Nos complace y honra
muy especial y gratamente traer en esta agraciada ocasión a nuestro blog Ancile al filósofo, epistemólogo, narrador y ahora poeta Jorge
Estrella. A la sazón compañero de sabiduría y fraternidad del maestro Desiderio Papp, de cuyos libros nutrió su espíritu con toda modestia quien suscribe con premura estas líneas de introducción, por lo que manifiesto aquí mi deuda del todo impagable a su labor nunca suficientemente ponderada en el ámbito de la difusión y el mejor entendimiento de la ciencia, y quiero, así mismo, que sirva de humilde pero sentido homenaje a su memoria esta exigua y acaso indigna semblanza para tan alto y avisado espíritu.
La inclusión en nuestra sección de Poetas invitados de Jorge Estrella, creemos que es emblemática, en tanto que nunca pudimos obviar las profundas relaciones entre el saber y el conocimiento aportado por la filosofía y los caminos, en muncho momentos enigmáticos, de la poesía en conexión con la misma filosofía, en sus aportaciones y manifestaciones de belleza y verdad que, desde luego, también tienen mucho que decir en relación a lo que en el mundo no puede expresarse y aprehenderse, sino por la vía de la conexión o de la integración única que aporta, en su impulso creativo, el poema, y todo para mayor gloria de la más refinada faceta de la sabiduría que es capaz la conciencia humana.
La inclusión en nuestra sección de Poetas invitados de Jorge Estrella, creemos que es emblemática, en tanto que nunca pudimos obviar las profundas relaciones entre el saber y el conocimiento aportado por la filosofía y los caminos, en muncho momentos enigmáticos, de la poesía en conexión con la misma filosofía, en sus aportaciones y manifestaciones de belleza y verdad que, desde luego, también tienen mucho que decir en relación a lo que en el mundo no puede expresarse y aprehenderse, sino por la vía de la conexión o de la integración única que aporta, en su impulso creativo, el poema, y todo para mayor gloria de la más refinada faceta de la sabiduría que es capaz la conciencia humana.
Aportamos pues, en esta
entrada de nuestro estimado blog, primero, una aproximación curricular de
nuestro autor, así como una semblanza profunda y muy sentida de Jorge Estrella
sobre Desiderio Papp (amigo de nuestro autor e historiador de referencia en el hoy ineludible dominio de las ciencias) y,
finalmente, unos poemas en prosa (o, en prosa poética), que le señalan como
delicado adepto al ámbito de la creación y de la expresión poética.
JORGE ESTRELLA, INVITADO DE HONOR A LA POESÍA
BREVE
APROXIMACIÓN CURRICULAR A JORGE EXTRELLA
Jorge Estrella, Maestro Normal Nacional, Escuela Normal Mixta
'Juan Bautista Alberdi', S. M. de
Tucumán, 1956; Profesor de Filosofía, Universidad Nacional de
Tucumán,1962; Profesor de Estado
(mención filosofía), Universidad de Chile, Santiago, 1977; Doctor en Filosofía,
Universidad Nacional de Tucumán, 1995; su área de especialización es la Epistemología, Historia de las ciencias y la
Lógica.
Entre los cargos que ostentó u
ostenta se encuentran: actual Profesor de Introducción
al Universo Científico, en la Facultad de Humanidades, UNSE, Santiago del
Estero; fue Profesor Titular de
Filosofía de las Ciencias, Facultad de Filosofía y Humanidades,
Universidad de Chile (1967-1968; 1975-1993); Profesor Titular de Filosofía de
las Ciencias, Facultad de Filosofía y Letras, UNT (Tucumán, 1993-2006); docente,
en el pasado, de otras universidades: Universidad Metropolitana de
Ciencias de la Educación (Santiago,
Chile, 1983-1993);Universidad Provincial 'Sarmiento' (San Juan, 1965).
En cuanto a sus publicaciones
más relevantes: es autor de más de 500 artículos aparecidos en revistas
especializadas y en suplementos de periódicos de Argentina y el extranjero
(Ejs.: 'Artes y Letras' del diario El
Mercurio, Santiago de Chile; 'Suplemento Literario' del diario La Gaceta, S.M.de Tucumán). Su nombre
está incluido en cuatro antologías argentinas de narrativa. Es autor de los
siguientes libros: Cuartelario y otros cuentos, Ediciones del Consejo Provincial
de Difusión Cultural de la Provincia de Tucumán (Premio Pablo Rojas Paz, bienal
para el NOA 1963-1965), S. M. de Tucumán, 1967; Manual de Lógica proposicional,
Ed. Kalco, S. M. Tucumán, 1975; La antropología de Félix Schwartzmann
(coautora: Margarita Schultz), Ed.
