jueves, 31 de diciembre de 2020

MATEMÁTICAS DE LA FE

 Para la sección Pensamiento del blog Ancile, traemos un nuevo post que lleva por título, Matemáticas de la fe.



Matemáticas de la fe. Francisco Acuyo



MATEMÁTICAS DE LA FE


 

El problema que siempre supuso para mí la fe (de cualquier índole) radicó (acaso como a cualquier científico que una probación sistemática y experimental de una verdad exigiera) en distinguir con claridad lo que se estima como verdad y la demostración de aquella; acaso envuelto en una vieja filosófica (también matemática) controversia: la de la semántica y la sintaxis y completitud frente a su presunta consistencia formal.[1]

            Es hoy totalmente reconocida la imposibilidad de deducir un sistema o método mediante el que comprobar la seguridad de los números naturales en una forma de representación completa, teniéndose que descartar un sistema formal para llevarlo a cabo de forma completa.

            Es así que después de esta comprobación genial[2] pero frustrante para muchos (entre ellos el mismo Hilbert), hubo de distinguirse con claridad entre la forma sintáctica de la verdad matemática de la semántica o de significado para la demostración de un verdad. Así las cosas, hoy sabiendo esta realidad, antes intuyendo su profunda influencia, puede que yo también confundiese la verdad de una fe con la trascendencia que supone intuir al menos su significado.

            El reconocimiento de los límites de cualquier formalización (matemática o no) propone mucho más que la tarea de formalizar dominios cualesquiera (digo, e insisto en ello, matemáticos o no), para poder comprobar que el más profundo de los significados colegibles de ese reconocimiento de los límites de la forma radica nada menos que la potencia más extraordinaria y a la vez enigmática de la realidad de nuestra conciencia y de nuestro mundo implicado en ella, a saber: la creación como potencia dinámica y de significado de una verdad profunda. Esta intuición, reconozco, que es la voz a Gödel sin duda debida, en tanto que con su ambición lógica y los límites de ella, comprendí que se pudo acceder a conceptos intuitivos que traspasan las fronteras a lo que pueda acceder mediante el impulso creativo.

Matemáticas de la fe. Francisco Acuyo

            Es bueno aclarar el concepto de concepto en el párrafo anteriormente traído a colación, en tanto que la idea a la que apelo es a la de un concepto vivo, objetivo que conmina a un entendimiento racional del mundo y de nosotros mismos con lo que nos trasciende. Ahora bien, esa racionalidad no es la que se resuelve en virtud de lo ya asumido en virtud de su coherencia formal y lógicamente entendida, si que se explican en virtud de su analogía con lo trascendente y  que acaso no pueden explicar formalmente.

            Los confines de la mecánica algorítmica son las fronteras infranqueables que no podrán traspasar sus métodos, será por tanto un reconocimiento explícito al ser profundo de las cosas que en modo alguno puede supeditarse a la epistemología, es decir a aquello que podamos o no tener conocimiento.[3]  Reconozcamos con Kant que los objetos de la ciencia no son las cosas en sí, sino que en realidad forman parte de las mismas apariencias.

            Es por todo esto que intenté indagar en la cuestión tan rara para mí de la fe en lo trascendente, desde una óptica lo menos simplista posible amparada sin más en la apreciación sensorial (limitada) y en la constatación empírica de una verdad sin entrar en las consecuencias de significado que conllevan, si para acceder a aquellas verdades trascendentes acaso sea necesario un nuevo estado de conciencia con el que reconocer que un acercamiento intelectual (de conocimiento) a la verdad de lo trascendente, ignorando la ontología, el ser,  de aquella verdad desconocida y que la negación e ese ser, puede ser aún una mayor  ilusión que su potencial realidad.

            Proseguiremos con nuestras reflexiones sobre asunto tan peliagudo como sin duda lo es la fe, en una era donde la constancia de lo experimentado y mal entendido en su experiencia, no deja si quiera un respiro para pensar lo que no podemos tocar o sentir por ser invisible y que no obstante se resiste a  nuestra indiferencia, si tenemos al menos un mínimo de curiosidad al respecto.

 

 

Francisco Acuyo

 

           

 

Matemáticas de la fe. Francisco Acuyo



[1] Yourgrau, P.: op. cit. pág.98.

[2] Llevada a cabo Kurt Gödel con su demostración del teorema de la incompletitud.

[3] Yourgrau, P.: op. cit. en relación a los límites establecidos por Gödel y su teorema de la incompletitud,  pág.139

lunes, 28 de diciembre de 2020

PREGÓN NAVIDEÑO 2020, POR ALFREDO ARREBOLA

Para la sección Apuntes histórico teológicos del blog Ancile, traemos el pregón de Navidad que nuestro colaborador y querido amigo Alfredo Arrebola, llevó a cabo en la Casa de Jaén de Granada, que viene muy apropósito en estas fechas.



