domingo, 30 de agosto de 2015

KARL POPPER, DE LA CIENCIA Y SUS LÍMITES: METAFÍSICA DE LO INAGOTABLE, UN APUNTE (POÉTICO) EN SU HOMENAJE

Para la sección De juicios, paradojas y apotegmas, ofrecemos el post titulado De la ciencia y sus límites: Metafísica de lo inagotable, un apunte (poético) en homenaje a Karl Popper, del que se cumple aniversario de su fallecimiento en breve, el 17 de septiembre próximo. Homenaje singular al filósofo de la ciencia que tanto influyó en el pensamiento de quien suscribe estas líneas.



De la ciencia y sus límites: Metafísica de lo inagotable. Un apunte (poético) en homenaje a Karl Popper, Francisco Acuyo



DE LA CIENCIA Y SUS LÍMITES:
 METAFÍSICA DE LO INAGOTABLE,
UN APUNTE (POÉTICO) EN HOMENAJE A KARL POPPER.





RECUERDO hoy tan vivamente como cuando (hace ya treinta y cinco años desde que tuve noticia de lo que les cuento) era un jovencito muy curioso y nada indolente, que tuvo ocasión de leer la divertida anécdota ocurrida entre dos (tres, si tenemos en cuenta la encerrona del gran Bertrand Russel) gigantes de la filosofía del siglo XX en la sede de la Sociedad de la Ciencia Moral, entre Ludwig Wittgenstein y Karl Popper,[1] gracias a la cual empecé a interesarme vivamente por la obra y personalidad de Popper. Corrían los días en los que daba forma al que después habría de ser uno de mis libros preferidos de poemas.[2] Así, junto a los versos que decían:  […] La mano finge del viento // el silbo suave llevando,// del llanto perlas al sueño, //del sueño perlas al llanto,[3] hube de enriquecer mi espíritu con la lectura de las obras de Karl Popper.

                Eran aquellos momentos en los que la ciencia –la física, la astrofísica y la astronomía- (no sólo la poesía) colmaban mis intereses intelectuales y espirituales más inmediatos. Popper se alzaba entonces como el escrutador más lúcido, a mi juicio, de la teoría de la ciencia, de su dinámica y de su metodología. Aquella afirmación suya que decía que la ciencia será siempre una búsqueda, jamás un descubrimiento real. Es un viaje, nunca una llegada, hizo no más que confirmar mis intuiciones en torno a los límites de la ciencia que yo entreveía en mi humilde ejercicio de poeta.  Si a esto le unimos su reveladora visión sociológica de la comunidades humanas, por cierto, con la que también
De la ciencia y sus límites: Metafísica de lo inagotable. Un apunte (poético) en homenaje a Karl Popper, Francisco Acuyo
me identificaba plenamente, hizo de este genio del siglo XX uno de los parangones más altos en los que intelectualmente hube de mirarme. La Sociedad abierta y sus enemigos,[4] fue uno de los referentes críticos más importantes de todos los tiempos contra los totalitarismos, el cual dejó una huella más que profunda en mi pensamiento político.

                No deja, con las perspectiva que ofrecen los años, de sorprenderme cuán fecundo fue este influjo singular en mi personalidad intelectual y, cómo habría de calar, incluso, en la manera de concebir algo tan supuestamente alejado del rigor científico como es la poesía. De hecho, la severidad y cuidado con el que trataba el verso, si hizo aún más crítico, encontrando satisfacción en pocos de los poemas que pude dar (vacilantemente) por conseguidos.

                Fue uno de los  momentos claves de mi vida creativa y de pensamiento de calado filosófico. Nunca daba por terminados los versos y menos aún la composición poemática. Así surgieron creaciones muy peculiares que marcaron un momento de inflexión importante en mi vida de poeta, lector  y estudiante  impenitente y obstinado. Dan fe de ello aquellos versos que decían: […] Dos ángeles y el paisaje, // y la imagen de un retablo // que finge entre los espejos // combar el tiempo en sus manos.[5]
              Estos fueron momentos de lectura de obras del gran espejo del pensamiento donde mirarse como en pocos otros referentes: La lógica de la investigación científica, El yo y el cerebro (junto a sir John C. Eccles),  Conjeturas y Refutaciones: el Crecimiento del Conocimiento Científico, Teoría Cuántica y el Cisma en la Física, El Universo Abierto: una Discusión a favor del Indeterminismo, El Conocimiento y el Problema de la Mente y el Cuerpo: en Defensa del Interaccionismo,…. y que llenaron tan buenos momentos de reflexión y maravillosas horas de lectura.

                El cuestionamiento del método inductivo en la ciencia supuso un influjo incuestionable en mi manera de razonar no sólo la cuestión epistemológica, desde luego la manera de afrontar el fenómeno literario, artístico y poético, si en verdad pretendía tener un conocimiento al menos aproximado de su funcionamiento, construcción y estructuras de su particular configuración, moviéndome en un ámbito no muy acostumbrado en el dominio de los estudios literarios en ese momento y, desde luego, de las amistades que compartían conmigo el gusto por la literatura, el arte y la poesía.

                Momento especialmente grato para mí fue encontrar alguien de talento tan contrastado con el que coincidir en relación a materias relacionadas con el conocimiento, configuradas equívocamente desde una óptica dualista en las que sólo las proposiciones científicas habrían de ser significativas, no así, la otra parte de esa dualidad, la metafísica (que en tantos momentos había yo emparentado con la poesía como fenómeno puramente creativo), que en modo alguno tendrían significación relevante;
turar de manera material, aun cuando la ciencia –física- reconoce que la nada –el vacío, como sucedáneo de aquella-  es origen del universo material conocido.[6]  En otra ocasión contaba al respecto::puede inferirse una analogía que, por sorprendente, no tiene por qué resultar disparatada, y es que, si del silencio y de la nada pudo surgir (a través de la singularidad del big bang) el universo en virtud de su enigmática capacidad generadora –creativa-,[7] y que relacionaba con mi singular concepto de la conciencia. Era algo fundamental esta crítica a los dogmatismos positivo reduccionistas del método científico, mediante el que anular cualquier otro tipo de discurso gnoseológico.

Su controvertida relación con el Círculo de Viena[8] se puso definitivamente de manifiesto en su cuestionamiento del criterio de verificación, trayendo tan oportunamente una extraordinariamente bien razonada oposición: la ciencia no puede (como Hume afirma anteriormente)  operar por inducción ya que la base verdaderamente empírica de la ciencia es la falsación en un proceso abierto que marcará el auténtico discurso científico. Los criterios de demarcación entre la ciencia y la metafísica quedarían delimitados en virtud de este criterio de falsación, para estimar si se puede diferenciar el ámbito de estudio de una u otra disciplina. Esta famosa ley de la refutación será la que establezca las diferencias entre uno y otro discurso.

