domingo, 30 de marzo de 2014

NAUFRAGIO, POEMA SEMANAL

El poema semanal de hoy, intitulado Naufragio, forma parte del libro Cuadernos del Ángelus (1992), fraternalmente dedicado al amigo desaparecido en la tempestuosa sin razón que tantas veces, con crueldad extrema, nos ofrece incomprensiblemente nuestro tránsito existencial.








NAUFRAGIO





                                 A la memoria de Ramón Peregrina



QUIÉBRESE entre relámpagos el cielo,
deshaga el firmamento los pedazos
al rayo resistentes y en sus brazos,
préndalos juntamente con el suelo.

Lleva noche dolor mi desconsuelo,
porque garza o paloma apenas lazos
olvidada pudiere de sus pasos
perderse en la memoria cada vuelo.

Mas de la mar se duerme aquella nave.
Y de mis labios supe que no sabe
si besé, la sazón de mi tristeza.

Como cuerpo con su alma despereza.
Viento y nave entre sí y la mar contienden 
y ambos por entenderla no se entienden.




Francisco Acuyo, de Cuadernos del Ángelus (1992)







viernes, 28 de marzo de 2014

LOLA-LOLA: DE LA ESTIRPE DE LULÚ, POR EL PROFESOR TOMÁS MORENO

Prosiguiendo con las entradas sobre la femme fatal en la sección de Microensayos del blog Ancile, hoy traemos el titulado Lola-Lola: de la estirpe de Lulú, del habitual de nuestro medio, el profesor y filósofo Tomás Moreno.








LOLA-LOLA: DE LA ESTIRPE DE LULÚ, 
POR EL PROFESOR TOMÁS MORENO







LOLA-LOLA: DE LA ESTIRPE DE LULÚ
VI. La historia de una dominación sexual que se convierte en el modelo predilecto para el cine de mujeres fatales es, sin duda, la primera película hablada alemana, El ángel azul (Der Blaue Engel 1930) de Josef Von Sternberg, un sueño de belleza y perdición, en expresión de José Jiménez[1]. Inspirada en una novela de Heinrich Mann, Profesor Unrath[2] (1905), la película hizo célebre a Marlene Dietrich, convirtiéndola en todo un mito del séptimo arte. El film de Von Sternberg daba carta de naturaleza en la entonces naciente cultura de masas a la imagen de la "mujer fatal", un estereotipo artístico e imaginario forjado en la segunda mitad del XIX. R. Gubern considera que "hasta cierto punto únicamente, el personaje de Marlene Dietrich hay que inscribirlo en la línea de continuidad de la vamp clásica, aunque aparezca intensamente remodelada por el stylling de Sternberg"[3].
            Imagen femenina con una fuerte carga de deseo, la mujer fatal es uno de los principales focos de atracción erótica para la imaginación masculina moderna, pero, al mismo tiempo, suscitadora de intensos sentimientos de incertidumbre e inseguridad, dada su sexualidad desmesurada e incontrolable para el hombre. Se diría que representa la atracción del abismo: "En el fondo, la  mujer fatal es una imagen dual. Implícita o explícita, exige siempre como correlato la imagen (singular o plural) del 'hombre caído', destruido por sucumbir a los encantos de una mujer a quien no puede dominar o controlar"[4].
            Se trata de una historia, centrada en la personalidad tiránica y resentida de un viejo profesor -el profesor Rath, protagonizado en el film por Emil Jannigs- que nos relata su caída y su proceso de auto-destrucción y envilecimiento. Víctima de una pasión irrefrenable y obsesiva por Lola-Lola (Marlene Dietrich), una cabaretera que, aburrida de su compañía, lo someterá a todo tipo de vejaciones y humillaciones constantes, el profesor Rath se irá poco a poco degradando hasta quedar convertido en poco menos que un esclavo de la misma, y, al final, en un payaso objeto de burla y mofa por parte de todos los que le habían conocido como digno profesor y ciudadano respetable. Por sugerencia del actor protagonista, E. Jannigs, el guión eliminó la parte final de la novela de Heirich Mann que explicaba la ascensión social del profesor para mostrar únicamente la decadencia del personaje en manos de la cantante.