                           

Pregón Navideño, Alfredo Arrebola

          

 

PREGÓN NAVIDEÑO


Señoras  y Señores, amigos todos.

 

          Volveremos, un año más, a celebrar la Navidad. Pero una Navidad cargada de muchas  e inquietantes preocupaciones: llevamos ya muchos meses padeciendo la epidemia más cruenta que ha experimentado la débil y frágil humanidad en un siglo.  Sin embargo, siempre se viene cumpliendo aquello de… ¡Dios aprieta, pero no ahoga!.

Deseo manifestar públicamente mi más profunda gratitud a la CASA DE JAÉN EN GRANADA por haber tenido a bien invitarnos – María Sillero, Ángel Alonso, Toñi Barroso y quien os habla – para celebrar en este recoleto y artístico Salón el “PREGÓN DE NAVIDAD 2020”. Y como es natural, quiero ofrecerles una breve y sencilla reflexión de un Cantaor que, por fortuna y “con la ayuda de Dios”, ha logrado una mediana formación filosófica, teológica y flamenca – como intérprete y estudioso – puesta siempre al servicio de las personas interesadas en estas materias: ARTE y RELIGIÓN.

   Pues bien, una de las más preclaras inteligencia de la   Filosofía, Hegel (1770 -1831), dijo: “Toda la historia tiende a Cristo y viene de Él; la aparición del Hijo del Hombre es el eje de la historia humana”. No cabe, a mi juicio, mayor profundidad reflexiva, ya que se adapta totalmente a la verdad histórica y teológica. La teofanía de Cristo, hecha carne humana, es un  misterio que  escapa a la capacidad intelectual del ser humano. Por eso es misterio. Ahora bien, ¿qué papel juega el Arte flamenco – trilogía de Cante, Baile y Toque -, podríamos preguntar, en una fiesta tan  específicamente  cristiana y, al mismo tiempo, tan andaluza?. Es precisamente la pregunta de un Cantaor y humilde aficionado a “escribidor”.

   No olvidemos, amigos míos, que fue en esta tierra andaluza donde se instaló el  primer belén artificial para recordar el hecho más trascendental en la historia de la humanidad: El Nacimiento del Mesías, anunciado por los profetas del Antiguo  Testamento y tan esperado por el pueblo Israel. Es decir, DIOS HECHO HOMBRE. Lo repetimos, una vez más, misterio y nada  más, aunque se estudie incluso  “a la luz de la razón natural”.

Pregón Navideño, Alfredo Arrebola
Es cierto que Navidad es sinónimo de alborozo, de besos, de luces de colores, de fiestas luminosas, de regalos y más regalos…, pero no es menos cierto que el carpintero José, con María su esposa, subió  “a la ciudad de David, que se llama Belén” (Lc 2,4). Esta noche, amigos-hermanos todos, también queremos subir a Belén para descubrir el misterio de la Navidad. Me gusta recordar  que Belén, etimológicamente analizado, significa “casa del pan”. Y en esta casa – nos dirá el Papa  Francisco – el Señor convoca a la humanidad. El sabe que necesitamos alimentarnos para poder vivir. Pero  sabe también  que los alimentos del mundo no sacian el corazón humano; ese triste corazón que siempre “estará inquieto hasta no descansar en en Él” (San Agustín).

  Belén es, sin duda, el punto de inflexión para cambiar el curso de la historia. Allí, Dios, en la casa del pan, nace en un pesebre, en un auténtico establo, no en ese alegre y ágil portal – nos dirá Govanni Papini (“Historia de Cristo”) - que los pintores cristianos han diseñado para el Hijo de      David, como si se avergonzaran de que hubiera nacido Dios en la miseria y la suciedad.

En Belén descubrimos que Dios no es alguien que toma la vida, sino aquel que da la vida. Al hombre, acostumbrado desde los orígenes a tomar y comer, Jesús le dice: “Tomad, comed: esto es  mi cuerpo” (Mt 26,26). El Niño de Belén propone un modelo de vida nuevo: no devorar y acaparar, sino compartir y dar: signo específico y distintivo del cristiano creyente.

      Ante el pesebre, deberíamos comprender que lo que alimenta la vida no son los bienes, sino el AMOR; no es la voracidad, sino la CARIDAD; no es la abundancia ostentosa, sino la sencillez que se ha de preservar. En Navidad recibimos a Jesús, Pan del cielo: es un alimento que no caduca nunca. Al subir a Belén, casa del pan, podríamos preguntarnos: ¿Cuál es el alimento de mi vida, del que no puedo prescindir? ¿es el Señor o es otro?.

 Y como creyente real y practicante, entrando en la gruta y viendo la tierna pobreza del Niño, cabría preguntarse: ¿Sería  yo  capaz de prescindir de tantos complementos superfluos, para elegir una vida más sencilla? En Belén, junto a Jesús, preguntémonos, amigos: En Navidad, ¿parto mi pan con el que no lo tiene? El apóstol y evangelista Juan nos lo dice bien claro: DIOS ES AMOR, y quien permanece en el amor, en Dios permanece y Dios en él” (1Jn 4,16). Este sería, pues, el verdadero, auténtico y teológico sentido de la Navidad.

