De izquierda a derecha: José Dominguez Caparrós (UNED), Ciriaco de Morón (U. CORNELL) y Miguel Ángel Garrido Gallardo (CSIC) |
En el número 2—3 de la Revista Jizo de Humanidades tuvimos el inmenso honor y el placer inestimable de contar con la erudita y eminente presencia de José Domínguez Caparrós (profesor insigne de la UNED, maestro de maestros en el ámbito de los estudios literarios y, en relación a lo que concierne a este trabajo, referente ineludible en relación a los dominios de la métrica española, además de muy estimado amigo). El magisterio de José Domínguez Caparrós ha sido para quien suscribe estas apresuradas líneas de introducción, de vital y reconocida importancia para su formación teórica, técnica y humanística; fuente inagotable de saber sobre el que obtuve apoyo fundamental para el mejor conocimiento de los entresijos dinámicos y estructurales del verso en lengua española. Es por todo ello un privilegio presentarlo (si es que necesita presentación) a todos ustedes a través de este estudio en este medio de difusión digital para su mejor, necesaria y más que merecida difusión entre los avisados, curiosos y también para los no iniciados en el singular, sutil y fascinante mundo de la métrica.
VERSOS DE CABO DOBLADO,
por josé domínguez caparrós
Los conocedores de la poesía de Antonio Carvajal saben muy bien el importante lugar que
la métrica ocupa entre los instrumentos de su expresión. Frecuentemente el
camino hacia la originalidad pasa por esquemas proporcionados por la tradición.
Recuérdense las numerosas variaciones que introduce en la fórmula clásica de la
sextina (Silvestra de sextinas, 1992). La misma actitud ante los
artificios tradicionales le lleva a lo que sin duda hay que calificar de forma
nueva e inventada por el autor: los versos de cabo doblado, de su poema AD
PETENDAM PLUVIAM (en Con palabra heredada, 1999, pág. 8), que dicen
así:
¡Oh nube, cuánta calén-
dula en flor espera llu-
via que le niegas tan hu-
raña y avara sabien-
do que es el agua sostén
de la flor y la alegrí-
a de cuerpos y alma ardi-
dos! ¡No celes sol, y col-
ma la sed con unos gol-
pes generosos y flui-
dos de ti!
El artificio consiste en hacer todos
los versos agudos cortando las palabras finales no agudas –todas menos sostén y
ti– por la sílaba tónica –excepto en el verso 3, hu/raña–, y empezar el verso
siguiente con el resto de la palabra.
Son dos
los procedimientos métricos que están en el origen del experimento de A.
Carvajal: los versos de cabo roto y el encabalgamiento léxico o tmesis.
La relación con los versos de cabo roto cervantinos viene subrayada por el uso
del esquema de la rima de la décima espinela (a b b a a c c d d c), que es la
estrofa empleada por Cervantes en los versos de cabo roto de los preliminares
del Quijote1. Aparte de la adición de un pie quebrado
tetrasílabo que rima con el décimo verso, la fórmula cervantina es modificada
porque no se suprime la parte final de la palabra, sino que encabalga en el
verso siguiente. Se produce sistemáticamente una tmesis o
encabalgamiento léxico. Para destacar la originalidad del poeta
granadino, veamos los comentarios que sobre la tmesis han hecho algunos
tratadistas de métrica.
Miguel Antonio Caro, en las notas con
que acompañó la edición de los Principios de la ortología y métrica de la
lengua castellana (Bogotá, 1882), cita el siguiente ejemplo de un poeta
jocoso que juega «con las rimas partiendo las palabras»:
Y tengo mucho que contarte: ya sa-
brás el casamiento de la Coso
con don Juan Catarino, y que se casa
a disgusto de todos: pero yo so-
lamente por la Nicolasa
lo siento, porque dicen que es celoso...2
eguidamente menciona M. A. Caro el nombre de Calderón como autor que usa este procedimiento.