            Significativamente, como fondo sonoro del film se escucha reiteradamente el tema musical -Ich bin von Kopf bis Fuss- interpretado por Lola-Lola, que adquiere todos los tintes de la ineluctable fatalidad, pues apunta a las claves de fatídica seducción que ella encarnaba, una especie de mensaje cifrado que él no supo oír: "¡Estoy hecha para el amor de pies a cabeza! Ese es mi mundo y no otro. ¿Qué le voy a hacer? Así soy yo. Sólo sé amar y nada más. Los hombres me rodean como las mariposas a la luz. Y si se queman ¿qué puedo yo hacer?"[5].
            Las secuencias cruciales del film -tal y como magistralmente nos describe Vicente Sánchez Biosca- nos muestran a Rath, convertido en un subalterno degradado, en un mero lacayo de Lola. Nada queda ya del antiguo y digno profesor. Tanto es así que éste vive de su joven mujer y con pasmosa humildad 

le pone las medias y vende sus fotos entre los clientes del cabaret. Lola, que lo trata despectivamente y le engaña con otro artista de la compañía, le pide las tenazas para el pelo. El profesor Rath se las acerca ante el espejo. Están demasiado calientes. Entonces, se dirige a un calendario y arranca una hojita en la que podemos leer la fecha del 27. El papel comienza a arder por el contacto con las tenazas. Rath sopla a fin de apagarla y desgarra una nueva hoja con el número 28. En primer plano, el calendario y las pinzas:

Tres encadenados se suceden y desde un 29 de diciembre de 1925 pasamos, a través de muchos saltos, a 1929, cuatro años más tarde. Ahora la escena ha cambiado. Nos hallamos ante otro espejo, en él se refleja un rostro entristecido, consumido, que se maquilla mecánicamente. Es Rath vestido de payaso. Este hermosísimo y tan intenso salto nos coloca por su descarnamiento, sin más detalles, ante la imagen más dolorosa de la caída: una caída tan profunda que no deja la huella esperada en el cuerpo, sino que lo encubre, produce la simulación, la risa, la obscena exhibición de aquello que ha sido vivido como fatalidad[6].
            El anciano profesor ha sido transformado en la atracción de la troupe, rebajado y humillado, un simple payaso que convoca la curiosidad y el sadismo. Su desenlace se inicia con una patética escena en la que Emil Jannigs-profesor Rath representa a un hombre destruido, sentado junto a un cartel de Lola-Lola (a una de cuyas piernas se abraza, por debajo de la rodilla, un pequeño amor).
            El viejo profesor aguarda el final de un número, para vender entre el público del cabaret donde se encuentra fotos de Lola-Lola, su mujer. Mientras la cámara se recrea en mostrarnos la triste imagen de ese "hombre caído", suena la voz de Marlene Dietrich o Lola-Lola:

Ten cuidado con las rubias, nos advierte, con aquellas que tienen tal no se qué / que mirarlas no resulta indiferente sino algo de importancia. / Tienes permiso para una pequeña escaramuza visual / pero tenlo siempre presente: ¡Cuidado con la fiera! / Ten cuidado con las rubias[7].