Todos sabemos de memoria que la Navidad es tiempo de pastorales callejeros con su zambombas, panderetas, botellas de anís, villancicos, ¡y tantas y tantas otras cosas más!.

Pero, Señoras/Señores, la Navidad son días, para muchas personas, de copiosas heladas y nevadas sin fin sobre el alma; días de establos abandonados, de frío, de hambre, de soledad, de dolor… Y hoy, de letal pandemia.

   José y María sufrieron en sus almas y en sus cuerpos la desolación y la amargura de verse rechazados, por insolventes, de los lugares donde palpitaba el fuego, alrededor del cual comían, bebían y reían los considerados pudientes, los teóricamente dichosos.

Pregón Navideño, Alfredo Arrebola

Asimismo, la Navidad es tiempo de zozobra para quien le calcina su soledad no deseada; para quien en fecha no lejana perdió para siempre a un ser  querido; para quien ve crecer en su jardín, descuidado por falta de ilusiones, la planta amarga del desamor; para quien tiene su nave envarada bajo las blancas sábanas de una cama hospitalaria; para quien eligió con valentía la soledad silenciosa al desterrar de su alma, de su sangre y de sus días a un corazón indiferente; para quien no tienen nada qué comer ni qué beber o no tiene ganas ni gusto en ello; para quienes, como dijo un viejo poeta andaluz, desearían que los dejasen comer un huevo duro y un yogour, de pie, mirando a ningún sitio, con los ojos demasiado secos para ver, o demasiado arrasados en lágrimas…

  Para ellos, esta efemérides religiosa es una fiesta de gozo y de gloria, precisamente para ellos, los no dichosos, porque la Navidad y el “pequeño Dios” vienen a despertarlos de tantos y tantos sueños de tristezas, soledades, amarguras y miserias, y a enseñarles a mirar la vida y a vivirla con la  sonrisa abierta y la mirada inmaculada de un niño. Cada una de estas personas tiene un lugar privilegiado en mi corazón y en mi cante:

 

Porque Dios es mi destino,

son estrellitas del cielo

las piedras de mi camino

 


(Soleá:“Mi cante es una oración”. 

A. Arrebola, Málaga, 1986).

 

  A ellos, para endulzarles, en lo posible, no sólo estos días de la fe cristiana, sino todos los días de cada año; para ayudarles a transportar sus cargamentos de soporíferas montañas, y para darles luz de ilusiones y trigo de esperanza en el trayecto tortuoso del camino por donde van, yo les ofrezco esta breve y sencilla reflexión, portadora de mi “fraternidad franciscana” con todos los  “hombres de buena  voluntad”.

  La lengua juega con los términos Navidad, Natividad, Nacimiento… pero de  Dios, hecho “Hombre” misteriosa y milagrosamente en las purísimas entrañas de una mujer, a la que llamamos con admiración todos los cristianos la “Virgen María”. Declaro, libre y espontáneamente, que soy “hombre de fe”, pero a nadie obligo – lógicamente – a aceptar lo que yo siento y practico. Sin embargo, también manifiesto, sin miedo alguno, que hablo desde mi propio testimonio de español, andaluz y cristiano, lo que me lleva a pensar qué nos puede decir el Arte flamenco en la Navidad.                                                                                                                                        

¿Qué expresa el flamenco? Todo: lo que pensamos, sentimos y creemos. El Flamenco es la voz  universal de Andalucía – hoy “PATRIMONIO HISTÓRICO DE LA HUMANIDAD (2010) – y en esa alma está presente el sentimiento religioso, reflejado en sus coplas. Ahora bien, una forma de manifestar el pueblo andaluz “su religiosidad” - que está muy arraigada – la encontramos exactamente en la Navidad, aparte de  que muchos cantes hunden  sus raíces en los llamados “Cantos religiosos de la Iglesia cristiana”.

  No se olvide que ni la Ciencia, ni la Literatura, ni el Arte pueden prescindir de las realizaciones que el pueblo ha logrado, no colectivamente, sino sirviéndose de guiones creadores especialmente aptos para las faenas científicas, literarias o artísticas que, precisamente por responder a las necesidades simbolizadoras  del “Alma popular”, cayeron en el anonimato.


Algo, pues, parecido les ha sucedido también a los cantes flamencos por Villancicos, aunque los “villancicos navideños” marquen la plenitud de la inspiración  religiosa en la breve historia del Arte flamenco. En este sentido, mi inolvidable y llorado amigo José Luís Buendía López, ilustre Profesor Universitario y Flamencólogo, nos dejó dicho  que en casi toda la lírica primitiva se dan dos  fenómenos:

1.- Letras que no se han concebido con un contenido religioso, sino como mero canto laico dedicado a la  mujer, se carguen de espiritualismo “a lo divino” y con ellas se cante a la  Virgen María o a cualquier otra advocación religiosa y,

2.- Utilizar como tema profano algunos de los concebidos como materia religiosa.