Los ejemplos del dramaturgo son comentados por otros autores. Felipe Robles
Dégano, en su Ortología clásica de la lengua castellana (Madrid, 1905),
al tratar de los versos en dicción cortada, además de algunos ejemplos
de palabras compuestas separadas entre versos3 , cita los casos de
«ridiculez» y «fea cadencia rítmica» siguientes, todos de Calderón de la Barca:
1
¿Qué crïado ves tratar
De cosa que no sea mar-
Tirizar a su señor?
(La
exaltación de la Cruz)
2
Y es que pues vino aquí a espul-
Garse este hombre, y vio a las dos,
Le demos ahora una zurr;
Pues muerto él, las dos se quedan
Seguras de no ser pu-
Ercas... Pero tente, lengua,
Que en lo infiel eres Dragut.
(Céfalo
y Pocris)4
3
Y la otra mitad a cuenta
De la primera desca-
Labradura que se ofrezca.
(Dicha
y desdicha del hombre)
4
Y hasta ver el de estos chis-
Mes que andan en esta casa,
Sobre si es Félix o Li-
Sardo este hombre que queremos,
Pendiente el alma de un hi-
Lo está a las iras de un tras,
Puesta la vida en un tris.
(Antes
que todo es mi dama)
5
Mandóme don César que
Buscase a don Félix, por-
Que quiere hablarle, y aunque
Me ha costado mucho tor-
Mento, a don Félix no hallé.
(Nadie
fíe su secreto)
El cuarto de los ejemplos de Calderón
que se acaban de copiar es el que presenta más semejanza con el ensayo de A.
Carvajal: asonancia aguda en i con tmesis de palabras, si es necesario (en
sílaba tónica -chis/mes, hi/lo- o átona -Li/sardo); pero los otros versos, sin
rima, conservan su terminación, que si es llana no tiene tmesis5 .
Por lo demás, en los ejemplos de Calderón se observa un predominio del corte en
sílaba átona (mar/tirizar, espul/garse, pu/ercas, desca/labradura, Li/sardo,
tor/mento) sobre el de tónica (chis/mes, hi/lo, por/que); y no falta un cabo
roto (zurr, ejemplo 2).
Todavía puede añadirse algún ejemplo
más recogido por John B. Wooldridge en su estudio del encabalgamiento léxico en
las comedias de Calderón, autor que destaca entre los de su tiempo por el uso
de este artificio. Estos son, prescidiendo de los de palabras compuestas y el
ya comentado de la comedia Mejor está que estaba, los siguientes:
por/que, pri/vilegios, imper/tinente, Trapo/bana, repa/ratur.
Tomás Navarro Tomás, en su Métrica
española (1972, 3.ª ed.), reproduce el ejemplo de Calderón con la palabra
desca/labradura, que ya había citado en 1926 (RFE, XIII) junto al de la
palabra mar/tirizar, también de Calderón. En el mismo trabajo de la Revista
de Filología Española reproduce el siguiente ejemplo de Juan Ramón Jiménez:
Tú que entre la noche bruna
en una torre amarí-
lla eres como un punto, ¡oh luna!,
sobre una í.
Los ejemplos de T. Navarro Tomás vienen
a propósito de la discusión de una edición de la comedia de Lope de Vega Ya
anda la de Mazagatos hecha por S. G. Morley en 1924. Un reseñador de este
trabajo, F. M. S. (Felipe Morales de Setién) (RFE, 1924), propone regularizar
como octosílabos los versos 2404-2405, dividiendo la palabra esca/parme:
Con la confusión logré esca-
parme, y perdida la senda.
Comenta T. Navarro Tomás, en un trabajo posterior del mismo año de la Revista de
Filología Española (1926), el carácter más o menos burlesco de los ejemplos
citados, pero no descarta su empleo en composiciones serias. Ejemplo de uso
serio o festivo, que ilustra este «fenómeno innegable dentro de su rareza»,
sería la división de la palabra en el interior del alejandrino, tal como la
practica Rubén Darío: Y el duelo de mi co/razón, triste de espinas. En
conclusión, para el ilustre metricista, el fondo del asunto está en «la
competencia entre la sintaxis y el metro».
