Después de los nutridos e interesantes diálogos sobre el pensamiento
Taoísta, el profesor y colaborador habitual de nuestro blog Ancile, nos ilustra
gratamente con otras nuevas aproximaciones dialogadas, en este caso, sobre el
Hinduismo. Os recomendamos vivamente su lectura por razones de amenidad,
conocimiento y crítica, pues, todo ello puede ser ampliamente deducido de estas
páginas que con total fruición ofrecemos para todos los interesados.
SOBRE EL HINDUISMO. DEBATE EN EL CAFÉ
FILOSÓFICO ZETESIS (Iª SESIÓN)
FILOSÓFICO ZETESIS (Iª SESIÓN)
Sobre el Hinduismo. Debate en el
Café filosófico Zetesis (Iª sesión).
Nuestro Café filosófico[1]
se llama Zetesis, término griego que
significa “reflexión” (en alusión al término griego utilizado por Sócrates cuando aseguraba que “una vida
sin reflexión no merece la pena ser vivida”). Lo organizamos seis profesores compañeros
del mismo Instituto de Bachillerato: un profesor de filosofía, un físico, un
biólogo, un antropólogo, un sociólogo y un filólogo y profesor de literatura
(puntualmente colaboran otros profesores de diferentes especialidades:
historia, matemáticas, lenguas clásicas etc.). La asistencia es libre y todos
los asistentes pueden participar en el diálogo o debate con sus preguntas y
reflexiones. El procedimiento es muy sencillo: cada mes aproximadamente nos
reunimos en nuestro Café filosófico con
un experto o especialista, para debatir y reflexionar sobre un tema previamente
elegido y anunciado.
El que a continuación
transcribimos, versaba sobre el Hinduismo
y el personaje invitado en esta ocasión era un Swami, el Dr. Rajmani
Vidyabhushana, especialista en sánscrito y profesor de la Universidad de Calcuta,
que participaba, a la sazón, en un Congreso
de Indología, organizado por el departamento de Lenguas orientales de nuestra Universidad.
SWAMI.- Queridos amigos: Me habéis invitado a vuestro Café filosófico para exponer con
brevedad lo que yo entiendo por Hinduismo.
Es, para un oriental, una pregunta tan compleja e inabordable, como sería para
uno de ustedes sintetizar en apenas diez minutos su concepción de la Civilización
Occidental o su visión del Cristianismo. Un verdadero reto, que no se si seré
capaz de afrontar. Lo intentaremos, no obstante.
Ante todo, y de una manera
muy general, por Hinduismo debemos
entender la totalidad de la cultura, creencias, religiosidad y formas de vida
de la mayoría de la población del subcontinente Indio: más de una séptima parte
de la Humanidad actual (una población mayor que la de EE.UU y Europa juntas). Frente a la homogeneidad étnico-cultural de la
China -la otra gran civilización del
Extremo Oriente- la India es heterogénea
y plural. Se nos presenta como un abigarrado mosaico de etnias, lenguas,
religiones y culturas[2],
excepcionalmente integradas, desde el punto de vista político, en zonas
suficientemente extensas, ya que históricamente siempre se configuraron como una
multitud de pequeños principados y repúblicas aristocráticas diseminadas por un
vastísimo territorio. Únicamente la dominación islámica -en el siglo X- dejó
cierta impronta unificadora en amplias regiones del Punjab y Pakistán. Gobernada
por griegos alejandrinos en el siglo IV a.C., por islámicos y mogoles más tarde,
y colonia bajo el Imperio Británico desde el XVIII hasta el XX, la India alcanzó su independencia el 15 de
agosto de 1947[3].
Según la mayoría de los
expertos, la mentalidad indica nos
presenta las siguientes notas distintivas: en primer lugar, se trata de un extremo Misticismo, orientado a
la búsqueda de un absoluto transcósmico y transtemporal: Brahma. En segundo lugar, se caracteriza por un Anhelo
de liberación del individuo de la existencia temporal, agobiado por el
dolor y por su miserable destino personal. El tercer rasgo de toda la sabiduría y cultura India (Hinduismo,
Budismo, Jainismo) sería su vivencia o constatación de la existencia del dolor,
del sufrimiento, causados por la ignorancia.
