Un fragmento de un texto inédito para la sección de Pensamiento del blog Ancile, que lleva por título: La ausencia y la nada.
LA AUSENCIA DE LA NADA
Francisco Acuyo
Un fragmento de un texto inédito para la sección de Pensamiento del blog Ancile, que lleva por título: La ausencia y la nada.
LA AUSENCIA DE LA NADA
Francisco Acuyo
Traemos para nuestra sección de reflexiones y pensamientos un trabajo de nuestro querido amigo Juan Miguel Ortigosa, poeta, escritor, pensador de la ciencia, y bajo esta último interés traemos este texto bajo el título de Genes y el caparazón.
LOS GENES Y EL CAPARAZÓN
Cuando Darwin y Mendel publicaron sus trabajos de Evolución biológica por selección natural o Las leyes de la herencia en los que, el causante original de su evolución, determinación o transmisión, el gen, aún no se conocía ni siquiera superficialmente, qué fuera ese "bichito", al que sólo se conocía por sus efectos.
Aún tardaríamos más de un siglo en poder conocer a fondo su forma, composición, funciones y el determinismo que su presencia supone en cualquier organismo. Pero conocidos sus secretos, quedó claro que sus funciones son las que dominan, deciden, proyectan y determinan la existencia y el desarrollo de cualquier organismo vivo, y sus características, incluido el hombre. Es a través del gen, donde actúan "las leyes de la herencia" de Mendel y las "leyes de la evolución por selección natural" y supervivencia del más apto de Darwin. El cambio y adaptación no es del organismo como conjunto, sino de esos microscópicos entes, llamados genes e incluso no de todos, sino de uno o unos pocos que provocan minúsculos cambios de comportamiento de la estructura soporte, que vamos a llamar "caparazón" y en concreto, ciñéndonos al hombre, como "caparazón" o cuerpo humano, con todos sus órganos internos y externos.
Ya desde Aristóteles, las capacidades que determinaban las características del "caparazón", se suponían contenidas en las mezclas de semen, en los distintos "humores" que dominaban la forma de ser y actuar o cualquiera de las formas explícitas o intuidas, pero en las que se detectaba un acusado denominador común: el fuerte determinismo del agente encargado de las características físicas y psíquicas del "caparazón".
Estudios realizados posteriormente demostraron que el ADN (ácido desoxirribonucléico) contenido en el núcleo de las células, era el responsable de llevar las instrucciones genéticas en el desarrollo y funcionamiento de los organismos y por lo tanto el responsable, a través de los genes que lo componen, del determinismo de las características del "caparazón".
Cuando en la década de los cincuenta, Francis Crick y James Watson, investigan sobre la configuración en doble helice del ADN de la vida, estudios que vieron la luz en una publicación en 1968, este descubrimiento sería determinante en el estudio y elaboración del genoma humano, tras más de veinte años de estudio y esfuerzo realizados por "un consorcio internacional para el estudio del genoma humano", con la participación de más de tres mil científicos de todo el mundo, de la empresa pública y la privada. Por fin, en el año 2021 se publicó el mapa completo del "genoma humano". La ciencia fue capaz de ubicar, identificar y determinar, el sitio, función y acción de cada uno de los genes implicados en la determinación y conformación del cuerpo humano. El hombre pudo asignar con exactitud y meridiana claridad, lo que la ciencia había predicho, estudiado o vaticinado durante años. Pudimos saber para siempre qué genes y dónde se ubicaban y eran los responsables y determinantes directos, del color de nuestros ojos, de nuestra complexión física, de aquella enfermedad hereditaria, del rasgo específico del carácter de una persona o de sus cualidades, aficiones o en otros casos, handicap determinados. Llegamos a confirmar científicamente, lo que había sido durante mucho tiempo una intuición y un objetivo de estudio: la absoluta determinación de la herencia genética en los seres vivos. La férrea dictadura del gen sobre el conjunto del material celular que conforma el ser vivo. Y en concreto, la total hegemonía del gen, sobre lo que no sería más que el "caparazón" humano, convertido en el soporte físico o "terreno de juego" para esos genes determinantes. Parece como si en ese momento, el hombre perdiera su papel de "rey de la Creación", a favor de los hegemónicos genes, de los que se convierte en poco más que un servidor más de la acción de éstos.