No se trata ahora de estudiar la
cuestión «con el detenimiento que merece» –en las mismas palabras con que
Navarro Tomás termina su segundo trabajo–, pero sí me parece que tiene interés
aportar lo que el polígrafo Juan Caramuel, en 1665, decía sobre la cuestión en
su tratado Primus Calamus. Tomus II. Ob oculos exhibens rhythmicam6 .
En el artículo dedicado al uso de las dicciones cortadas en los poemas
distingue varios casos: el primero es el de los versos de cabo roto, que
ejemplifica abundantemente; el segundo, el de voces partidas al final de verso;
el tercero, el de palabras cortadas por una palabra intermedia (ejemplo en
latín de Virgilio: septem subjecta trioni, por subjecta septemtrioni; en
español, Es Cava-llero y llerizo, de Anastasio Pantaleón). El
caso segundo es el que interesa en relación con los versos que venimos
comentando, los de cabo doblado. Después de citar ejemplos latinos (de
Horacio: V-xorius; de Catulo: ulti-mosque, entre otros) dice que «raramente
encontrarás estas rupturas entre italianos y españoles», si bien cita como
ejemplo una décima espinela del poeta gongorino del siglo XVII Anastasio
Pantaleón de Ribera, que termina así:
Si darle Vsted determina,
Destas disculpas la avise,
Quando le leyere mi se-
ñora Doña Catalina.
Obsérvese que la palabra cortada,
se/ñora, lo está en sílaba átona, no se hace aguda y consuena en -ise. El
interés de Caramuel reside, a nuestro parecer, en que trata en el mismo
capítulo los versos de cabo roto y los de cabo doblado, con lo
que se establece una relación conceptual en cuanto que son versos con palabras
cortadas.
El recorrido por la historia de la teoría del encabalgamiento que traza Antonio Quilis en su Estructura
del encabalgamiento en la métrica española (1964) nos proporciona más
ejemplos del tipo de encabalgamiento léxico. Dejando aparte el caso de los
adverbios en -mente, pueden citarse: lança/dera, es/parcillos (pág. 5:
Bartolomé Jiménez Patón); perma/neciendo (pág. 7: Francisco de Aldana);
estor/baba (pág. 15: Juan Caramuel); ama/rillo, tar/de (pág. 39: Juan Ramón
Jiménez); juz/gado (pág. 42: Trueba); ene/migo, badu/laque (pág. 43: Ricardo
Palma).
En su
utilísimo trabajo titulado Para un vocabulario de la rima española
(París, 1995), Daniel Devoto considera como tmesis la «división
arbitraria de una voz simple en dos series de sílabas, donde la primera puede
proporcionar una rima difícil o imposible»; así es como Lugones consuena
empre/sa y siempre (págs. 176-177). Las rims trencatz de los provenzales
son rimas en tmesis (pág. 141).
Terminemos esta relación de ejemplos
con el epigrama de Tomás de Iriarte (1787) en que se alude al fenómeno y se
emplean como agudos al final de verso monosílabos átonos:
«Critícase a cierto poeta que acostumbraba
truncar en sus poesías el sentido de las expresiones, dividiendo entre el fin
de un verso y principio del otro algunas dicciones que deben usarse siempre
unidas.
Muchos dicen que, porque al
verso siguiente va con
las palabras de otro, don
Fulano pasa por mal
versista; pero aun con tal
error, cumple como buen
poeta, pues poniendo en
sus versos cabales las
sílabas, deja a otro más
hábil colocarlas bien.
(Clásicos
Castellanos,
136,
págs. 135-136)
El pequeño muestrario de teorías y
ejemplos destaca la originalidad del experimento de A. Carvajal al conjugar
sistemáticamente los artificios del cabo roto y la tmesis. De ahí
la expresiva denominación de cabo doblado, inventada muy oportunamente
por el autor, en la explicación que acompaña entre paréntesis al título del
poema copiado.