Universitaria, Santiago, Chile, 1978; La inducción - I, Ed. Universitaria,
Santiago, Chile, 1978; La inducción - II, Ed. Universitaria, Santiago, Chile,
1981; Ciencia y filosofía, Ed. Universitaria, Santiago, Chile, 1982; La flor en
la piedra, Ediciones Olocco, Santiago, Chile, 1982; Argumentos filosóficos, Ed.
Andrés Bello, Santiago, Chile, 1983; Teoría de la acción, Ediciones de la
Universidad de Chile, Santiago, 1987; Viejas y nuevas fronteras de la ciencia
(coautor: Jaime Cordero), Ed. Universitaria, Santiago, Chile, 1988; De Galileo
a Einstein (coautor: Desiderio Papp), Ed. Hachette, Santiago, Chile, 1989;
Teorías
sobre la vida (coautor: Desiderio Papp), Ed. Hachette, Santiago, Chile, 1989; La ciencia: pasado, presente y futuro
(coautor: Jaime Cordero), Ediciones de la Universidad de Santiago de Chile,
Santiago, 1990; La filosofía y sus formas anómalas, Ed. Hachette, Santiago, Chile, 1991; Conocimiento y biología, Ed. Hachette, Santiago, Chile, 1991;
Cruce
de caminos - Prosa breve, Ed. Hachette, Santiago, Chile, 1992; ¿Tiempo o eternidad? - Ensayos,
Ediciones Dolmen, Santiago, Chile, 1994; Breve Historia de las Ciencias en el
siglo XX (coautor: Desiderio Papp), Ed. Claridad, Buenos Aires, 1996; El
universo hoy, Editorial Universitaria, Santiago, Chile, 1998; Filosofía en
Chile, Ediciones de la Universidad Andrés Bello, Santiago de Chile, 1999; Cuatro
ensayos sobre la razón (coautor junto a S. Schkolnik; N. Zavadivker y G. Vega
Caro), Ediciones de la Facultad de
Filosofía y Letras, UNT, 2000; Escenas de provincia, Ediciones de la Facultad
de Filosofía y Letras, UNT, 2002; De
la diversidad de gentes (coautor: Samuel Schkolnik), Ediciones de la Facultad
de Artes, Universidad de Chile, Santiago, 2005; ¿Naturaleza o cultura?,
Ediciones de la Facultad de Artes, Universidad de Chile, Santiago, 2005; Relatos
escogidos, Ediciones del Rectorado, UNT, 2006; Tres ensayos sobre la evolución (coautor: Roberto Navarro),
Ediciones de la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia, UNT, S.M.de
Tucumán, 2007; y la novela Crímenes sin castigos, Ed. Dunken, Buenos Aires,
2008.
Ejemplos
de ensayos publicados: La Philosophie au Chili, en Contemporary
philosophy, Volume 8 (Philosophy of Latin America), Kluwer Academic Publishers,
The Netherlands, 2003. Este trabajo ha sido solicitado por el Institut International de Philosophie;
Naturaleza y destino de las Humanidades,
en revista Anales de la Universidad de Chile (pgs.13 a 75), sexta serie, nº 4,
febrero de 1997.
Algunas traducciones de relevancia: Nature's Imagination
(Roger Penrose, Gerald Edelman, John Barrow y otros), Ed.Universitaria,
Santiago, Chile, 1997; The nature of space and time (Hawking-Penrose),
Ed.Universitaria, Santiago, Chile, 1997.
Es director de la Revista
de Filosofía, Universidad de Chile, desde 1981 y hasta 1997.
Tiene los premios siguientes: Primer
premio ensayo (José Martí) para autores iberoamericanos,
Asociación de Críticos y Comentaristas de Arte, Miami, USA, 1985. Texto
premiado: Tres razones para la libertad;
Primer premio narrativa (Hernández Catá), para autores
iberoamericanos, de la misma institución, Miami, USA,1983. Relato premiado: El tren; Primer premio narrativa (Pablo
Rojas Paz), del Consejo Provincial de Difusión Cultural, Tucumán,
para autores del noroeste argentino, bienal 1963-1965. Libro premiado: Cuartelario y otros cuentos.