Y aquí la gran paradoja: en el momento en que el ser humano conoce más a fondo las capacidades, características y acciones del gen, cuando constata la evidencia y acepta de la manera más incontestable su papel como mero "caparazón" o sostén de los poderosos, hegemónicos y determinantes "genes", se abre la opción contraria y antitética: el "humildado" y humillado "caparazón humano", usando la inteligencia que las leyes de la evolución y la capacitación que los genes le permitieron, aprovecha para estudiar los códigos del ADN, elaborar un mapa del genoma humano ( y de cualquier ser vivo) situando y evaluando a cada gen en su función concreta y su lugar especifico en el genoma. Conocido ésto y actuando con la herramienta de la "ingeniería genética", se erige de nuevo de dominado en dominante y de determinado en determinante: anulando genes de acción perniciosa (que pueden provocar graves enfermedades hereditarias) abriendo la posibilidad de engendrar seres humanos "a la carta", donde no tendría, mayor dificultad elegir color de ojos, complexión física, carácter, sensibilidad artística etc. Creando todo tipo de productos transgénicos dotados de propiedades y características múltiples. De nuevo el ser humano parece recuperar su papel de "rey de la creación". Y sigue estudiando los genes y sigue investigando, y sigue disponiendo, creando y determinando sus acciones y determinaciones, como ya hizo el gen durante cientos de millones de años sobre todos los seres de la creación.Con la informática, la inteligencia artificial y la cibernética, se dota de capacidades potencialmente ilimitadas a sofisticados robot y hacen progresar la biónica, hasta convertir en una realidad cercana, al hombre biónico de la película de ciencia-ficción de los setenta, "The Six Million Dolar Man".
La realidad del futuro puede que sea una realidad virtual regulada y dirigida por la IA, mediante complicados y certeros "algoritmos" elaborados y ¿controlados? por el hombre y que hará que la "inteligencia artificial" y la biónica, lleguen a conseguir logros ilimitados en la evolución de su desarrollo. Determinados, eso sí, por la inteligencia humana, que los usará como soporte para su propio beneficio y supervivencia... o no!.
¿Qué Soma nos darán en ese "mundo feliz", para soportar la angustia de constatar que, de nuevo, el hombre haya podido ser destronado como "rey de la Creación?".
¿Podrá la IA con sus complicados algoritmos y apoyada en la biónica que ella misma perfeccionaría, rebelarse y manipular "al caparazón humano" que la creara, como éste hizo con los genes que lo conformaron y determinaron? ¿Se está produciendo ya? ¡¡Quizá...!!"
Juan Miguel Ortigosa
Para la sección de Pensamiento del blog Ancile, traemos un fragmento de un libro en preparación titulo Poética del silencio: en el ser del verso, la música de la nada, fragmento que lleva por título: La página en blanco.
LA PÁGINA EN BLANCO
De la nada, Señor, me habéis sacado
a nuevo ser, […]
Lope de Vega
¡El universo contra la nada!
W. Shakespeare
Nada. La nada: suspendida como un epitafio invisible en el vacío de la página en blanco. Mas, virtuales palabras quieren, insistentes, la nada poblar sobre el papel no escrito con lo nunca visto y antes sustanciado. No obstante, la palabra se ha convertido en ceremonia, en algo insostenible para cualquiera concepto y, para la lógica, en no más que aderezo, y aderezo insípido a mayor abundamiento ¿Qué nos dice el dios de los filósofos de la nada? ¿Qué el Dios, de cuyo concepto formal adquieren fundamento las perplejidades del don de la fe viva y su ortodoxia doctrinal? ¿Qué, el demiurgo estricto, extremado y riguroso de la ciencia positiva ante la infinitud que ahuecan los espacios siderales, y aún los entresijos más íntimos y oscuros del microcosmos? ¿No infiere un agravio profundo a la razón y a la experiencia –material- esa página en blanco que, sin embargo, diríase que sostiene el mundo? Pero, ¿cómo, siendo remunerador liberal del vacío la nada parece que, con el término natural de todas las cosas acabará, y en su propia disolución, por sostener la existencia misma?
¿Será la bizarría acreditada por la nada harto más relevante para el conocimiento de la realidad que la de la misma materia? La nada es de desconocido linaje, de acreditada oscuridad y rareza reconocida, y todo esto no siendo más que nada; causa ha sido de no pocas y agrias controversias y muchas y profundas reflexiones que todavía, ahora, se suceden no siendo la nada vista, ni oída, ni palpada jamás. Es pues, el vacío de la nada la esfera donde las explicaciones suelen quebrar de sutiles; pero no por eso dejarán muchos el delicado y perspicaz intento de indagar y satisfacer en ella la curiosidad de la que, por cierto, también es reflejo este relato extravagante. En cualquier caso, nos sugiere el vacío de la nada que, siendo un lugar al completo indescriptible, será siempre harto interesante, sobre todo, si es ¿sitio? donde la realidad obtiene la posibilidad de sustanciar su materialidad y, si es que hay, como aparenta, un antes para la materia y un después para la nada. ¿Es así, o de forma semejante, que inscribe el ser la rara hazaña de surgir y subsistir y permanecer con su escritura material sobre la nada inaudita de la página en blanco?