  Resulta, por tanto, difícil saber cuándo estamos en presencia del  villancico propiamente navideño. Se admite que ya en el siglo XIII afloran gran cantidad de villancicos y la fusión de lo profano y  religioso. Ambas formas, a través del tiempo, se adaptaron perfectamente en Andalucía. Y tal es así, que el andaluz se acerca al Misterio  con una gracia y sentimiento especiales:

 

María se está poniendo

un  vestidito de novia,

que va  a parir  esta noche

un niño como una  rosa.

 

  Ahora bien, si otros aspectos religiosos representan residuos ancestrales y bastardos de panteísmo o formas corrompidas de cristianismo, los villancicos se caracterizan por “su pureza cristalina y por la ternura de su inspiración”. Todo es en ellos alada gracia y cálida humanidad. Los villancicos flamencos, por su parte, desbordan alegría y esperanza ante el suceso sublime y generoso del Nacimiento del   Señor. Sus letras están entre las más bellas y conmovedoras; se nutren de los  Evangelios, incluso los  Apócrifos y añaden, por su cuenta, episodios y circunstancias de extraordinaria  fuerza poética.

 La Navidad invita a contemplar lo que Dios ha hecho por nosotros: AMARNOS en la persona de  Jesús de Nazaret. Por eso es una fiesta de alegría, aunque para muchos sea triste. No obstante, el espíritu de la Navidad siempre debe producir una alegría y un gozo que nada ni nadie nos  debe quitar. Porque la Navidad es la  celebración, la toma de conciencia del  amor que Dios tiene a los  hombres manifestado en Jesús, el cual acepta nuestra condición humana y anuncia un  mensaje de  liberación que entraña gran gozo, y no menor esperanza en esta complicada realidad existencial y psicoantropológica de todo ser humano.

   Ser conscientes de esta realidad de salvación es el fundamento metafísico de nuestra  alegría navideña. Pues bien, amigos todos, no olvidéis que todos estos sentimientos los sabe expresar perfectamente el Arte flamenco, en sus formas de Cante, Baile y Toque, que supo asimilar todo  el  caudal lírico peninsular que desde lejanas épocas medievales cantaba la Navidad, y formó con él un nuevo y fresco venero de limpias y flamenquísimas manifestaciones andaluzas de ese mismo  sentimiento: Una forma de conocer la esencia  histórica y  distintiva de un pueblo cuya cultura – milenaria y autóctona – era la más antigua de todo el Mediterráneo, en palabras del filósofo y escritor don José Ortega y Gasset (“Teoría de Andalucía”, 1927).

  Y por ello no es raro encontrar por todos los “palos flamencos” las estrofas que venían del  más viejo tronco de nuestra lírica nacional: EL VILLANCICO. Y así, desde siempre, se le ha tenido como “la más rara manifestación lírica europea”. La Real Academia de la Lengua lo define así: “Composición poética popular con estribillo, y especialmente de asunto religioso, que se canta en Navidad y otras festividades”.

En la mente de cualquier andaluz, medianamente culto, está bien presente que Andalucía ha entonado, desde siempre, sus mejores villancicos, nanas, canciones festeras para celebrar la venida del Salvador a la tierra. Como también se sabe que Andalucía ha compuesto una completísima antología de temas navideños no sólo en el folclore, sino también en los más variados  estilos  flamencos.

Por su parte, el flamenco adquiere su dimensión más profunda al impregnarse de emoción religiosa. Andalucía ha cantado siempre a la Navidad – lo repetiré una vez más -: desde Linares a Andújar, donde existe una vieja y rica tradición, hasta Ayamonte, el Flamenco celebra la Navidad con sus  cantes: campanilleros, nanas, bulerías, malagueñas, peteneras o fandangos, etc.; incluso está probado que los villancicos pueden bailarse.

Pregón Navideño, Alfredo Arrebola

La Flamencología viene afirmando que posiblemente hayan sido Sevilla, Cádiz y Jerez los centros más destacados en villancicos. Nombres como Niño Gloria, La Pompi, Manuel Torres, Terremoto, en Jerez de la Frontera; Niña de los Peines, Manuel Vallejo, Antonio el Sevillano, Pepe Pinto, Antonio Mairena, Bernardo el de los Lobitos, Pepe Marchena…, en Sevilla; y Manolo Vargas, Pericón de Cádiz, Niño Solano, Canalejas de Puerto Real…, en Cádiz, cantaron por Soleares, Cantiñas, Martinetes, Tanguillos, Tientos, Malagueñas, Bulerías … al Niño Dios.