            Tras abandonar el cabaret y recorrer derrotado y abatido las callejuelas de su ciudad, se encamina a su antiguo colegio en donde encontrará su cita final con la muerte[8]. En la oscuridad de la madrugada entra en su escuela, penetra en su antigua aula para derrumbarse exánime sobre su viejo pupitre. Con la muerte del profesor Rath termina la película, mientras la cámara se aleja hacia el final del aula al ritmo de las campanas de un funeral.
            Según cuenta en sus memorias, Von Sternberg "tenía un modelo en el espíritu" para su protagonista femenina: la Lulú, de Wedekind, que resuena incluso fonéticamente en el nombre de la protagonistas del film, Lola-Lola (nombre español, seguramente en homenaje a su precedente latino: la mítica mujer fatal

española Carmen). Fue él también, quien en contra de todas las opiniones, eligió para el papel principal a la casi desconocida Marlene[9] (cuyo nombre, por cierto, una contracción de María Magdalena -su verdadero nombre- tan magníficamente se adecuaba al propósito), y quien modeló su "tipo": "Su aspecto era ideal. Lo que haría con él, era cosa distinta. De eso me encargaría yo", leemos en otro momento de sus memorias.

            Von Sternberg tenía, incluso, una idea visual muy precisa de lo que buscaba. Se la habían proporcionado los grabados del artista belga Félicien Rops (1833-1897). Marlene recuerda en sus Memorias que el director Sternberg le dijo entonces: "Quiero que de frente evoques un cuadro de Félicien Rops y, de espaldas, un Toulouse Lautrec"[10].
            R. Gubern señala que el éxito de El ángel azul fue clamoroso y que en varias ciudades europeas se abrían locales nocturnos con este nombre. Kracauer, desde una óptica sociológica atribuyó su éxito al sadismo pues "las masas son atraídas por el espectáculo de la tortura y la humillación". Y Georges Sadoul

desde una visión más política, sentenció que "ofrecía la imagen de la decadencia de ciertas capas burguesas alemanas que proporcionaban al nazismo una parte de sus efectivos". Tal vez Hitler, apostilla Gubern, pensó lo mismo pues prohibió el film, aunque siguió admirándolo en proyecciones privadas[11].

            Tras su éxito,  Josef Von Sternberg escribirá con esta actriz páginas inolvidables de la historia del cine (el memorable ciclo romántico que realizaron para la Paramount entre 1930 y 1935),  como muestra su film The devil is a Woman (El demonio es mujer) (1935), una recreación en clave de comedia del tema de la devoradora de hombres: el ángel perverso del anterior film se desvela ahora como lo que es: un demonio.      Ambientada en España, -sobre un argumento popular de Pierre Louÿs, La femme et le pantin (La mujer y el pelele)[12]- la nueva Carmen cinematográfica (Marlene Dietrich) reincide en la misma temática de fondo tratada en el film anterior: es una prostituta que vuelve a humillar a un hombre maduro enamorado de ella, jugando a seducir a un rival más joven, y destruye irremisiblemente el corazón de ambos.


