Traemos hoy, para la sección Editoriales amigas, del blog Ancile, un nuevo post que recoge una semblanza de la autora y de la obra y, finalmente una selección de poemas de muestra del libro El cuerpo del veneno, de Inmaculada Lergo, publicado por la editorial Point de Lunettes, en la colección Esquenocomo, serie azul en su número 68; editorial, decimos, de referencia nacional tanto por la calidad de sus obras como por la cuidadísima edición de las mismas. En este caso proponemos la adquisición y lectura de este libro de poemas exquisito con el que estamos seguros disfrutarán enormemente.
EL CUERPO DEL VENENO,
DE INMACULADA LERGO
LA AUTORA
Inmaculada Lergo (Sevilla, 1957),
licenciada en Geografía e Historia y Filología por la Universidad de Sevilla,
es doctora en Filología hispánica y, desde 2013, miembro correspondiente de de
la Academia Peruana de la Lengua. Está especializada en el ámbito de la
literatura peruana e hispanoamericana, con especial incidencia en poesía así
como en el concepto de antologías y canon literario, con diversas publicaciones
en este ámbito y ediciones de los escritores peruanos César Vallejo, Carlos
Germán Belli y Rosa Arciniega; así como de la argentina Olga Orozco, entre
otros. Igualmente cuenta con poesías y textos de creación en antologías y
revistas.
Colabora en cabeceras como Los
Lunes del diario digital <elimparcial.es>, Mercurio, Clarín y otras. Es
directora de la revista Entorno Literario y codirectora de Mediodía. Revista
hispánica de rescate, de la editorial Renacimiento, además de jurado en
diversos premios literarios, entre los que se cuenta el Cervantes de Literatura
(2014) o algunos premios de la editorial Hiperión, como el Antonio Machado,
Ciudad de Valencia o Jaén de poesía. Ha sido profesora de Instituto y de la
Universidad de Sevilla, y actualmente dicta cursos en la Universidad de Piura
(Perú).
INMACULADA LERGO DEBUTA EN LA POESÍA
CON EL CUERPO DEL VENENO
LA OBRA
Tras una dilatada trayectoria de
editora y crítica literaria, Inmaculada Lergo saca a la luz el volumen titulado
El cuerpo del veneno, su primer libro de poemas editado por el sello Point de
Lunettes (Sevilla, 2021). Sus páginas demuestran la capacidad que tiene el
lenguaje para poetizar reflexiones cotidianas, combinando en este caso la
precisión, la pasión y una particular elegancia expresiva.
El cuerpo del veneno responde a
la perplejidad que produce la vida, sus bofetadas y sus caricias, el entusiasmo
y el absurdo y, sobre todo, el dolor humano inevitable. Tanto desde la
contemplación de la realidad como desde la introspección, la autora se asoma a
los contrastes del mundo y de la propia existencia: el dolor y la alegría, la
maldad o el amor; abordando también la necesidad del acto mismo de
escribir.
El volumen reúne impresiones y
sentimientos personales que son intemporales y universales, con dos focos
dominantes: la búsqueda de la serenidad y el equilibrio ante la devastación que
provocan el paso del tiempo y la desesperanza; y una añoranza tranquila y
resignada de intensidad vital, de goce de la aventura. Sin faltar, por otro
lado, el amor y el placer de la carne.
El poeta Antonio Carvajal, Premio
Nacional de Poesía, ha escrito del libro: “te desases de toda supuesta
trascendencia impuesta y te quedas, moralmente limpia de mentiras, en tu libre
y sola condición humana. Por ello mi voluntad se te rinde, pues no te engañas,
sufres y gozas, cantas y esperas, y no te asustan los nombres exactos de las cosas,
hongos, tripas, fango, casa, verdad, felicidad… la vida. Qué excelente
ejercicio para activar las potencias del alma”.
A nivel formal, El cuerpo del
veneno, estructurado en cuatro capítulos equilibrados más un “Estrambote” que
lo cierra, muestra una gran variedad, moviéndose desde el endecasílabo y el
heptasílabo con rima asonante al soneto, el romance o el poema en prosa; así
como dentro de una pluralidad de tonos y registros, provenientes de una gran
amplitud de lecturas.
porque saca su fuerza de la tierra
ciega, de aquella roca virgen libre
de ese germen de culpas y de exilios
de un Génesis marcado por el golpe
de la quijada de asno ensangrentada.
nace sin la ambición de ser luz
en la selva o sombra en el desierto,
crece sin violentar la vida y muere
sin glosar el sentido de destino
que la maraña de sus ramas tiene.
del águila soberbia y solitaria
y el desdén laborioso
de la hormiga, pero escucha
el silencio que guarda
la piedra que sostiene su opulencia.
lejano a la altivez de la palabra
que es dios del bien y el mal;
libérame del hilo de la araña,
y del escepticismo que florece
al borde del camino
cuando los años pasan.
y no sentirme raramente extraña,
y la palabra no se quede sola,
y no ser sola yo con mi garganta,
porque me hace feliz, porque me duele
y lloro sin querer, porque empapada
quiero tener la piel de otras verdades,
y seca la razón, y agria mi almohada
de vallejos, daríos, federicos,
macondos, utopías y comalas,
reyertas de quijotes y de sanchos,
arroyos y silencios, mar y fraguas…
Porque no falte sangre en el veneno,
porque me quiero ahogar en esas aguas…
¿por qué escribes?, mi amigo me pregunta,
se cala su sombrero, y luego calla.
Manuel Machado
si hago bien o si hago mal,
si tiene sentido todo,
si este mundo es mi lugar.
para creerme capaz
de esquivar todas las sombras
que nunca quiero abrazar.
la impostura de una insana
felicidad.
pero en realidad
recoge los restos –aunque bien dispuestos–
de aquellos naufragios que escriben ahora
mi nueva verdad.
José Hierro
ese cristal que ejerce con sigilo
su papel de protector y guarda
del vendaval del mundo y su peligro.
que vigilan insomnes por si el vuelo
del águila nos llama. Nunca supo
cantar entre barrotes el jilguero
Ven amor, a que duela de la lluvia
el roce, a tensar los hilos del deseo,
Ven, corre, danza, grita, en torno salta
de la hoguera que pronto será hielo.
en su octubre se abre la granada,
y ofrece su lujuria reservada
a quien sabe gustar de su tibieza.
las horas del estío, ella, cargada
con la pulpa que espera la llamada
del placer, desconoce la tristeza
Lejos quedó la flor de primavera
que, si hermosa, no fue más que apariencia
sin la sola razón de darle esencia
y esplendor a la fruta verdadera.