El hombre indio está
obsesionado con el dolor, el hecho mismo de existir ya es dolor. Anirudha en su Comentario al ‘Samkhya Sutra’, escribe: “El cuerpo es dolor, los
sentidos, los objetos son sufrimiento, porque conducen al sufrimiento; el
placer mismo es sufrimiento porque va seguido de sufrimiento”. Y el autor del
tratado más antiguo, Shamkhya Karina,
Ysvara Krisna, sienta como base de
esta filosofía la necesidad de escapar a la tortura de las tres clases de
sufrimiento existente en el mundo: 1ª) la miseria
celeste, provocada por los dioses; 2ª) la miseria terrestre, causada por las fuerzas naturales; 3ª) la miseria interior, causada por el
organismo.
Hasta tal punto domina el
espíritu Indio esta obsesión por el dolor que, como dice un comentarista del Yoga Sutra (IV, 22) de Patanjali, la sabiduría que no tiene
como objeto la “liberación del dolor” está desprovista de todo valor. Ahora
bien, ¿cómo liberarse del dolor y del sufrimiento? La respuesta es sencilla:
eliminando su causa. Y ¿cuál es su causa? La respuesta del hinduismo y del
budismo es la misma: la causa del dolor
es la ignorancia (avidja), la
creencia en un yo (atma), que es
ilusorio, el apego a ese yo, a la individualidad, fuente de los deseos y de la
esclavitud a que nos someten y, en fin, la voluntad de vivir o de existir.
Notas, todas ellas, que
comportarán: a) un escaso sentido de la
realidad social, política e histórico-temporal. Los indios no usaron de la
cronología harta la conquista islámica: una cultura, pues, sin historia, su trasfondo
histórico es, en consecuencia, muy mal conocido; b) una visión pesimista del mundo y de la existencia terrenal, que se
refleja en su doctrina del Karma (las sucesivas
reencarnaciones) y en su concepción de la realidad
empírica como simple ficción o apariencia ilusoria; y c) un desapego de la realidad circundante, un
distanciamiento del mundo en dirección opuesta a la del pensamiento chino más
pragmático e intramundano, con exaltación extrema del ascetismo individual. Max Weber en sus ensayos sobre Sociología de la Religión[4]
contraponía, por eso, coherentemente la visión
extra o metacósmica del espíritu hinduista a la visión intracósmica del espíritu chino. Hasta aquí mi introducción.
Espero con interés vuestras preguntas y cuanto deseéis aclarar o precisar.
FILÓSOFO.- Su síntesis me ha gustado mucho. Quiero
recordar sus coincidencias con nuestra tradición filosófico-sapiencial
occidental: para el epicureismo y en
general para las escuelas morales postaristotélicas, también la filosofía era
entendida como una especie de terapia anímica o espiritual como en el caso, citado
por Vd., de Patanjali, pues Epicuro sostenía como el maestro indio
que “la filosofía es vana si no cicatriza las heridas del alma”. Por otra
parte, quiero destacar cómo la solución a la cuestión del mal y del sufrimiento
es muy distinta en Occidente a la que prescribe su milenaria tradición: la
solución de los estoicos griegos y
latinos será el reforzamiento del yo, su fortalecimiento, (“el sabio es como
una roca al que nada afecta ni conmueve”) a través de la apatheia (indiferencia, ausencia de pasión); los epicúreos respondían huyendo o
insensibilizando al yo, mediante la ataraxia
(imperturbabilidad del ánimo); los parsis, los maniqueos y otras sectas de origen
irano-persa, atribuyendo el mal a un principio divino responsable del mismo y los
cristianos, en fin, sublimando o dando sentido al dolor, esto es,
trascendiéndolo. Vds., los hindúes, como os hemos escuchado, negando “realidad”
al yo empírico y a la individualidad y tratando de unirse o fundirse con la
verdadera y única entidad divina, el Brahma, la realidad última.