Pertenece o ha pertenecido a
las siguientes sociedades científicas: desde 1987 ha sido
Vice-Presidente (y a cargo de la Presidencia en
reemplazo del Dr. Desiderio Papp desde 1990 a 1997) del Grupo
Chileno de Historia y Filosofía de las Ciencias (afiliado a UNESCO); desde 1988
el Institut International de Philosophie (París), por sugerencia de Mario
Bunge, lo ha designado representante en Chile. La tarea central para dicho
Instituto consistió en enviar anualmente reseñas de cada uno de los libros de
filosofía aparecidos en Chile. Ha cumplido con ese trabajo regularmente desde
1988 hasta 1997 y las reseñas se
publicaron en la Bibliographie de la Philosohie,
cuya periodicidad es trimestral y cubre la bibliografía filosófica mundial; desde
1985, miembro del Instituto de Epistemología de la Facultad de Filosofía y
Letras, UNT, Tucumán.
Asistió a congresos de la
relevancia del XV Congreso Mundial de Filosofía, Sofía, Bulgaria, septiembre de
1973. Luego de enviar su ensayo La loi et le réel, ha sido invitado como
Vice-Presidente de la Sección Metodología de la Ciencia, e invitado por la
Pontificia Universidad Católica de Chile como uno de los cinco expositores del
Coloquio Internacional: Racionalidad e irracionalidad en la ciencia (Santiago,
27-29 de octubre, 1998). Trabajo presentado: Identidad y asimetrías. Los cuatro
expositores extranjeros restantes fueron: Gilles Gastón Granger (Francia),
Nicholas Rescher (USA), Paul Weingartner (Alemania), Newton Da Costa (Brasil).
Como investigador, evaluador,
director de tesis y de cursos de postgrado sólo haremos mención dada su innumerable
actividad en dichas actividades.
DESIDERIO *
*"Desiderio Papp fue un notable
historiador de las ciencias. Durante la segunda guerra mundial huyó de
Europa y se radicó primero en Argentina, después en Chile. Falleció a los 98
años. La editorial española Espasa Calpe publicó gran parte de su obra. Tuve el
privilegio de formarme a su lado y juntos escribimos dos libros publicados por
Hachette en Chile, en 1989 ("Teorías sobre la vida", "De galileo
a Einstein") y "Breve Historia de las ciencias en el siglo XX",
Ed. Claridad, Buenos Aires. Nos unió una intensa amistad
durante los años que viví en Chile.
El texto que sigue es un
relato testimonial en memoria del amigo.”
Jorge Estrella. Tucumán, Argentina. 20 de Julio de 2012
YERBA BUENA (Tucumán)
Jorge Estrella testimonia en
este relato los últimos días de su maestro Desiderio Papp, profesor en la
Universidad Nacional de Tucumán, Argentina, en la década de los años cuarenta. Historiador
de las ciencias, autor de una voluminosa obra escrita, tuvo el raro talento de
exponer con sencillez los más variados temas científicos y de advertir en ellos
los asuntos filosóficos fundamentales. De origen austro-húngaro, fue miembro
efectivo de la Academia Internacional de Historia de la Ciencia (París);
ejerció la docencia en universidades argentinas, chilenas y uruguayas; y
falleció en Buenos Aires en 1993. Jorge Estrella fue discípulo suyo y amigo
personal.
Tengo 98 años. No los recomiendo. Los días han perdido
su espera y ahora se remansan en algo así como una laguna bajo la niebla. Los
rumbos en el tiempo y en el espacio se borran. Nunca estoy seguro del lugar en
que me encuentro. ¿Santiago de Chile, Praga, Bucarest, Viena, Buenos Aires?
Debo preguntar a Mona, mi mujer, para saberlo, pero luego se me olvida y vuelvo
a habitar el mundo plural que me tocó en suerte, difuso de pasado. Debo vivir
el presente desde antiguas evidencias, como el escritorio o mi sillón que supe
conservar en mis derivas. Ayeres y mañanas se arremolinan en este presente
plano, y me hallo indefenso en él. Mi mujer sonríe ante mis repeticiones
-dice-, ante mis preguntas reiteradas. Ella no entiende.