Es así que, de todo lo tan apresuradamente expuesto, puede inferirse la vertiginosa ascendencia de la ciencia (y la tecnología) que, a su vez expone el enorme desfase de este avance en relación a otros campos del conocimiento, todavía prácticamente anclados a las sistemáticas clásicas de pensamiento, denuncia que no nos cansamos de hacer desde nuestro humildísimo foro. La superación de las contradicciones entre empirismo y racionalismo acaso sea la baza a jugar más importante para ello, por eso, las teorías, pensaba Popper, -no los hechos- son el fundamento del racionalismo, mientras que será bajo su óptica mediante la que nos fijaremos en los hechos que, posteriormente, necesitarán, mediante la experiencia, que teorías son o no aptas, por lo que la ciencia no confirma leyes, sino que descarta las proposiciones iniciales (teóricas) cuando la experiencia las pone a prueba.

De la ciencia y sus límites: Metafísica de lo inagotable. Un apunte (poético) en homenaje a Karl Popper, Francisco AcuyoSe me hubo de presentar esta cavilación poperiana como una  sutilísima exacerbación del criticismo kantiano  mediante el cual dar a la caza alcance, alcance, digo, a las condiciones epistémicas del conocer humano que no son tan rudimentarias como el más radical y reduccionista positivismo materialista ha querido imponer al conocimiento humano, así los juicios a priori –universales- son posibles en virtud del sujeto, o lo que es lo mismo, de la conciencia como fuente Königsberg pues, era la poesía una suerte de metafísica de la naturaleza que se me ofrecía de manera clarividente, en virtud de mi intuición de poeta y del acercamiento sublime intelectual de Popper  sobre lo que la ciencia puede y no puede decir acerca de la realidad, por eso  en aquellos momentos, ahora tan vívidos, yo escribía: […]  Este juego no es muy serio. // El poeta no es el poeta,// mas el poeta, sin embargo,// fundió de toda materia // con su celeste albedrío // del espíritu la arena, // y sobre el mar nos aguarda // todo cubierto de estrellas. // Transitoria luz y tibia // deslizaron para el poeta // entonces miles de historias:// Y el hombre habitó en la tierra.[9]


                                                                                           Francisco Acuyo




 [1] Cuentan que Bertrand Russel emplazó a Wittgenstein y a Popper a un debate bajo el título ¿Existen problemas filosóficos?. Cuenta Popper que Wittgenstein había estado jugueteando nerviosamente con el atizador de la chimenea […] para subrayar lo que decía y cuando se planteó la cuestión del estatuto de la ética, […], Wittgenstein me desafió a que pusiera un ejemplo de norma moral. Yo le repliqué: No amenazar a los conferenciantes con un atizador. Ante lo cual, Wittgenstein, en un ataque de ira, arrojó el atizador al y abandonó violentamente la sala dando un portazo.[…].
[2] No la flor para la guerra, en la que sería su primera edición, Pliegos de vez en cuando, Granada 1987,
[3] Romance del avellano, Pliegos de vez en cuando, Granada 1987,
[4] Popper, K.: La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós, Buenos Aires, 1967.
[5] Dos luces dos sonidos, 2ª edición de No la flor para la guerra, Extramuros, Granada, 1997.
[6] No referimos a la Teoría del Big Bang y del Universo inflacionario como conjunto de propuestas en el marco de la física teórica para explicar la expansión ultrarrápida del universo en los instantes iniciales.
[7] El ser y la nada, o la conciencia de la nada en el ser del mundo, Blog Ancile: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2015/08/el-ser-y-la-nada-o-la-conciencia-de-la.html
[8] Círculo de Viena, organismo científico y filosófico formado por Moritz Schlick, cuyo nombre original era: Círculo de Viena para la concepción científica del mundo, que se ocupaba principalmente de la lógica de la ciencia, considerando la filosofía como una disciplina encargada de distinguir entre lo que es ciencia y lo que no, y de la elaboración de un lenguaje común a todas las ciencias.
[9] Laberinto y planeta, 2ª edición de No la flor para la guerra, Extramuros, Granada, 1997.



De la ciencia y sus límites: Metafísica de lo inagotable. Un apunte (poético) en homenaje a Karl Popper, Francisco Acuyo

miércoles, 26 de agosto de 2015

SOCIEDAD, ¿MUTATIS MUTANDI?

A vuela pluma y muy brevemente unas reflexiones sobre la sociedad y sus cambios, bajo el título Sociedad, ¿mutatis mutandi?, para la sección, De juicios, paradojas y apotegmas, del blog Ancile



Sociedad, ¿mutatis mutandi?, Francisco Acuyo
 


SOCIEDAD, ¿MUTATIS MUTANDI?







LAS sociedades humanas de la actualidad, mediante los canales oportunos de comunicación  y según la conveniencia de quienes los emiten, no se cansan de ensalzar las bondades y excelencias de las que el ser humano se beneficia y disfruta en virtud de los extraordinarios e indiscutibles avances tecnológicos, descubrimientos científicos, desarrollo ético-cultural…. Sin embargo, se acaba situando una barrera infranqueable en relación no solo con los primeros habitantes apenas circunscritos al hábitat de la caverna o la tribu, sino hasta los mismos albores de la edad moderna en la que hoy se agitan, trajinan o enajenan vertiginosamente dichas sociedades de la modernidad. No obstante, no deja de llamar poderosamente la atención en la insistencia de cada vez más sectores (intelectuales, ideológicos, culturales e incluso científicos) de la sociedad que claman por un cambio en la misma cada vez con un carácter más acuciante y perentorio.

                Al margen de las discutibles diferencias (no tanto de bienestar doméstico, laboral… que son evidentes en nuestra sociedad, como de satisfacción lúdica personal) entre el mundo premoderno y el de la actualidad, en donde deben realizarse los tan cacareados cambios –mutatis mutandi- imprescindibles, olvidando que el tejido social que integra cualquier sociedad es el individuo, diríase que la persona individual no es más  que un engranaje más bien engrasado de la máquina social en funcionamiento.

                En la denominada sociedad del Estado del bienestar, la insistencia por el cambio encuentra fundamento en los potenciales peligros de los supuestos logros conseguidos (allá donde fueron conseguidos) por la humanidad en los últimos dos siglos, así los Derechos del Ciudadano –e incluso los Derechos Humanos- parecen peligrar. La insistencia (tantas veces bajo determinadas circunstancias desfavorables, reseñadas para la ocasión por determinados y poco escrupulosos intereses políticos,  pretenden sacar los consiguientes réditos ideológicos de las miserias sociales del momento, en ejercicio fraudulento y populista cuando no de pura demagogia) de cambio ante las
Sociedad, ¿mutatis mutandi?, Francisco Acuyo
crecientes desigualdades sociales, así como por lo que parece una inevitable confrontación de las sociedades actuales con el equilibrio natural de nuestro entorno ecológico planetario.

