Concluimos las entradas dedicadas a la individualidad con este post que lleva por título: Poesía e individualidad, para la sección de Pensamiento del blog Ancile.
POESÍA E INDIVIDUALIDAD
El poeta genuino (y el lector avisado) sabe(n) que la participación (vital, orgánica o animista) es fundamental en todo lo que el poeta expresa: es un organismo que vive en comunión con todo lo que vibra, es un proceso de contemplación activa que no pretende reducir la experiencia de la existencia vital a cantidades o explicaciones lógico científicas. La cosa poética se percibe como una presencia que vive y habita en uno mismo, que nos es sino lo más íntimo del cosmos todo.
El verbo poético explora las dinámicas de nuestro devenir existencial, y lo expresa lejos de cualquier intento de lenguaje mecanicista, y si bien algunos creen que este lenguaje (nuevo) está por nacer,[1] lo reconocemos nosotros en las creaciones más genuinas de la poesía universal. Acaso sea la expresión poética el lenguaje apropiado para la indagación y entendimiento de la agencia subjetiva que anida en el corazón de cada cosa en el mundo.[2]
La no exposición clara de la importancia del ser como individuo, conlleva necesariamente al olvido del Ser (Heidegger). Nos expone inevitablemente a ser mucho más vulnerable ante los atropellos de la modernidad manifiestos sobre todo en los avances tecnológicos que nos adocenan. La revolución digital es una siniestra muestra de la era de la interrupción (Thomas Friedman), donde le individuo es incapaz de mantener constante una vida plena en virtud de las continuas y estresantes interrupciones
que nos provoca la vida digital. El mundo virtual y los juegos electrónicos pueden ser una buena muestra de ello, pues condenan a que la imaginería individual sea cada vez menos personal y más colectiva y mecánica. La personificación integradora es de capital importancia en poesía, mas, ¿solamente en ella?Las emociones y sentimientos dirigen a un conocimiento que no por subjetivo es menos importante, pues constituyen en el individuo una virtud de excelente precio, virtud y potencia que debiera estimarse infinitamente. El poeta, como el chamán, actúa como intermediario con la comunidad que integra el mundo y su acto expresivo perceptivo debe entenderse como interactivo y participativo pues, trasciende el proceso verbal al uso de la norma, y establece una integradora relación sensorial con aquello de lo que habla. La poesía trata de no sujetarse al método de investigación porque sabe que lo que se observa y habla con la convención no es la naturaleza misma, y porque sabe que todo fenómeno es potencialmente expresivo: pues en realidad todo habla.
La posmodernidad, en su
huida hacia adelante, no ha insistido lo suficiente (si es que siquiera a
reparado en ellos) en estos detalles capitales. Con Hölderling hemos de
insistir en: que allí donde hay peligro // crece también el poder salvador[3];
entendiendo el peligro en los excesos de las nuevas tecnologías, y el poder
salvador, en el arte y sus diversas formas creativas, pues será el impulso
creativo el que realmente nos muestre vías de aprehensión y entendimiento del
enigma de nuestra existencia. La poesía nos enseña que los recursos que pedimos
al Cielo residen en nosotros mismos. Para
el poeta el arte poética es la mente mediante la que se expresa la materia
misma, pues concibe su conciencia poética como anterior y primordial y, desde
luego, irreductible a cualquier género o especie de mecanismo: es la forma
fundamental de expresión y reconocimiento del individuo que trasciende las
cosas que, supuestamente, están ahí fuera.
Francisco Acuyo