Hacemos puntual entrega de la Segunda carta a Dolaria, enjundiosa y avisada como acostumbra nuestro querido amigo, excelso poeta y sabio metricista Antonio Carvajal, para la sección De la Métrica Celeste del blog Ancile.
SEGUNDA CARTA A DOLARIA,
POR ANTONIO CARVAJAL
Desde que el castellano tiene gramática escrita hay
constancia de que la mayoría de nuestros doctos teóricos del verso tienen
tendencia a olvidar que los poemas se pueden hacer con la lengua viva que se
habla con el vecino, con la lengua agonizante que se estudia y practica con los
colegas, con lenguas o jeri-aprendidas-ronzas, etc., y que cada lengua es una
materia moldeable según sus características. Hay una fuerte diferencia entre la
versificación con el griego y el latín, basada en la combinación de sílabas
largas y breves, y la castellana fundada en la combinación de fuertes y
débiles. En latín y griego cuentan que había sílabas tónicas y átonas cuya
intensidad mayor o menor no decidía la formación del verso; en castellano, en
cambio, nos trae sin cuidado la longitud de las sílabas, pues largas o cortas
las estimamos iguales aunque a veces se perciba bien la cantidad de tiempo que
se emplea en pronunciarlas, tanto que nos quedamos tan panchos al no contar al
final del verso esdrújulo la sílaba postónica, rápida y brevísima, y al darle
doble valor a la tónica final de verso agudo, de donde se deduce que “todo
verso castellano se mide como llano” y que “todo verso francés agudo es”, lisa
y llana convención métrica, como una convención de sastres sisadores que
convencen a sus clientelas de que el geme y el palmo son iguales. Al caso: si
en latín y en griego una sílaba larga vale dos tiempos y una síl
aba breve vale
uno, el hexámetro clásico dura 24 tiempos, en tanto que el análogo romance vale
17; para disimular la sisa se tiende a confundir con apariencias de distinción
y llamamos cláusulas a las combinaciones de sílabas castellanas que nos parece
que se parecen a unas sílabas escritas en otra lengua que pocos saben
pronunciar y muchos menos saben oír. Pero pasar por latino (¿ladino?) sigue
dando prestigio, y decimos que tónica más átona hace troqueo, v. gr. monja, y
jamón da yambo (Góngora hizo el famoso palíndromo “tordo doctor”). Mentira
secular que no sabemos cuántos siglos más va a durarnos.
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Gregorio Silvestre |
Todo esto viene a cuento de que Pedro de Cáceres
afirma que Gregorio Silvestre fue el primero en ajustar en España el endecasílabo por yambos, pero
sin decir en qué consiste ni aducir ejemplo alguno aunque, eso sí, remite a
Cristóbal de Castillejo, lo acusa de no saber distinguir once de doce y duda de
los endecasílabos de Juan de Mena. Y aquí se arma el verdadero lío. Pues como
no hemos oído hablar ni a griegos ni a romanos ni a castellanos del siglo XV,
¿cómo mediremos esta estrofa de Mena (que cito por la edición de 1566 en Alcalá
y en casa de Juan de Villanueva y Pedro de Robles, en vida, pues, de Gregorio
Silvestre y, por tanto, quizá al alcance de Pedro de Cáceres) y que leída con
los hábitos de hoy nos da endecasílabos?
11 Vi luego los montes hyperboreos 1-2-5-10
armenia y scythia con toda albania
11 y aun por cuanto prolixo seria 2-4-7-10
11 dexo mas otros rincones de hebreos 1-2-4-7-10
de los capadoces y los amorreos
11 y de nicea do juntada fue 4-(6)-8-10
la synodo santa que libro la fe,
11 de otros peores que los manicheos 1-4-10
Deduzco que el primer verso es endecasílabo porque
no debe haber hiato en el diptongo romance -ue- y la consonancia pide -éos,
como “seria” consuena en -ía con “Albania” (ojo, que podría ser rima al ojo,
como las hay en Dante, y consonancia en caída como en otros casos propuse
tiempo há, pero no); y en cuanto a los dos versos que no he señalado como
endecasílabos, al sétimo basta con aplicarle la pauta de Nebrija de suprimir la
primera sílaba de uno de los dos hemistiquios, preferible la del primero, y en
los tres versos finales aplicar la “compensación” del verso agudo con la sílaba
del siguiente, como se trampea con las coplas de Manrique (correctamente,
dicen), así:
y de nicea do juntada fue__la 4-(6)-8-10
synodo santa que libro la fe__de 1-4-8-10
otros peores que los manicheos, 1-4-10
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Cristobal de Castillejo |
con lo que evito el hiato “de-o”, necesario para que
suene el dodecasílabo docesiglero, y mantengo el diptongo de “fue”, de acuerdo
conmigo mismo al medir “luego”, hago las sinalefas como si el texto fuera de
hoy (ya/ún) y me quedaría sin resolver el 2º verso, si no fuera porque tengo
amigos nacidos y hablantes y poetas en comarcas de la antigua corona de Aragón
que hacen sinalefa con la conjunción “y” medial entre vocales al pronunciarla
casi como una e muy tenue. O sea, mi querida Dolaria, que si me lees con el
respeto debido a mis años y con la fe con que solemos venerar a los extranjeros
que se inventan los metros de Berceo, Mena y todos cuantos tuvieron pluma en
mano antes de Garcilaso, Juan de Mena escribió muchos endecasílabos entre los
que hay algunos que pasarían por yámbicos.