                Son abundantes las exigencias beligerantes de cambio por mor de las denuncias (políticas populistas, interesadas únicamente en acceder al poder apoyándose en los desastres y penurias provocadas por la corrupción y la mala gestión de los gobernantes) contra el sistema capitalista como fuente ingrata de inmoralidad, como si los fundamentos del sistema basaran su funcionamiento bajo prescripciones éticas, cuya funcionalidad sistemática e impersonal, todos lo sabemos, atiende a la consecución de la riqueza, transmitiendo la falacia de que otros sistemas o antisistemas serán la panacea de la igualdad, la justicia y la libertad, cuando sus bases ideológicas están pensadas exclusivamente para la propaganda revolucionaria que sólo aspira a la obtención del poder (y cuyos presupuestos éticos, cuando no brillan por su ausencia, son de calado profundamente demagógico y populista, donde la democracia es un sarcasmo y la libertad, la igualdad y la justicia una muestra recalcitrante de su singular hipocresía.

                Se exige más participación ciudadana en las nuevas estructuras sociales (corruptas, como decíamos, buena parte de las veces, cuando no con grandes dosis de injusticia en sus concepciones estructurales y de funcionamiento), donde los individuos se encuentran las más de las veces enajenados por las conductas egoístas, la flagrante incultura y la enajenación de la mal llamada cultura del consumo y de la idolatría de la imagen; lo que pretende integrar, en fin, a la persona, en la dinámica de una sociedad enferma.

                Pasamos de la devoción por las nuevas tecnologías y avances científicos, al horror de que dichos avances, en una sociedad científica y funcionalmente analfabeta, nos lleven a la extinción como especie (desastres nucleares, por ejemplo); de la reacción ante las jerarquías sociales dominantes en relación a las supuestamente oprimidas, al miedo a los comportamientos anárquicos y antisistema.
                Denunciamos la globalización del mercado económico y la localización de la democracia, así como a la imposibilidad de abandonar la sociedad, a pesar, dícese, del creciente y caótico
Sociedad, ¿mutatis mutandi?, Francisco Acuyo
individualismo que, en realidad, no hace sino enmascarar el adocenamiento de las personas que conforman las sociedades que se denuncian, en un mundo cada vez más ajeno a los principios y valores que en otro tiempo fueron elementales para la convivencia y que nos engalanaban como seres humanos distintos a la cohorte de las diversos y supuestamente salvajes especies que pueblan el planeta; donde, por fin, hasta las interrogantes morales, intelectuales, filosóficas, metafísicas o científicas… ya no tienen ningún sentido. ¿Cómo pretendemos cambiar la sociedad poblada por individuos de tan parva, ínfima catadura moral, intelectual, cultural, si, al fin y al cabo, son estos los que integran estas comunidades que, se dice, exigen un cambio, sin duda necesario?

                A la luz de los hechos que conforman nuestras sociedades injustas, corruptas y enajenadas, ¿quién puede censurar que después de milenios de cambios verdaderamente importantes y revolucionarios –seguimos enfrascados en guerras continuas e indiferencia hacia los que sufren-, algunos de nosotros, en modo alguno indiferentes al dolor y pobreza reinantes, queramos estar en relación a la sociedad, exentos, libres de su nefanda y enajenada y enajenante influencia? ¿Acaso el verdadero cambio, la genuina revolución, en realidad, no tenga por qué ser social, sino individual, meditada y profunda?


Francisco Acuyo




Sociedad, ¿mutatis mutandi?, Francisco Acuyo



martes, 25 de agosto de 2015

TIEMPO IMAGINARIO

Para la sección, Poema semanal, del blog Ancile, traemos el poema titulado Tiempo imaginario, del libro Vegetal contra mosaico, 1991.


Enlace a la Web Ancile



Tiempo imaginario, Francisco Acuyo, Ancile




TIEMPO IMAGINARIO



Tiempo imaginario, Francisco Acuyo, Ancile







SE sonríe, y en silencio
mira, respira profundo,
cierra los ojos, proyecta
en derredor el influjo
de su presencia lejana.

Y caminamos muy juntos.

Sobre el eco de mis pasos
ayer dilata el futuro.
La calle no es solitaria
hasta que el hombre la anduvo.


*


DESPACIO llegan las olas
en el trigo de la mar.
El extranjero camina
por una senda total.

En la resaca se agita
una colina de mar,
cambia el paisaje marino
en mosaico vegetal.

EL silencio se ha medido
para inscribir sin su nombre,
grabado sobrio perfil,
sobre las sombras de un molde.

Si de sombras es albergue
esta espesura del bosque,
cobije luces el árbol
y brille en ramos el orbe.


*


¿QUÉ puede el hombre temer?
¿Salirse del justo medio?
En él está la verdad
y ellos deshacen el sueño.

¿Qué puede el hombre perder?
¿Sentirse donde el silencio?
Mi interior contiene seres
con un profundo secreto.




Francisco Acuyo, de Vegetal contra mosaico, 1991






Tiempo imaginario, Francisco Acuyo, Ancile

domingo, 23 de agosto de 2015

EL SER Y LA NADA, O LA CONCIENCIA DE LA NADA EN EL SER DEL MUNDO

Para la sección del blog Ancile, De juicios, paradojas y apotegmas, traemos una temática bastante sugestiva a pesar de no ser en modo alguna cuestión nueva de debate, pero que a la luz de los descubrimientos científicos obtenidos desde el siglo XX hasta nuestros días, abren nuevas y seductoras sendas de reflexión  e investigación científica y filosófica. Hemos titulado esta aproximación presentada en este post, El ser y la nada, o la conciencia de la nada en el ser del mundo.

El ser y la nada, o la conciencia de la nada en el ser del mundo, Francisco Acuyo



EL SER Y LA NADA,
O LA CONCIENCIA DE LA NADA EN EL SER DEL MUNDO








ENTRE muchas de las interrogantes que, como seres (conscientes) humanos hemos tenido ocasión de plantearnos en base a aquello que podemos llegar a conocer: quiénes somos, de dónde venimos, qué es la vida, qué la muerte, por qué estimamos o desestimamos la existencia de Dios…, hay una que suele ser nuestra favorita y acaso una de las que más acalorados y sugestivos  debates ha suscitado en la filosofía y, desde luego, en la ciencia (sobre todo de la física), a saber: ¿por qué hay algo en vez de nada?

                Esta pregunta no reviste novedad, decimos,  tanto en el ámbito científico como en el filosófico, si bien en el siglo XX, al albur de los descubrimientos y nuevas hipótesis científicos,  cuando menos supuso o fue motivo para una seria revisión de los fundamentos de los diversos sistemas  filosóficos que trataron esta cuestión, en cualquier caso nos parece poco probable extraer algo coherente de la dicotomía del ser y la nada sin atender a la cuestión no menos compleja e, incluso enigmática para muchos, nos referimos a la conciencia, y ésta vinculada al fenómeno crucial y no de más fácil entendimiento como es el de la creación. Al fin y al cabo el ser y su ausencia –la nada- pueden depender de la conciencia capaz de percibirla o de pensarla, por lo que no es extraño
El ser y la nada, o la conciencia de la nada en el ser del mundo, Francisco Acuyo
que sobre este asunto difícil  y delicado deduzcamos que muy bien podíamos estar ante en un solipsismo inabordable.

