martes, 26 de mayo de 2020

EL COMPROMISO DE LA FE ANTE EL “CORONAVIRUS”

Para la sección Apuntes histórico teológicos, del blog Ancile, traemos una nueva entrada De Alfredo Arrebola que lleva por título: El compromiso de la fe ante el Coronavirus"; interesantes reflexiones sobre una temática que particularmente me fascina: el mal en el mundo.cuestión nada baladí para no sólo las personas de fe, sino para el que cuestiona la existencia de Dios en virtud de esta realidad maléfica en el mundo. No en vano el propio Jean Guitton lo expresaba del siguiente modo: Ni Dios, ni el más allá. Si esto es así, ¿de qué quejarse. Las cosas no tienen ni intención, ni sentido, ni lenguaje.No son en sí mismas ni buenas ni malas,son lo que son y nada más. ¿Dónde está el mal?



El compromiso de la fe ante el Coronavirus; Alfredo Arrebola



EL COMPROMISO DE LA FE

ANTE EL CORONAVIRUS


                                           

Porque dios es mi destino,
son estrellitas del cielo
las piedras de mi camino

 (cf. “Mi cante es una oración”:
 Soleá. Lp de A. Arrebola,1989).


  
      La vida es un proceso de perenne creación, que no adopta dos veces una misma fisonomía, sin ninguna división  de partes y continuo flujo de donde nada existe “in aeternum”. Porque todo pasa y muere, como pasa y muere la ola que va deshaciendo la espuma de los grandes océanos. Nadie, absolutamente nadie, es ajeno al oscuro e incierto destino que no sólo a España, a Europa sino al mundo entero  está  afectando esta  terrible pandemia. Las autoridades gubernamentales y sanitarias, con sus aciertos y errores – yo no emito juicio alguno – están haciendo todo lo posible por extirpar este virus, cuya última razón de su “esencia y existencia” parece que no se conoce bien.

     Ahora bien, como cristiano creyente – convencido por la razón y la fe – me ha parecido oportuno y didáctico aprovechar esta triste circunstancia para confeccionar mis  humildes reflexiones filosófico-teológicas para gozo y meditación de los  que las reciben y, además, las leen : las acepten o no.

     Es cierto: la vida está llena de incertidumbre, de sufrimientos sin sentido, de enigmas y  errores.  La fe en Dios es muchas veces difícil, pero esto justamente es la fe. Ya San Agustín (siglo V) y San Anselmo (siglo XI) nos dejaron escrito: “Cree, para que comprendas; comprende para  que creas”, es decir, la “Fe buscando la razón”, origen de la filosofía escolástica medieval. En la Biblia  hay un libro que revela las desgracias y miserias que  radican en el ser humano: “Libro de Job”, uno de los denominados “Libros Sapienciales” del Antiguo Testamento. Este maravilloso libro  poético-didáctico gira en torno a la tragedia de un hombre justo que fue sometido a las terribles pruebas por Dios para aquilatar su virtud desinteresada.

En realidad, el problema que se plantea, teológicamente visto, es el de la razón del sufrimiento del justo en esta vida. El autor, en lugar de plantear el problema en abstracto, nos ofrece la historia de un justo irreprochable, quien, a  pesar de su acrisolada virtud, sufre las más terribles penalidades: pérdida de la hacienda, de los hijos y de la misma salud. Y sin embargo, acepta resignado la prueba, pues todo viene de Dios: lo bueno y lo malo.

El compromiso de la fe ante el Coronavirus; Alfredo Arrebola

      Desde la perspectiva cristiana, debemos señalar que los designios de la Providencia (Dios) son  misterios, y, por tanto, no deben aventurarse juicios temerarios sobre la culpabilidad de la persona que sufre. El libro de Job deja muchos problemas sin resolver. Solo en el Nuevo Testamento nos acercaremos a una respuesta al problema: Cristo en la cruz fue la única persona realmente inocente.

    El enigma del sufrimiento del justo queda, en Job, sin resolver, ya que no se da la verdadera clave del misterio.Ahora, sí  podemos decir que los sufrimientos de esta vida encuentran su compensación en los premios y gozos de la eterna. Pero esta  perspectiva es desconocida del autor del libro de Job, y no la encontramos en la Sagrada Escritura hasta el siglo II a.C, en el libro helenístico de la Sabiduría.

      Por tanto, podemos rechazar las palabras del arrogante, orgulloso, engreído y resentido filósofo Arthur Schopenhauer (1788 - 1860) quien afirmó: “El sufrimiento carece de justificación trascendente. Es simplemente un hecho que define la existencia humana, un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, sin ningún sentido”, cfr. “El mundo como voluntad y representación” I, pág. 113 (1818).