                                                                                                                     Tomás Moreno        





[1] Cf.. La vida como azar. Complejidad de lo moderno, José Jiménez, Mondadori, Madrid, 1989, pp. 113-121.
[2] Novela publicada en Munich en 1905, y reeditada en Berlín en 1948, que Josef Von Sternberg adaptó en 1930 en una coproducción entre la Ufa alemana y la Paramount americana, rodada simultáneamente en versiones alemana e inglesa. Fue la primera y única película rodada por Von Sternberg en Alemania. La película se estrenó el 31 de marzo de 1930 en Berlín.
[3] Román Gubern, "Un Olimpo de imágenes", op. cit., p. 38.
[4] José Jiménez, La vida como azar, op. cit., p. 114.
[5] La canción suena así en el original: "Ich bin voo Kopf bis Fuss / auf Liebe eingestellt / Denn das ist meine Welt / und sonst gar niichts! / Das is, was soll ich machen, meine Natur/ Ich kant halt lieben nur / und sonst gar nichts Männer umsschwirr’n / mich wie Motten um das Licht / Und wenn sie verbrennen / ja dafür kann ich nicht!", cfr. V. Sánchez-Biosca, p. 432.
[6] Cf., V. Sánchez-Biosca, op. cit., p. 431.
[7] Recuerda Michelle Perrot en 'Mi' historia de las mujeres, (op. cit., p.75) que el largo, el corte y el color del cabello de las mujeres han sido, en las distintas épocas, objeto de diversos códigos y modas: "El color del pelo es un capítulo aparte. Los caballeros, dicen, las prefieren rubias. La mayoría de los pintores, sin duda, son aficionados a esas cabelleras que iluminan sus lienzos (el Veronés, Tintoretto). Influenciado por la España de Goya, por Oriente, el romanticismo aprecia el azabache de las melenas oscuras. Pero nuevamente el pelo rubio gana terreno: el dulce y cándido rubio del ángel del hogar al estilo inglés; el lujurioso y sensual de Nana, cuyos cabellos de oro acaricia la novela de Zola y se instalan en las telas impresionistas, sobre todo de Renoir. En el siglo veinte, las vampiresas son en general rubias: Marilyn, Brigitte Bardot, Grace Kelly, Madonna. En cambio las pelirrojas, tan caras a Toulouse-Lautrec, no tienen buena reputación: la sangre se les sube al rostro y son un poco brujas". Pelirrojas eran las enigmáticas mujeres de los prerrafaelistas y  rubias las wamps coetáneas de Lola-Lola, en torno a la época del crack de 1929, que, además de las economías familiares, también quebró “los restos de áureo romanticismo que pudiera conservar la imagen de la mujer”. Quienes mejor ilustraron esa nueva imagen fueron actrices bien dotadas de sex-appeal como la neumática y provocativa Mae West, de acentuadas curvas anatómicas, o la Platinum Blonde (título de la película en que Capra la dirigió en 1931) Jean Harlow, cuya sexualidad, directa, explosiva e ingenuamente cínica preludia la futura imagen de Marilyn Monroe.
[8] La funcionalidad y condensación que presentan las imágenes y los signos en estas últimas secuencias son impresionantes. El propio Heinrich Mann, autor de la novela que sirve de inspiración a la película, reconocía su entusiasmo cuando tuvo ocasión de ver una copia de trabajo del filme: "Cuando Erich Pommer me trajo a Niza una copia de trabajo de Der Blaue Engel, por adelantado, me había puesto frente a la película en estado de neutralidad benévola. Comenzó la proyección e, inmediatamente, me sentí arrastrado por esa estricta materialización de tantos recuerdos lejanos. Cuando se fundió la última visión de Unrat, muerto atornillado en su pupitre, volvía encontrar intacto todo un pasado que los años parecían haber borrado" (Entrevista a Heinrich Mann en Contracampo 22, junio-julio 1981, pp. 29-30), cit. en V. Sánchez-Biosca, op. cit., p. 432.
[9] Se llamaba María Magdalene von Losch y era una inexperta, rellenita y vulgar actriz alemana, que será transformada por su creador, amante y Pigmalión, el director Von Sternberg, en misteriosa, fascinante y sofisticada mujer y en uno de los mitos del cine del siglo XX, a quien dirigió en otras seis películas.
[10] Marlene Dietrich par Marlene Dietrich, Bernard Grasset, París, 1984, p. 64 (cit. en R. Gubern, Máscaras de la ficción, op. cit., p. 78).
[11] Ibíd., p. 82.
[12] J. Batlló y X. Pérez recuerdan que la novela de Pierre Louÿs inspiraría una versión posterior, Ese oscuro objeto de deseo (1977), de Luis Buñuel, donde se minimiza el poder de la mujer vampiresa (hasta el punto que Buñuel hace interpretar alternativamente ese papel a dos actrices, Ángela Molina y Carole Bouquet), y se ridiculiza al inefable burgués decadente (Fernando Rey), enfermo de pasión autodestructora (op. cit., p. 87) 