Francisco Acuyo
Traigo para la sección de, Pensamiento, del blog Ancile, un fragmento de un libro del que por ahora me reservo el título, y que está inédito; los párrafos en cuestión se intitulan, El ángel de la nada.
EL ÁNGEL DE LA NADA
Visión del cielo constelado:
una noche estival,
[…] el pensamiento es el esclavo de la vida,
y la vida es el loco del tiempo, y el tiempo,
que domina el mundo entero, debe detenerse.
W. Shakespeare
La noche, al infinito constelada: el olvido, la oscuridad, la ausencia, el silencio, la soledad, la nada. La quietud del espacio sideral. El olvido, sin tiempo ni distancia, abre al vacío inmarcesible donde la luz está presente al ser que se sustancia sin sustancia.
Anoche tuve un sueño. Alguien en él creía ser. Y ese mismo ser en otro ser intangible se formaba. Y vi la vacuidad del mal. Y vi la luz de la conciencia cuya sombra al mundo proyecta el sin sentido de la lógica y la razón existencial. La entraña vi del vacío, si reminiscencia de la nada. En el cielo una figura delinea fantástica una luz. En ella, lejos de cualquier mirada, supe del devenir de las estrellas: y que será sólo constante aquella, la nada.
Son vacuas las promesas, imposibles las razones: que nunca en este mundo tuvo presencia verdadera nadie. Me vi, por fin, en este sueño sin reconocerme vivo. De las fértiles entrañas del vacío solidario se abre el germen de la nada. Al sopor de lo real, la soledad un ángel en el cielo nocturno dibujaba.¿Es esplendente en verdad el silencio que ilumina este panorama? ¿Quién, con inútil anhelo, osó la calma profanar de la hermana nada? ¿Quién en ningún cabo al ansia audaz dejó reposo en su querer ser y perdurar? ¿Quién al condumio célico de la luz renuncia, si oscuridad ofrece en derredor al ser para no ser en un instante eternidad?
¿Qué es el azar, sino el sueño frugal de la materia? ¿Qué es, sino tapar, cegar todas las lucernas y todas las troneras por donde el ojo puede la ley del caos atisbar? Mas, no será realidad siniestra la existencia. No. A la obediencia de esta órbita el ángel su retiro olvida y al universo en paz, en armas ahora desafía, que es justa casi siempre la causa de la nada. Su flamígera espada, si es esclavo de la vida, el pensamiento arrasará con cólera. Suena en su escudo la oquedad horrísona del vacío y su honda gravedad.
El ángel, su caballo, arrebatado, espolea con veloz galope por el sideral espacio, que parece el tiempo devorar con furia. Es hora que el cielo bese la tierra. Que muera todo orden y la noche sólo quede para los muertos sepultar. Se duerme tras la victoria el ángel de la nada en soledad.
Francisco Acuyo
Para la sección de Pensamiento del blog Ancile, traigo a nuestros habituales lectores y amigos un nuevo post que indaga sobre las exóticas cuestiones que acostumbramos a indagar de vez en cuando, para curiosidad de algunos y caso para fastidio de otros, en este caso lleva por título: La sustancia de la nada, brevísima introducción. Se trata de un breve fragmento de la que puede ser una nueva publicación o tratado nada menos que sobre la nada
LA SUSTANCIA DE LA NADA,
BREVÍSIMA INTRODUCCIÓN
Ruego al lector que se acerque a mí o a estas páginas, que será la misma cosa, como a un espejo, pues mirarlas a ellas será mirarme (mirarse) a mí (a sí) mismo como reflejo, y quizá de esta manera pueda mostrarle lo que existe en el espíritu del lector que acaso del todo ignorase, y también puede que vean en esta nada tan torpemente referida algo tan profundo que pese y se vea como cualquiera material o fisonomía evidente, es así que ¿la sustancia de la nada? tal vez quede dispuesta a través de estas páginas, como maleable metal, a ser forjado para constatación verídica de su entendimiento.
Estimo sin presunción, que este asunto, siendo nada, os conmueva acaso hondamente porque, a mi juicio, estremece sin ser y conmueve en masa los cimientos del cosmos mismo como cosa en extremo vacilante. Verán de la nada surgir como fantasmas errantes lo más nutrido de material constancia, y cómo, aquello que, por más veraz por sustancioso se tenía, abandona el ser y los atributos de su producto ymercancía, y que todas aquellas cosas tenidas por indiscutiblemente veraces transfiguran su forma, su ser indiscutido, y las tenidas por cualidades primigenias, por otras tan extrañas que apenas dará de ellas, tenidas por reales, singular constancia.Ved pues, aquí, sin embargo, no tanto el valor indiscutible de la rigurosa ciencia, tampoco el atavío intelectual cierto y la profundidad imprescindible de una sistemática filosófica, como la indagación limitada, insegura, perpleja y fluctuante de un alma que no ceja en asombrarse ante una realidad tan duradera y fértil, que hace crecer como fruto cierto desde la nada misma todo lo que en la conciencia y en el mundo mismo se tiene por verdadero. Es así que quiero mostrar cómo, a tenor del detenimiento en la nada, el espíritu y los sentidos parecieron asamblea inaudita celebrar, y esta humilde, menesterosa conciencia que les habla, sufre desde entonces una extraña transformación de la que quieren hacerse eco estas páginas jalonadas acaso por la comprensión, o, a lo peor, conjuradas por lo inefable.
