La tercera entrega sobre gatos y poesía ocupa un lugar de privilegio en la sección de Microensayos del blog Ancile, con la que tan gratamente nos viene ilustrando el profesor Tomás Moreno, bajo el mismo título de Gatos y poetas II.
GATOS Y POETAS II,
POR TOMÁS MORENO
Si dirigimos ahora nuestra mirada a la
poesía en lengua española comprobaremos que la atención dedicada a los gatitos
a lo largo de nuestra historia literaria no le va a la zaga, en calidad y
cantidad, a la escrita en otras lenguas foráneas antes revisadas. Desde Lope de Vega (“La Gatomaquia”) a
Ramón Gómez de la Serna (gregerías
poéticas…); desde Pablo Neruda (“Sueño de gatos”) o César Vallejo (“altura y
pelos”) a Félix María de Samaniego (“La vieja y el gato”); desde Herrera
Ressing (“El guardabosque”) y Baltasar del Alcazar (“Salir por pies”) hasta
Gloria Fuertes (“El gato Pirracas”) o Ramón de Campoamor (“La carambola”) el
motivo felino ha dado ocasión para que nuestros poetas, además de lustre
literario, pudieran ofrecernos aspectos y perspectivas interesantes y
sorprendentes de los gatitos domésticos. Entre ellos es obligado comenzar por
el “Fénix de los Ingenios”, nuestro gran clásico madrileño Fray Félix Lope de Vega y Carpio, que dedicó toda
una obra, bien extensa, La Gatomaquia,
a ensalzar a sus protagonistas, la gata Zapaquilda y el gato Mízifuf. De ella seleccionamos o entresacamos este
bello, como suyo, Soneto.
SONETO
Con dulce voz y pluma diligente,
Y no vestida de confusos caos,
Cantáis, Tomé, las bodas, los saraos
De Zapaquilda y Mízifuf valiente.
Si a Homero coronó la ilustre frente
cantar las armas de las griegas naos,
a vos, de los insignes marramaos
guerras de amor por súbito accidente
Bien mereces un gato de doblones,
aunque ni Lope celebréis, o el Taso,
Ricardos o Godofredos de Bullon.
Pues que por vos, segundo Gatilaso,
quedarán para siempre de ratones
libres las bibliotecas del Parnaso.
Seguimos con J. L. Borges, al que le fascinaban desde pequeño, los felinos y los
tigres, y que iba al zoológico cercano para admirar la elegancia del tigre,
tenía un profundo amor por los gatos. De ellos Borges
dijo una vez: “Nadie cree que los gatos son buenos compañeros, pero lo son.
Estoy solo, acostado, y de pronto siento un poderoso brinco: es Beppo, que se
sienta a dormir a mi lado, y yo percibo su presencia como la de un dios que me
protegiera”. Y también: “Siempre preferí el enigma que suponen los gatos”. Tuvo
varios gatos de los que solamente conocemos dos, llamados Odín y Beppo; el
primero, un hermoso gato blanco que jugaba con los cordones de sus zapatos y se
dormía en su regazo, fue así llamado en honor al dios de la mitología nórdica.
Y el de Beppo, un gato atigrado de mal carácter pero que congeniaba con su amo,
fue inspirado por Lord Byron, que
poseía entre sus cinco gatos, uno de igual nombre, y que según cuentan viajaban
con él allá donde fuera. En su obra “La cifra” (1981) Borges le dedicó un poema
comentando un suceso en el que un día su gatito se miraba en un espejo y creyó
ver a otro gato (un posible rival): “Se llamaba Pepo pero era un nombre horrible,
entonces lo cambié enseguida por Beppo, el gato de Byron. El gato no se dio
cuenta y siguió su vida” (Información y
datos tomados del Blog “Gatos y respeto.org”, de 21 de julio, 2016).
Si tuviéramos que elegir un solo poema gatuno,
como paradigma o arquetipo de las cualidades del pequeño felino, ese sería, sin
duda, el titulado “A un gato” de “El oro de los tigres” (1972).
A UN GATO
No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva
el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa
eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo
estás. Eres el dueño
De un ámbito cerrado como un sueño.