lunes, 24 de marzo de 2014

JIZO EDICIONES EN SU 8ª NÚMERO, Y LA CIUDAD CONSTELADA, PLAQUETTE DE FRANCISCO ACUYO

En esta última entrada del blog Ancile os recordamos que el jueves, 27 de marzo, presentamos el último número de la revista Jizo de Humanidades, el 8º, que porta firmas de relieve en el ámbito poético y literario, en sus habituales secciones de Poesía, Narrativa, Ensayo... Adjuntamos en esta entrega y de manera especial para el día de la presentación, la plaquette La ciudad constelada, de Francisco Acuyo, poema sobre el cielo constelado de la ciudad de Granada desde uno de los emblemáticos lugares del riquísimo patrimonio universal que la integra: la torre de su magna Catedral. 
Incorporamos a esta entrada la nota editorial de la revista para información de los interesados. Este número tiene la novedad de ofrecerse en edición impresa, en soporte magnético y en edición digital (incompleta para colocar en internet). Los contenidos son en algunos caso muy novedosos para una revista de estas características. De todo ello tendrán noticia en su nota editorial. También ofrecemos un breve fragmento de la plaquette La ciudad constelada. Adjuntamos la invitación al evento.



Jizo ediciones nº 8, La ciudad constelada, Francisco Acuyo, Ancile



JIZO EDICIONES EN SU 8ª NÚMERO, Y 
LA CIUDAD CONSTELADA,
PLAQUETTE DE FRANCISCO ACUYO


Jizo ediciones nº 8, La ciudad constelada, Francisco Acuyo, Ancile


La Revista Jizo de Humanidades vuelve a su actividad normal de edición y publicación en una segunda época, en la que aporta las siguientes peculiaridades de edición: tendrá tres versiones, una digital, con los contenidos textuales aportados para la edición del número, en
sus habituales secciones de poesía, narrativa o ensayo; otra, completa, en soporte magnético (DVD ), que incluirá como contenidos adicionales material artístico, gráfico, fotográfico y de video, y la tradicional en papel en tirada restringida para colección.
En esta nueva andadura inaugurada con este número ocho de la Revista Jizo de Humanidades se quiere ofrecer, con la misma calidad y exigencia de números anteriores, una versión más versátil y próxima al orden y reivindicación de los tiempos que corren, marcados por las nuevas tecnologías digitales en la oferta de publicaciones literarias y artísticas. Por eso creemos que estar adaptados a la situación actual demanda propuestas más acordes al panorama no sólo de crisis, en lo económico, sino también para verterse acomodadas a las necesidades y a los requerimientos de los lectores, adeptos muchos de ellos a la dinámica de las redes sociales, del blog, de las páginas Webs o de las consultas informatizadas e hipertextuales.
En esta línea podemos brindar al lector de esta nueva iniciativa editorial posibilidades nunca antes imaginadas en un mismo soporte editorial, valga como ejemplo singular la posibilidad de obsequiar al adepto de la revista, adjunto a los textos habituales de cualquier publicación similar, las reproducciones de obras artísticas, la visión de dinámicas creativas afines a la imagen como la videocreación o las imágenes cinematográficas (cortos) o la audición de textos que puedan ser interesantes para su examen y juicio sonoro. También entregar otra posibilidad de grande utilidad para el investigador y curioso lector: enlaces de interés en artículos, autores, obras incluidos en la red de redes Internet a través de enciclopedias y diccionarios virtuales, páginas web, blogs, etc... Se mantendrá una información puntual de todas las actividades de esta producción editorial a través de enlaces en las páginas que a propósito se han dispuesto para la ocasión de esta flamante etapa de la revista: blog, página en redes sociales y página Web que estará a disposición de todo aquel interesado en esta iniciativa. Así por ejemplo en el enlace al blog de la revista , en el blog Ancile, en la Web Ancile  o en la Web de Jizo ediciones,  entre otras que iremos aportando conforme avance esta propuesta editorial.
En la brecha inicial siguen prácticamente los mismos colaboradores y asesores de la etapa inicial de nuestra revista: está nuevamente dirigida por el poeta Francisco Acuyo, que cuenta con la asesoría en su consejo editorial de personajes de renombre nacional e internacional como Rosa Navarro, Emilio Lledó, Manuel Mantero, Antonio Campos, Antonio Carvajal, José Domínguez Caparrós, Antonio Chicharro, Antonio Sánchez Trigueros y Miguel Rodríguez Acosta, todos ellos, como digo, relevantes nombres de la literatura, las artes y la docencia universitaria. Como novedad, contaremos con el apoyo inestimable desde la comunidad hispana en Miami (USA ) de la poeta y escritora Jeniffer Moore y de los escritores Pastor J. Aguiar y Nelson Jiménez, vínculo que consideramos muy relevante porque nos abre una puerta al colectivo cada vez más numeroso de lectores en Estados Unidos en la lengua de Cervantes, amén de resultar una vía de integración más que interesante para toda hispanoamérica, la cual cada vez está más resuelta a incorporarse en la colectividad de lectores afines a este tipo de proyectos dinamizadores de la literatura, del arte y de las ciencias, que ya no hablan de futuro sino de una realidad presente a todas luces indiscutible e irrefrenable. En las tareas de logística editorial estarán trabajando con entusiasmo Gabriella Fabielli, Mª José de Córdoba, Juan Ruiz Ruiz, Juan José Martín Ramos, Ángel Rodríguez Abad, Mara Romero Torres, Joëlle Guatelli, Magda Robles y Tomás Moreno, que con su seguro empuje y positivo entusiasmo darán una dimensiónexcepcional a este proyecto que quiere manifestarse con una sustantividad manifiesta en la calidad de su producto pensado para satisfacer las necesidades intelectuales, artísticas,literarias y científicas en el ámbito de las ediciones culturales en la actualidad.
Con este ambicioso y entusiasta propósito nos presentamos de nuevo a la espera de que se traduzca en una realidad editorial que satisfaga las necesidades cada vez más complejas y exigentes de los lectores en la actualidad. Con ese fin ofrecemos este número ocho de la Revista Jizo de Humanidades y con la esperanza puesta en esta empresa para dilucidar, si fuera posible, sendas de edición que puedan ser útiles y satisfactorias a los verdaderos amantes de las artes y de las ciencias, si quieran acercarse y examinar nuestra incondicional y fervorosa labor editorial expuesta con tanta pasión como rigor en sus elaboradas páginas.


