de formar al hombre natural, para no dejar imperfecta nuestra obra veamos cómo debe formarse también la mujer que conviene a ese hombre (EOE, V, 542).
           
            Rousseau afirma, dado que el hombre depende directamente de sí mismo y la mujer totalmente del hombre, que ella debe ser educada en función del hombre, de las necesidades del hombre, a su incondicional servicio:

Por eso toda la educación de las mujeres debe ser relativa a los hombres. Gustarles, serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos; cuando jóvenes, educarlos; cuando grandes, cuidarlos; aconsejarlos, consolarlos, hacerles la vida agradable y dulce: he aquí los deberes de las mujeres en todas las épocas, y lo que se les debe enseñar desde su infancia” (J. J. Rousseau, EOE, V 545)[3].
            Dotada de una astucia especial, que es una justa compensación por la inferioridad de su
fuerza”, la mujer debe cultivar por ello estudios que se refieran “todos a la práctica” y al estudio o conocimiento de los hombres. Por lo tanto:

Todas las reflexiones de las mujeres deben tender, en lo que no atañe de modo inmediato a sus deberes, al estudio de los hombres o a los conocimientos agradables que sólo tienen el gusto por objeto: porque en lo tocante a las obras de genio, éstas superan su capacidad; tampoco tienen suficiente precisión y atención para triunfar en las ciencias exactas. (EOE, V,. 579).
           
            Y apela a sus lectores para que le respondan con sinceridad lo que les parece han de ser los deberes y labores propias de una mujer:

¿Qué os da mejor opinión de una mujer cuando entráis en su aposento, qué os hace abordarla con mayor respeto, verla ocupada en labores de su sexo, en los cuidados de su hogar, rodeada de las ropas de sus hijos, o encontrarla escribiendo versos sobre su tocador, rodeada de folletos de todo tipo y de billetitos pintados de todos los colores? Toda joven literata se quedará soltera toda la vida cuando sobre la tierra no haya más que hombres sensatos (EOE, V,. 612-613).

            La educación femenina debe basarse, pues, en la obediencia, en la sujeción y sumisión al varón (padre o marido), para lograr su docilidad y resignación. Insistiendo sobre la obligación de la mujer de obedecer al hombre, declara que la mujer “está hecha para obedecer a un ser tan imperfecto como el hombre” y a “sufrir incluso la injusticia […] sin quejarse” (EOE, V, 554). En realidad la mujer va a tolerar dócilmente la injusticia contra sí misma no a causa de la dulzura de su sexo, como señala Rousseau, sino como consecuencia de una educación orientada firmemente habituarla a ello:

“De este hábito a la sujeción resulta una docilidad que las mujeres necesitan toda su vida, puesto que nunca cesan de estar sometidas o a un hombre o a los juicios de los hombres, ni nunca les está permitido quedar por encima de estos juicios” (EOE, V, 554).
           
Rousseau y la educación de las mujeres: "Sofía o la mujer", un manual del perfecto domador. Tomás Moreno            En definitiva, Sofía, la compañera que Rousseau destina para Emilio, debe ser educada con la única finalidad de ser la esposa de Emilio, para convertirse en “la mujer del hombre” (EOE, V, 674). El nuevo orden social que Rousseau  trató de diseñar y construir es sin duda una definición precisa de lo que sería la sociedad patriarcal posterior. Rosa Cobo, en un esclarecedor ensayo, así lo constata, mostrándonos a Rousseau como el inspirador de los fundamentos del patriarcado moderno[4]. De manera acrítica y dogmática, e imponiendo –en lo referente a la forma de educar a las mujeres y al modo de conformar las relaciones entre los sexos- una serie de prejuicios y opiniones misóginas como verdades evidentes e incuestionables, sin someterlas a la crítica ni a la criba de una razón libre de sexismo y androcentrismo, se da por hecho en el pensamiento de Rousseau que las mujeres deben estar al servicio incondicional de los varones; de ahí se derivará su nulo papel político y social.
            Concepción Roldan ha tratado, por su parte, de mostrar cómo los grandes pensadores de la Ilustración alemana, sobre todo el Kant de las tres Críticas, perdieron su capacidad crítica al enfrentarse  a la llamada cuestión de género “justificando con sus concepciones filosóficas, sin cuestionarlo, el orden establecido, el cual reducía a las mujeres a las tareas domésticas en el ámbito privado, oficiando como máquinas reproductoras y propiciando que el varón se dedicase a tareas más elevadas y a la participación en la vida pública”[5]. Muestra también cómo la Ilustración alemana insistió en la educación diferenciada por sexos, en la que el pietismo jugó un papel muy importante, como puede constatarse en el Gynaceum de Franke (1698), así como la recepción de la Didáctica Magna (1675) de Comenius y del Tratado para la educación de las niñas (1687) de Fenelón.
            Frente a la anterior ausencia absoluta de educación para las niñas, esta escolarización diferenciada supuso al menos un sensible adelanto, aunque el contenido de la enseñanza impartida se redujese al catecismo, a las primeras letras y cuentas, algo de lectura y escritura, instrucciones de cómo cuidar a niños y servidumbre y poco más. Enseñanzas que “se reflejan con muy pocas variaciones en el capítulo dedicado a la educación de Sofía  en el Emilio del ilustrado Rousseau”[6]. (Cont.)

TOMÁS MORENO





[1] Para un panorámico análisis de la imagen y conceptualización de la mujer en la Ilustración francesa, véase Paul Hofmann, La femme dans la pensé de lumières, Ophrys, París, 1977.
[2] Celia Amorós, Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y posmodernidad, Cátedra, Madrid, 2000, p. 150-162. 
[3] J. J. Rousseau, Emilio o de la Educación, op. cit.
[4] Rosa Cobo, Fundamentos  del Patriarcado moderno: J. J. Rousseau, Cátedra, Madrid, 1995.
[5] Concepción Roldán, “Mujer y razón práctica en la Ilustración alemana”, en Alicia H. Puleo (Ed.) El reto de la igualdad de género. Nuevas perspectivas en ética y filosofía política, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2008, p. 221 y ss.
[6] Ibid., p. 222. Las dos formas de popularización del saber que los ilustrados alemanes idearon para paliar el problema de la accesibilidad de las féminas a la educación –la “filosofía cortesana” y la “filosofía para damas”-, “contribuyeron, en opinión de C. Roldán, con su granito de arena a aumentar la convicción generalizada de la inferioridad intelectual de las mujeres” (ibid, p. 223). No confundir con la denominada “Filosofía para princesas” cultivada a través de correspondencia epistolar entre filósofos y princesas, reinas y aristócratas, como hicieron Descartes (con la princesa Elisabeth y la reina Cristina de Suecia) y Leibniz (con las princesas Sofía, Sofía Carlota y Carolina). Vid. G. W. Leibniz, Filosofía para princesas, tr. Javier Echevarría, Alianza Editorial, Madrid, 1989.




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