Francisco Acuyo
Entre la poesía y la filosofía discurren estas reflexiones sobre un tema recurrente en este blog, cuya entrada lleva por título: Cuando éramos felices teníamos otros nombres, y para la sección de Pensamiento del blog Ancile.
CUANDO ÉRAMOS FELICES
TENÍAMOS OTROS NOMBRES
Será muy cierto aquello de: cuando éramos felices –y con humildad yo amplío, y emancipados- teníamos otros nombres , si era la más tierna juventud la que se evoca; así es que, casi no me reconozco en esta nueva lid después de tantos años con la que el ser de este relato persevera con nuevo nombre. En liza, pues, debato muy lejos (o quizá no tanto) del común de mis genuinas y acostumbradas atenciones en nombrar con la palabra poética el mundo: con el verso a la poesía juré amistad devota y, aún eterna afección; en su resplandor fijé mi descendencia, si alguna en verdad con dignidad hubiere de recordarse. Sin embargo, este manual raro que versa en prosa sobre asunto para muchos en demasía extravagante, ha sido y es el fuego que obsede lo más hondo la gracia o la desgracia del espíritu de no pocos hombres, vengo a referirme a la nada.
Pero, si la materia de este libro sopesa nada menos que la nada, de sus vigilantes afanes no vean en este epítome del no ser un grave tratado de la ciencia (física, sobre todo); no será tampoco de filosofía (a lo menos metafísica), porque nunca tuvo pretensiones de serlo. Encomendar quise mi infinita curiosidad de poeta tocando en lo que fuese posible, con el eco de algunos versos al principio de cada capítulo por librar a la infecunda prosa de la maldición de su esterilidad y dar la elocuencia definitiva a lo que acaso sea del todo indescriptible: la nada, insisto.
Porque no interpreten mal la índole de mis reservas en este introito, quizá inopinado para el lector atento, debo decir que, no obstante, la ciencia y la filosofía pueblan abundantemente y con todo reconocimiento la argumentación de este insólito compendio. Grave contradicción, pues, verán ya de inicio en esta crónica de la nada, que no pretendiendo ser de ciencia ni de filosofía, recurre y desborda ambas disciplinas en el discurrir de su extraña leyenda y compleja descripción. Al trance al que me expongo (y arrastro acaso al lector) hace buscar en mí mismo lo que en mí mismo no hay, pues no soy físico ni filósofo, aunque a ambas disciplinas les deba muchísimo, incluso en mi condición de poeta.
Francisco Acuyo
Nuevas cavilaciones pueblan este nuevo post de la sección de Pensamiento del blog Ancile, esta vez bajo el título de: La razón poética ante el engaño del mundo.
LA RAZÓN POÉTICA ANTE
EL ENGAÑO DEL MUNDO
Aprendí que meditar en la poesía era una suerte de incubación enigmática. Allí habita la quietud silenciosa de la nada. Aquella quietud que es fin de todo pensamiento, si es allí donde habita el olvido donde se puede escuchar aquello que de otra manera no es posible de escuchar, porque su silencio (audible en esta quietud) proviene de otro mundo, allí, sin donde, y que siendo poesía bien puede ser aprehendida como una iniciación para adentrarse en un ignoto dominio. En poesía, el concepto, la razón, convencionales dan paso a una lógica iniciática que en realidad se complace en aquella quietud anunciada, pero que se funde con la vida misma y con la conciencia (que no con el pensamiento). Concebí el ejercicio sensible, sensorial, sensitivo del creativo poético como un acceso a la conciencia que se contempla a sí misma y que nos proporciona, en su impulso integrador, el abordaje del mundo como un silencioso todo (que acaso es nada) que parece gozar en la inocencia, que se complace en estar atento a todo sin distinción, sin análisis o intenciones taxonómicas, donde todo está incluido, incluida la propia nada, o lo que es lo mismo, la conciencia silenciosa anunciada.
Supe en virtud de este entendimiento integrador poético, que las cosas no son lo que parecen, y que la poesía toma la medida de lo inmedible y preste la atención precisa en su dinámica creativa (alerta que se traduce en la dinámica singular de su constructo lingüístico, retórico y sobre todo métrico, que posibilita la música que aspira al silencio original), e intenta enseñarnos a escuchar.