Cuando relato el día en que estalló la Primera Guerra
Mundial, quienes oyen no pueden entender que aquel carruaje donde viajaba hacia
mi colegio sigue rodando en el pavimento de piedras, sigo apeándome de él
frente al edificio donde gritan el alborozo de la violencia recién iniciada. No
son recuerdos: estoy ahí, sintiendo mi asombro y mi tristeza de adolescente
ante esa fatalidad recibida con entusiasmo por mis prójimos. Aún puedo escuchar
el graznido de los gansos que caminan meneándose sobre la granza, camino de la
acequia, haciéndose eco del jolgorio humano.
Cuando debo asistir a un acto cultural en que se
presenta un libro o me piden que comente la conferencia de algún expositor,
debo hacer un esfuerzo mayor para dejar la charla que estoy sosteniendo con mi
padre, rabino él en Praga, donde discutimos. El insiste en quedarse allí ante
la evidencia de la invasión nazi. Ambos caminamos sobre el empedrado del barrio
judío de casas altas. Y respetuosamente le estoy diciendo que emigraré hacia
América del Sur, por España. Pero es la discusión entre un creyente y un ateo:
él apuesta a la bondad de su dios; yo, a la perversidad alemana. Mucho más
tarde, estando en Tucumán, me enteraré de que él, mi madre, hermanas y hermanos
fueron asesinados por los comunistas. Curioso, pero él tendría razón: su dios
lo protegió de los nazis y sólo sobrevivió para ser víctima del comunismo.
¿Cómo preferir la exposición de un desconocido que me aburre a la elevada
conversación con mi padre, en Praga, donde ambos estamos definiendo nuestra
suerte diversa? Es Mona quien me saca del lugar elegido para señalarme que este
de la conferencia es el único lugar donde estoy. Eso es falso. ¿Quién está en
el lugar donde está? ¿Acaso ese espacio que nos cobija no es fruto de sueños y
recuerdos a los que debemos el estar allí?
-Estás en Santiago de Chile -me dice ella-, en la
calle Londres, donde funciona tu Instituto de Historia de las Ciencias y
escucharás una charla sobre Giordano Bruno, a la que debes comentar después.
Escúchala bien.
-Sí, claro, Giordano Bruno... como mi padre, pero al
revés: aquel, víctima de la religión; este, víctima por religioso.
Pero Mona no entenderá; son desvaríos míos para ella.
Y sin embargo sé que sólo por ella estoy vivo. Me alimenta, me baña, ordena y
administra mis remedios, me lleva al médico, conoce mejor que yo mis síntomas.
Sabe mis comidas y vinos preferidos y siempre estarán a mano. Pero temo
indefenso esa protección amorosa, porque sé que ella prefiere vivir en Buenos
Aires, donde tiene una hija y dos nietas pequeñas a las que ve poco. Y está
amenazando con llevarme a vivir allá.
-Es Jorge, querido -la oigo decir-; viene a visitarte
a Buenos Aires.
-¿Jorge? ¿De Santiago? -pregunto mientras estrecho la
mano huesuda de mi amigo-. ¿Acaso no estoy en Santiago?
-No, maestro, en Buenos Aires.
-Ella me trajo, yo quería quedarme en Santiago.
Los días se cuelan como el viento bajo la puerta en
una tempestad. Los veo venir cuando ya se fueron, confundo los pasados con los
que vendrán, doy por hecho lo que sólo era anuncio. Y prefiero instalarme en
los más remotos de mi infancia, contar el número de aquellos gansos, verlos
marchar hacia la laguna, meneándose, con esa jactancia inmotivada y pendenciera
que tienen. Pisar desde el estribo el rayo de la rueda de aquel carruaje que me
transportaba al colegio, sentir su sólido encuentro con el empedrado del
camino. O atender el cuidadoso detenerse del caballo que lo lleva, para defecar
su trenza de estiércol verde, perfumado a bosques y a pastizales de los campos.
Desde mucho tiempo atrás Mona me alienta a cumplir lo
que a muchos suena como delirio: llegar a los cien años. Hice mía esa apuesta
insensata. Y como si fuese uno de los muchos libros que escribí, puse
convicción y esperanzas en concluirlo. Cada día era visto como una señal de
acercarme más a la meta. Aunque después esos días se fundían todos en uno y era
la misma expectativa que sobrevivía, incierta, desnuda. Entonces era Mona quien
debía informarme cuánto faltaba, cuánto había pasado, del mismo modo que me
indicaba dónde estaba. Siempre sostuve que el tiempo de la vida y el tiempo
mecánico de la física no pueden identificarse. En las máquinas nacidas de la
ingeniería es la organización espacial la que define sus propiedades.