                Si el ser puro es idéntico a la nada pura, según afirmaba Hegel, nos encontraremos ante una desconcertante realidad filosófica que puede no responder o casar ante la realidad que indaga y dícese que experimenta la ciencia (física), ya que ésta identifica el ser del universo en un claro origen (el Big Bang así lo establece en su teoría) y perfectamente diferenciado de la nada (del vacío) del que proviene.

 De hecho, Leibiniz pensaba que si hay algo, ese algo no puede ser de manera arbitraria y azarosa; debe existir un motivo (o razón) por el que quepa deducirse ese ser, porque no es en modo alguno irracional pensar que ese algo debe su consistencia a algo exterior a él mismo (y que algunos hubieron de denominar como Dios). Mas, ¿esta realidad racional leibziana puede ser compatible con la realidad científica  tan frugal y rápidamente descrita con anterioridad? O, ¿acaso es el mundo representado[1], lleno de inquietudes y sufrimientos, el que incita a cuestionar y señalar el ser y el devenir existencial -así mismo como la nanidad que pudiera igualmente inferirse-? El sufrimiento, la muerte, para algunos son  en realidad los que incitan a una reflexión metafísica, y también a la indagación sobre cuestiones como el ser y la nada? Es muy reseñable también advertir que hay quienes afirman que pudiera resultar la experiencia del ser -¿y  la de la nada?- en nuestra contingencia existencial una cuestión infranqueable, por lo que no mereciera la pena ser atendida pues, el esfuerzo por saber de su realidad será siempre baldío.[2]

                De todas formas la manifiesta complejidad (a la luz de las investigaciones y descubrimientos científicos) de lo que es, parece revelarse el ser como cosa extraordinaria. No así la nada que, por su intuida sencillez y naturalidad (pues diríase que es más fácil pensar que no haya nada que algo) entra contraste con lo intrincado de lo que singularmente es (así lo estimaba también Leibniz). Pero si atendemos a la cuestión con los datos extraídos del actual conocimiento científico –físico y cosmológico- que deduce el origen del universo proveniente de la nada ¿por qué ha de resultar más extraordinario el ser que la nada de donde todo proviene?; o, lo que es lo mismo ¿por qué es más probable que haya algo en lugar de nada? Hoy día parece irremisible la necesidad de acudir a la ciencia (física y astrofísica y cosmológica) para una constatación experimental de esta controversia. El concepto de nada se sustituye –hábil y astutamente- por el de vacío[3] para demostrar la existencia material del mundo, por lo que la enunciación del ser y la nada en la modernidad nos permite evaluar con serias dudas lo absoluto de la no existencia. Puede verse reflejada similar discusión en las matemáticas y el cero[4] (de los hindúes) introducido en su teoría y práctica, para desazón de no pocos de sus genios creativos y tenaces revisores de sus axiomas.

                Luego, de lo visto, no debe resultar extraña la cuestión del por qué nos interesa tanto la nada, incluso a fuer de pensar que lo que no es no tiene consistencia (material), pero sí tiene relevancia para lo que es, así cabe colegirse el hecho de que, aquello que no tenga consistencia no implica  que -por la ausencia de ella- no sea una realidad, y, como hemos visto, que la nada en un principio, aparece enigmáticamente unida al ser. La ciencia nos muestra que no desdeña el concepto (¿o realidad factual?) de la nada para identificar lo fenomenológico susceptible de cuantificarse y ergo, de la nada se infiere la realidad del ser (del ente, que diría Heidegger), luego, ¿es justificable la sentencia ex nihilo nihil fit[5]? No parece congruente esta afirmación, sobre todo a la luz de lo que la ciencia (cosmológica) deduce; decíamos, que el universo se creó de la nada (en la singularidad del Big Bang) hace unos 14.000 millones de años. Curioso, cuando menos, el ímpetu creador y de poder que manifiesta la nada como origen nada menos que del universo que conocemos.

El ser y la nada, o la conciencia de la nada en el ser del mundo, Francisco Acuyo

                A la vista de lo expuesto nos parece muy necesario volver al problema no menos extravagante y enigmático de la conciencia, pues, parece que es esta la que nos invita a la indagación de lo que es o no, sobre todo a través de los procesos creativos. Nos complace referirnos a esta cuestión en uno de los ámbitos de la ciencia acaso más reduccionistas y poco dados a establecer conjeturas fuera del ámbito estrictamente material, nos referimos a la biología y todas las disciplinas que encuentran fundamento en ella (medicina, neurociencia….). Para ello traeremos a colación el fenómeno del efecto placebo y el de los proceso creativos. No deja de asombrar a propios y extraños cómo la asunción (o ingesta)  de un determinado placebo (inmaterial)  actúa sobre el bienestar material (biológico) de un determinado paciente, o cuando el genio creativo es capaz de generar una obra maestra nunca vista, igualmente de la nada. Diríase pues, que lo que consideramos nada incide de manera singular en lo que es.

El ser y la nada, o la conciencia de la nada en el ser del mundo, Francisco Acuyo
                La cuestión o fenomenología de la conciencia (sin denominar concretamente, acaso por no saber muy bien qué es y cuál sería la definición correcta) tiene un estrecho vínculo con el ser y la nada de las cosas. En cualquier caso, decimos que conocemos fragmentaria o parcialmente las cosas que identificamos en nuestro pensamiento, o lo que es lo mismo, necesitamos acometer la realidad del mundo y las tareas cognitivas para su representación por partes, para lo cual nos lanzamos a la búsqueda de patrones con los que poner orden en el (aparente) caos de las sensaciones y llegar a un entendimiento de lo que es y acontece en el universo. Existe otra manera de entendimiento distinto que no es el de la visión fragmentaria del mundo, al menos en eso insisten determinadas personas-místicos-,  cuya aprehensión del mismo, dicen, es totalizadora, plena, y que no pueden alcanzar a explicar de manera conceptual, racional, lógica…. Esta dicotomía de percepción del mundo viene al caso porque cuando se han realizado determinados experimentos de observación de los procesos eléctrico energéticos cerebrales, curiosamente, serán en aquellos procesos de deliberación de  la nada como plenitud perceptiva –y que tiene una gran analogía con los procesos de plenitud creativa- es tan sugestiva como reveladora, ya que puede inferirse una analogía que, por sorprendente, no tiene por qué resultar disparatada, y es que, si del silencio y de la nada pudo surgir (a través de la singularidad del big bang) el universo en virtud de su enigmática capacidad generadora -creativa-, acaso el vínculo entre ambos (el ser y la nada), sea precisamente la conciencia. No nos parece en este punto insensato hacer una enunciación que interroga sobre otra cuestión no menos inquietante, ¿es la realidad producto de la conciencia?, o lo que es lo mismo, ¿es el la conciencia la realidad del mundo? Observen que digo, no, de nuestra conciencia. ¿Puede ser aquello que denominamos nada, origen del ser, conciencia de la que ha de tomar materia y forma todo aquello que conocemos? Nuevas interrogantes para una problemática, por el momento, no del todo resuelta.