La lógica poética debe entenderse como algo muy diferente a la lógica del concepto netamente racional, es el impulso que conecta mediante su peculiar lenguaje al mundo de la integración o de la unicidad. El poeta es un médium o, al menos, un mensajero (un ángel fieramente humano), cuyo mensaje ha sido gestado en otra realidad y que no hace sino mostrarnos nuestra profunda ignorancia producto del engaño (metis) del mundo de lo que estimamos como razonable, perdido en la divagación de un devenir que entendemos desde el pasado al futuro, cuando en realidad solo hay el ahora, o lo que es lo mismo, vivimos el sueño del tiempo que quiere nombrar en su ilusorio transcurso lo que está fuera de él y es innombrable.
Francisco Acuyo
Abundamos en las reflexiones sobre sobre el decir poético para la sección de Pensamiento del blog Ancile, bajo el título de: La palabra poética y el sueño de la razón
LA PALABRA POÉTICA
Y EL SUEÑO DE LA RAZÓN
La palabra poética tiene el poder del silencio de la nada, pues en ella se potencia la semilla que hará por fin germinar el fruto cierto de la vida, es la poiesis que en su crecimiento hará posible la erradicación de cualquier conocimiento que no es sino apatê (engaño), porque la palabra ya no es logos, padre esencial de toda razón y de toda convención por engañosa. Porque en realidad la palabra poética se inscribe en el lenguaje de la iniciación a la vigilancia y atención máximas con las que advertir que en verdad nada hay que aprender, ya que todo estaba ya aprendido, pero no éramos conscientes de su sabiduría que permanece viva en el silencio y la soledad de la nada invisible, que no es sino el mundo todo que nos rodea.
La percepción poética es la que muestra la genuina capacidad sensorial como baluarte inspirador de toda creación y que nos invita a despertar del sueño de la razón ajeno al sentir lo originario que vive ahora y desde siempre en la conciencia. Por eso creo que el poeta verdadero es una muy rara avis que es un guardián de la conciencia que nos avisa que no hay nada más allá de aquella única, silenciosa y vacía y por eso plena conciencia.
Para la sección de Pensamiento del blog Ancile, traemos un post nuevo que lleva por título, La casa del ser y la poesía, prosiguiendo las reflexiones sobre el silencio y la palabra poética.
LA CASA DEL SER Y LA POESÍA
La poesía me enseñó (cuando reflexionaba sobre cosas diversas) y exhalaba mi aliento curioso hacia nubes extrañas, que el silencio de la nada no podía ser era sino conciencia. La intuía. Si no hay conciencia es imposible cualquier intuición. Ese orbe intuitivo creo que nos permite ver el límite del uso lingüístico, sostenido por sus reglas de convención y nos abre a cauces no hollados en ámbitos de expresión i-lógicos que, a su vez, abren parámetros de expresión que nos hablan de una necesidad de adopción a un cambio lingüístico para un uso no previsto. Cambio, transfiguración que trasciende la razón estrictamente lógico formal, y que, en no pocas ocasiones, pone evidencia la profunda potencia del pensamiento salvaje (que no participa de las leyes del pensamiento lógico, sino que es dueño de una proyección en el mundo que participa). A su vez nos muestra que hay también una necesidad perentoria de expresarse sin reglas: expone la condición ontológicamente incompleta de todo sistema formal o informal, que incluye no solo a la matemática, también al sistema de reglas mismo lenguaje.
Si el lenguaje está vivo, el lenguaje poético extiende su vitalidad allende a cualquier carácter normativo, pues su compromiso vital excede cualquier encorsetamiento de uso convencional. Una muestra de ello es precisamente su implicación en el orden del silencio lingüístico como prueba de su compromiso, al situarse entre la palabra y el silencio, entendiendo este como una panoplia infinita y silenciosa de posibilidades de expresión y entendimiento, superando el rol de vehículo de información y articulador social, donde lo innombrable puede ser en la nada del silencio que siempre le ronda.Bajo el título de: Engaños de la percepción y el silencio de la nada, traemos un nuevo post para la sección de Pensamiento del blog Ancile.
ENGAÑOS DE LA PERCEPCIÓN
Y EL SILENCIO DE LA NADA
Muchas veces he pensado que la percepción no sólo puede engañarnos, sino que a través de aquella alcanzamos sólo representaciones de una supuesta realidad, aunque intuyamos que hay cosas que tienen presencia en el mundo. La poesía, nos muestra de diversas maneras (como la sinestésica) que de aquella presencia puede inferirse el silencio de la nada y el reconocimiento de lo distorsionado por la representación como prueba de que en su discurso poético estamos en el límite del mismo lenguaje, a un paso del silencio de la nada. En cierto modo, la sinestesia poética, en su singular percepción, hace que sepamos de aquello que nos rodea porque está nosotros, y no porque está fuera, en lo que nos rodea.