Pero
como podemos elegir alguno más ahí va este dedicado a “Beppo”, de igual título,
incluido en La cifra (1982):
BEPPO
El gato blanco y célibe se mira
en la lúcida luna del espejo
y no puede saber que esa blancura
y esos ojos de oro que no ha visto
nunca en la
casa son su propia imagen.
¿Quién le dirá
que el otro que lo observa
es apenas un
sueño del espejo?
Me digo que
esos gatos armoniosos,
el de cristal y
el de caliente sangre,
son simulacros
que concede al tiempo
un arquetipo
eterno. Así lo Afirma ,
sombra también,
Plotino en las Ennéadas:
¿De qué Adán
anterior al paraíso,
de qué divinidad indescifrable
somos los hombres un espejo roto?
El
genial poeta andaluz Rafael Alberti
conservó su alma de niño grande para recuperar alguna de sus vivencias
infantiles una vez transterrado al exilio de Roma. En su edad madura, y con su
gracia gaditana y su enorme talento literario, nos dejo en este delicioso poema
una crónica burlesca de algo tan propio
entre gatos y ratones como una nocturna jornada de caza.
GATOS GATOS y
GATOS y MAS GATOS
Me cercaron la alcoba en que dormía.
Pero gato que entraba no salía,
Muerto en las trampas de mis diez zapatos.
Cometí al fin tantos asesinatos
Que en toda Roma ningún gato había,
Mas la rata implantó su monarquía
Sometiendo al ratón a sus mandatos.
Y así halle tal castigo, que no duermo,
Helado, inmóvil, solo, mudo, enfermo,
Viendo agujerearse los rincones.
Condenado a morir viviendo a gatas,
En la noche comido por las ratas
Y en el amanecer por los ratones.
El
poeta y escritor peruano Eduardo
Chirinos, de la generación del 80,
profesor de Literatura Hispanoamericana en varias Universidades estadounidenses
(Filadelfia, Pensilvania, Montana) perteneció, con los también poetas peruanos José
Antonio Mazzotti y Raúl Mendizabal, al conocido grupo denominado “Los Tres
Tristes Tigres”. Su afinidad con los felinos, a pesar de su retorico rechazo de
los mismos, se manifiesta en este precioso poema a ellos dedicado en el que nos ofrece todo un pertinente, perfecto epítome
de las más célebres y significativas poéticas gatunas, desde Baudelaire, Lope
de Vega y Lewis Carroll, hasta Perrault, Roberto Carlos y Natsume Soseki.
Falleció tempranamente a los 55 años en los Estados Unidos y es considerado
como uno de los grandes poetas hispanos del siglo XX. Su poema tiene como
título:
GATO
NOCTURNO DESTRUYE SU LEYENDA
No sé si me gustan los gatos. Tampoco
Si me gustan los perros. Jamás he tenido
Mascotas en casa (tampoco niños), pero
Un gato me visita siempre por las noches.
“Debes ser el gato de Baudelaire, le digo.
Veo tus místicas pupilas, tus ojos de metal
Y ágata mirarme a través de la oscuridad”.
Pero el gato no responde: “Entonces eres
Micifuz el extranjero o Marramaquiz
el que araña las bibliotecas del Parnaso”.
Pero el gato estira sus lomos sin decirme
Nada. “¿Has visto acaso de Cheshire
y no entiendes español?, ¿acaso apareces
y desapareces y muestras de noche tu
sonrisa sin gato?” Pero el gato, pardo
como todos los gatos, ni siquiera sonríe.
Pruebo entonces
con el gato con botas,
con el gato triste y azul que nunca se
olvida, con el gato filósofo de Natsume
Sosecki “que aún no tiene nombre”. Pero
El gato levanta su cola, da media vuelta y
Se marcha indiferente, hacia la noche fría.
Con
su habitual retranca gallega, y lacónico estilo, este poema de Miguel D’Ors ----uno de los pocos “poetas mayores” con los
que hoy cuenta la poesía española, y no por su edad, sino por su indiscutible
calidad--- refleja a la perfección la forma de comportarse del félido
doméstico, adormecido, comodón, arisco, sorpresivo indiferente y “muy digno”. Pertenece a uno de sus últimos
libros publicados Átomos y Galaxias,
Renacimiento, Sevilla MMXIII, su título, revela la concreción con la que está
escrito: “Gato”.
