Nueva reflexión poética para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, esta vez bajo el título de, Armonía poética: Armonices mundi.
ARMONÍA POÉTICA:
ARMONICES MUNDI
La plenitud poética será
satisfecha en virtud de la capacidad creativa para alcanzar una armonía que
enaltezca y desarrolle los contenidos (del verso, del poema) que aspiren a ser
poéticos. Dicha plenitud nos pone al límite de la misma experiencia, sobrepasándola,
elevándonos (como poetas o lectores avisados de poesía) sobre nuestras
convicciones, pensamientos, experiencias incluso de nuestras más profundas
emociones. ¿Estas singularidades que señalo acaso no son lo suficientemente
valoradas en nuestro tiempo?
La
formación poética diríase que no es hoy sino un producto académico literario que no
afecta al poeta, que vive arrobado en sus motivaciones personales, ignorante de
la verdadera naturaleza de la poesía. Es claro que hoy la exigencia de
hidalguía expresiva, conocimiento del oficio (gramatical, retórico, métrico…),
excelencia estilística… no tienen mucha cabida para el escritor de versos que
aspira a un reconocimiento mediático, rápido y de lectura fácil para un
deglutir sin pesada (ni pensada) digestión.
Nos
parece bastante obvio que la sensibilidad hacia la poesía suprema brilla por su
ausencia, y esto es fundamentalmente porque no se reconoce (y no se entiende)
la necesidad del sustento armónico numérico del verso y de la poesía (si es que
como lo comprendían los pitagóricos), el número es la esencia del mundo
cognoscible –acaso también la puerta al que todavía no se conoce-, es por eso
que el rasgo vital de la poesía es el que comparte la armonía del mundo. Esta
sincronización es fundamental para alimento de uno de los elementos
fundamentales de cualquier creación artística: la sugerencia.
La
eufonía y expresividad del verso están contenidas en la verdadera obra de arte como
extensión de la creación misma. Acaso el poeta genuino no es tanto un autor de
ficciones como un profeta que alcanza con su intuición creativa donde la razón
en modo alguno llega, se sitúa al límite mismo de lo que no puede decirse, ya que
no es una mera representación mimética del mundo exterior o de las emociones
internas, ya que está, de manera constante creando realidad.
Francisco Acuyo
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