Para la sección Apuntes histórico teológicos, del blog Ancile, traemos una nueva entrada De Alfredo Arrebola que lleva por título: El compromiso de la fe ante el Coronavirus"; interesantes reflexiones sobre una temática que particularmente me fascina: el mal en el mundo.cuestión nada baladí para no sólo las personas de fe, sino para el que cuestiona la existencia de Dios en virtud de esta realidad maléfica en el mundo. No en vano el propio Jean Guitton lo expresaba del siguiente modo: Ni Dios, ni el más allá. Si esto es así,
¿de qué quejarse. Las cosas no tienen ni intención, ni
sentido, ni lenguaje.No son en sí mismas ni buenas ni malas,son lo que son y nada más. ¿Dónde está
el mal?
EL COMPROMISO DE LA FE
ANTE EL CORONAVIRUS
Porque dios es mi destino,
son estrellitas del cielo
las piedras de mi camino
(cf.
“Mi cante es una oración”:
Soleá. Lp de A. Arrebola,1989).
La vida es un proceso de perenne
creación, que no adopta dos veces una misma fisonomía, sin ninguna
división de partes y continuo flujo de
donde nada existe “in aeternum”. Porque todo pasa y muere, como pasa y muere la
ola que va deshaciendo la espuma de los grandes océanos. Nadie, absolutamente
nadie, es ajeno al oscuro e incierto destino que no sólo a España, a Europa
sino al mundo entero está afectando esta terrible pandemia. Las autoridades
gubernamentales y sanitarias, con sus aciertos y errores – yo no emito juicio
alguno – están haciendo todo lo posible por extirpar este virus, cuya última
razón de su “esencia y existencia” parece que no se conoce bien.
Ahora bien, como cristiano creyente –
convencido por la razón y la fe – me ha parecido oportuno y didáctico
aprovechar esta triste circunstancia para confeccionar mis humildes reflexiones filosófico-teológicas
para gozo y meditación de los que las reciben
y, además, las leen : las acepten o no.
Es cierto: la vida está llena de
incertidumbre, de sufrimientos sin sentido, de enigmas y errores.
La fe en Dios es muchas veces difícil, pero esto justamente es la fe. Ya
San Agustín (siglo V) y San Anselmo (siglo XI) nos dejaron escrito: “Cree, para
que comprendas; comprende para que
creas”, es decir, la “Fe buscando la razón”, origen de la filosofía escolástica
medieval. En la Biblia hay un libro que
revela las desgracias y miserias que
radican en el ser humano: “Libro de Job”, uno de los denominados “Libros
Sapienciales” del Antiguo Testamento. Este maravilloso libro poético-didáctico gira en torno a la tragedia
de un hombre justo que fue sometido a las terribles pruebas por Dios para
aquilatar su virtud desinteresada.
En realidad, el problema que se
plantea, teológicamente visto, es el de la razón del sufrimiento del justo en
esta vida. El autor, en lugar de plantear el problema en abstracto, nos ofrece
la historia de un justo irreprochable, quien, a
pesar de su acrisolada virtud, sufre las más terribles penalidades:
pérdida de la hacienda, de los hijos y de la misma salud. Y sin embargo, acepta
resignado la prueba, pues todo viene de Dios: lo bueno y lo malo.
Desde la perspectiva cristiana, debemos
señalar que los designios de la Providencia (Dios) son misterios, y, por tanto, no deben aventurarse
juicios temerarios sobre la culpabilidad de la persona que sufre. El libro de
Job deja muchos problemas sin resolver. Solo en el Nuevo Testamento nos
acercaremos a una respuesta al problema: Cristo en la cruz fue la única persona
realmente inocente.
El enigma del sufrimiento del justo queda, en Job, sin resolver, ya que
no se da la verdadera clave del misterio.Ahora, sí podemos decir que los sufrimientos de esta
vida encuentran su compensación en los premios y gozos de la eterna. Pero
esta perspectiva es desconocida del
autor del libro de Job, y no la encontramos en la Sagrada Escritura hasta el
siglo II a.C, en el libro helenístico de la Sabiduría.
Por tanto, podemos rechazar las palabras
del arrogante, orgulloso, engreído y resentido filósofo Arthur Schopenhauer
(1788 - 1860) quien afirmó: “El sufrimiento carece de justificación
trascendente. Es simplemente un hecho que define la existencia humana, un
cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, sin ningún sentido”, cfr.
“El mundo como voluntad y representación” I, pág. 113 (1818).