Francisco Acuyo
               




[1] Muy similar esta referencia a la que ofrecía como representación y voluntad Schopenhauer.
[2] Así lo aseveraban los filósofos empiristas, y en su extremo David Hume.
[3] Espacio saturado de partículas
[4] También el concepto de Cero absoluto en temperatura ha motivado no pocas y sugestivas controversias.
[5] De la nada nada adviene.




El ser y la nada, o la conciencia de la nada en el ser del mundo, Francisco Acuyo

jueves, 20 de agosto de 2015

ARKADI AVÉRCHENKO, ESQUINAS TORCIDAS Y OTROS CUENTOS, EDICIÓN EJEMPLAR

Reproducimos la entrada del blog amigo Atticus ediciones en la que se ofrece, del autor Arkadi Avérchenko, un par de cuentos del libro Esquinas torcidas y otros cuentos.




Traemos para la sección Ediciones Ejemplares de nuestro blog, la edición del libro de Arkadi Avérchenko, Esquinas torcidas y otros  cuentos, publicado por la editorial Jizo ediciones en su colección Lenguas y literaturas eslavas. Obra editada por primera vez en lengua española por el profesor y catedrático Rafael Guzmán Tirado. Reproducimos la nota del traductor y un par de cuentos, Pavo con castañas y El problema, para hacer boca e invitarles a la entretenida lectura de este libro tan tierno, mordaz y divertido, en la espléndida edición que hace Jizo ediciones e imprime Entorno gráfico, y de la que nosotros, Atticus, hemos formado parte en el diseño y montaje de la misma.

Arkadi Avérchenko, Esquinas torcidas y otros cuentos, Ancile



ARKADI AVÉRCHENKO, 
ESQUINAS TORCIDAS 
Y OTROS CUENTOS, EDICIÓN EJEMPLAR


Arkadi Avérchenko, Esquinas torcidas y otros cuentos, Ancile




NOTA DEL TRADUCTOR


Traducir a Arkadi Avérchenko me ha proporcionado una doble satisfacción: primero, por descubrir su obra al público hispanohablante (la mayor parte de los cuentos recogidos en este libro se traducen por primera vez al español) y, segundo, por el propio contenido de los mismos y lo que transmiten de frescura, sensibilidad humana y detalles de la vida cotidiana.
Consciente de que para que la comunicación sea posible, la traducción de un texto humorístico se basa en un conocimiento lingüístico-cultural compartido entre el escritor y el lector, en el proceso de traducción he intentado mantener al máximo las realias de la vida, tradición  y cultura rusas, prestando especial atención a las referencias culturales y denominaciones toponímicas, gastronómicas, folclóricas, etc., así como a los diminutivos e hipocorísticos de los nombres propios de persona, muy frecuentes en la lengua rusa y que he decidido mantener, siempre que ha sido posible, en su traducción al español.
Estos cuentos constituyen un valioso testimonio de una época y nos ofrecen un retrato de valor incalculable de aquella sociedad.
¡Espero que el lector disfrute tanto leyendo este libro de cuentos, como yo traduciéndolo!

Rafael Guzmán Tirado





PAVO CON CASTAÑAS


La esposa entró en el despacho y le dijo a su marido:
—Vasili Nikoláyich, ha llegado tu sobrino Styopa...
—¿Y qué quiere?
—Nada en especial, dice que quiere felicitarte.
—Que se vaya al infierno.
—Bueno, da cosa, ¿no?, es pariente tuyo. Anda, sal, y salúdalo. Le regalas tres rublillos y...
—¿Y tú no puedes atenderlo?
—¡Pero, hombre! Yo no puedo estar en todas partes. Vigila el pavo, atiende a tus sobrinos...
—Por cierto ¿y qué pasa con el pavo?
—¡Y qué quieres que pase! Hoy tienes invitados a pavo y mañana también, pero pavo no hay más que uno. No lo vamos a dividir. ¡Tú solito te complicas la vida!
—¿Y no se puede poner hoy medio pavo y mañana el otro medio?
¡Vaya ideas que tienes! Seremos el hazmerreír de toda la ciudad. ¿A quién se le puede ocurrir poner medio pavo en la mesa?
¡Hum...! Menudo lío... Bueno ¿dónde está tu estúpido Styopa? ¡Qué pase!
¡Cómo que mío! Es pariente tuyo. Está en el vestíbulo ¿Le digo que pase?
Intentaré quitármelo de encima antes de que lleguen los invitados.

[

Entró el sobrino en el despacho. Styopa era un ser totalmente diferente a un tipo muy extendido de imprudentes, manirrotos y elegantes sobrinos, que se aprovechaban de la debilidad de un tío rico.
Styopa era un joven alto, de pómulos pronunciados, con una enorme boca bien poblada de dientes, con ojos inquisitivos y siempre asustados, y con un pecho tan metido hacia dentro que cuando estaba desnudo, siempre se le quedaba agua en esta hendidura durante la temporada de lluvias.
Las manos le sobresalían de las mangas de su chaqueta y las piernas de sus pantalones tres vershok más de lo que hubiera permitido el imprudente sobrino de una novela de moda; los bolsillos de la chaqueta los llevaba tan repletos que parecía que Styopa tenía en cada uno de ellos una sandía de Astrakán. Los pantalones a la altura de las rodillas también los llevaba terriblemente abultados como si fueran articulaciones de bambú hindú.
No tenía cejas. Pero el pelo le caía por la frente hasta tan abajo que surgía la duda de si no se le habían subido las cejas en uno de los momentos de asombro de Styopa y no se le habían mezclado allí de una vez para siempre con el pelo de la cabeza. En la hendidura entre la mejilla y el ala de la nariz, se ocultaba una enorme verruga rosada como si se sintiese turbada por la presencia del labio superior, cubierto de vello y de las poderosas fosas nasales...
Así era este pobre pariente, Styopa.
—¡Hola, Styopa! —le saludó su tío ¿Cómo estás?
—Gracias, bien. Le felicito en estas fiestas, le deseo lo mejor.
—¡Ajá! bueno, bueno. Y tú, Styopa,... ¡Hum! Te quería decir... ¿No me podrías conseguir en algún lado un pavo? ¿eh?
—¿Hoy? ¿Pero, dónde voy a encontrar hoy, tito. Si hoy es el primer día de la Navidad y todo está cerrado?
¡Ajá!,... Cerrado... Mira, hijo, es que tengo una situación complicada: tenemos solo un pavo y espero invitados hoy y mañana, precisamente, para comer pavo. Maldita sea, ¿eh?
la verdad es que su situación es terrible —con resignación asintió Styopa—. Pues, diga que está usted enfermo...
¿Quién demonios me iba a creer, si ya he estado en misa.
—Pues diga que se le ha quemado el pavo a la cocinera.
¿Y si a alguno de los invitados le da lástima de la cocinera y va a la cocina a ver... ¿Entonces quéNo, es necesario que vean el pavo, pero que no se lo coman. Mañana lo calentamos y lo tendremos otra vez como si estuviera vivo.
—Pues que alguno de los invitados diga que ya está lleno y que no es necesario cortar el pavo...
El tío, tras morderse el labio superior, miró pensativamente a su sobrino y de repente todo se iluminó de alegría...
¡Styopa, querido! Quédate a la cena. Tú eres mi pariente, eres uno de los míos, tú no tienes nada de qué avergonzarte, échame una mano y me apoyas, Styopa, ¿eh? Tú serás el que levante la voz en contra del pavo.
pero me da vergüenza, tito... Tengo un aspecto tan simple, poco elegante, tan... fuera de lo normal.
—¡Ya está! Te presentaré, hijo, como invitado de honor, estaré pendiente de ti personalmente. Y cuando al final de la cena se sirva el pavo,  das un grito así de forma solemne “Bueno, para qué cortar el pavo, si nadie va a comer porque todos están llenos, llévenselo.”
Arkadi Avérchenko, Esquinas torcidas y otros cuentos, Ancile

