Traemos a Rosaura Álvarez y su Paraiso Cerrado, a la sección de pintura y poesía del blog Ancile, con motivo de su exposición en la Galería de Arte Cartel, de Granada. A sus cuadros acompañan poemas de los poetas y escritores Manuel Alvar, Francisco Acuyo, Antonio Enrique, José Cabrera Martos, Virgilio Cara, Antonio Carvajal, Juan José Castro Martín, Francisco Domene, Julio Alfredo Egea, Juan Carlos Friebe, José Antonio García Aguilera, Jesús García Calderón, Constaza González Ferrer, José, A. González Núñez, Rafael Guillén, José Gutiérrez, Rafael Juárez, Clara Martínez Mesa, Jesús Martínez Labrador, José Pallarés, Alejandro Pedregosa, Dionisio Pérez Venegas, Antonio Piedra, José Antonio Ramírez, José Manuel Ruiz, Manuel Salinas, Francisco Silvera, Jenaro Talens, Juan Ramón Torregrosa, Daniel Vázquez Barros,José Luis Vidal Carreras, Fernando de Villena y un texto de José Hernández Quero. Ofrecemos una breve semblanza en esta entrada de dicha exposición, aprovechando para invitarles a que la visiten, pasarán un rato memorable.
Foto de Francisco Fernández |
ROSAURA ÁLVAREZ Y SU PARAISO CERRADO
Nos debatimos
siempre entre dos Sirtes acechantes. ¿Qué es el fondo? ¿Qué es la forma? Y los
ojos, o el oído, o el tacto se quedan sorprendidos ante el misterio que, Isis
reiterada, no se deja desvelar. Pero llega un momento –éste- en que hemos de
decidir y aun emitir un juicio de valor: ¿Es preferible el fondo o la forma?
Cierto que no vamos a resolver en un momento lo que durante siglos se esquiva,
pero si podemos –desde nuestro aquí, desde nuestro ahora intentar
aclarar una parcela de la Creación. Y esa parcela se llama Granada y la
creación un conjunto de lienzos en los que la ciudad ha quedado fijada para
siempre: creación y y creatura entre los pinceles de la artista. Rosaura
Álvarez, artífice o demiurgo de un mundo que inventa para nosotros. Pero hace falta
connotar, porque hablamos de un arista: ¿Cómo es tal invención? Y, al hablar,
invención artística, va quedando sólo la mena del misterio y se pierden en la
nada esos arrastres a los que en la mina llamarían ganga. La lengua se desvía
de sus funciones trivializadas o de los usos mostrencos y se hace, simplemente,
lengua virginalmente intacta, palabras que son lo que quieren ser:
connotaciones: Rosaura inventa, pero inventa poéticamente, con desvío,
sacralizando de nuevo el mensaje que nos quiere de transmitir. Creando una
Granada nueva o re-creándola inédita de entre tanta anécdota con que nos la
desvirtúan. Pero se me dirá, contemplamos lienzos. Cierto. Desde el Génesis,
poeta es el hacedor material de objetos. Pero creados poéticamente: con la
ilusión d aumentar el mundo con unos nuevos hallazgos y entregárnoslo directo,
incontaminado; no con interposiciones símbólicas, sino como fue en el momento
mismo en que lo pensó la mente de Dios. De este modo el comienzo reaflora de
nuevo: ¿El fondo¿ ¿La forma? Tras siglos y siglos de andadura las cosas no son
lo que fueron, lo que deberían ser, lo que quisiéramos que fueran. El artista
debe buscar su lenguaje más puro para que las cosas vivan en su perfección.
Pero no olvidemos lo que platicaron Degas y Mallarmé y traigámoslo a estas
líneas: El arte es cuestión de forma, no de fondo. Por estos días las cosas se
han complicado mucho, y tendríamos que hablar de planos
distintos, cada uno con forma y sustancia para determinarlos; sólo entonces
podríamos entender lo que Rosaura hace. Si cupiera explicarlo con palabras bien
corrientes diríamos que el contenido de su arte
tiene una sustancia que es
Granada y a la que el artista expresa por medio de la pintura, como otros lo
han hecho con palabras o arpegios. Vengamos al plano de la forma: En él, la
sustancia es el óleo, pero ¿y la expresión? Aquí quisiera detenerme. Granada no
es una ciudad fácil Todos recordamos hermosos títulos de libros que nos relatan
paraísos inasequibles. No es fácil porque las visiones superficiales la han
complicado. Rosaura se ha quedado en su Mirador y lo ha visto todo. Pero todo
le es ajeno a su visión de Granada. Y ha hecho el sacrificio: ni paisajes, por
hermosos que sean, porque los paisajes no son ciudades, ni exornaciones
barrocas, ni apenas luces, ni casi colores, ni hombres. Sólo Granada. Ha
inmolado cruelmente todo lo que pueda llevarnos a lo superficial y se ha
quedado con unas cuantas cosas elementales. Rosaura ha superado la anécdota
cínica de Oscar Wilde y no ha caído en la tentación por seductora que fuera. Ha
preferido empezar por el principio: ¿Cómo es la verdad de lo que tengo ante mis
ojos? Y la verdad es muy simple, sencillísima y monótona, porque si tuviera
arrequives ya no sería la verdad. Y esta hallazgo felicísimo la ha llevado a un
mundo infantil: las líneas se ordenan en planos; los planos en volúmenes.