GATO
Un gajo de pasillo
dorado por el sol
de invierno, una quietud
de silencio y calor
y el gato arrebujado
de sueño en el rincón:
una bola de pelo
blando y cálido. No
se oía ni una mosca
en toda la región.
Alejado del mundo en mi beato sillón,
Con el sueño del gato
Casi me duermo yo.
De pronto, sin ninguna
aparente razón,
el gato abrió sus ojos
de color de limón,
movió una oreja, se
puso en pie, bostezó
con todo el cuerpo,
como solo los gatos lo
hacen, se dio la vuelta
muy digno, levantó
de una forma insultante
la cola y se marchó,
sin despedirse, hasta
la próxima ocasión.
Seducidos,
conjuntamente, por los gatos y por los niños,
una serie de poetas singulares ha sabido elevar la literatura infantil y
adolescente al nivel de pequeñas pero espléndidas obras de arte, con un plus de imaginación, ternura y candidez.
No desmerece esa literatura infantil y juvenil, por su sencillez, sensibilidad
y pulsión moralizante y/o didáctica, de cualquiera otra orientación
literario-formal o género literario canónico. Su calidad sustantiva en nada
disminuye por aquellos lectores u oyentes a los que se dirige: los niños y los
lectores más jóvenes. Recordemos únicamente que poetas y escritores tan grandes
como J. R. R. Tolkien, James Matthew Barrie, Michel Ende, Julio Verne, Mark
Twain, T. S. Eliot, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Federico García Lorca,
Rafael Alberti, Miguel Hernández, García Montero etc. han escrito libros a
ellos dedicados: coplas, canciones, nanas, cuentos, relatos, fábulas, apólogos,
poemas, e incluso tratados didáctico-poéticos que forman parte de la cultura
popular y también de la cultura denominada culta o académica.
Nos
referiremos aquí exclusivamente a aquellos que han dedicado una parte, por
pequeña que sea, de su producción a escribir relatos, poemas, textos referidos
a felinos o protagonizado por los gatos. El primero de ellos es Miguel Hernández, el poeta de Orihuela,
inolvidable autor El rayo que no cesa
(1936) y, en lo que aquí nos interesa, de
Nanas de la cebolla (1939),
canciones de cuna dedicadas a su segundo hijo, Manuel Miguel, mientras se
encontraba encarcelado en la prisión de Torrijos. Sabemos por una noticia de
prensa (de la periodista Martina Brown en El
Español, del 15 de marzo de 2017) que en sus últimos días, mientras estuvo
encarcelado en la cárcel de Alicante, pudo conocer a este, su segundo hijo,
tras las rejas de la prisión, y que incluso llegó a escribir a lápiz, y en
pequeñas hojas de papel higiénico, cuatro preciosos cuentos dedicados también,
como las Nanas, a él, a “Manolillo”
como Miguel lo llamaba: “El potro obscuro”, “El conejito”, “Un lugar en el
árbol” y “La gatita Mancha y el ovillo rojo”. Primorosamente escritos. En el
último cuentecito versificado, y de intenso sabor y saber popular, la
protagonista felina trata de escapar de una cárcel de algodón. Cuando,
asustada, logra huir dice: “¡Fus! ¡Fus! ¡Parafus! / porque el gato más
valiente, / si sale escaldado un día / huye del agua corriente, / pero, además,
de la fría”. Este fue el tierno homenaje que este poeta sin igual ofreció antes
de morir a su hijito y a la gata de su
cuento.
Si Miguel
Hernández se muestra tierno con los niños y con los animales, no menos tierna y
sensible se manifestó en sus lindos poemas Gloria
Fuertes, de la “Generación del 50”. Esta inmensa humilde poeta, fallecida
en Madrid en 1998, conocida como “la poeta de los niños”, dedicó prácticamente
toda su prolífica producción literaria, caracterizada por la alegría, el humor,
el espíritu de juego, a los niños y niñas de su pueblo (Madrid: España). Tuvo
además la virtud de explorar en sus textos las posibilidades del lenguaje para
destruir prejuicios y descubrir en lo popular, y en el “habla” infantil y de la
gente común, riquísimas dimensiones de lo real ocultadas a presuntuosos,
estirados o pedantes. Leídas con mirada de niño y con espontánea inocencia, sus
versos nos hacen reír y llorar, pensar y emocionarnos. Lo que ya es algo: más
no se le puede pedir a la Poesía. El poema gatuno elegido en este caso es:
EL GATO PIRRACAS
El gato
Pirracas estaba helado,
El gato Pirracas vivía en el tejado.