—Pero tito, ¡van a decir que soy un descarado!
—Bueno, no importa eso. No lo dirán en voz alta. O quizá simplemente dirán: ¡qué original! Por supuesto, yo voy a insistir en que no se lo lleven pero tú, sigue en las tuyas, e incluso mete prisa para que se lleven el pavo, porque es posible que alguien se deje tentar. ¡Vaya espectáculo! Sí, ¿pero qué haces de pie, Stepán? ¡Siéntate, siéntate, Stepandryas!
—Tito, este año mejor no me dé dinero —dijo Styopa, de manera crítica, mirando con evidente desprecio a sus callosas botas—. Mejor me da algunos de sus zapatos. Porque no tengo qué ponerme. Y me voy a...
—Bueno, por supuesto, Stepán! Ni más que hablar..., Stepandryas, te conseguiré unos zapatos fenomenales... ¡Je, je!... Y tú, hijo, no te engañes... Stepanadze no eres tonto, cómo no me había dado cuenta antes... No tienes un pelo de tonto.



Cuando los invitados se estaban sentando a la mesa, Vasili presentó a Styopa:
—¡Y aquí les presento, señoras y señores, a mi pariente y amigo Stefan Fyódorovich! Persona extravagante, pero hombre de gran experiencia. Siéntese aquí, Stefan Fyódorovich, aquí. ¿Desea vodka o licor?
Stepán sonrió amablemente, se frotó sus enormes y huesudas manos y se trincó un gran vaso de vodka.
—Conozco a un general —dijo en voz alta— que bebe vodka y come manzana como tapa.
—¿Qué general es? ¿Es el padre —le preguntó su tío con tono agasajador— del niño que usted apadrinó, Stefan Fyódorovich?
—No, es otro. Ese es un pez pequeño, un simple general mayor... Pero en Europa, sabe, no quedan generales de verdad. ¡Lo juro por Dios!
—¿Ha estado usted allí? —dijo, mirándolo de reojo un vecino.
—Por supuesto que sí. Yo, normalmente, todos los años voy a alguna parte. Voy con frecuencia a la ópera. En general, no entiendo cómo alguien puede vivir sin entretenimientos.
Dos copas y el saber que dijera lo que dijera, su tío no lo iba a interrumpir, estaba excitando a Styopa. 
—Sí, señores —dijo con desenfreno, mientras masticaba con pasión un sandwich de caviar—. En realidad, saben, Mityukov es una personalidad, que aún está por mostrarse. Por supuesto, puede ser que Mityukov sea feo, pero es necesario conocerlo y cuidar de él.
—Stefan Fyódorovich —dijo su tío amablemente—, coja otra empanada con la sopa.
—Muy agradecido. Y bien, los ingleses, por ejemplo, no toman sopa... ¡Y si hablamos de las damas! Por ejemplo, tome a las madames, les pegarán en la cabeza tanto que no van a poder encontrar la salida. Palabra de honor.
Para bien o para mal, Stepán se hizo dueño de la conversación.
Tras contar cómo en el almacén de madera, donde había estado trabajando, un tablón le aplastó la pierna a un empleado, cómo en su calle habían pillado a un ratero, y cómo élStyopa, se había enamorado de una señorita, terminó de forma muy confiada:
—No, señor, ¡Qué puedo decirles más! ¡A Mityukov todavía no lo conocen! Pero ya les mostrará quién es él. De él aún se va a hablar mucho, y son muchos a los que Mityukov les va quemar la sangre! Por supuesto, tiene sus propios envidiosos, pero él mentalmente... los pisotea bajo sus pies.
—Permítame pero... este Mityukov... —empezó una señora.
—¿Sí?
—¿Quién es ese maravilloso Mityukov?
—¿Mityukov? Soy yo.
—¿Ah?... Y yo pensaba ¿quién será ese?
—Es difícil comprenderlo, pero si ya lo has calao...
En este momento, pusieron el pavo. Todos ansiosamente aspiraron por sus fosas nasales el sabroso olor, pero Stepán se puso de pie juntado las manos con asombro, y dijo de la forma más aristocrática:
¡Pero, también hay pavo! ¡No, esto es como para volverse loco! Es que vamos a reventar con tanta comida. ¡Pero si ya está todo el mundo lleno! ¿no es así, señores? ¡No merece la pena cortar el pavo! ¿Verdad, señores? ¿No es así?
Todos murmuraron algo muy confuso.
¡Exactamente, sí! —gritó Styopa—. Eso mismo digo yo. No vale la pena empezarlo, llevároslo por Dios.
—¿Tal vez coman un poquito? —sin muchas ganas dijo el anfitrión, jugando con un cuchillo largo. Tiene buena pinta... Con castañas.
El largo Styopa de repente se inclinó y acercó su cara al pavo hasta casi tocarlo.
—Dice usted, ¿¡con castañas!? —con una voz ronca y extraña dijo.
Sus labios de repente se humedecieron con saliva, y sus ojos brillaron con una avaricia histérica tan hambrienta que el propietario tomó el plato y con una falsa sonrisa le dijo:
—Bueno, si nadie quiere, tendremos que llevárnoslo.
—¡Con castañas! —se lamentó Styopa, entrecerrando los ojos—. Bueno, si es con castañas, entonces voy comerme un trozo.
El cuchillo tembló en la mano del anfitrión... Lo levantó sobre el pavo... Quedaba una débil esperanza de que Stepán dijera que no, que estaba bromeando, que se lo llevaran.
Pero Styopa no era un hombre que bromeara en situaciones como esta...
Tratando de que su mirada no se cruzara con la de su tío, ordenó:
—A mí, por favor, un poco de pechuga y este muslo...
—Aquí tiene, hágame el favor —dijo el anfitrión con voz temblorosa.
—Pues ya que lo va a empezar, deme a mí también un trozo —continuó la que estaba al lado de Styopa, y que no sabía quién era Mityukov.
—¡Y a mí! ¡Y a mí!...
Y cuando, a los dos minutos, quedaba solo el esqueleto del pavo, el anfitrión se levantó y le dijo a Styopa:
—¡Oh, sí! Se me olvidaba que el General le llamó por teléfono. Venga, le voy a mostrar dónde está el teléfono... Perdonen, señores.
Styopa obedientemente se puso de pie y así como un condenado a muerte va detrás del verdugo, obedientemente siguió a su tío, mientras terminaba de roer el muslo de pavo...
Mientras caminaban por el comedor, el propietario le iba hablando con un tono, pero tan pronto cerró la puerta del despacho, cambió a otro tono.
Más o menos lo que sucedió allí fue lo siguiente:
—Oh, Stefan Fyódorovich, ese general no puede vivir sin usted. Partamos de la base que a usted todos lo quieren. Usted tiene una inteligencia tan particular... ¿Cómo puede ser tan miserable?, ¿eh? Dijo que iba a renunciar y fue el primero que le metió mano al pavo, ¿eh? ¿Cómo puede ser eso? Te había dado pescado, sopa y croquetas. Pensaba que estabas hasta la coronilla de comida, y estuve cuidando de ti como si fueras la persona más importante, ¡y tú vas y te portas como un cerdo! Todos los invitados ya habían renunciado al pavo, y tú, bribón, vas y me sales con esas, ¿eh?, canalla.

