Para nuestra muy apreciada sección de Ciencia del blog Ancile, traemos una nueva entrada que, espoleada por la inquietud fecunda de la curiosidad, nos habla de es mundo extraño fuera de las convenciones al uso, y que pone en muchas ocasiones patas arriba toda suerte de convenciones de sentido común, y así será bajo el título de: Curiosidad y ciencia: ciencia y curiosidad.
CURIOSIDAD Y CIENCIA: CIENCIA Y
CURIOSIDAD
El sintagma, cuyo palíndromo
intitula este nuevo post, nos acerca a uno de los fundamentos que estructura
cualquier intentona de hacer verdadera ciencia. Pero, no solo ciencia. Cuando
en anteriores entradas reclamaba vuestra siempre gentil atención, enunciaba reiteradamente
la curiosidad de determinados conceptos y presupuestas realidades (véase el tiempo
y el espacio), mas, lo hacía llamado por la singularidad y aparente capricho de
dichas supuestas realidades al albur de la nueva física (y antiguas filosofías y
místicas) y de las consideraciones que implican para el pensamiento, la
filosofía, la literatura, la poesía o el arte mismo en general.
La
célebre historia del tiempo[1]
que nos cuenta la ¿evolución? del universo por cosmólogo y astrofísicos parece
empeñada en contener a su narrador, pese que a muchos de ellos pretenden
escenificar un desarrollo cosmológico sin testigos, aunque esta apreciación no
parece sostenerse. Parece inevitable la existencia de un testigo observador de
esta narración cuya conciencia es imprescindible para que así lo atestigüe, si
es que a buen fin no hay mal principio.
En
más de una ocasión he expuesto que la poesía acaso puede ser susceptible de
establecer parámetros harto singulares para la posibilidad de una nueva epistemología,
si es que ella misma es capaz de aportar un cierto conocimiento, cosa que no
pongo en duda, en tanto que los significados (y toda la evolución semiótica de
sus contenidos) ofrecen un dominio en el que estos significados y valores
conviven pacíficamente con la realidad racional (e irracional) y con los
reconocidos límites de los sentidos.[3]
El
reconocimiento, a través de las mismas estructuras que consisten la poesía
(métricas, retóricas, gramaticales, …), como altamente dinámicas, orgánicas, complejas
y no lineales,[4] muy bien pueden establecer un franco
cuestionamiento sobre la mecánica escisión entre materia y mente (rex
cogitans y rex extensa cartesiana), que describen el funcionamiento de la
poesía como una máquina lingüística.
Extrapolable
nos parece este análisis al mismo entendimiento del sentir común de la ciencia
sobre la realidad del mundo. Sucede con la naturaleza como con la poesía, que
se resiste(n) a ser puesta(s) en el potro de la tortura positivista de Francis
Bacon, pues todo indica una franca resistencia al análisis fragmentario de los
supuestos engranajes y tornillería de su maquinaria, en una suerte, en palabras
del psicólogo Sigmund Koch, de una epistemopatología desvirtuadora de la
realidad orgánica del poema y de la realidad profunda de la misma naturaleza.
Con esta desazón
indagadora seguiremos en próximos post del blog Ancile, tratando de cuestiones
de grande interés para el espíritu curioso.
Francisco
Acuyo
[1] Véase,
por ejemplo, la de Stephen Hawking en su famoso libro a la sazón de esta
terminología.
[2] Acuyo,
F.: Fisiología de un espejismo. Sinestesia: pincel del pensamiento,
Entorno Gráfico Ediciones, colección Exagium, (en prensa).
[3] Acuyo,
F.: ob. cit.
[4] Véanse
como ejemplo la métrica en Acuyo, F.: De la proporción en lo diverso, sobre
la simetría y asimetría endecasilábica, Universidad de Granada, 2007, y en
2ª edición aumentada y corregida, Jizo, 2009, Granada.