Por eso una máquina (de combustión interna, por
ejemplo) podrá ser detenida y echada a andar nuevamente mientras se conserve
esa organización espacial de sus componentes. Los organismos, en cambio, han
apostado a su organización en el tiempo: destruyen sus elementos en los
procesos catabólicos y deben rearmar otros nuevos que los sustituyan,
interminablemente. Y si se detiene su mecanismo, simplemente no pueden echarse
a andar nuevamente, tal es su compromiso con el tiempo. ¿Tiene memoria una
máquina de vapor?
Parece vivir sólo en su presente. En cambio, nos
consta que hasta las amebas tienen memoria de su historia pasada y actúan en
consecuencia.
Pero ahora, cuando Mona me anuncia que he cumplido los
noventa y ocho años, cuando el desgano por cruzar la meta de los cien va
ganándome, comienzo a preguntarme si esa diferencia que defendí entre el tiempo
de las máquinas (sólo espacio) y el tiempo de los organismos vivos es real. Si
lo fuera, ¿por qué me pierdo parejamente en lugares y en épocas? ¿Por qué
tiempos y espacios vividos me juegan la misma broma burlesca de mezclarse? ¿No
será que tiempo y espacio son finalmente costados de lo mismo y, por ende, no
cabe distinguirlos como propuse siempre? En fin, otros arreglarán este
embrollo; no tengo más tiempo ni ganas de repensarlo. Basta el día con su afán,
decía mi padre como buen rabino. Para mí, basta mi vida entera con su afán. Las
fatigas del día se acumulan en el atardecer del campesino. Las fatigas de mis
años adormecen mi ánimo. Y lo único claro que veo es la inutilidad de todo
empeño, la falta de sentido real de nuestras vidas en este mundo.
-Traigo tu desayuno, mi vida, con las medialunas que
más te gustan.
-No, Mona. No comeré más. He vivido suficiente.
-Vamos, no seas bromista. Apenas nos falta un año y
ocho meses para que tengas tu título más valioso con tus flamantes cien años.
-No, Mona, es en serio. He vivido demasiado. No
soporto más el estiramiento de mi vida en días que nada nuevo me traen. Pero
ella no me cree; revolotea sus amables manos por mi calva y se va segura de que
a su regreso hallará el desayuno consumido.
-¿Creerás, Jorge? Desiderio se plantó en su voluntad
de rechazar todo alimento. Cruzó los brazos, apretó sus manos fuertemente en
las axilas. Parecía un niño caprichoso. Al tercer día vino el médico, intentó
ponerle suero porque se deshidrataba. Pero fue inútil. Finalmente lloré
aceptando que si él había decidido marcharse no debíamos oponernos más. Pasamos
otros cinco días, despidiéndonos, conversando sobre nuestras vidas, pidiéndome
él qué hacer con sus bienes. Y se murió así, sano, sin dolores, protegido de
todo sufrimiento por su voluntad. A sólo un año y poco más de cumplir sus cien
años.
Jorge Estrella
Caminaba por el río cercano a mi casa y entré en la selva de árboles altos, añejos. Cebiles, laureles, tipas, se disputan la luz y el cielo de las alturas y dejan en el suelo de tierra negra la memoria de sus lluvias, de sus hojas resistentes al otoño pero finalmente caídas con el viento. Un verdor húmedo, un olor suave a tiempo añero, una sombra donde el rumor de la vida ronronea y la casi oscuridad no evita el relumbre de algún tronco blanco, alto, seco, como dormido de pie. Ese árbol muerto y no caído aloja insectos, el pájaro carpintero también lo visita seguido. Mi andar lento tiene ese entorno que pasa a ser interno, siento mi comunidad con esa fuerza impalpable y poderosa de lo viviente. Y el misterio de lo que uno sea, cobijando en sus entrañas la más remota memoria de la vida nacida en esta tierra, esplende como el relumbrón de ese árbol blanco, elevado, de pie aún.
En ese ambular entre paisajes de Aquitania, que llevan milenios registrando la tarea humana talentosa, entornada de viñedos, hallamos de golpe una pequeña iglesita. A un hombre que manejaba su tractor le preguntamos cómo hacer para verla por dentro. Nos contestó que él tenía la llave. Nos la entregó y se fue.