Y -¡cómo no! - Huelva ofreció su rancio y difícil fandango para cantar a Dios hecho Hombre, como lo viene haciendo Granada con sus antiguas Cachuchas, Tangos del Sacromonte, La Mosca, Bulerías, mezclados con sus zambras, para alegrar al Jesús infante de Belén; Córdoba lanzará al Rey de los Cielos los cantes por  Serranas y Fandangos de Lucena. Málaga, “La  cantaora”, despliega sus policromados Verdiales, Cantes del Piyayo  y  Malagueñas a Aquél que, siendo todo, tomó para sí la “nihilidad” humana, como lo harán Jaén, Almería y todo el Levante español cantando a la Navidad por los más diversos palos flamencos: Jaeneras, Cantes de madrugá, Tarantas, Cartageneras, Tarantos, Murcianas, Mineras….

  Y, finalmente, pienso yo que por algo se le ha llamado a nuestra Andalucía “La tierra de María Santísima”, Madre de Jesucristo, Señor de cielos y tierra. Por ello, el pueblo andaluz, de ancestrales raíces culturales, ha querido expresar su más profundo agradecimiento al Dios-Hombre – Jesús de Nazaret, Cristo, el Mesías, Jesucristo – sirviéndose de su rico folclore y arte flamenco.

 

 

Muchas gracias, Alfredo  Arrebola,

 Profesor-Cantaor (Dei gratia).

 

 

 

 

Pregón Navideño, Alfredo Arrebola

martes, 22 de diciembre de 2020

LA VIRGEN ENCINTA CAMINA HACIA BELÉN

 Para la sección Poesía, del blog Ancile, y para felicitar la Navidad en este año 2020 que muchos queremos olvidar, traemos este precioso poema de la poeta Rosaura Álvarez, que lleva por título, La Virgen encinta camina hacia Belén.


La Virgen encinta camina hacia Belén. Rosaura Álvarez



La Virgen encinta camina hacia Belén. Rosaura Álvarez



                       LA VIRGEN ENCINTA CAMINA HACIA BELÉN

 

 

 

Era tu don el quedar

en caro desasimiento.

Ni la mula ni el camino

vedas fueron al arrimo

de aquel supremo gozar

latir de Dios en tu seno.

 

 

Rosaura Álvarez

Gr. 6, 12, 2020





La Virgen encinta camina hacia Belén. Rosaura Álvarez


viernes, 18 de diciembre de 2020

DEL MAL, LAS MATEMÁTICAS Y EL DESIGNIO TRASCENDENTE PARA LA FE

 Para la sección Pensamiento del blog Ancile, traemos un nuevo post que lleva por título: Del mal, las matemáticas y el desginio trascendente para la fe.




DEL MAL, LAS MATEMÁTICAS Y EL DESIGNIO

 

TRASCENDENTE PARA LA FE 

 


Del mal, las matemáticas y el desginio trascendente para la fe. Francisco Acuyo



Si la amargura, la indigencia y la opresión a los ojos del cuerpo y aún del alma asoman como imagen consternada y son evidente registro de la desdicha más infausta, nadie podría censurar las quejas más acerbas por su fatal destino. Tampoco debiera entrañarnos si, con justificado escepticismo, se es incrédulo a cualquier gracia  supuestamente trascendente. Pero tampoco podría sorprendernos la actitud estoica de algunos  que aceptan su carga de infortunio y al cielo miran con  serena resignación sabedores de la ignorancia de la razón del dolor que de consuno les acompaña. Actitudes diversas que admiten o rechazan su desgracia y que acompañan consciente o inconscientemente una idea de consuelo o de repudio a un designio acerbo uncido inexplicable a lo trascendente.

            Si el mundo no es amigo tuyo, ni las leyes del mundo, ¿qué inclina al espíritu doliente a imaginar siquiera la bondad de un ser supremo que se olvida de su sufrimiento? ¿Qué, siendo aún más rara la conducta a aceptar su desdicha en pos de un designio de dolor y padecimiento incomprensible? En uno y otro caso la fe está presente: en una se sumerge y, subrepticia, se revela contra la voluntad divina; en el otro, consiente y acepta por mor de la suprema disposición andar la senda  inescrutable de su destino.