La indagación poética, dada su rara singularidad, me enseñó que el silencio de la nada que advertimos andando por los límites del concepto y por tanto del lenguaje, que este tiene que ser antes que el ser mismo que constituye el concepto. En realidad es el impulso creativo que se mantiene vivo en particular potencia, es una nada que es conciencia y que siempre es y que se haya fuera de toda categoría para poder posibilitar todo lo posible.
A través de la música del verso pude entender que el silencio de la nada, aunque no pude ser escuchado, es posible sólo en virtud de su consistencia esencial, ya que es posible porque nace de aquel silencio potencial de cualquier música, el fondo inaudible o silencioso desde el cual podemos distinguir cualquier ritmo, cadencia o armonía. Pude así comprender que el silencio de la nada no es lo mismo que el vacío espacial (que no contiene materia), porque el silencio de la nada persiste aún sin el espacio que constituye el vacío. Pero también que la nada silenciosa está en todo lugar donde algo es o puede ser. El incógnito misterio de cómo o por qué surge el ser de esa silenciosa nada, es el que la poesía ronda constantemente, y es el marco inaudito sobre el que se debate el ser de la nada que es la conciencia, si es ver el ser mismo como el silencio de la nada instituido plenamente en su nanidad e intuido por la música del verso, que lo que hace es vaciarse de sus conceptos para imbuirse de la incertidumbre del conocimiento y relegar su conciencia en pos del culmen de la conciencia silenciosa en la que se sustenta cualquier conciencia personal. Pude concluir, en fin, que la poesía indagaba en la conciencia del silencio de la nada, ya que este silencio vacío es el origen de la misma música del verso, del número que es uno y posibilita los números que cuentan los ritmos que constituyen la eufonía del verso, porque en realidad el silencio de la nada es el que sostiene cualquier música
Francisco Acuyo
Abundando sobre cuestiones diversas que atañen al concepto inventado (¿giro nuevo, neologismo?) de nanidad, para la sección de Pensamiento del blog Ancile, bajo el título: Todo es siempre ahora.
TODO ES SIEMPRE AHORA
Un intento poético célebre para significar esa intuición de la nada del silencio, pudo traducirse en una suerte de conciencia intemporal, acaso refleja en aquellos versos de Cuatro Cuartetos de cuerda: //O digamos que el fin precede al principio // y el fin y el principio estuvieron siempre ahí // antes del principio y después del fin// y todo es siempre ahora.*
Atendiendo al fenómeno de la sinestesia en la poesía, puede constatar que aquello que percibimos y creemos real puede no serlo. Se puede perder de vista lo que es o que puede que sea. No podemos afirmar con la percepción una evidencia entre la panoplia de posibilidades que abre (en su silenciosa nanidad) el verso sinestésico, en el que se diluyen o transponen los sentidos, como si ese silencio del vacío escapase a la propia conciencia personal y fuese genuina de una conciencia que personalmente no nos pertenece y que nos trasciende y no podemos siquiera nombrar, donde, en fin la sinestesia poética es satélite del silencio de la nada que disuelve ilusoriamente los lazos que creímos sensibles claramente en la existencia.
A través de la atención al fenómeno sinéstesico, paradójicamente podemos comprobar que las formas y atributos que podemos sensorialmente afirmar no son los que pudieran mostrar realmente lo primordial. Cada forma atribuida por la sensación no es más que un fantasma que impide saber realmente que es el ser que la constituye. No hay pues, constancia de objetos puros, porque lo que contemplamos no es sino un dominio de sombras que nos advierte el lenguaje poético, que indagamos en un territorio de frontera, donde ni siquiera la percepción de los sentidos se puede parcelar y cerrar en divisoria alguna. Pero también, que la diferencia de lo perceptible es la semejanza misma que conforma lo sensible. Por todo ello será que el poeta que acude a la sinestesia pone de relieve que es el silencio de la nada el que en realidad se observa, un vacío en el que se potencia lo que infinitamente puede ser conformado.
Francisco Acuyo
Para la sección de Pensamiento del blog Ancile, traemos un nuevo pos en el que se reflexiona sobre la creación y el silencio de la nada, y todo bajo el título: Soledad, silencio, ausencia: reflejos de la nada.