La dirección de Jizo de Humanidades.



Jizo ediciones nº 8, La ciudad constelada, Francisco Acuyo, Ancile



LA CIUDAD CONSTELADA




[…] que de tus ruinas solas
se honrasen otras ciudades.
Luis de Góngora


Para Belén y Mª José Mesa y Christian Carbajosa,
esta ciudad constelada
en la noche del otoño de 2013





DEL astro las soledades
en un mapa traza urbano
el ángel de la distancia
estelar itinerario.

De la catedral la torre
pinta de gemas retablo
por donde se orienta el ángel,
si vertical astrolabio.

Se registra la ciudad,
a ras de cielo, portulano
que inscrito se refleja
puerto siempre solidario

para la marcha estelar
en la que apenas los barcos
siderales ya fondean
sobre el mar de los tejados. […]



Francisco Acuyo La ciudad constelada (fragmento).





Jizo ediciones nº 8, La ciudad constelada, Francisco Acuyo, Ancile




domingo, 23 de marzo de 2014

LA SOLEDAD O EL SOLDADO, POEMA SEMANAL

Para la sección, ya habitual de Poema semanal, ofrecemos el poema La soledad o el soldado, del libro Cuadernos del Ángelus, del ya lejano 1992. También dedicado a un amigo ya desaparecido, el que fuera profesor y novelista José Mercado, que se suma al anterior poema dedicado al extrañado e inolvidable artista Bernardo Olmedo. En esta La soledad o el soldado, el eco de mi siempre admirado Stanley Kubrik y sus Paths of Glory, en su excelencia antibelicista.