SWAMI.- Sí, en efecto. El mal, para nosotros los
hindúes, surge de las acciones negativas de los hombres, causadas por su ignorancia y por su apego al yo, lo que les ha llevado a olvidar su verdadera
naturaleza (idéntica a la del Brahma)
y a someterse a la ley de la causalidad universal (Karma) y al discurrir de las
existencias a través de la transmigración (Samsara). Mi respuesta a esta cuestión tiene que ser necesariamente
breve: todo el hinduismo, todo lo que enseña y prescribe, no es más que es un
intento de explicación de la existencia del mal y del dolor y un camino de
liberación del mismo.
FILÓLOGO.- Me gustaría preguntar al Swami acerca de las
tradiciones literarias y de espiritualidad existentes en la India. Mi impresión
es que se trata de un Corpus
literario y doctrinal prolífico y casi inabordable.
SWAMI.- En cierta manera así es. Sin embargo, en líneas
muy generales podríamos señalar dos grandes tradiciones de pensamiento en el
seno de nuestra cultura: a) la tradición
brahmánica o hinduista y b) la
tradición budista.
Con respecto a la primera
-la tradición brahmánica hinduista-
que es la que nos convoca en este Café
filosófico, ya habrá tiempo para enfrentar la segunda tradición o budista, hay que decir ante todo que es
el único factor verdaderamente unitivo y cohesionador de lo que se ha llamado
la indianidad. En una muy apretada
síntesis podríamos decir que su Corpus
doctrinal y textual está constituido por dos conjuntos de escritos o
libros: 1º, el de los Vedas y los Upanishads y 2º, el de las Epopeyas y los Sutras.
Los Vedas[5], que se remontan al tercer
milenio antes de Cristo -transmitidos oralmente y compilados en sánscrito
aproximadamente hacia el dos mil antes de nuestra era- son cuatro: Rig-Veda,
Atharva-Veda,
Yayur-Veda
y Samma-Veda.
Constituyen toda una serie o colección de cantos litúrgicos, místico-religiosos
y de alabanza a sus innumerables dioses, Varuna, Mitra, Usha, Vishnú, Agni,
Soma, Indra, Rama, Surya, Krishna etc., y que no son sino los nombres plurales
de una misma Realidad divina última. Se trata, pues, de una serie de himnos y
fórmulas sacrificiales -unos veinte mil versos- que usaban en sus cultos los
sacerdotes.
Se discute, entre los
especialistas, si se trata de un politeísmo nítido o de aspectos o
manifestaciones o encarnaciones múltiples de un único principio divino, como ya
hemos insinuado. En el Rig-Veda se dice: “Uno es aquel a
quien los sabios llaman con muchos nombres” y, también, se habla allí del “Dios
de los mil nombres”.
Los Upanishads[6],
son comentarios filosófico-especulativos de los Vedas, del siglo VI a.C.
al XIII d.C. Los primeros datan del 1000
al 400 a.C. y existieron, por tanto, ya en la época de Buda. En ellos se
desarrollan los temas fundamentales de la sabiduría india. Representan una
reacción antirritualista con respecto
a los Vedas. Tratan de buscar lo divino por la vía de la interioridad, de
descender a lo más profundo del yo (atma),
al fondo del propio ser o sí mismo, como el pescador de perlas que se sumerge
en el mar para encontrar la perla más preciosa: Brahma, que “no nace, no muere, no cesa, es inmortal, inmutable y oculto
en el corazón de todos los seres está […] más pequeño que el más pequeño átomo,
más grande que los más vastos espacios”.
Hay unos 108 Upanishads
y representan la culminación del pensamiento y la práctica védicos conociéndose
colectivamente como “Vedanta” (“Veda”
significa conocimiento, “Vedanta”, cumbre del conocimiento). Este conjunto
de escritos constituyen la Sruti, es decir la Escritura
propiamente dicha, la palabra sagrada (pero no revelada).
Las Epopeyas están
constituidas por dos libros, el Ramayana
y el Mahabarata del siglo II a. C.
Dentro de éste último se encuentra el famoso Bhagavad-Gita o “Canto
del Bienaventurado”[7], una sublime síntesis de
la espiritualidad hindú, uno de los más famosos cantos de su sistema religioso:
en el que dialogan Krishna,
encarnación divina, y Arjuna, el alma
sumergida en la duda, acerca del alma, de su destino y del camino de la
liberación.