SOLEDAD, SILENCIO, AUSENCIA:
REFLEJOS DE LA NADA
Es muy cierto que, cuando en ocasiones expresa el poeta sus emociones, anhelos, indagaciones íntimas…, aquello que denominamos soledad adquiere una fuerza pujante que se manifiesta necesidad mucho más que considerable, imprescindible, si es que el ejercicio creativo normalmente se realiza en una ausencia (¿de saber conceptual y lógico?) preponderante. De aquí, que me amonestaba muchas veces pensando en las relaciones de la soledad con la ausencia, con el silencio, con el vacío, con la nada. También que todas estas aproximaciones no perdían el norte de la subjetividad (que no es otra cosa que reflejo de la conciencia) y que en ella basaba sus límites y grandeza el propio ejercicio poético. Es más, el límite de lo decible poético es la certeza de un dominio inabordable que, no obstante, pertenece a la conciencia como algo que no es sino silencio, lo que es lo mismo, nada de lo que inútilmente tratamos de dialogar, y no es posible porque esa conciencia que creemos de nuestro yo, en realidad lo trasciende, con lo que la poesía, en ocasiones, excepcionalmente, nos pone en contacto. Pone aquella en evidencia que lo considerado en su realidad no son más que sombras de lo que no existe. La poesía es la negación de nuestro yo racional (sujeto al mundo de la distinción del que contempla y es contemplado, del objeto y del sujeto), pues nos sumerge en un fondo de conciencia mucho más profundo que aquel al que suponemos acceder con nuestro yo racional, porque será conciencia fuera de todo tiempo y de todo espacio.
A través de la poesía fue que supe que aquello que creía que era el ser de las cosas, no era algo evidente. Más bien al contrario. No sabía lo que era ser ni tampoco su significado, no obstante, de no poder separar mi existencia de la experiencia que deviene conciencia personal del mundo, para comprender juntamente que el Daisen (el ser ahí heideggeriano) era en verdad el silencio de la nada, pero que, a diferencia de lo que pensaba Heidegger, en realidad es pariente de una conciencia que se sitúa más allá del tiempo y del espacio fenoménicos, que es en donde se ubican todas las potencialidades de ser.
Francisco Acuyo
Para la sección de Pensamiento del blog Ancile, traemos un nuevo post que reflexiona sobre algunas peculiaridades de la lógica poética, y lo hacemos bajo el título: Presencia y referencia poéticas.
PRESENCIA Y REFERENCIA POÉTICAS
No es raro advertir, si se presta la merecida atención al caso, que no son extrañas las ocasiones en las que aquello a lo que se refiere la palabra poética (si se supone que designa una cosa) puede estar más cerca de un referente prelingüístico, que lingüístico al uso, pues, se sitúa en una condición verdaderamente especial, ya que su signo lingüístico no solo expresa y significa, sino que pretender ir más allá del principio de representación: porque nos advierte de la ilusión de la presencia. La subjetividad (de nuestra conciencia personal) nos hace dudar de la objetividad o exterioridad, y el verbo poético se ofrece como si no hubiera otro lugar de realidad que la propia nanidad del silencio del que, entonces, hubo de nacer, en empeño de su ejercicio de expresión prelingüístico, tratando de llevarnos al vasto e inefable dominio donde el espacio y el tiempo no tienen el más mínimo sentido. Es, en fin, el lugar sin sitio ni tiempo donde la palabra pone en controversia el principio lógico de referencialidad mediante el que funciona cualquier sistema de signos. Es como si el tiempo y el espacio fuesen consumidos o disipados en el devenir poético de una frase.
En poesía, aquel nombrar no es mostrar, sino que adquiere tintes verdaderamente fascinantes porque, si bien se precisa nombrar las cosas, se pone de relieve que el referente no se establece necesariamente en virtud de lo que es perceptible (sensorialmente reconocible), sino que la palabra poética (véase la sinestesia) lo que hace es poner en evidencia la realidad de la conciencia del que nombra y que la realidad de lo nombrado, de la cosa, no es tan clara, pues llega a mezclarse o a intercambiar unos sentidos por otros en la prodigalidad de su función lingüística a la hora de la búsqueda una denominación. Nos parece bastante claro que en atención al fenómeno poético de la lengua se hace preciso una óptica que supere la formal y lógica convencional.
Francisco Acuyo
Abundamos con nuevas reflexiones sobre la poesía y las viejas elucubraciones sobre el ser y la nada, y todo para la sección de Pensamiento del blog Ancile, y bajo el título de: La indagación poética y el silencio de la nada.
LA INDAGACIÓN POÉTICA
Y EL SILENCIO DE LA NADA
Muchas veces he pensado que la percepción no sólo puede engañarnos, incluso que a través de aquella alcanzamos sólo representaciones de una supuesta realidad, aunque sepamos que hay cosas que tiene presencia en el mundo. La poesía, nos muestra de diversas maneras (como la sinestésica) que de aquella presencia puede inferirse el silencio de la nada y el reconocimiento de lo distorsionado por la representación como prueba de que en su lenguaje poético estamos en el límite del mismo lenguaje, a un paso del silencio de la nada. En cierto modo, la sinestesia poética, en su singular percepción, hace que sepamos de aquello que nos rodea porque está nosotros, y no porque está fuera, en lo que nos rodea.
