Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traemos una nueva entrada que lleva por título: Poder poético y poder político.
PODER POÉTICO Y PODER POLÍTICO
Siguiendo el hilo de la anterior reflexión[1]
sobre la actualidad del ejercicio literario que pretende ser poético, bien
merece traer a colación aquel razonamiento de Bloom en su, Poesía y creencia,[2]
y que nos advertía, en relación al Milton de su época, vivir un momento en el
que se hace manifiesta una huida de la
poesía de nuestras Academias literarias, ahora convertidas cada vez más en
templos de resentimiento social. [3]
Creo
que ahora más que nunca se hace evidente el enfrentamiento entre el poder
social y político frente al genuino poder poético. Así mismo me parece esencial
constatar los grandes de la poesía amparados por el phatos y la potentia
vitalista de su genio, frente a los escritores programáticos que pugnan por
sobresalir al pairo del olvido o el silenciamiento de aquellos, amparados por
los designios marcados por la jurisdicción y señorío de la razón política.
Si para
el poeta verdadero el empuje, la pulsión creativa están amparados por el poder de
lo sublime, de lo que se eleva y trasciende, en fin, del espíritu, para el
escritor gubernativo que quiere ser poeta, su inclinación se designa por la
usanza ideológica y el gusto administrativo de las convenciones sociales
animadas al uso y al consumo interesado de lo político. El poeta del espíritu,
lejos del clero secular de lo políticamente correcto, vive en su pasión
creativa que es el poema y que en modo alguno esta desligada de la armonices mundi que integra su tránsito
existencial que, gracias a la poesía, obtiene significado.
Si bien
muchos son los llamados y pocos los elegidos, el clero secular de las
academias y profesorado, se encargan de
configurar el canon según los criterios relativistas acomodaticios de la
posmodernidad, plegados las más de las veces al poder de lo político. Moderan
sus juicios literarios y extraliterarios (nunca poéticos) al albur de dualismos
varios desde donde defender ideológicamente sus presupuestos e hipótesis de
investigación y taxonomía de lo supuestamente mejor y más representativo y
donde la palabra literaria no es sino la máscara que se adecúa a lo que
interesa.
No
resulta extraño que frente a esta iniciativa de poder literario político se
encuentre en un onda muy diferente del monismo característico del poeta de
genio, en el que la sensación , la emoción, la misma experiencia cualesquiera
que sea, siempre está inducida por el poder y la trascendencia del espíritu
(poético), donde la palabra y la acción son la misma cosa, y donde el deleite
de la creación se sitúa siempre más allá del principio del placer.
Es así
que el poder de lo poético es ante todo una fuente de libertad expresiva, pero
también estética, filosófica, cognitiva y, sobre todo, espiritual que acabará
enlazando con lo trascendente. Esta será la naturaleza del poder poético, se
sitúa más allá instrumento trópico, retórico, fundándose como la cualidad y
condición especial y esencial del lenguaje verdaderamente poético.
Abundaremos
más tarde sobre esta cuestión de empoderamiento del lenguaje poético en
relación y diferencia de otros lenguajes (literarios o no).
Francisco Acuyo
[1] Acuyo,
F.: Ancile, Creación poética: la destrucción o el amor, https://franciscoacuyo.blogspot.com/2020/01/creacion-poetica-la-destruccion-o-el.html
[2] Bloom,
H.: Poesía y creencia, Cátedra,
Madrid, 1991, p.83.
[3] Ibidem.