La soledad o el soldado, Francisco Acuyo, Ancile




LA SOLEDAD O EL SOLDADO





La soledad o el soldado, Francisco Acuyo, Ancile
De Ernest Descals, titulado Sven Hassel


Para José Mercado




EL rayo iluminó el perfil bañado
que entre velos de lluvia nos le ofrece.
Cuántas del rostro sombras ha dorado,
de nieve tantas traslucir parece.

La tierra ya sin ruido el roble mece,
mas la rama que el brazo ha desgajado,
luego que álgido fue madero hincado
en tierra, tosca cruz sombrío crece.

Al pájaro relámpago tras sus
alas, espera el nombre iluminara
y, porque hablarle aspira, triste para

sí inadvertido aquel soldado nombra;
y en sombra espera quedará la luz,
y en viendo sabe que quedó su sombra.




Francisco Acuyo, de Cuadernos del Ángelus (1992)







La soledad o el soldado, Francisco Acuyo, Ancile

sábado, 22 de marzo de 2014

LA PALABRA POÉTICA

De un conjunto de trabajos y reflexiones sobre la materialidad singular del fenómeno poético que están recogido bajo el título de Arqueología de un instante, traemos uno de los que abre un capítulo especial del mismo dedicado a la palabra como instrumento de expresión poética, y que porta precisamente el título de La palabra poética, y que incluimos en la sección de Pensamiento de nuestro blog Ancile.



La palabra poética, Francisco Acuyo, Ancile






LA PALABRA POÉTICA








ACASO sea la expresión poética la manifestación de la palabra que marque con mayores controversias ese espacio o distancia entre el lenguaje y el mundo fenoménico, pues llega a establecerse que ambos son del todo irreconciliables en la misma realidad.

      Se extrema hasta tal punto la enigmática relación del lenguaje y, eso que consideramos realidad en la poesía, que aquello pronunciado se nos ofrece como la sustancia conjurada en lo más íntimo de su esencia.

      O definitivamente se aleja de la realidad, o de manera inusitada y prodigiosa se diría crearla (o recrearla acaso) sin saber, si es nuevo o ya transfigurado aquello que de la realidad expresa.
      De la palabra poética podía decirse que traspasa, o que trasciende quizá los atributos mismos del lenguaje mediante la palabra; es la conciencia que a través de la misma acción de la palabra, nos avisa que no es esta la cosa de la cual hablamos. Su ejercicio enigmático ofrece un instrumento donde la observación pura es posible.

      La poesía nos regala la palabra que es sonido y, a través de ella, nos advierte del espacio que es básico no sólo para oír, además para deslizarse en el proceso de escuchar, el cual requiere y exige una específica atención, lejos de la experiencia, la memoria e incluso del conocimiento, entendido este en su vertiente lógico racional. Observa lo que está más allá del pensamiento en un proceso milagroso de simultaneidad, donde el que habla y el que escucha disuelven sus fronteras individuales; es la observación que carece del horizonte siempre alienante del ego. Oriunda de esta quietud sería la belleza.

      La poesía existe cuando el que escucha está ausente; es la acción de perseguir la huella no marcada en el espacio o el tiempo por el hombre. Si el saber exige duda, la poesía, aun no sabiendo, culmina en la verdad, que es certeza. Inescrutabilidad de la poesía que una y otra vez niega, porque no sabe definirse; acaso porque el contenido no tiene ninguna relevancia, porque el vacío de la conciencia poética, del no saber, será siempre nuevo, activo, lejos de las conclusiones, juicios y disciplina del concepto: será por eso indescriptible (la poesía). Si se describe, eso no es lo descrito. Sólo  aquello que sucede en su vacío es innombrable y nuevo y nunca visto.


Francisco Acuyo







La palabra poética, Francisco Acuyo, Ancile