Líneas, planos, volúmenes. Línea recta porque es el camino más corto para
acercar dos puntos (el ojo que contempla, la realidad no escamoteada). Planos
para componer escalones de evasión o de hundimiento. Volúmenes blancos, casi
marfileños (dadosde Dios que quedaron agolpados cuando el Creador olvidó sus
trebejos). Pero, Rosaura al pintar no se detiene en la estructura sino que la
interpreta. Son líneas,sí, rectas; es decir sustentos teutónicos para que el
edificio no se cuartee. Pero línea es el ciprés; sólo línea. El ciprés se
incorpora al cuadro: no como elemento decorativo, sino con la exigencia
inesquivable de la columna o el pie derecho. Resulta entonces que ese único elemento
vivo se convierte en lógica y deja y deja de ser externo a la función que se le
encomienda, se funde con ella y pasa ser elemento de estructura. El arte se
racionaliza, pero no deja de ser arte: son peldaños y barandales, muros y
esquinas, corredores y silencio. Un silencio enorme y angustiado, que nos hace
intuir la tragedia. (Entonces pienso que La casa de Bernarda Alba,
esquemática y sin concesiones, pudo estar en este recién nacido Albaicín). La
pintura ha traído el silencio y pensamos que, en la otra colina, San Juan de la
Cruz escuchaba La soledad sonora, como se escucha en estos lienzos,
vacíos de anécdota. Y está el color, un color desprovisto de materia, como la
vibración de la luz que tiembla al descomponerse (el blanco se diluye en perla,
o en gris, o en pétalos de malva casi marchitos, pero nunca se olvida de su
blancura). Color en suprema economía para que nada tiente y el juego sea más
difícil. Rosaura Álvarez nos da un Albaicín que es suyo y de cuantos amamos el
ascético equilibrio de sus parees o el aplomo de la luz sobre los perfiles.
Pienso en Muñoz Degrain: ¿qué ángel le ungió para buscar la lluvia junto al
Darro? Ni la luz hiere, ni el hombre cansa, ni la ventana (ni una sola ventana
en estos cuadros) llama, ni las campanas retiñen, Sólo la línea y un temblor de
luz que se deshace y, lamiendo los lienzos, el sofoco anhelante del silencio.
Rosaura se ha descubierto – soledades y rigor mental- en estos cuadros. Ha
labrado unos caminos para llegar a Granada.
Manuel Alvar
Del libro Picasso, los mitos y
otras páginas sobre pintores. XXXII CURSO SUPERIOR DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA.
Málaga. Ed. La Muralla, Madrid, 1998,
pp. 129-32
PINTURA
Para Ricardo García
Contad, vosotros, el tremor
ardido,
fluir secreto de pincel o yema
que textura viviente os otorga.
Este palpar de ciego por la
sangre
color y dedo exacto, el desvaído
matiz de la dulzura.
Contad, vosotros, la expresión
oculta
-desdibujada efigie mía,
en el duelo esencial de no
saberme-.
Cómo luego, tras mutua entrega
-en la noche del símbolo
perfecto-,
es belleza emergida del abrazo
vuestra vida sin fin,
la claridad insólita de vuestro
ser,
desasido a la postre
de mi mano,
mi alma.
Rosaura Álvarez
OCASO
Para Rosaura Álvarez,
pintora de atardeceres
Último reclina rosa
occidente sol abés
en la nieve y el ciprés:
cuando se oculta y reposa,
su clausura silenciosa
tiñe la melancolía
del alma que ha sido día
con su suavísima grana
y la tarde se desgrana
en modulada armonía.
Antonio Carvajal
CARMEN MÍSTICO
Para Rosaura Álvarez
EN arco un ala el carmen
abre, eleva y desplaza
fugaz en desenlace:
cae púrpura, elíptica
la sombra de la tarde.
Nada el vuelo del ángel
suspende: en el tejado
lentamente la imagen
de su ascenso se irisa
para, etérea, posarse.
El pincel impecable
del ciprés la fachada
azul pinta al socaire:
violeta, verde, rojo
el horizonte arde.
En la fuente del carmen
un rostro alado mira;
en el agua la imagen
más allá está de sí:
se consume la tarde.
Por el hombro del ángel
se desliza el espíritu
de lo eterno un instante.
Las alas por la sombra
rosas y nardos bate.
La verdad de su imagen
será por siempre nada,
nada, vacío, nadie
que asirte pueda, si en
ti todo se deshace.
Como bóveda unánime
concierta sobre el cielo
de ascuas níveo celaje:
noche ardiente, la noche
que dio a la luz alcance.
Me vi sobre tu imagen:
si uno soy contigo,
la fuente de este carmen
fue, siendo dos, el único
testigo de tu trance.
Entre jazmines bate
las alas y entre sombras:
por el hombro del ángel
se desliza el espíritu
de lo eterno un instante.
Francisco Acuyo
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