    En virtud de la nueva Ley, todo cristiano puede vivir la vida con ilusión y acoger el futuro como una gracia permanente, haciendo de él una persona alegre y confiada. La vida, es verdad, siempre ha sido un desafío. El mundo en el que vivimos no nos facilita una visión optimista de la realidad: en este 2020, la impiedad de un “virus” que arrastra ya más de veinticinco mil muertes, día tras día, sin descanso alguno. Miramos el mañana – observo detenidamente – con mucha precaución, y también con no menos escepticismo, ya que no terminamos de ver la luz. Y cuando el ser humano pierde la esperanza, se precipita ineludiblemente en el abismo del sinsentido. Y no menos cierto es
que muchos de los problemas que vamos creando en nuestra sociedad están surgiendo de una seria y profunda falta de esperanza. “Cuando el futuro no tiene espacio, escribe José María Fonseca, Teólogo, es porque nos está faltando la esperanza. La vida del ser humano tiene mucho de búsqueda en oscuridad”, cfr. Rev. “Evangelio y Vida”, pág. 31 (Marzo-Abril 2020).

El compromiso de la fe ante el Coronavirus; Alfredo Arrebola

      La coincidencia de la segunda llamada del “Estado de alarma”, por parte del Gobierno, con la celebración de la Resurrección de Cristo, me obligó a reflexionar en serio: ¿cuál es el fundamento metafísico y teológico del cristiano para soportar y aceptar los sufrimientos?. Sencillamente la Resurrección de Cristo que es, sin duda alguna, el acontecimiento más sorprendente de la historia humana, que atestigua, además, la victoria del amor de Dios sobre el pecado y sobre la muerte, y da a nuestra esperanza de vida un “fundamentum fidei” tan sólido como la roca. Lo que humanamente era impensable sucedió. Y aún digo más: la Resurrección no es una fe que nace de la Iglesia. No. Es la Iglesia la que nace de la fe en la Resurrección de Cristo. Y pienso que de nada sirve rezar si nuestra oración, dirigida a Dios, no se transforma en AMOR hacia nuestros hermanos: creyentes y no creyentes.

    El  despiedado y veloz  “Coronavirus” debería llevarnos a una  larga y reflexiva meditación para ver, con certeza plena y decisiva, qué podemos ayudar  a cuantos estén en nuestro entorno, y mirarnos siempre en Jesús de Nazaret, que “pasó por este mundo haciendo el bien” (Hch 10, 38).
  Hace tiempo anoté  una frase del escritor ruso Dostoiewscki (1821 - 1881) que nos viene bien,en esta triste  y anómala circunstancia: “Hacer plenamente feliz a una criatura, al menos en algún  momento, durante nuestra existencia debería ser un mandamiento fundamental en la vida de todo hombre con plenitud de fuerzas y sentido”.   
                                                                                       
  Estamos sufriendo difíciles momentos de nuestro cotidiano vivir, pero la esperanza cristiana nos invita mirar al frente, descubrir el futuro prometido de nuestra salvación, completada en gracia y verdad. No hay esperanza si al final la pregunta de la vida no tiene respuesta. Pero  el cristiano creyente encuentra siempre esa respuesta en  Jesucristo, en su oferta  a permanecer en una vida que se mantenga en una feliz eternidad. Por eso, el apóstol Pablo – ante la Resurrección de Cristo – dirá: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de allí arriba” (Col 3,1).

      No debe, pues, sorprendernos que alguien haya dicho: “El cristiano es un hombre “pascual”, “resucitado”, al que Cristo resucitado comunica su vida nueva, gloriosa y plena”. Y, si es así, tendrá que manifestarlo en la vida de cada día, deberá confesar y vivir que Cristo es el que le impulsa a comportarse de una manera determinada (cfr. Gaudium et Spes 38. Concilio Vaticano II).

      Ante la triste realidad política y social de nuestra querida España, dividida y enfrentada, los creyentes, prisioneros hoy del  mortal Coronavirus, deberían levantar sus ojos al  cielo y decir con Pablo VI (1897 – 1978): “ En Cristo, Dios se revela infinitamente bueno. El nos ama, busca y espera. Él será feliz -si puede decirse así – el día en que nosotros queramos regresar y decir: “Señor, en tu bondad, perdónanos”. ¿Por qué – pregunto yo - ha tratado el hombre tan malamente a la Naturaleza?. Párate, benévolo lector, un momento, y... reflexiona.



Alfredo Arrebola





                                    
Villanueva Mesía-Granada, Mayo de 2020





El compromiso de la fe ante el Coronavirus; Alfredo Arrebola





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