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Con esta nueva entrada para la sección, Pensamiento, seguimos con la temática de la poesía y sus relaciones con el ámbito de lo sagrado; esta vez bajo el título: La fonction fabulatrice o la verdad del impulso creativo (poético).
LA FONCTION FABULATRICE
O LA VERDAD DEL IMPULSO CREATIVO (POÉTICO)
SI
afirmamos que la idea de infinito y trascendencia proviene de la enigmática
capacidad creativa (poiética), nos
parece que no andamos muy lejos de la verdad anhelada por cualquier manera de
conocimiento (o entendimiento). En este sentido la ficción en poesía adquiere
un grado superior de entendimiento en tanto que nos revela esa potencia
extraordinaria cual es la de la creación más allá de la literatura misma. Los
presupuestos que la informan son y serán, cuan sea verdadera, es decir
especial, fuera del discurso conceptual al uso y un paso más allá de la razón
que la estructura de ordinario, son decimos, siempre un ir más lejos de los
mismos sentidos y de la esclerotización del método científico, para la
indagación de su verdad trascendente, que no entendemos racionalmente, pero que
intuimos tan necesaria como verdadera y que se manifiesta en el proceso
creativo, acaso la potencia que más nos señala y distingue en el reino de las
criaturas conocidas con conciencia.
Si el valor simbólico en el dominio
de la poesía es aceptado como uno de los fundamentos del discurso literario
poético, ha de tenerse presente también como fundamento de los intentos de
representación de lo sagrado. A partir de este punto creemos que los vínculos
entre creencia, trascendencia y poesía son más que evidentes. Si bien la poesía
mantiene un pulso entre el mito y el logos, no establece fronteras estrictas
entre ambos ámbitos. De hecho no descartamos la función cognitiva de la poesía
(como lo hicieran Platón, Kant e incluso
Freud, con su radical visión de lo inconsciente como una pulsión irracional muy
diferente del mundo de lo racional consciente) y tampoco creemos que los
límites imaginativos de la realidad sean tan estrictos como pudiere creerse y,
finalmente, en modo alguno pretenden escapar de la vida como realidad
inaceptable, por el contrario se sumerge
en el tránsito vital con la esperanza de cambiarlo en virtud de la función
creativa –fabulatrice-.
Conscientes de que en modo alguno
somos los primeros en cuestionar la verdad poética como fundamental (así lo
creían desde Aristóteles a Santayana, muchos autores poetas o intérpretes de la
poesía), más aún que la misma historia. Tampoco trata de enfrentar su realidad
(poética) con la del científico, sino que como aquel se sumerge en la
experiencia vital para la constatación de sus intuiciones y exponiendo los
límites de aquella para la búsqueda de valores éticos y estéticos que enlaza
con la capacidad creativa que emparentamos con lo que nos une así mismo a
aquello que nos trasciende y que intuimos mejor que la poesía que con otra
forma de expresión intelectual, racional o científica.
Si el constructo poético es especial
y distinto (gramática propia, base métrica, construcción retórica…) debe tenerse muy presente su intención de
alcanzar belleza y que esta proviene como respuesta
que da a las exigencias últimas del alma[1] al
hombre la creatividad el poeta. Así,
del caos de las sensaciones y de las elucubraciones de la idea surge como una
auténtica aspiración metafísica la intuición poética con la que pasar del mapeo
de la realidad a una intromisión en ella, incluso en una integración de la
conciencia en la misma para, a través de la fonctio
fabulatrice, crear una realidad que sea o se emparente con lo Absoluto que
intuimos y no podemos expresar.
Proseguiremos con la cuestión de lo
sagrado (tan denostada en nuestros días) y la poesía (reducida a tan poca en la actualidad), eso
será en próximas entradas del blog Ancile.
Francisco Acuyo.
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