Siguiendo las directrices teóricas de entradas anteriores sobre el tema, traemos para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, un nuevo post que lleva por título: ¿Adónde me lleva el lenguaje (poético) ¿-profético?-?
¿A DÓNDE ME LLEVA EL LENGUAJE
(POÉTICO) ¿-PROFÉTICO-?
No es raro que aquél que atiende
el discurso poético acabe por plantearse hacia dónde le lleva el lenguaje,
sobre todo cuando hace poesía o cuando la lee. Tanto la realización como la
recepción del discurso poético es tan singular como la palabra poética misma,
donde la razón y lo irracional campan con igual capacidad de asombro, la
ciencia (paradójica, decíamos),[1]
la filosofía, la vehemencia, la poesía son una misma acción configuradora que
no olvida sus raíces orales (y musicales) que acaban por situarse un paso más
allá de la locución verbal lógica que acabará poniendo en duda la corrección,
la completitud de la palabra, si es que en verdad quiere ser palabra (no
palabra) poética.
Los
juegos (como sueños) del lenguaje son manifiestas realidades que hablan de una
actividad viva. Activo vital que obra para ser en la profundidad de los
fundamentos, conseguido a través de la sustancia especial del discurso poético
que, ora se sumerge con naturalidad en el caos primero de las sensaciones, ora
toma equilibrio en virtud de la ponderación racional de la gramática que aplica
a cada palabra en pos de un sentido inteligible, u ora se eleva sobre todo ello
para ser lo dicho y lo no dicho para situarse fuera del tiempo mismo que configura
lo real sensitivo y también lo calculado en pos de lo indecible.
El
incansable movimiento del espíritu por tratar de ofrecer al entendimiento
mediante el lenguaje la significación de todo aquello que se nos ofrece desde
fuera y desde dentro de nosotros mismos para alcanzar el inicio de todo aquello
que queremos expresar. La poesía no es sino esa vía de excepción hacia el
principio que, será donde el discurso poético nos lleve. Será origen del
pensamiento, mas también del cualquier entendimiento que aspire a trascender y
trascenderse.
Nos
parece claro que el lenguaje poético nos lleva al origen del pensamiento, pero
también de la conciencia misma: los ritmos (métricos) ancestrales de su
constructo métrico gramatical nos invitan a la danza o la voz del ser. El
despliegue retórico singular de este lenguaje es una muestra más de su poder
sustantivo y sustancial que canta mediante locuciones un saber que es magia,
ciencia, filosofía e intuición de lo trascendente.
Este
lenguaje nos lleva al orbe de lo onírico y lo oracular. Cada poema verdadero
ofrece un pronóstico poético que, aun siendo inviable su verificación empírico-científica, actúa como extraordinario catalizador de afectos, intuiciones, de
ideas, de sentimientos, … que sin aportar prueba científica alguna de su dictamen. Así lo verificamos cuando nos encontramos plenamente
identificados con sus evaluaciones sobre lo más profundo de nosotros mismos.
El
grado de acierto en los pronósticos del poeta (también profeta) radica en la
probabilidad de que la diagnosis no es solo consciente, sobre es todo
inconsciente, y de cuya realidad participamos todos los seres conscientes en lo
más íntimo de nuestros corazones. El vaticinio del poeta es concurrente aun sin
la voluntad del mismo poeta, incluso sin la intención de hacer diagnosis o
predicción alguna en sus poemas. El vate es capaz de efectuar descripciones
audaces de situaciones psicológicas complejas y profundas que de algún modo
vienen a coincidir con el colectivo inconsciente de cualquier ser humano, lo
mismo da el lugar y la época en que se sitúe.
El
tiempo poético (ya lo hemos descrito en abundantes pruebas teóricas en este
medio) es extremadamente singular en poesía, prácticamente está fundido con la
dimensión temporal, siendo muy oportuna la descripción bajtiniana del cronotopo
en poesía. De todo esto y muchos más daremos cuenta en próximas entradas del
blog Ancile.
Francisco Acuyo