Cuarta entrega de los diálogos sobre el
pensamiento Taoísta llevada a cabo por el profesor Tomás Moreno. En este caso
está centrada en la vertiente no menos fascinante del pensamiento Taoísta cual
es la de la religión y su influencia. Quedan pues invitados en esta cuarta
entrega a la reflexión sobre un pensamiento de capital importancia en oriente (también en occidente, ya aludíamos en otras entradas
posteriores a su singular influjo) que merece la pena ser investigado por todos
aquellos interesados en lo más influyente del pensamiento universal, y conocer
por los neófitos y no avisados sobre su extraordinaria trayectoria e
importancia.
Sobre el
pensamiento taoísta (Cuarto diálogo. Religión e influencia) (IV)
La última sesión pensaba dedicarla a la lectura y
comentario de algunos textos taoístas Había seleccionado una gama de fragmentos
de los grandes maestros de la tradición. Pero nada más comenzar, uno de los
alumnos formuló una cuestión que consideré pertinente:
-
“Profesor, hasta ahora, en las anteriores sesiones, hemos asistido a la
reflexión sobre los aspectos místicos, ontológico-cosmológicos, antropológicos
y ético-políticos del Taoísmo. Siempre he creído que el Taoísmo era una
religión china y, sin embargo, apenas han comentado este aspecto o vertiente
del mismo en las sesiones precedentes. Mis preguntas son ¿es verdaderamente una
corriente religiosa? Y, si lo es, ¿cuáles serían sus semejanzas o diferencias
con lo que nosotros, los occidentales, entendemos por religión?”
-
“Efectivamente, plantea Vd. una cuestión muy debatida entre los expertos en
historia y fenomenología de las religiones. Se trata, como en el caso de todas
las religiones orientales, de un tipo de religiosidad un tanto peculiar, que poco tiene que ver con lo
que en Occidente se entiende por tal. En nuestra tradición cultural las
religiones son reveladas y monoteístas: Dios es concebido, en ellas, como un
ser personal que establece con los hombres una determinada vinculación
(religión viene de religare), además
de una relación dialógica, y que ofrece a los creyentes una promesa de
salvación más allá de la muerte: son “salvíficas”. Se subraya en ellas, además,
una separación ontológica -y de todo tipo- abismal entre el Creador y las
criaturas: Dios es trascendente al mundo, el mundo es su criatura, su obra.
Las
religiones orientales, por el contrario, son politeístas o panteístas (e
incluso como en el caso del budismo
ateístas o apofáticas): el Absoluto divino es impersonal, trascendente e
inmanente al mismo tiempo respecto al mundo empírico o fenoménico, ya que su
ser impregna y penetra toda la realidad: todo lo que existe es una concreción o
manifestación de esa única realidad divina, todo es sagrado[1].
Si
hacemos caso a los especialistas (Max
Weber, Natham Söderblom o Peter Berger) las religiones superiores
-las más evolucionadas- se inscriben dentro de estas tres tipologías generales:
En primer lugar, estarían las cronológicamente más recientes, las Religiones profético-salvíficas o histórico-reveladas,
que buscan la salvación del hombre en la historia a través de un determinado mensaje profético soteriológico o de un
Mesías salvador. Se trata de las religiones del Libro, de origen
semítico (Judaísmo, Cristianismo, Islam).
En
segundo lugar, habría que situar las Religiones
místicas o de liberación ultrarracional, centradas en el análisis y
profundización de la mente; tratan de ofrecer al hombre diferentes caminos de liberación frente al dolor y
al sufrimiento mediante el conocimiento y utilización de métodos y técnicas de
autocontrol, profundización en la interioridad y el propio autoconocimiento.
Son las religiones místicas de origen Indio (Hinduismo, Budismo, Jainismo).
En
tercer lugar, y finalmente, se encontrarían las Religiones ético-sapienciales o cosmológico-naturalistas, centradas
en la contemplación, sacralización y veneración de la naturaleza; ofrecen caminos
de vida feliz a través de la armonía del hombre con la naturaleza, con su
adecuación a los ciclos y ritmos naturales. Es en este grupo, pienso yo, donde
podríamos incluir al Taoísmo y a las
religiones de origen chino. ¿Estaría, profesor Cheng, de acuerdo con esta
clasificación?
-
“Sin duda, profesor; el Taoísmo, de ser en su origen una doctrina
místico-mágica y ético-sapiencial de integración del hombre en la naturaleza,
muy pronto se transformó y se estructuró como una religión institucionalizada
con Chang-Tao Ling (el primer
maestro celeste) en el siglo II de vuestra era cristiana. Se divinizó a su
fundador, el sabio Lao-zi, y mas
adelante, dejará su impronta e influencia en el Budismo chino de la Escuela
“Chan” -la escuela de meditación más conocida en Occidente- a través de su
versión japonesa, el Budismo zen. Yo la denominaría, con el gran Helmuth von Glasenap, como una de las
llamadas Religiones del Orden eterno del mundo.”
Finalizada
su atinada matización, consideré que era el momento oportuno para recordar los rastros o huellas que el taoísmo había dejado en nuestra civilización
occidental, tan alejada de la china por milenios de incomunicación y
aislamiento mutuos. A lo largo de las distintas sesiones ya habíamos aludido a
determinadas semejanzas y similitudes entre el Taoísmo y el pensamiento
heracliteano, o sus coincidencias con el estoicismo helenístico-romano, con el
hermetismo y con la tradición mística neoplatónica y cristiano-occidental
(sobre todo con la doctrina de Eckhart); asimismo, mencionamos sus paralelismos
con la física cuántica[2]
y con el último Heidegger, el filósofo de
la Gelassenheit (Serenidad) antitécnica, tan impregnada
de taoísmo, como ya hemos apuntado en una sesión anterior.
