DE LA NADA Y SUS
LÍMITES:
A VUELTAS CON LA INFORMACIÓN Y SUS LÍMITES
EL procesado de datos (el dato
viene a ser el despliegue simbólico -de números, sintagmas basados en un
alfabeto estructurado por una gramática-, por una relación algorítmica… que
viene a representar cualidades -o cantidades- de atributos o variables atribuibles a hechos,
entidades…) refleja valores que referencian (mediante su mensaje) un
conocimiento determinado sobre sujetos o sistemas muy variados. Resaltamos en
este punto la importancia del carácter epistemológico de la información en tanto que se
instruye y fundamenta en el conocimiento mismo. Es importante esta aclaración
por las razones que iremos exponiendo y desglosando en esta exposición nuestra.
La atención al mundo fenoménico centraliza de manera capital el estudio de la
información vinculada al conocimiento que le es accesible, expresable y
comunicable mediante la interrelación de datos (números, letras, sintagmas,
algoritmos, formulaciones lógicas…). Llegados a este punto, cabe interrogarse
si el interés y vigilancia del conocimiento aportado por las diversas formas de
información comunicable se debe circunscribir exclusivamente al ámbito de los
fenómenos, o también puede y debe abarcar el dominio de la mente, si es que su
naturaleza es en verdad extraíble del perímetro positivo, lógico y conceptual
con el que se accede al estudio y entendimiento de lo natural fenoménico.
No
pretendemos reestablecer la tan manida controversia sobre el dualismo
cartesiano mente y mundo, que muy bien podría inferirse de lo anteriormente
expuesto. No obstante, sí nos parece legítima la interrogante (filosófica)
fundamental traída al ámbito de la ciencia sobre ¿qué es el universo mundo -que
diríase nos rodea-? Así también, y acaso como consecuencia de la primera
¿quiénes o qué somos y cuál es la relación nuestra –si somos algo- con el
mundo? El ámbito del conocimiento científico (como el filosófico) es
perfectamente válido para intentar dar respuestas a estas interrogantes, y el
despliegue de conocimiento en este intento se manifiesta en forma de información
comunicable.
¿Es
la extinción, la muerte, la disolución de la materia, que tiene(n) como
consecuencia la pérdida de todo conocimiento y a la sazón de cualquier
información recabada –y que nos llevaría a imaginar su ausencia-, el acceso a
la puerta del vacío, de la nada? Es algo muy notable que el esfuerzo científico
(también el filosófico) aspira(n) al conocimiento de la estructura y
funcionamiento de la realidad así como el discernimiento y comprensión de quienes son –somos- capaces de aspirar a dicho
conocimiento. El concepto de vacío, de nada se nos antoja(n) francamente
difícil de aprehender, esto desde el mismo conocimiento científico (y desde
luego del filosófico); veíamos en anteriores entradas[1]
que en relación a la disolución de la singularidad cósmica del agujero negro,
la pérdida de la información en dicho proceso levantaba no pocas dudas y
bastante controversia[2].
De hecho la realidad cósmica en proceso de expansión desde el Big Bang, plantea
una problemática no del todo resuelta en relación al vacío –a la nada-
primigenia antes de su nacimiento (hace aproximadamente alrededor de unos
13.700 millones de años). Pero estas cuestiones señaladas en atención a sus
potenciales problemáticas serían motivo de otra discusión; nos centraremos
nosotros en este caso a la cuestión del lenguaje y de este como proyector o
canal de comunicación de información sobre aquellos asuntos y materias que
ponen en jaque la misma capacidad del lenguaje y de la misma ciencia para
exponer sus particulares características y naturaleza.
Cuando
hablamos de la nada, del vacío, de la muerte como disolución y extinción de la
materia (de la información y de la conciencia como consecuencia de la realidad
de esta –de la materia, -decimos-), ¿sabemos en realidad lo que decimos?;
¿podemos significar siquiera lo que aquella nada, vacío, muerte sean?
Si
observamos la etimología de nada (nata; nata, natus-a-um), que se
trascribe como nacido, originado), proveniente del verbo nasci: nacer. No entraremos en la extravagante evolución semántica
que del nati llevaría, finalmente, al
valor negativo del participio, el cual daría lugar al nadi, aunque en verdad no deja de resultar cuando menos curiosa
dicha transformación, lo que muy bien puede movernos a conjeturar sino proviene
de la propia dificultad de conceptualizar la idea misma de la nada. Dificultad
que desde luego se hace extensiva a la filosofía y a la ciencia. Indagaremos en
post ulteriores sobre esta contrariedad e inconveniente de significar este tipo
de ideas en el ámbito del conocimiento científico (y filosófico) e incluso en
la propia configuración de significado lingüístico.
Francisco Acuyo
[1] La muerte o la paradoja de la información: http://franciscoacuyo.blogspot.com/2018/09/de-la-muerte-o-la-paradoja-de-la.html ; La muerte de la información y los límites del lenguaje. http://franciscoacuyo.blogspot.com/2018/09/la-muerte-de-la-informacion-y-los.html