Con el título: De la muerte o la paradoja de la información, traemos un nuevo post para la sección, Ciencia, del blog Ancile.
DE LA MUERTE O LA
PARADOJA DE LA INFORMACIÓN
EN la modernidad, fruto de la
visión ateísta del mundo, la muerte sería el fin del fundamento último de
nuestra existencia, el telos postrer
de la vida humana, así como el soporte de nuestra existencia, sería la nada. Este
vacío, será a su vez la base en donde se apuntale la libertad del hombre[1]. En cualquier caso, si la muerte es el fin de
todo, ¿no ha de quedar algo en esa singular fuente de conocimiento y de
información que una vez fue conciencia del mundo y de su singularidad personal
que es la entidad humana? Siguiendo los presupuestos existencialistas,
reconocen la posibilidad de un ek-stasis,
fuera de sí mismo que sólo será posible a través de la muerte y con la que
atravesemos nuestra nihilidad. Esta trascendencia no es deísta, sino que la
nada es el trasfondo final de toda existencia. ¿Pero este vacío, esta nada
está, o mejor, es, totalmente vacía? Esta reflexión filosófica quiere, no sé si
con mayor o menor suerte, buscar una analogía en el dominio de la ciencia que
bien pudiese parecer disparatada. La cuestión es que la muerte como hecho
existencial me pareció que tenía cierto parentesco con la extraordinaria
singularidad física del agujero negro, cuando este colapsa para evaporarse,
antes absorbe todo (incluso la luz) y que cuando deja emitir algo fuera del
mismo (energía en forma de calor) se pierde, en un misterioso olvido, cualquier
tipo de información. La muerte parece ofrecer un parentesco en este punto con la particularidad del agujero negro,
porque aunque nadie haya vuelto del otro lado, todo parece indicar que todo tipo de información parece diluirse
definitivamente de lo que hubo en vida con el óbito del sujeto, tal y como sucede con la información que cae en este tipo de entidad cósmica. La irreversibilidad
del fenómeno de la muerte mantiene en este hecho irreversible uno de los
misterios o de las angustias y amarguras más sensibles para los vivos que sufrirán aquella. Permitidme la siguiente conjetura que, aun siendo un mero
divertimiento reflexivo, puede servir acaso para entretenimiento y sugerencias
varias.
Cuando Stephen
Hawking, al aplicar la teoría cuántica a la radiación de un agujero negro,
observó que aquellos extraños objetos tenían asociada una temperatura, lo cual
implicaba que los agujeros negros no eran tan negros como podía parecer en principio,
es decir, que no solo vorazmente absorbían energía, sino que eran capaces de
emitirla inevitablemente. La
verdad es que el problema de la irreversibilidad (el horizonte de sucesos[1]
determina la total irreversibilidad de cualquier cosa que caiga en él) del
agujero negro cayó en una aún mayor crisis, pues no parece responder a lo que
las leyes de la física imponen, que es precisamente su reversibilidad para
recuperar su estado inicial y con él la información de todo el proceso. La
radiación (de Hawking) saliente del agujero negro emite energía, sí, pero toda
la información ha sido destruida. Dicha paradoja (de la información) conlleva
una serie de consecuencias que no afectará a la física, no sólo de estas
singularidades, también, al mismo concepto del continuum espacio-tiempo, con
todas las consecuencias filosóficas, inevitables, que conlleva.
Los
conceptos de espacio y tiempo deben ser revisados. Todo esto proviene de la
noción revolucionaria de Einstein al determinar con su relatividad especial que
la gravedad no es una fuerza, sino una característica del espacio-tiempo.
El
espacio, en sí mismo, ya encierra una particular problemática, pues es el vacío el
receptor de la materia, pero deducimos del comportamiento de los mismos
agujeros negros que, si bien estos son el espacio receptáculo en el que se
depositan las partículas y que estas no permanecen allí, las partes
constituyentes de dicha entidad han de ser las del propio espacio. Luego el
espacio no será tan vacío.
La
cuestión fundamental es que en el ámbito de la ciencia el experimento del espacio
tiempo no es posible al margen de nuestra propia (y limitada) experiencia, aun
reconociendo que este continuo espacio temporal es fundamental para el
desarrollo de la ciencia natural en general y particularmente en la física.
Sentadas
quedan las bases teóricas de la reflexión sobre tan extraña afinidad entre dos
fenómenos tan distantes como pueden ser el extraño funcionamiento del agujero
negro, y el no menos proverbialmente negro del advenimiento de la muerte; la
pérdida de la conciencia y de toda información de aquella que un día estuvo,
palpitante y en interacción con el mundo y espoleada por la vida parece esfumarse. Para próxima
entrada dejamos el desarrollo de esta extravagante sugerencia.
Francisco Acuyo
[1] Visión
existencialista en la que Sartre abundaría filosóficamente.
[2] Frontera de espacio tiempo formada por una hipersuperficie en la que lo que sucede por un extremo, no puede afectar a quien pudiese observar por el otro lado. La velocidad de escape de dicho horizonte debería ser la de la luz, por lo que se dice que nada de lo que traspasa dicho horiznte puede salir de él.
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