En virtud de la nueva Ley, todo cristiano puede vivir la vida con
ilusión y acoger el futuro como una gracia permanente, haciendo de él una
persona alegre y confiada. La vida, es verdad, siempre ha sido un desafío. El
mundo en el que vivimos no nos facilita una visión optimista de la realidad: en
este 2020, la impiedad de un “virus” que arrastra ya más de veinticinco mil
muertes, día tras día, sin descanso alguno. Miramos el mañana – observo
detenidamente – con mucha precaución, y también con no menos escepticismo, ya
que no terminamos de ver la luz. Y cuando el ser humano pierde la esperanza, se
precipita ineludiblemente en el abismo del sinsentido. Y no menos cierto es
que muchos de los problemas que
vamos creando en nuestra sociedad están surgiendo de una seria y profunda falta
de esperanza. “Cuando el futuro no tiene espacio, escribe José María Fonseca,
Teólogo, es porque nos está faltando la esperanza. La vida del ser humano tiene
mucho de búsqueda en oscuridad”, cfr. Rev. “Evangelio y Vida”, pág. 31
(Marzo-Abril 2020).
La coincidencia de la segunda llamada del
“Estado de alarma”, por parte del Gobierno, con la celebración de la
Resurrección de Cristo, me obligó a reflexionar en serio: ¿cuál es el
fundamento metafísico y teológico del cristiano para soportar y aceptar los
sufrimientos?. Sencillamente la Resurrección de Cristo que es, sin duda alguna,
el acontecimiento más sorprendente de la historia humana, que atestigua,
además, la victoria del amor de Dios sobre el pecado y sobre la muerte, y da a
nuestra esperanza de vida un “fundamentum fidei” tan sólido como la roca. Lo
que humanamente era impensable sucedió. Y aún digo más: la Resurrección no es
una fe que nace de la Iglesia. No. Es la Iglesia la que nace de la fe en la
Resurrección de Cristo. Y pienso que de nada sirve rezar si nuestra oración,
dirigida a Dios, no se transforma en AMOR hacia nuestros hermanos: creyentes y
no creyentes.
El despiedado y veloz “Coronavirus” debería llevarnos a una larga y reflexiva meditación para ver, con
certeza plena y decisiva, qué podemos ayudar
a cuantos estén en nuestro entorno, y mirarnos siempre en Jesús de Nazaret,
que “pasó por este mundo haciendo el bien” (Hch 10, 38).
Hace tiempo anoté una frase del
escritor ruso Dostoiewscki (1821 - 1881) que nos viene bien,en esta triste y anómala circunstancia: “Hacer plenamente
feliz a una criatura, al menos en algún
momento, durante nuestra existencia debería ser un mandamiento
fundamental en la vida de todo hombre con plenitud de fuerzas y sentido”.
Estamos sufriendo difíciles momentos de nuestro cotidiano vivir, pero la
esperanza cristiana nos invita mirar al frente, descubrir el futuro prometido
de nuestra salvación, completada en gracia y verdad. No hay esperanza si al
final la pregunta de la vida no tiene respuesta. Pero el cristiano creyente encuentra siempre esa
respuesta en Jesucristo, en su
oferta a permanecer en una vida que se
mantenga en una feliz eternidad. Por eso, el apóstol Pablo – ante la
Resurrección de Cristo – dirá: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad las
cosas de allí arriba” (Col 3,1).
No debe, pues, sorprendernos que alguien
haya dicho: “El cristiano es un hombre “pascual”, “resucitado”, al que Cristo
resucitado comunica su vida nueva, gloriosa y plena”. Y, si es así, tendrá que
manifestarlo en la vida de cada día, deberá confesar y vivir que Cristo es el
que le impulsa a comportarse de una manera determinada (cfr. Gaudium et Spes
38. Concilio Vaticano II).
Ante la triste realidad política y social
de nuestra querida España, dividida y enfrentada, los creyentes, prisioneros
hoy del mortal Coronavirus, deberían
levantar sus ojos al cielo y decir con
Pablo VI (1897 – 1978): “ En Cristo, Dios se revela infinitamente bueno. El nos
ama, busca y espera. Él será feliz -si puede decirse así – el día en que
nosotros queramos regresar y decir: “Señor, en tu bondad, perdónanos”. ¿Por qué
– pregunto yo - ha tratado el hombre tan malamente a la Naturaleza?. Párate,
benévolo lector, un momento, y... reflexiona.
Alfredo Arrebola
Villanueva Mesía-Granada, Mayo de 2020