Del mal, las matemáticas y el desginio trascendente para la fe. Francisco Acuyo

            No obstante, de todo lo dicho con anterioridad, se sigue la impronta positivista, imponiendo con férrea ley a través de la decisión de sus principios formalistas y reductivos, a dar explicación y enfoque a esta inclinación de indagar o pensar o siquiera sentir lo trascendente. La restricción y atención a la sintaxis de la forma son claras, como también que coarta y restringe cualquier ingenio, intuición o clarividencia creativa. Es una postura altamente conservadora en tanto que en este reducto positivo se encuentra la seguridad de lo conocido, por temor insistimos, a enfrentar cualquier inquietud que nos lleve a la inconsistencia, no tanto de las proposiciones creativas expuestas, como la de nuestros principios férreamente construidos para su ¿indiscutible? coherencia. Esto ha sido así hasta en el mismo ámbito del corazón de la ciencia: la matemática.[1]

            El afán mecanicista de proseguir ciegamente con la óptica de seguir sus instrucciones mecánicas para defender el constructo, decíamos en principio,  de las matemáticas, científico en particular y del pensamiento en general, es evidente. Así las cosas, cuando ni siquiera lo que era incuestionable como la estructura y configuración de la matemática, y cuando esta tampoco es reducible a una demostración formal y mecánica, qué habríamos de decir de todas estas y otras inquietudes que salen del axioma formal-positivo de la ciencia y del pensamiento en la actualidad.

            Parece que, para las mentes menos influidas por el prejuicio mecanicista, es evidente la necesidad de, al menos, el reconocimiento de que el fomalismo (sintáctico) no puede reemplazar a la semántica, y que los significados (el sentido), es de una necesidad hoy día acuciante. La intuición de lo trascendente, acaso merece una atención mucho más dedicada de lo que en la actualidad se destina.

            El reconocimiento llevado a cabo en el ámbito de la matemática (la misericordia de Dios protege a las matemáticas de ahogarse en mera técnica)[2], mediante el que la propia sistemática de axiomas no puede demostrar la coherencia mediante su propio sistema[3], es hora de que vayamos aceptando que sólo un sistema formal inconsistente puede demostrar su existencia.[4] ¿No es hora que indaguemos con amplitud de miras esta propensión en modo alguna extraña de los seres humanos a pensar algo más grande que ellos mismos? ¿No hay una curiosidad por saber cómo personajes insignes (muchos de ellos geniales científicos) mantienen no ya una curiosidad al respecto, sino una fe convencida sobre la veracidad y por tanto la existencia de tal magnitud inmarcesible?

            Es lo que tratamos nosotros, con toda humildad de indagar, partiendo, como es imprescindible, de la razón, la lógica y el método propia de la ciencia, pero también reconociendo sus límites incuestionables. En próximas entradas del blog Ancile daremos cuenta de esto y de otras cuestiones anexas que nos parecen de grande interés y reconocimiento.

 

 

 

 

Francisco Acuyo





[1] Véase la obsesión por cerrar de manera definitiva la completitud y consistencia del sistema formal de axiomas de la matemática por el programa de Hilbert que, a la postre acabó por ser refutado por el lógico genial Kurt Gödel con su teorema de incompletitud.

[2] Simone W.: The Pythagorean Doctrine, en Intimations of Christianity AMong the Ancient Greeks, Ark Paperbacks, Londres, 1987, pág. 165.

[3] Deducción lógica del principio de incompletitud para la aritmética de Gödel.

[4] Yourgran, P.: Un mundo sin tiempo, Tusquet, Barcelona, 2007, pág. 81.



Del mal, las matemáticas y el desginio trascendente para la fe. Francisco Acuyo

martes, 15 de diciembre de 2020

MINIMALISMO POSITIVO Y LA HUIDA HACIA DELANTE DE LAS CIENCIAS DE LA MENTE

Para la sección Pensamiento del blog Ancile, y siguiendo con la temática del positivismo y la mente, traemos el post que lleva por título: Minimalismo positivista y la huida hacia adelante de las ciencias de la mente.



 MINIMALISMO POSITIVO Y LA HUIDA HACIA 

DELANTE DE LAS CIENCIAS DE LA MENTE



Minimalismo positivista y la huida hacia adelante de las ciencias de la mente. Francisco Acuyo


La antifilosofía positivista parece haber hecho su agosto en el ámbito de las neurociencias.

La negación sistemática de cualquier tipo de pensamiento fuera del ámbito experimental

sensitivo, como sucede con la metafísica, la filosofía, la lógica y la misma matemática

(pura o impura) no son más que subterfugios e ilusiones de un lenguaje si no mal utilizado,

desfasado de la ¿modernidad? Positiva, pues no hace sino dirigir equívocamente nuestro

pensamiento. Así la filosofía (¿también el arte?) empieza y finaliza en el mismo análisis del

lenguaje. La madre de todas las ciencias, según estas delirantes aseveraciones, será la

física, en virtud de que esta se fundamenta en la experiencia sensible, ¿sólo en esta

experiencia? ¿Qué sucede con las derivaciones de la teoría de la relatividad y de la

mecánica cuántica? El silencio wittgensteiniano fue en verdad muy mal entendido: en este

silencio radica el valor más importante y profundo de las cosas para el propio

Wittgenstein.


El minimalismo positivo se ha adueñado de la neurociencia y de la misma

psicología. No han aprendido nada de la nueva física ni de las matemáticas más

acendradas (estas últimas dejaron de ser incluso una ciencia)1, por supuesto nada del

desarrollo simbólico de las culturas antiguas y sus manifestaciones artísticas y religiosas:

todo eso pertenece al uso de un lenguaje periclitado, insuficiente e innecesario para la

aprehensión de la realidad.


