Para la sección, Ciencia, del blog Ancile, traemos un nuevos post que lleva por título: La muerte de la información y los límites del lenguaje.
LA MUERTE DE LA INFORMACIÓN
Y LOS LÍMITES DEL LENGUAJE
Si morir (mori) es dejar de vivir, y la muerte (mors, morti) es la cesación de la vida (vita, bíos), la destrucción, el aniquilamiento,[1] la conclusión de la homeostasis en los seres
vivientes. No obstante, la cuarta acepción del diccionario de la RAE, atribuye
vida a un proceso que dura en el tiempo,
y muerte a su destrucción y aniquilamiento. Así, la muerte como proceso
neurofisiológico y bioquímico parece claro. No lo es tanto desde la óptica de
la termodinámica (e incluso en el mismo dominio de la neurología). Lo que
parece reunir ideas y analogías varias sobre la muerte es que esta está sujeta
al proceso de dejar de existir. La existencia (exsistentia), ex: hacia
fuera; sistere: estar en un sitio o
en una posición; nt: agente, que
equivale a; y ia: cualidad, que viene
a significar lo que se hace con industria y es competente y resistente; todo lo
cual nos viene a inferir que existe todo aquello que mantiene la acción de vivir
o bien la de mostrarse –dinámica y complejamente- como realidad. En este sentido último no es de
extrañar el uso de las acepciones de muerte atribuibles a entidades no
propiamente sujetas a las homeostasis inherentes de los seres biológicos; véase
la expresión: muerte térmica del universo[2], -que ofrecen un exponente básico en la concepción misma de los procesos dinámicos vitales, como es el de la creación- . Ahora bien, volviendo al inquietante título inicial (De
la muerte o la paradoja de la información), expondremos el concepto
de muerte en relación a la idea genérica de la información y de la pérdida de esta.
La
informatio (acción y efecto de dar
noticia de algo) es referida conceptualmente a través varias ópticas o
aproximaciones (biológica, computacional, comunicación…) que tendrían en común la
atención al proceso de datos (sensoriales, de complejidad, de movimiento,…) que
afectarán al conocimiento de individuos o sistemas –seres vivos, sistemas
expertos, sistemas físicos,…- en su interacción con el entorno. Este informare es el que dará forma a la
mente, a los organismos, a los sistemas químicos y físicos (véase la entropía)… y expone en algunos casos cruciales[3]
nada menos que el cumplimiento o no del principio de causalidad[4]
, por lo que su relación con cualquier sistema dinámico es fundamental y su
presencia y desaparición es de capital importancia para el entendimiento y
descripción de la estructura y funcionamiento de cualquiera de estos sistemas.
Si la muerte
es, decíamos, el telos postrer de la
vida, de la existencia, el fin de todo, también lo será de la información. Y se
hace nuevamente necesaria la anterior interrogante expuesta: ¿no ha de quedar algo en esa singular fuente
de conocimiento y de información que una vez fue conciencia del mundo y de su
singularidad personal cual es la entidad humana? Compartiría espacio con esta pregunta otra ¿No ha de quedar algo –siquiera información- en la extinción de
un sistema complejo de los anteriormente referidos, o solo queda, nada, y su extinción es completa? Insistimos en que el caso
de los agujeros negros nos parece un ejemplo extraordinariamente fascinante y
particular para establecer analogías y metáforas, sobre todo por su necesaria relación con la naturaleza de lo que hemos venido denominando la constante
espacio temporal, y no cesa de sugerir planteamientos de manera no menos seductora. En párrafos anteriores (el post inmediatamente
anterior a este) exponíamos que en realidad el agujero negro no era tan negro,
la radiación de Hawking nos mostraba
que algo sí que escapaba de la masiva
gravedad del mismo antes de su evaporación o desintegración o muerte de esta
singularidad. No obstante, ¿es cierto que toda la información desaparece, aun
con la emisión de esta energía? Lo veremos con detenimiento en el siguiente post. No obstante terminaremos este recordando que es preciso prestar atención a la observación -matemática- de aquellas singularidades, entonces teóricas, de las que Einstein deducía que la
gravedad no es una fuerza, sino una característica del espacio-tiempo. También,
nuevamente, invocamos aquello anteriormente expuesto de: deducimos del comportamiento de los mismos
agujeros negros que, si bien estos son el espacio receptáculo en el que se
depositan las partículas y que estas no permanecen allí, las partes
constituyentes de dicha entidad han de ser las del propio espacio. Luego el
espacio no será o (mejor) no está tan vacío[5], cuestión esta que abre otro debate no sólo científico, también filosófico sobre el vacío y sus relaciones con el concepto de nada que también más adelante debatiremos con la atención que merece.
Todo esto suscita, en un enamorado
de la física (aunque sólo aficionado y algo fantasioso y de imaginación inquieta), conjeturas sobre cuestiones que acaso desbordan esta admirable disciplina de la ciencia, y
creo que para el lector atento, iniciado o no esta extraordinaria insturcción, pueden suscitar una
suerte de reflexiones sobre la naturaleza tanto de la materia como de aquello que la
contiene, a saber, el espacio (tiempo), que resueltamente no acabarán de dejarnos
indiferentes.
Será
bueno adelantar, para finalizar este post y adelantar el siguiente, un problema añadido al de la
complejidad del asunto debatido, a saber, el de la insuficiencia del lenguaje (y no sólo del ordinario, acaso también del matemático) para expresar sus contenidos y plantearnos interrogantes muy diversas, entre ellas, si los límites del
lenguaje son los límites de nuestro conocimiento sobre las cuestiones aquí debatidas. Abundaremos sobre esta
cuestión en la próxima entrada del blog Ancile.
Francisco Acuyo
[1]
Diccionario de la RAE, acepciones, 1 y 4.
[2] O
muerte entrópica del mismo, en la que se llega al momento en el que se supone
que ya no hay energía libre para crear y mantener la vida y otros procesos de
sistemas dinámicos y complejos.
[3]
Relatividad especial.
[4] Todo evento –efecto- debe tener unas causas
específicas, principio fundamental no sólo en física (y en las ciencias naturales),
también en filosofía.
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