[

Styopa lo seguía, apretando su huesuda mano en el pecho y decía con voz llorosa:
—Tito, pero ¡usted no me advirtió que el pavo era con castañas! ¿Por qué no me lo dijo? Yo nunca había probado las castañas con pavo... Comprenda, tito, que no fui yo, sino las castañas quienes mataron al pavo. Yo ya había renunciado a comer, pero de repente oigo: ¡Castañas! ¡Castañas!
—¡Fuera, granuja! Y no se te ocurra nunca más aparecer por aquí.
El tío le arrebató de las manos a Styopa el muslo y con saña le arreó con él en la mejilla:
—¡No quiero verte ni en pintura nunca más!
—Tío, usted habló de unos zapatos...
—¿Qué oh-oh-oh? ¡Marina, acompaña al señor! ¡Tráigale su abrigo, que se va!



Hundiendo el cuello entre sus hombros, tratando de proteger del frío sus grandes orejas de soplillo con el cuello corto y decrépito de un abrigo de otoño, iba caminando por la calle Styopa. La nieve, que yacía como una gruesa y tranquila capa, de repente empezó a bailar y a girar, como un ágil demonio, alrededor del triste Styopa... Las manos, al descubierto por las cortas mangas del abrigo se le congelaban, como se le congelaban las piernas y el cuello...
Caminaba con la nariz hincada en el pecho, como una grulla, chocando con los transeúntes, iba callado, y no se sabe lo que le pasaba por la cabeza.




EL PROBLEMA



Cuando hubo terminado de dictar el problema y los alumnos habían tomado nota, el maestro se sacó el reloj del bolsillo y les dijo que les daba veinte minutos para resolverlo. Semión Pantalykin se pasó la palma de la mano pintarrajeada de tinta por su redonda cabeza y se dijo:
—Si no consigo resolver este problema, estoy perdido.
Semión Pantalykin, fantaseador y soñador empedernido, tenía la manía de exagerar cualquier cosa que le pasaba y de ver todo color de hormiga.
Si se topaba con un chico un poco más alto, misantrópico y severo de lo normal, que se ponía delante suya cortándole el paso, cachondeándose de él, mirando alrededor para asegurarse de que no hubiera nadie y que le preguntaba con una sonrisa maliciosa “¿Tú de qué vas, saco de carne?”, Semión Pantalykin se ponía blanco e, imaginándose cómo se le acercaba la muerte con su guadaña, murmuraba:
“Estoy perdido”.
Si el maestro lo sacaba a la pizarra o si derramaba en su casa una taza de té en el mantel limpio, siempre repetía la misma macabra frase: “Estoy perdido”.
En realidad la “perdición” que él tanto temía solía acabar con un cocón en el primer caso, con un cero en el segundo y con la expulsión de la mesa del té en el tercero.
Pero esa dramática frase, “Estoy perdido”, sonaba tan grave y tan lúgubre que Semión Pantalykin la utilizaba en cualquier situación.
“Estoy perdido”.
La frase la había tomado de una novela de Mayne-Reid, donde los protagonistas, que se habían encaramado a un árbol para salvarse de una inundación y del ataque de unos indios, por un lado, y de las afiladas garras de un jaguar, oculto entre el follaje, por otro, gritaron al unísono:
—Estamos perdidos.
Y por si esto fuera poco, el agua que les rodeaba estaba infestada de caimanes y del tronco del árbol salía humo porque acababa de ser golpeado por un rayo.



Más o menos en una situación parecida se sentía Pantalykin cuando no solo le habían puesto un problema muy difícil sino que, además, le habían dado solamente veinte minutos para resolverlo.
El problema era el siguiente:
“Dos campesinos salieron al mismo tiempo del punto A al punto B, uno recorría cuatro verstás a la hora y otro cinco. Se pide averiguar con qué antelación llegará al punto B uno de los campesinos en relación al otro, si tenemos en cuenta que el segundo salió un cuarto de hora más tarde que el primero, y, además, se sabe que del punto A al punto B hay la misma distancia en verstás; se pide también cuál será el resultado si dos vinateros venden a un tercero la misma cantidad de cubas de vino que le habían proporcionado al primero unas ganancias de ciento veinte rublos, y al segundo, ochenta, si a cada cuba de vino se le sacan cuarenta rublos de beneficio”.
Tras leer el problema, se dijo a sí mismo:
—¡Un problema así y en veinte minutos! ¡Estoy perdido!
Después de perder unos tres minutos en sacarle punta al lápiz y doblar mejor el papel rayado en el que iba a plasmar sus habilidades matemáticas, Semión Pantalykin se apretó los machos y se concentró.
¡Pobre Semión Pantalykin! Le han dado un problema matemático abstracto cuando todo él, entero, de la cabeza a los pies, vivía solo de imágenes concretas, sin comprender nada teórico con su mente de Mayne-Reid.
En primer lugar se le ocurrió la siguiente idea:
—“¿Qué es esto de campesino “primero” y “segundo”? Esta nomenclatura tan seca no le decía nada a su inteligencia ni a su corazón. ¿Es que no se les podían haber puesto nombres corrientes de persona? Vale que llamarles Iván o Vasili, por ejemplo, habría sido demasiado prosaico y corriente pero ¿por qué no bautizarles con nombres como William o Rudolph?
En cuanto Semión Pantalykin le puso al “primero” Rudolph y al “segundo” William, ambos se hicieron más comprensibles y como de la familia. Ya era capaz, incluso, de ver con su mirada inteligente la raya blanca que el sombrero había dejado en la frente de William, con su rostro bronceado por los rayos del ardiente sol... A Rudolph se lo imaginaba de complexión fuerte, con anchas espaldas, vestido con pantalones de lona azul y chaqueta de piel de castor.
Y he aquí que se pusieron en camino los dos, uno un cuarto de hora más tarde que el otro.
De pronto le vino a su mente la siguiente pregunta:
¿Se conocerán estos dos aguerridos caminantes? Seguramente síya que están juntos en el mismo problema... Aunque si se conocen, entonces ¿por qué no se han puesto de acuerdo para ir juntos? Además, así sería más entretenido. Y eso de que uno hace una verstá más que el otro es una tonteríaEl que va más rápido podría tener el detalle de aminorar su marcha, y el que va más despacio podría acelerar su paso. Ademáses más seguro ir juntos, así no les atacarán ni los bandidos ni los animales salvajes...
Le surgió otra interesante pregunta:
—¿Irían armados o no?
Al ponerse en camino, mejor coger un fusil, que, por otro lado, podría venir muy bien al llegar al punto B, si le atacaban los bandidos de la ciudad, escoria de los barrios perdidos.