Muy difícil describir el sacudón que mi hijo Cristóbal y yo sentimos al ingresar: debimos sentarnos, tal era la fuerza de una fuerza que ahí habitaba. La luz, el espacio mágico creado por un arquitecto del siglo XIII, dios parecía estar ahí. La sencillez cálida del espacio encerrado por la piedra, las baldosas antiguas, los ventanales pequeños.
Naturalmente, el lugar no figura en ningún mapa turístico de las iglesias que aconsejan ver. Cuando salimos y nos sentamos en una pirca de piedra para almorzar nuestros sandwiches, notamos que casi no podíamos tragar, la garganta aún cerrada por esa emoción inesperada (¿estética?¿religiosa?¿existencial? Me importa tan poco saberlo).
¿Qué te reclama cada agosto, lapacho, para regresar florido? ¿Llamar las miradas con tus llamaradas de flores amarillas? ¿Sembrar en el aire, en los suelos, en el alma, tu memoria de futuros agostos? No creo en tu silencio plural y presiento un aullido de savias, colores y labores tras tu fosforescencia rosa, blanca o amarilla. ¿Por qué reclamas mi mirada y por qué mis ojos se encandilan con tu gracia? Quiero saber qué encantamiento nos une a ti y a mí en esta fiesta floral que nos hace atendernos sin distracción posible. Y, como siempre, soy testigo de la magia, no de sus motivos.
Jorge Estrella
POEMAS
CAMINABA POR EL RÍO CERCANO
Caminaba por el río cercano a mi casa y entré en la selva de árboles altos, añejos. Cebiles, laureles, tipas, se disputan la luz y el cielo de las alturas y dejan en el suelo de tierra negra la memoria de sus lluvias, de sus hojas resistentes al otoño pero finalmente caídas con el viento. Un verdor húmedo, un olor suave a tiempo añero, una sombra donde el rumor de la vida ronronea y la casi oscuridad no evita el relumbre de algún tronco blanco, alto, seco, como dormido de pie. Ese árbol muerto y no caído aloja insectos, el pájaro carpintero también lo visita seguido. Mi andar lento tiene ese entorno que pasa a ser interno, siento mi comunidad con esa fuerza impalpable y poderosa de lo viviente. Y el misterio de lo que uno sea, cobijando en sus entrañas la más remota memoria de la vida nacida en esta tierra, esplende como el relumbrón de ese árbol blanco, elevado, de pie aún.
PEQUEÑA IGLESIA EN AQUITANIA
En ese ambular entre paisajes de Aquitania, que llevan milenios registrando la tarea humana talentosa, entornada de viñedos, hallamos de golpe una pequeña iglesita. A un hombre que manejaba su tractor le preguntamos cómo hacer para verla por dentro. Nos contestó que él tenía la llave. Nos la entregó y se fue.
Muy difícil describir el sacudón que mi hijo Cristóbal y yo sentimos al ingresar: debimos sentarnos, tal era la fuerza de una fuerza que ahí habitaba. La luz, el espacio mágico creado por un arquitecto del siglo XIII, dios parecía estar ahí. La sencillez cálida del espacio encerrado por la piedra, las baldosas antiguas, los ventanales pequeños.
Naturalmente, el lugar no figura en ningún mapa turístico de las iglesias que aconsejan ver. Cuando salimos y nos sentamos en una pirca de piedra para almorzar nuestros sandwiches, notamos que casi no podíamos tragar, la garganta aún cerrada por esa emoción inesperada (¿estética?¿religiosa?¿existencial? Me importa tan poco saberlo).
LAPACHOS TUCUMANOS
¿Qué te reclama cada agosto, lapacho, para regresar florido? ¿Llamar las miradas con tus llamaradas de flores amarillas? ¿Sembrar en el aire, en los suelos, en el alma, tu memoria de futuros agostos? No creo en tu silencio plural y presiento un aullido de savias, colores y labores tras tu fosforescencia rosa, blanca o amarilla. ¿Por qué reclamas mi mirada y por qué mis ojos se encandilan con tu gracia? Quiero saber qué encantamiento nos une a ti y a mí en esta fiesta floral que nos hace atendernos sin distracción posible. Y, como siempre, soy testigo de la magia, no de sus motivos.
Jorge Estrella