La religión positivista malinterpretó incluso los principios básicos de la misma

física: el tiempo y el espacio relativos einstenianos pasaron a ser doctrina y dogma para

este minimalismo singular, cuando para Einstein solo era una declaración acerca del

mundo físico2. Rechazaban (cosa alucinante) que la matemática y la intuición pudiese

alcanzar la realidad última, solo la experiencia sensible es portadora de la verdad. Pero la

verdad es que en modo alguno hay razones por las cuales debamos tener menos

confianza en esta clase de percepción, es decir, en la intuición matemática, que en la

percepción sensible3.

Minimalismo positivista y la huida hacia adelante de las ciencias de la mente. Francisco Acuyo

Las nuevas ciencias de la mente adoptan el desvarío positivista para aceptar sólo lo

que se puede describir sensorialmente de todo proceso mental, por lo que no hay proceso

abstracto o intuitivo que pueda proporcionar comprensión de ese dominio: nada puede

decir la interpretación simbólica, matemática o no, sólo lo verificable mediante

mecanismos de experiencia sensible4 podrá ser estimado como real sobre lo que la mente

sea en su constatación orgánico cerebral. Todo lo que no sea constatable mediante la

comprobación empírica es rechazable (Ernst Mach), llevando el desvarío el despropósito a

la negación de las entidades atómicas simplemente porque eran invisibles al sentido

humano, y desde luego a cualquier forma de conocimiento estadístico o de probabilidad,

fundamentales en la física cuántica, que por cierto, tan extraordinarios resultados

prácticos da en forma de avances tecnológicos, desde luego bien palpables para

cualquiera que quiera que quiera ver la realidad.


¿Qué ha llevado a las neurociencias y a las tendencias modernas de la psicología a

arrostrar semejante prejuicio, incluso sin hacerse conscientes del mismo? ¿La ingeniería

genética y neurocientífica no aceptará nunca su gran equivocación positivista?

¿Reconocerán algún que los genios de la física (Einstein y los físicos de la mecánica

cuántica, por ejemplo) se sirvieron de la metodología postivista para defender

precisamente sus propósitos ¿filosófico-metafísicos? que describen la realidad del tiempo

y el espacio tan certeramente?


Una de las proclamas más enérgicas de la neurociencia es el rechazo de que cualquier

manifestación de la conciencia o de la psique (incluida la fe, sobre la que venimos

disertando en anteriores entradas), no son más que ilusiones de la única realidad material

de dónde proceden: el cerebro. Todo, en fin, queda reducido a la función de las

estructuras cerebrales. Parece que este órgano excepcional es la sede monolítica de

donde procede cualquier fenómeno psicológico, cultural, artístico o religioso. Todo está

escrito en la piedra suprema de la estructura cerebral. Parece que la plasticidad que

empieza a ser reconocida en dicha estructura neuronal significa poca cosa. Las

modificaciones del mismo cerebro provocadas por estímulos, acontecimientos, sucesos

exteriores materiales o no, no parecen merecer un grado de atención suficiente para

indagar sobre la verdadera naturaleza de la mente y de su receptor y emisor complejísimo

que es el cerebro.


Indagaremos en próximas entradas sobre todas aquellas circunstancias

(¿exteriores?) que son capaces de modificar la propia estructura cerebral y hacer de

nuestro entendimiento lo que es, una dinámica invisible que une todas y cada una de las

cosas para el proceso más importante del universo: la creación, o el impulso creativo.




Francisco Acuyo



Según Rudolph Carnap, acaso el más insigne positivista, las matemáticas no son siquiera un lenguaje capaz

de albergar pensamientos, sólo la sintáxis lógica del mismo lenguaje.

Yourgrau, P.: Un mundo sin tiempo, Tusquet, Metatemas, Barcelona, 2007, pág. 49.

Gödel, K.: Cellected Works, vol. 3 , Unpublised Essays and Lectures, Oxford University Press, Nueva York,

1995, Pág. 230.

4 Muy de moda están las medidas y gráficas del cerebro en su estructura y dinámica a través de la tomografía

por emisión de positrones, mediante la cual pueden constatar sensorialmente la complejidad de aquél.




Minimalismo positivista y la huida hacia adelante de las ciencias de la mente. Francisco Acuyo


jueves, 10 de diciembre de 2020

DE LA REALIDAD LÓGICA AL DISPARATE NEOPOSITIVISTA DEL MUNDO

Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, Traemos un nuevo post que lleva por título: De la realidad lógica al disparate neopositivista del mundo.