Muy recientemente vuelve a emplear el
artificio, y mezcla los versos de cabo doblado con los agudos. Hay un
caso de corte de la palabra por sílaba no tónica (jazmi/nero). Las dos estrofas
son, respectivamente, una undécima y una décima, no espinela. Diez de los
veintiún versos son agudos, en proporción mayor que en el primer ejemplo. Este
es el texto, publicado en septiembre de 2002 por el Centro Cultural de la
Generación del 27, en el cuaderno número veintiséis de Máquina & Poesía,
pág. 8:
Huerta de San Vicente, verano
Todas las rosas no son
la rosa. Todos los ti-
los, no la paz. El jazmi-
nero enlaza su canción
con la cal, con el balcón
pintado de verde. Fue
la dicha posible. ¡Qué
generosa la armoní-
a de flor y fruto y a-
gua clara, tan clara y cla-
ra que sólo canta: «Sí»!
Desliza una nube el vés-
pero por la quieta atmós-
fera sin pájaros; nos
roza la frente y, por pies,
gana una cinta leja-
na, país de nieve ba-
jo los opulentos dí-
as que la sed tanto año-
ra. Y dice la tarde: ¡«No»!
Y el agua repite: ¡«Sí»!
¿Qué sentido tiene el invento de los versos
de cabo doblado en la poesía de A. Carvajal? Evidente es su referencia a
formas del pasado, que modifica en un asombroso ejercicio de lucha con la
dificultad; su innovación basada en el juego con la tradición. Pero hay algo
más también: sólo quien tiene un sentido muy desarrollado del metro y del ritmo
puede forzar hasta tales extremos la sintaxis. Por eso el comentario entre
paréntesis del título del poema Ad petendam pluviam, con su aire jocoso,
encierra una gran verdad al afirmar que son versos para «conjurar una cursilada
prosaria». Léanse como si fuera prosa y se descubrirá todo el sentido estético
del invento.
José Domínguez Caparrós
(UNED)
Madrid
1 Véase nuestro trabajo Métrica de Cervantes, Alcalá de Henares, CEC, 2002, págs. 157-160. Allí puede leerse un resumen de la historia del uso de esta clase de versos.
2 V. Notas a la «Ortología y Métrica» de Don Andrés Bello, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1980, pág. 67.
3 Se trata de los ejemplos siguientes: miserable/mente, en Fray Luis; afrentosa/mente, en Moratín; cate/cúmeno, guarda/infante y derriba/príncipes, en Calderón; desama/te, en Fray Luis.
4 Ejemplo mencionado por Miguel Antonio Caro en sus notas a Bello. Op. cit., pág. 68.
5 Otro caso muy parecido es el del pasaje de la comedia de Calderón Mejor está que estaba, citado por John B. Wooldridge (Revista de Literatura, 1987, n? 97, pág. 157), también con asonancia en i de las palabras: cin/tura, tri/pas, cin/tas, pasti/llas.
6 El tratado de Caramuel, que en su tomo primero (1663), ofrece un conjunto importantísimo de ejemplos de laberintos, en este segundo conforma un amplio estudio comparatista de la métrica de muchas lenguas, como la continuación del título explica perfectamente: Rhythmicam, quae Hispanicos, Italicos, Gallicos, Germanicos, etc. Versus metitur, eosdemque, Concentu exornans, viam aperit ut Orientales possint Populi conformare, aut etiam reformare proprios Numeros.
Enlace al blog de la Revista Jizo de Humanidades
Muy interesante. Soy un apasionado de la rima, quizá porque fue de lo que más leía en mis inicios, ya fueran décimas, romances, u otras muchas formas; pero en mis intentos de rebuznar gráficamente, uso y abuso con el soneto sobre todo, y alguna décima, octava...o romance. Acá salgo avisado de esta singular manera. Un abrazo y gracias, amigo.
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