Los Sutras, son tratados y
comentarios de comentarios del siglo I. Constituyen una auténtica sistematización filosófica del
pensamiento indio, su contenido es ético-jurídico, mitológico-religioso,
folclórico y filosófico. Los Sutras son de una enorme complejidad
y todos ellos están interrelacionadas, son estos seis: Shamkhya, una cosmogonía
materialista y atea; Yoga, una ascética basada en la
meditación y en ejercicios psicosomáticos[8];
Purva-mimansa,
una hermenéutica de los Vedas; Nyaya, una lógica y una teoría del
lenguaje y del conocimiento; y, finalmente, el Vaisesika, una ontología
realista.
A este conjunto de libros
se les llama la Smirti, la tradición. Se incluyen a veces las obras
de los Grandes Comentaristas: Shankara del siglo IX y Ramanuja del X-XI; así como los Purana,
textos y relatos literarios antiguos y las recopilaciones de leyes, conocidas
como Dharma Shastra[9].
FILÓSOFO.- Mi pregunta, apreciado Swami, se refiere al
concepto mismo de “filosofía”. Un término “griego” que significa “amor al
saber” y que presenta un contenido lógico racional, independizado del mythos y de lo religioso. La gran diferencia entre la filosofía griega y la
sabiduría hinduista, consistiría precisamente en esto: aquella trataba de
liberar el logos (la racionalidad)
del mythos y de lo religioso; esto
es, de separar, desmitificar o desacralizar radicalmente la racionalidad
filosófica, el logos, del mythos. Por el contrario el hinduismo
trata de integrar el logos en el mythos, de unirlos, profundizando así en
la fusión entre ambos. En lugar de excluir lo religioso de la estricta
especulación filosófica, en el hinduismo se lo absorbe y subsume dentro de
ella. Con otras palabras: en el “horizonte del saber” hinduista, filosofía y religión
son inseparables.
Las doctrinas hinduistas
no serían filosóficas, por lo tanto, en el sentido que los occidentales hemos
entendido por dicho vocablo. A mi entender al referirnos a todos esas ideas y
conocimientos orientales deberíamos hablar más bien de sabidurías de liberación, de doctrinas
ético-sapienciales o místicas.
Por otra parte en algún texto de Hegel
he leído que “el Intelecto falta en la India” y que habría que excluir el
pensamiento oriental de la historia de la filosofía[10].
¿Qué me respondería?
SWAMI.- Le respondo con lo que ha demostrado un
especialista occidental, el gran historiador alemán Helmuth von Glasenap, quien en su obra La filosofía de los hindúes[11],
contradice la afirmación hegeliana, al poner de manifiesto cómo la especulación
india se nos presenta como un conjunto riquísimo y complejo de tratados de
lógica, teoría del conocimiento, ontología, ética, estética, antropología etc.
La afirmación de Hegel pecaría, a mi entender, de helenocentrismo.
Recuerde, mi querido amigo, que un pensador tan
importante como Max Scheler, en su
famosa conferencia El Saber y la cultura[12] hablaba de “tres grandes círculos
culturales que han desarrollado, cada uno por su parte, las tres clases de
saber: la India, el saber de salvación y la técnica vital y psíquica del poder
del hombre sobre sí mismo; la China y Grecia, el saber culto; el Occidente, a
partir del siglo XII el saber práctico de las ciencias positivas especiales”-
propugnando una especie de integración
de estas tres “direcciones parciales del espíritu”. Y finalmente que Xavier Zubiri, el gran metafísico
español en su ensayo Sócrates y la
sabiduría griega[13],
sostenía que únicamente griegos, hindúes e iranios presentarían un común horizonte filosófico, aunque
transitarían por distintos caminos: el teórico-especulativo en el caso de los
griegos o el operativo, de la interiorización-ética, en el indio e irano-persa (Continuará).
Tomás Moreno
[1] La idea y práctica del Café filosófico empezó a popularizarse a partir de lo primeros años
del actual siglo XXI en los Estados Unidos (Virginia) y México, a partir de las
iniciativas del filósofo Christopher Phillips, inspirador del movimiento Sociedad para la investigación filosófica
y autor de obras como Sócrates café: un
soplo fresco de filosofía; Seis
preguntas de Sócrates; y Sócrates enamorado. Filosofía para un
corazón enamorado, publicadas en versión castellana en Taurus en el 2002,
2005 y 2007 respectivamente. La feliz iniciativa se extendió muy pronto por
todas las ciudades europeas y, por supuesto, también en España con un gran
arraigo e interés.