La indagación poética, dada su rara singularidad, me enseñó que el silencio de la nada que advertimos andando por los límites del concepto y por tanto del lenguaje, que este tiene que ser antes que el ser mismo que constituye el concepto. En realidad es el impulso creativo que se mantiene vivo en particular potencia, es una nada que es conciencia y que siempre es y que se haya fuera de toda categoría para poder posibilitar todo lo posible.
A través de la música del verso pude entender que el silencio de la nada, aunque no pude ser
La poesía me enseñó (cuando reflexionaba sobre cosas diversas) y exhalaba mi aliento curioso hacia nubes extrañas, que el silencio de la nada no podía ser era sino conciencia. La intuía. Si no hay conciencia es imposible cualquier intuición. Ese orbe intuitivo creo que nos permite ver el límite del uso lingüístico, sostenido por sus reglas de convención y nos abre a cauces no hollados en ámbitos de expresión i-lógicos que, a su vez, abren parámetros de expresión que nos hablan de una necesidad de adopción a un cambio lingüístico para un uso no previsto 1. Cambio, trasfiguración que trasciende la razón estrictamente lógico formal, y que, en no pocas ocasiones, pone evidencia la profunda potencia del pensamiento salvaje (que no participa de las leyes del pensamiento lógico, sino que es dueño de una proyección en el mundo que participa)2. A su vez nos muestra que hay también una necesidad perentoria de expresarse sin reglas: expone la condición ontológicamente incompleta de todo sistema formal o informal, que incluye no solo a la matemática 3, también al sistema de reglas mismo lenguaje.
Francisco Acuyo
1 Wittgentein, L. Investigaciones filosóficas, Unam, México 1988, pág 61.
2 Colomo, M.: El silencio en la palabra. Pág. 64.
3 Aplicado a la aritmética y reconocido en el célebre teorema de la incompletitud, de Karl Gödel.
Para la sección de Pensamiento del blog Ancile, traemos una nueva entrada que lleva por título: Entre el ser y la nada en poesía.
ENTRE EL SER Y LA NADA EN POESÍA
A través de la poesía fue que supe que aquello que creía que era el ser de las cosas, no era algo evidente. Más bien al contrario. No sabía lo que era ser ni tampoco su significado, no obstante, de no poder separar mi existencia de la experiencia que deviene conciencia personal del mundo, para comprender juntamente que el Daisen (el ser ahí heideggeriano) era en verdad el silencio de la nada, pero que, a diferencia de lo que pensaba Heidegger, en realidad es pariente de una conciencia que se sitúa más allá del tiempo y del espacio fenoménicos, que es en donde se ubican todas las potencialidades de ser.
Un intento poético célebre para significar esa intuición de la nada del silencio, pudo traducirse en una suerte de conciencia intemporal, acaso refleja en aquellos versos de Cuatro Cuartetos de cuerda: //O digamos que el fin precede al principio // y el fin y el principio estuvieron siempre ahí // antes del principio y después del fin// y todo es siempre ahora. 1
Atendiendo al fenómeno de la sinestesia en la poesía, puede constatar que aquello que percibimos y creemos real puede no serlo. Se puede perder de vista lo que es o que puede que sea. No podemos afirmar con la percepción una evidencia entre la panoplia de posibilidades que abre (en su silenciosa nanidad) el verso sinestésico, en el que se diluyen o transponen los sentidos, como si ese silencio del vacío escapase a la propia conciencia personal y fuese genuina de una conciencia que personalmente no nos pertenece y que nos trasciende y no podemos siquiera nombrar, donde, en fin la sinestesia poética es satélite del silencio de la nada que disuelve ilusoriamente los lazos que creímos sensibles claramente en la existencia.
A través de la atención al fenómeno sinéstesico, paradójicamente podemos comprobar que las formas y atributos que podemos sensorialmente afirmar no son los que pudieran mostrar realmente lo primordial. Cada forma atribuida por la sensación no es más que un fantasma que impide saber realmente que es el ser que la constituye. No hay pues, constancia de objetos puros, porque lo que contemplamos no es sino un dominio de sombras que nos advierte el lenguaje poético, que indagamos en un territorio de frontera, donde ni siquiera la percepción de los sentidos se puede parcelar y cerrar en divisoria alguna. Pero también, que la diferencia de lo perceptible es la semejanza misma que conforma lo sensible. Por todo ello será que el poeta que acude a la sinestesia pone de relieve que es el silencio de la nada el que en realidad se observa, un vacío en el que se potencia lo que infinitamente puede ser conformado.
Francisco Acuyo
1 Eliot, T. S.: Cuatro cuartetos de cuerda, Rialp, Madrid, 1951.
Indagando en el orden (o en el caos) de lo sufrido, sondeamos la verdad que reside en el silencio, surge este post para la sección de Pensamiento del blog Ancile, y todo bajo el título de: La palabra, la verdad en el sufrimiento.