La gata Timotea con las patas se asea,
La gata TImotea vivía en la azotea
“¡Bájate conmigo gato!; salta, gato, no
seas pato”
“Tengo comida de lata”, le dijo la gata.
Francisco
Acuyo
creador y gestor de este blog literario Ancile y discípulo, admirador y amigo del gran poeta granadino, de
Albolote, Antonio Carvajal*, es un
amante incondicional de los gatos. Actualmente goza de la compañía de siete
gatos con nombre y “personalidad” propias: Marramaquiz, Zapaquilda, Zoraida,
Friz, Mar, Timoteo y Carpincho. Dos están en su piso “granaíno”, los otros
cinco en su casa de campo. Autor de una docena larga de libros de poesía y de
media docena de ensayos meta-literarios en su mayoría. Entre sus libros podemos
destacar Los Principio del tigre
(1997 y Haikus de la Alhambra (2014).
Como poeta yo lo calificaría como
“jánico” (de “Jano bifronte”, el dios griego poseedor de dos frentes o
caras que miraban en dirección opuesta). Es, en este sentido, un autor
ambivalente: por una parte un poeta de culto, clásico, hermético a veces,
habitualmente juanramoniano en busca de la
pureza poética esencial y orfebre del lenguaje siempre, caracterizado
por una utilización del barroco gongorino, que es clave en su identidad
poética. Y por la otra, poeta popular que domina las formas y métrica de la
poética andaluza desde las letrillas
gongorinas hasta las distintas formas de la copla; desde la poesía japonesa,
el haiku, tan cercana al flamenco, hasta
el romance tradicional, que domina a la perfección, “romancista consumado” en
opinión de Rosa Navarro Durán. Desde que
lo conozco, alterna, sin solución de continuidad, ambos perfiles.
De
Francisco Acuyo hay que resaltar, para los fines de este ensayo, especialmente
su poemario De Feles Dignitate-Gatodicea- o El coloquio de los gatos, aun no publicada, dedicada por entero a
los gatos y dirigida al solaz, la sonrisa y la edificación de los niños (y de
los mayores). Una composición poética que, sin ser una remake, ni un pastiche, ni tampoco una burda imitación, sí recuerda
---en su formato e intertextualidad, en su denominación e intencionalidad--- a
dos de los libros pioneros sobre gatos y perros, de la literatura española y
occidental: La Gatomaquia de Lope de
Vega y El coloquio de los perros de Cervantes. Diálogo o coloquio
delicioso, en el que se pone de manifiesto esa veta de ternura hacia la
infancia y también ese amor a los animales, especialmente al felino doméstico,
que no contradice, para nada, la otra
vección profunda filo-sófica y filo-científica de su producción literaria y de
su personalidad intelectual. Consta de XVII
apartados precedidos por una Nota
Introductoria, en donde explica las circunstancias y motivos de su
creación, y por dos sonetos (I. Marramaquiz y II. Zapaquilda) más XV poemas
dialogados, que constituyen y configuran un bello y largo Poema en el que sus
gatos intervinientes transmutan sus rasgos felinos en humanos transformándose
en gatos-filósofos, que asumen en sus
argumentaciones y diálogos, modos de pensar propios de los pensadores de todos
los tiempos (socráticos, platónicos, aristotélicos, cartesianos, empiristas y
hasta kantianos). Leamos, pues, con atención estas dos muestras de su libro, un
Soneto sobre el gato Marramaquiz y un
fragmento de la disquisición metafísica de un filósofo-gato de nombre Benito
Espinosa:
MARRAMAQUIZ
De lamerse después en el tejado,
Marramaquiz prudente, sabiduría
de lo celeste y lo profano hacía
en honda ontología ensimismado.
