Para la sección (algo olvidada) De juicios, paradojas y apotegmas, del blog Ancile, traemos hoy la entrada que lleva por título, La rosa azul, en la era de las ciencias de la complejidad, en la que se debate muy brevemente el hecho de la creatividad en el ámbito de las ciencias naturales.
LA
ROSA AZUL, EN LA ERA
DE
LAS CIENCIAS DE LA COMPLEJIDAD
Debate de inusitadas consecuencias éticas, intelectuales y
científicas ha conllevado no sólo la ideación, sobre todo la realización de la
creatividad en ámbito de las ciencias –de la naturaleza-. La posibilidad de
crear y recrear lo natural (en este caso la rosa azul que tengo entre mis manos
en virtud de diversas hibridaciones) ha traído inevitablemente controversias,
por otro lado bastantes lógicas, en las posibilidades que lleva esta capacidad
cada vez más potente, de crear versiones artificiales de elementos, entidades o
individuos que, en un principio sólo se había reservado a la naturaleza para su
creación.
La rara belleza del híbrido azul de aquella rosa en verdad
deja sin aliento. La romántica scala
naturae, en su perpetuo movimiento, adquiere aquí carta singular de
naturaleza. El devenir, opuesto
radical al ser, adquiere en este
ejemplar excéntrico una visión extremada, donde la vida como desarrollo,
devenir, insisto, o proceso creador progresa y (como advirtiera Bergson) dura,
observado y entendido más allá de una ciencia mecanicista. La conciencia lanzada a través de la materia[1]
es ahora rosa azul.
La intuición
creativa sin duda supera la visión pacata del homo faber incapaz de entender que la vida en esta rosa azul progresa y dura. Si bien la permanencia
y el devenir en este espécimen particular parecen óptimamente reconciliadas,
¿lo están a ciencia cierta?. Mas, esta rosa, permanente en su ideal
–individual- de belleza, ¿cómo puede conciliar su azul, ora cambiante e inusitado, ora en la mudable corriente de
los muy diversos procesos de hibridación con la rosa naturalmente advenida?
Es activa
indubitablemente la mano del hombre como lo es la rosa en su desarrollo y
evolución vital natural. La interacción entre el ser humano y la rosa en este
caso es proverbial y evidentemente reconocible. El espíritu extiende su imperio
a la cadena de las especies. Y la rosa azul es una muestra del proceso especial
y creativo de individuación amparada por la mano humana. Si el mundo-cabe entenderse-
como obra de arte[2]
que se engendra a sí misma[3]
cuando no hay ningún artista detrás, ¿en qué medida el manipulador humano no es
más que un preliminar de la obra de arte que en realidad se engendra a sí
misma?
Pero, es cierto
entonces que, ¿si la rosa no era azul y ahora sí lo es, el humano será el
demiurgo artista, artífice creador por excelencia? ¿Aquellos cruces entre las
especies ya soñados por Bacon, nos harán más felices? La biología creadora (y
el homo biologicus) plantean
variantes a nuevos enigmas. Pero en el jardín esplende, a pesar de la ciencia
de la complejidad, entre las rosas rojas, amarillas, blancas, sola, húmeda,
egregia, la rosa azul que una vez vivimos en el enigma vivo de nuestros más
remotos sueños.
Francisco Acuyo