Aunque, a lo mejor, el punto B era un pueblecito donde no había bandidos...
Y otra cosa: en el problema pone punto A y punto B... ¡Vaya nombres! Semión Pantalykin no podía imaginarse ciudades o pueblos en los que las personas viven, luchan y sufren bajo dos implacables letras. ¿Por qué no llamar a una ciudad Santa Fe y a la otra, Melbourne? Y tan pronto como el punto A recibió el nombre de Santa Fe, y el punto B se convirtió en la capital de Australia, las dos ciudades se hicieron visibles y claras... Las calles se llenaron de inmediato de casas de extraña arquitectura exótica, de las chimeneas comenzó a salir humo, por las calles empezó a andar gente, y por la calzada corrían los caballos, montados por jinetes (salvajes que habían llegado a la ciudad a por munición), vaqueros y españoles, dueños de lejanas haciendas...
Esa era la ciudad a la que se dirigían Rudolph y William...
Es una pena que en el problema no se mencione el propósito de su viaje. ¿Qué debió de pasar para verse en la obligación de abandonar sus hogares y lanzarse, a toda prisa, a esa horrible Santa Fe, llena de borrachos, jugadores de cartas y asesinos?
Y otra interesante pregunta más: ¿Por qué Rudolph y William no utilizaron caballos para el viaje y se fueron a pie? ¿Puede ser que quisieran seguir las huellas dejadas por una banda de cuatreros a caballo, o simplemente la noche anterior un misterioso desconocido, que conocía el secreto de los brillantes de Rinoceronte Rojo, les había cortado los tendones a sus caballos para que no pudieran seguirlo.
Todo esto es muy extraño... ¿El hecho de que Rudolph saliera quince minutos más tarde que William demuestra que este honrado cuatrero no confiaba mucho en él y quería, en este caso, simplemente ir tras este temerario vaquero, al que llevaba ya tres días siguiendo de cerca, por la noches, un criollo con impermeable en un caballo empapado en sudor.
...Apoyando en su manecita, untada de tiza y tinta, su impetuosa y soñadora cabeza, llena de imágenes, estaba sentado Semión Pantalykin.
Y poco a poco todo el problema y su significado secreto iban emergiendo en su cerebro.
[
El problema:

...Aún el sol no había tenido tiempo de dorar las copas de los árboles de tamarindo, aún los vistosos pájaros tropicales dormitaban en sus nidos, aún los cisnes negros no habían salido de entre los lirios y adonis de la maleza australiana, cuando William Bloker, conocido matón que había hecho reinar el pánico en toda la costa de Simpson Creek, avanzaba sigilosamente por el apenas visible sendero del bosque... Recorría solo cuatro verstás por hora porque le impedía hacerlo más rápido una pierna herida, a la que le había disparado ayer un misterioso enemigo, escondido detrás del tronco de una magnolia de hoja ancha.
¡Caramba—murmuró William—. Si el viejo Will tuviera su jamelgo... Pero... ¡que me maten si no encuentro al villano que les cortó los tendones! ¡No pasarán ni tres lunas!
Arkadi Avérchenko, Esquinas torcidas y otros cuentos, AncileY detrás de él en este momento se escondía, tirado en la tierra, el cuatrero Rudolph Kauters. Sus varoniles cejas se fruncieron con aire sombrío, mientras contemplaba, tumbado, la huella de la bota de William, impresa con nitidez sobre la hierba húmeda de los bosques australianos.
—Aunque tenga que recorrer cinco verstás a la hora (por cierto, ¿por qué no “millas o “yardas?”) —susurraba el cuatrero—, quiero encontrar la pista de este viejo zorro.
Y Bloker, que había escuchado tras de sí el susurro, saltó detrás de un árbol, que resultó ser un eucalipto, y se escondió... Al ver a Rudolph, que se arrastraba por la hierba, se echó a la cara el fusil y disparó. Y, llevándose las manos al pecho, el honrado cuatrero cayó al suelo dando vueltas.
¡Jo, jo! —rompió a reír a carcajadas William—. Buen tiro. El día no pasó en balde, y el Viejo Bill se sintió satisfecho de sí mismo...




—Bueno, los veinte minutos ya han pasado —resonó como un trueno en un día raso la voz del maestro de aritmética—. ¿Habéis resuelto todos ya el problema? A ver tú, Semión Pantalykin, dinos: ¿Qué campesino fue el primero en llegar al punto B?
Y el pobre Pantalykin estuvo a punto de decir, por supuesto, el primero en llegar a Santa Fe fue el villano Bloker porque el cuatrero Kauters yacía con una bala en el pecho, agonizando solo en el desierto, a la sombra del venenoso “árbol de la serpiente” de Australia. Pero no dijo nada de eso, sino que con voz ronca replicó: “No lo he resuelto..., no me ha dado tiempo”. Y en ese momento vio como un pedazo de cero como una catedral de grande empezó a rodear su nombre en el cuaderno de notas.
—Estoy perdido —susurró Semión Pantalykin—. Me veo repitiendo curso. Mi padre me va a arrancar la cabeza y ya me puedo ir olvidando del fusil que me prometió y de la suscripción a la revista Vokrug sveta, que me iba a pagar mi madre...
Y en ese momento, Pantalykin se empezó a imaginar que estaba sentado en los restos del “árbol de la serpiente”... A sus pies, las aguas turbulentas del río corrían embravecidas, bajo el castañear de los dientes de los caimanes, y mientras tanto, desde el denso follaje, acechaba un jaguar, dispuesto a saltar sobre él, porque el fuego que envolvía el árbol ya se iba acercando al enfurecido animal...

—Estoy perdido...



Arkadi Averchenko, de Esquinas torcidas y otros cuentos.





Arkadi Avérchenko, Esquinas torcidas y otros cuentos, Ancile