Abundante y profunda en la innombrada
agenda hiciese y diligente guía
de ciencia: intelectual orfebrería
donde quedó el saber a su cuidado.
Acuden en tropel, no obstante, dignos,
serios, disciplinados pensamientos
que hablan sobre el silencio de los signos
inveterados de sapiencia viva,
que levantan, diríase, monumentos
de conciencia felinos reflexiva.
POEMA XI (fragmento)
“Si disperso o junto,
seguro o accidental,
caprichoso constante,
sujeto o bien
objeto,
eterno o bien
efímero al instante,
la faz del
mundo no sería nunca la misma
hasta el mundo en que el gato
sionista, dicen que marrano,, si
bien de muy pura de bengala raza –y discreto-
que al nombre respondía de Arrebato,
castigo y plaga del sofisma
todo en su ópera póstuma transforma,
así filosofía fue la cara
ciencia donde de grado el panteísmo
más elevado, no el humano,,
sino aquel que este gato mismo
en el mundo universo elaborara.”
Dicho esto y, ya encorvado
Primero el lomo y, luego, prolongado
ad infinitum, félida y elástica estructura,
se despereza cual
luenga fuese y flexible su figura
y entonces, tras un rato bostezando
prosigue con la línea del discurso:
“Observen la sustancia
en presta vigilancia,
y el atributo y su conato,
vean qué personal
filosofía de la vida
hace, donde el amor intelectual
se mira en Dios, y en forma no fingible
hubiera de mirarse cada gato”.”
Como colofón
de esta aproximación poético-sentimental a los félidos peludos ningún homenaje más delicado y cariñoso que
este poema de Rosaura Álvarez, poeta
granadina (nada menos que del Albaicín, que imprime carácter), una de las
poetas más representativas del panorama literario granadino, en el que abundan
numerosas y excelentes mujeres poetas. Pertenece a la Academia de Buenas Letras
de Granada, profesora de Historia del Arte y
exquisita artista con una privilegiada formación musical pictórica y
literaria que se ha reflejado felizmente en su obra poética e intelectual y en
su elegante y lúcido talante personal.
Entre su muy extensa y variada obra destacan: De aquellos fuegos sagrados
(Granada, 1988), edición al cuidado de Antonio Carvajal; y Lumbres
apagadas (2012), poemario con el que inicia una nueva etapa de “poesía esencial,
desnuda”en su trayectoria poética, oscilante entre el arrobo de la
espiritualidad religiosa y de la mística y el esplendor poético del arte y de
la búsqueda de la belleza. En el texto poético que seleccionamos ---un
absolutamente perfecto poema--- Rosaura nos ofrece con emoción contenida, una tierna despedida de su gatito, llena de
lírico sentimiento e impregnada de una nostalgia que nos interpela y conmueve
profunda y fuertemente.
FELINO MÍO
Felino mío, no te empeñes:
Tus saltos ya no tienen eficacia,
tampoco gracia. Andas ya
de despedida, como el débil sol
en el ocaso. Rondas el jardín
como antaño lo hacías,
mas no tienes el gentil gesto,
prestancia del pisar, avizorar
del instante la presa sabrosísima
que tu ser gozaba.
Felino mío
tu mirar brumoso,
tu desgastado olfato,
tu lentitud… denuncian
el sol en el poniente,
tu luz despavorida,
aquella deleitosa luz de ayer
para atrapar a un pájaro.
Tomás Moreno
*El gran poeta granadino Antonio Carvajal ---considerado por la crítica más prestigiosa y
exigente como uno de los más grandes
poetas españoles de nuestro tiempo--- en
una reciente y memorable presentación de una muestra antológica de su obra en
la “Ciudad ilustrada” (de la editorial Entorno gráfico), celebrada en la Librería Picasso de Granada --- confesaba que el título de su primer y
deslumbrante libro Tigres en el jardín,
de 1968, le fue sugerido por la
algarabía que formaban por la noche las
gatas en celo –esos como pequeños
felinos/tigres--- en el jardín de su casa de Albolote, lo cual es, sin duda
alguna, un nuevo y recién descubierto
timbre de gloria en el haber de los
pequeños felinos alboloteños, que
propiciaron su inspiración, o le dieron ocasión a crear tal espléndida
joya literaria.