[2] Indicativo de esa heterogeneidad es que,
según sociólogos expertos, aún a principios del siglo XXI la sociedad india
estaba dividida en cerca de 3.000 castas y jatis
(comunidades sociales), que hablan 18 idiomas principales y más de mil
dialectos.
[3] Tras siglo y medio de colonialismo
británico, el Congreso Nacional Indio, futuro Partido del Congreso, accede al
poder con Jawaharlal Nehru. Cinco meses y medio, más tarde, el 30 de enero de
1948, tendrá lugar el asesinato del Mahatma Gandhi.
[4] Max Weber, Sociología de la religión, Istmo, Madrid, 1997. Cfr. también: Max
Weber, Economía y sociedad, FCE,
Madrid, 1993.
[5] Himnos
Védicos, edición preparada por Francisco Villar Liébana, Editora Nacional, Madrid, 1975.
[6] Atma
y Brahma. Upanisad del Gran Aranyaka
y Bhagavadgita., Edición preparada
por F. R. Adrados y F. Villar Liébana, Editora Nacional, Madrid, 1978. Véase
también la recopilación de F. Ilárraz y O, Pujol, La sabiduría del bosque. Antología de las principales Upanishads,
Trotta, Madrid, 1993.
[7] Bhagavad-Gita
o Canto del Bienaventurado, traducción del sánscrito, prólogo y notas de
José Barrio Gutiérrez, B. I. F., Aguilar, Buenos Aires, 1964. Su traductor era
el catedrático de Filosofía y director del Instituto de Bachillerato de Jaén en
el que yo estudiaba. A su magisterio y ejemplo debo toda mi vocación filosófica
posterior.
[8] El Yoga (del sánscrito yuj: yugo, uncirse y someterse a una
disciplina) prescribe determinadas técnicas psicosomáticas, respiratorias,
posturales que van desde: la posición asana
(o de loto); la regulación de la respiración; el control de la respiración,
para desconectar o apagar los sentidos; la concentración, fijando la atención
en un punto u objeto; la meditación y el samadhi:
desvincularse de todo pensamiento y de los sentidos hasta fundirse (entasis) con el objeto de meditación.
Cfr. los numerosos libros de Ramiro A. Calle en Alianza Editorial, Madrid.
[9] Se han de tener en cuenta también los
escritos de los llamados comentadores
o reformadores, entre los que podemos
citar a Ramana Maharishi, Aurobindo, Radhakrisnham, Krisnamurti, Vivekananda
etc.
[11] Helmuth von Glasenapp, La Filosofía de los Hindúes, Barral,
Barcelona 1977.
Un debate muy interesante, sostenido por personalidades que alumbran este aspecto de la cultura. Espero con ansias la continuación para disfrutar el desarrollo de estos temas complejos tratados conforme a las distintas posturas del saber. Gracias, Francisco Acuyo por darlo a conocer.
ResponderEliminarUn saludo cordial.
Jeniffer Moore
Me he deleitado con este trabajo ten instructivo y ameno, casi novelado, lo que me trae a la memoria, aunque se trate de otro tema, aquellas discusiones enjundiosas que aparecen en La Montaña Mágica. En mis tiempos de Raja Yoga, me leía y aprendía segmentos enteros del Yoga de Patanjali. Teimpo después entré en contacto con Sai Baba(Fallecido antes de lo previsto por el mismo hace poco tiempo)En el caso de Sai Baba se ve el interesante fenómeno de una especie de simbiosis espiritual en que son bienvenidas todas las religiones con el propósito universal del Amor: "Dios es Amor"...de ahí que cada día, y desde entonces, me repito: "Yo soy Dios, en nada diferente de Dios..." etc, etc Esa búsqueda de la unidad con el Supremo, poner bajo riendas la mente de mono que salta de una rama a otra, el velo de Maya...en fin, que leyendo este regalo, me quedo cavilando, disfrutando, aprendiendo. No sufro cuando avizoro un más allá luminoso. Un abrazo agradecido, amigo.
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