Y aquí vuelvo a Pedro de Cáceres, que aduce un
elogio de Barahona de Soto a Gregorio Silvestre sacado de los tercetos de su
epístola al poeta organista y que inserta en esa su edición tan estupenda que a
veces tiene aspecto de olla podrida (el potpurri, que a muchos nos sabe muy
bien). Barahona y Cáceres atribuyen a Rodríguez de Mesa (más conocido por sus
nombres de pila, Gregorio Silvestre, como le pasaba a mi amigo Manuel Urbano)
la novedad de “poner medida en los versos toscanos que hasta entonces no se les
sabía en España”. Y pues ya estaba España sembrada de versos con su conteo
ajustado de once sílabas, por todas partes y en sus diversas lenguas, en la
corona de Aragón desde Asías March, en la de Castilla desde Íñigo López de
Mendoza, en la de Portugal por lo menos desde Sá de Miranda, y en Italia Pietro
Bembo implantaba por modelo a Petrarca, la novedad yámbica que Barahona de Soto
y Pedro de Cáceres celebran como primicia en Gregorio Silvestre no deja de
tener su mérito. Contar sílabas con los dedos y al llegar a 10 poner en tal
posición una con acento demuestra que se sabe enumerar, pero no supone que la
línea así marcada merezca el nombre de “frase música” que usaba Miguel Agustín
Príncipe para solucionar el problema de qué hacer con la sílaba (o dos) átona final, aunque no supiera evitar el
enojo del antecompás, la anacrusis que no acaba de convencer pese a la
autoridad de Navarro Tomás y el antecedente de Nebrija. Así que lo fácil es
decir que el ritmo del verso español es yámbico o trocaico según las trampas
que hagamos, si no nos da por el dáctilo o el espondeo de las gaitas , que
tampoco tenemos muy claro el pito que cada quién sopla.
Barahona de
Soto explana méritos de su venerado poeta (y músico de tecla) para culminar
[en] que por
vos los versos mal ligados 4-6-8-10
de la
española lengua e italiana 4-6-10
serán con la medida
encadenados. 2-6-10
¿Dónde está la buena liga de los versos de Barahona?
Los números lo cantan, en la acentuación permanente en 6ª y 10ª. ¿Qué hacemos
con los acentos de 2ª, 4ª y 8ª? Declararlos armónicos, ajustados a cadencia y,
en definitiva, eurítmicos. ¡Pero no hay ningún yambo! Sí los hay, por ejemplo,
en este soneto del celebrado maestro:
Ausente
yo de vos los elementos
y los
que no lo son me hacen guerra,
amor,
infierno, cielo, mar, y tierra,
inventan
para mí nuevos tormentos.
La
vida se me pasa en pensamientos,
no
veros es el mal que más me atierra
deseo
me consume, y me destierra;
por
vos me hace amor beber los vientos.
A mis
orejas oigo: ¡qué mancilla
haber
aqueste mozo enloquecido,
que
tan perdido anda y tan penado!
Respondo
yo que en mí no es maravilla
que
estoy ausente yo, y de amor herido
de
quien tiene de mí poco cuidado.
(Silvestre, 360v)
Subrayados están, marca con el pie o con la mano la
pares y lo comprobarás por tres sentidos al menos (la vista que lee, el oído
que recibe, el tacto del golpeo). Esta prueba sensorial demuestra que la poesía
es materia, digan lo que digan los demás.
Me quedaría tan pancho diciendo que, como anotó Paul
Valéry antes de recuperar el decasílabo francés (idioma donde es modelo el
verso macho<masculo) las cadencias básicas son 4+4+2 y 6+4, por lo que se
admiten como armónicos (ajustados a medida) los que presentan las cláusulas 1+3
y 2+2 (=4), 1+5, 2+4, 1+3+2 y 3+3 (=6 ). Y este ajuste de cuentas nos lleva a
preguntarnos por qué se considera antirrítmico el acento de 7ª en el
endecasílabo, pues si todos lo llevan es armónico y si contrasta con uno de 6ª
también lo es, aunque el dáctilo genere una contracadencia del yambo, como hace
el gran ajustador de medidas Gregorio Silvestre en el soneto transcrito, versos
4º, 12º y final, pues son versos susceptibles de considerárseles bimembres, de
modo que el primer braquistiquio sea agudo, con acento en sexta, y el segundo
presente una de estos tres aspectos: 0+4, 2+2, 3+1.
Cuando te plazca hablaremos del endecasílabo
gongorino con esquema 1+5 / 3+1, o sea, el de acento en 9ª. Será cuando me lo
pidas y te complaceré con gusto para que bufe o “brame el eunuco”.
Antonio Carvajal