Podríamos
también haber señalado su sintonía con algunos conceptos nucleares del
pensamiento occidental más reciente: el organicismo
de Alfred Norbert Whitehead, el holismo de Arthur Koestler, la teoría
general de los sistemas de Ludwig
von Bertalanfy, sin olvidar su influencia en numerosas corrientes de la
terapia psicológica más actuales como la Gestalt
de Fritzs Perls, la psicología humanista de Abraham Maslow, la psicología emocional de Daniel
Coleman y, sobre todo, en la psicología
profunda de Carl Gustav Jung[3],
muchos de cuyos conceptos y categorías centrales, en poco difieren de los
acuñados por esa sabiduría china milenaria… Su respeto y veneración por la naturaleza y por lo femenino nos revelaría sus raíces matriarcales y ecologistas muy
en consonancia con las nuevas cosmovisiones
y movimientos ideológicos emergentes desde el último tercio del pasado siglo
XX. Pero la cuarta sesión estaba
llegando a su fin. Por deferencia hacia nuestro profesor invitado, solicité de
él unas palabras finales que dieran término a tan intensas y fructíferas jornadas de reflexión.
El
Dr. Cheng tomó la palabra, sensiblemente emocionado, y no pudo más que balbucir
unas sentidas frases de agradecimiento y reconocimiento por la generosa e
inesperada oportunidad que se le había ofrecido de presentar ante los alumnos
españoles una pequeña muestra de la extraordinaria riqueza que atesoraba su
tradición cultural. Y terminaba con estas palabras:
-
“China, la Civilización China, no es sólo, como todos saben, una cultura
antiquísima, rica en sabidurías místicas y en investigaciones científicas,
alquímicas y medicinales sorprendentes; no es sólo la promotora de la
acupuntura y de la astrología; la inventora de la imprenta, del papel, de la
brújula, de la pólvora o de la seda; la propietaria de una refinadísima cultura
cerámica, de una música y un arte delicadísimos, y de unas formas ceremoniosas
de vida y de convivencia admirables por su refinamiento y elegancia (su
proverbial ceremonial del té, por ejemplo)… Su civilización es, sencillamente,
la expresión de una forma original e inimitable de ser hombre, y, si la comparamos con el resto de la humanidad, “el
otro polo de la milenaria experiencia humana”.
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Después
de aquel día, o mejor de aquella última sesión, misteriosamente no volvimos a saber
nada del profesor Cheng: no dejó rastro alguno, ni una despedida, ni una nota
al departamento, ni ninguna comunicación, en su mesa de trabajo o en los
casilleros de los profesores, sobre su intención de finalizar su estancia entre
nosotros; parecía como si se hubiese esfumado, como ocurre con una figura
onírica o un personaje fantasmal. Desde
la Dirección del Departamento se recabo información de la Universidad de Taiwán
sobre el profesor Cheng. La respuesta fue inquietante: les era absolutamente
desconocido; el nombre de dicho profesor no figuraba en la nómina o listado
oficial de los miembros de la comunidad académica de la universidad…
Sorprendentemente, al poco tiempo de su desaparición, los ciruelos del jardín
de nuestra facultad florecieron espectacular y prematuramente… Ese año la
sequía había sido pertinaz.
Tomás Moreno
Bibliografía consultada (además de la citada en la notas a pie
de página):
M. Kaltenmark, La filosofía china,
editorial Morata, Madrid, 1982.
Herrlee G. Greel, El pensamiento
chino desde Confucio hasta Mao Tse Tung, Alianza, 1976.
Raymond Dawson, El camaleón chino,
Alianza, Madrid, 1970
Jonathan D. Spence, El gran
continente del Kan. China bajo la mirada de occidente, Aguilar, Madrid,
1979.
Anne Cheng, Historia del pensamiento
Chino, Bellaterra, Barcelona, 2003.
Henri Maspero, El taoísmo y las
religiones chinas, Madrid, Trotta, 2000.
Vicente Verdú, China Superstar. El
Striptease cultural de la Civilización más antigua, El País Aguilar,
Madrid, 1998.
Joseph Needham, Grandeza y miseria de la tradición
científica china, Cuadernos Anagrama, Barcelona, 1977.
[1] Sobre la trascendencia e inmanencia del Tao véase:
Carmelo Elorduy, El humanismo político
oriental, op. cit., pp. 280-295.
[2] Además del ensayo El tao de la física de Fritjof Capra, antes citado, el libro de
Gary Zukav, La danza de los maestros del
wu li (Plaza Janés, Barcelona, 1991) fue también un hito en la síntesis de
la antigua filosofía china con la física de partículas moderna.
[3] Carl G. Jung y R. Wilhelm, El
secreto de la flor de oro, Paidós, Barcelona, 1982. Los conceptos y
categorías jungianas de sincronicidad,
armonía de contrarios, dialéctica anima-animus, símbolos de transformación etc., tienen
una innegable inspiración taoísta.
Gracias Francisco Acuyo y Prof. Moreno por esta serie extraordinaria que guardare como un especial tesoro para compartir con en mis redes sociales.
ResponderEliminarUn saludo cordial desde Miami, USA
Jeniffer Moore