De la realidad lógica al disparate neopositivista del mundo. Francisco Acuyo


DE LA REALIDAD LÓGICA AL DISPARATE


NEOPOSITIVISTA DEL MUNDO



¿Puede resumir o remitirse el sentimiento y pensamiento religiosos a una relegación

(inhibitoria) de las estructuras cognitivas actuales y que la participation mystique1 como una

función mental propia de la sociedades inferiores o prelógicas, que, como decíamos

anteriormente, explicaban y accedían al mundo mediante esta vía mítica preracional?

Esta interrogante es esencial para tratar de considerar la gran contradicción de las

neurociencias, que niegan la existencia de un mundo independiente del cerebro, y por lo tanto

de la realidad de un mundo trascendente que no dependa directamente de aquél. Este

presupuesto es fundamental para esta ciencia positiva para negar su existencia verídica.

Curiosa posición cuando la verdadera nueva ciencia (mecánica cuántica) expone que no es

posible el reconocimiento de un mundo material sin la incidencia fundamental del observador

portador necesario de una conciencia. Claro está que para el neurocientífico la misma

conciencia es un producto netamente cerebral. La conciencia es un fenómeno dependiente

del cerebro.


Cuando se dice que el místico en éxtasis está en un estado alterado de conciencia,

todo lo que de él se traduce y se trasluce debe interpretarse como producto de su propio

cerebro, y por tanto carente de toda veracidad o realidad objetiva. Pero, ¿qué es realmente lo

objetivo y ingenuamente reconocible fuera del ámbito de nuestra propia conciencia? ¿Existe

algo a lo que sea posible acceder con plena garantía de su existencia verdadera al margen del

que lo observa?



Nos parece increíble conque fatuidad y petulancia algunas ciencias (dixit) modernas

por novedosas (al menos en sus acepciones) establecen que otras ciencias (se supone que

menos modernas), filosofías y maneras de entendimiento y comprensión del mundo (habría

que incluir sin duda, no sólo a las religiones, también a las disciplinas artístico literarias

(narrativa, poesía…) ya que sus conceptos permanecen anclados en palabras y conceptos

precientíficos.2 De nada nos ha de servir el acervo mítico y simbólico incalculable de verdad

y sabiduría de los textos antiguos (religiosos o no). ¿A qué puede atribuirse disparate tan

notable en estas declaraciones? ¿A la ignorancia de esa realidad opima simbólica de

incalculable valor interpretativo para mejor conocimiento de nuestra propia humanidad? ¿O

a la simple afectación presuntuosa del positivismo decimonónico todavía arraigado con

fuerza en esas potenciales nuevas ciencias que creen tener entre sus teorías la explicación

última del mundo?


Nos parece en verdad inconcebible que estas ciencias nuevas (muchas de ellas dentro

del ámbito de la biología y la propia medicina) sigan ancladas en presupuestos periclitados

por las verdaderas ciencias duras (véase la misma física) en lo que la realidad del mundo y

de nosotros mismos, como seres conscientes, sea, si es que nos cada vez más difícil de separar

(oh casualidad, como el pensamiento primitivo acertaba a relatar y entender).3

Pensamiento que ampara la función poética del lenguaje, es decir del arte poética

particularmente (y del arte en general); desde donde situarse de manera privilegiada entre en

el ámbito de la magia y la religión, en tanto que se atreve a humanizar las leyes naturales

unas veces (religión), y otras a naturalizar las leyes humanas, antropomorfismo de la

naturaleza, o, fisiomorfismo del hombre (teniendo en cuenta que no hay religión sin magia ni

magia sin religión), y que reviste tantas veces a la intencionalidad poética de ese carácter

apodíctico con el que se configuran no pocas manifestaciones de su arte. ¿Debemos pues,

rechazar no solo lo más implacable y duro de la ciencia (física y matemáticas) si no también

todo el arte como vía de conocimiento e integración en el mundo hasta nuestros días por el

hecho de que su configuración esté ¿anclada? en palabras, conceptos y símbolos que en

muchos casos se pierden en la noche de los tiempos? Según estos linces de la ¿epistemología?

actual tratan de consumar sus disparates como verdades inamovibles y clarificadoras por

modernas y netamente materialistas. Ya exponíamos en otra ocasión que esto es inenarrable

cuando, sobre todo, no tenemos nada claro lo que es la misma materia y lo que la diferencia

del vacío de la nada.4





Francisco Acuyo



Levy-Brull, L.: Les fonctions mentales dans les sociétés inférieures, Alncan, Paris, 1910.

Watson, P.: Not written in Stone, New Scientist, nº 2514, 2005, pps. 42.44.

3 Acuyo, F.: Poesía: pensamiento salvaje, blog Ancile, https://franciscoacuyo.blogspot.com/2013/11/poesiapensamiento-

salvaje.html4 Acuyo, F.: Todo sobre la nada, inédito.

4 Acuyo, F.: Todo sobre la nada, inédito.


 

De la realidad lógica al disparate neopositivista del mundo. Francisco Acuyo