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viernes, 20 de junio de 2025

NIEBLA, DE MIGUEL ORTIGOSA

Para la sección de Poetas invitados del blog Ancile, traemos a nuestro amigo Juan Miguel Ortigosa, que nos trae un poema titulado: Niebla.


NIEBLA






El poeta nazarí Inb Zanrrak, fuel el primero en describir poéticamente el fenómeno de la niebla en El Llano, entrando por el Boquete. En un viaje desde Granada a Rayya  (Málaga), acompañando al sultán Mohamed V, en su viaje, pasando por “Fhas al Rayya” o “Campiña de Rayya, (Málaga), aclarando el origen de Zafarraya, de forma definitiva.




Amanece un día
de inicios de mayo, 
con el cielo azul
y fuego en los campos.

Enhiestos los chopos 
y el aire silente,
un aliento blanco
vomita el Boquete

y su vaho inunda
como el frío incendio
de una marabunta,
las calles y predios.

Es aquel "aliento
de los aires vastos,
--que cantó el poeta--
siempre perfumados".

Y la niebla invade
prados y colinas.
Subiendo a la sierra, 
cabalga su cima.

Primero aparece
como alba peluca,
luego, se derrumba
cayendo en cascada.

Por la falda opuesta
a la que trepara,
desde la ladera
rueda sobre el llano.

Y en ese silencio 
estruendoso y mudo,
como a borbotones,
conforman un mundo.

Ya, con  blanca barba,
la montaña reta 
al sol y la luna,
en luz y belleza.

Y en la gran probeta 
que El Llano compone,
como en catarata,
rebosa en sus bordes.

Y fluye constante
y espectacular,
sin llegar al suelo,
ni quedarse atrás.

De pronto, se lanza
veloz y bajera
por los verdes campos,
brumosa y espesa.

Tan densa se ajusta
que eclipsa hasta al sol,
negando horizontes, 
paisaje y color.

Y hasta las campanas
en los días de niebla,
resuenan más claras,
y se oyen mejor.

Visto desde arriba, 
desde la montaña, 
ese paisaje
sobrecoge el alma:

Un océano albo
de níveo algodón,
flota sobre El Llano,
se llama, "tarol".




               Juan Miguel Ortigosa







sábado, 20 de marzo de 2021

"DELTA", DE FRANCISCO SILVERA

 Para la sección Poetas invitados del blog Ancile, tengo el placer de publicar como primicia estos poemas de Francisco Silvera que llevan por título Delta, que conforman el corpus general de textos poéticos del que ofrecemos una muestra breve de los mismos. 



Delta, de Francisco Silvera
De J.P. Suárez





DELTA,


DE FRANCISCO SILVERA 

 

 

 

 

 

Todo está en su lugar;
mi alma tiene el envés entero helado,
fuentes antiguas de silencios graves
tienden cristales rotos
y el cielo transitorio empuja nubes
que jamás volveré
a ver de nuevo, magia de la vida,
todo está en su lugar:
Invierno.

 

 

 

 

 

Si pudiera atraparte en mi pecho, si pudiera amarrarte a mi corazón, si pudiera pesar tu alma y como Miguel condenarte o premiarte conmigo; si con el aire de mi ala darte la vida pudiera, si con el frío de mi lanza penetrarte y elevarte y tumbarte y quererte pudiera: alzarías la cabeza, me mirarías y yo, de frente, sin el miedo que me da tu espalda, te diría: Te quiero.

 

 

 

 

 

El hogar está donde el corazón camina. Nada permanece, es nuestra casa una senda, una vereda, una rambla de vida y luz. Nadie hay a nuestro lado, nadie, sólo el árbol desaforado que parece ofrendarse a nuestro paso como si fuéramos dioses... pero no lo somos, el mundo sólo es la nube al final del sendero, como un faro que llenara de claridad la marcha. Aquí está todo.

 

 

 

 

 

Eres ceniza, no lo sabes pero eres cenizas y agua: nada más. Por eso te recoges, como si pudieras impedir derramarte sobre la vida, como si quisieras sobreponerte al mundo y reinar sobre quienes te miran... pero no, eres una nube gris disuelta en la cuenca de un río fluyente que lame las piedras sin término, como si no hubiera mar y las riberas de la rivera no las copasen las cañas que silban al viento solitario. Ceniza eres, flotas, vuelas, eres ceniza.

 

 

 

 

 

Cuánto dolor; el mar soplaba tierno
y un vendaval humedecía lento
mi corazón, atardecía en rojo:
Toqué tus labios y después partí.

 

 

 

 

 

Estoy borracho de árboles. Déjame irme o empuja mi alma para que arranque a volar hacia sus copas porque la tierra ya no me aguanta... y querría volar, escalar como un animal herido buscando la protección del ramaje elevado porque voy ebrio de madera... y quiero aire, busco la fruta geométrica, el cálculo exacto, la acrobacia medida: hermosa pirueta.

 

 

 

 

 

Paz de luz, nube de danza y agua, tiene el océano celeste la espuma del horizonte y rompe a nuestros pies como si el tiempo fuera la marea. Silencio, mar y cielo, desierto de cristal y la esperanza de un atardecer de balón naranja que moja todo de brillo muriente; leve cenit enrojecido de una noche joven que llega como el invierno, brisa fría, un aire que parece claro y vital y, sin embargo, en el quiebro lastimoso de una rama desnuda se nos muestra la muerte.

 

 

 

 

Pasó el agua y se llevó lo que el verano guardaba. Lloramos pero la lluvia caía, caía, tres veces caía como las bendiciones angélicas de Dios, tal las potencias incontestables de los tres coros celestes que comunican la inmaterialidad del Creador con este mundo de mierda... y no podíamos hacer nada, sufrir, sólo sufrir, sufrir y dejar que el agua se lo llevara todo, todo... todo.

 


 

Delta, de Francisco Silvera



SOBRE EL ARROYO

 

Piensas en ese recodo
del camino cuando nadie
pasa, en el atardecer
al bajar lenta la luz...
Y en esa curva sin nadie
está la añoranza toda
de tu vivir, la esperanza
de que todo sea nada
y aquel orden sublimado
de morir alivie al menos
el dolor imaginado
de no estar...

 

 

 

 

 

La paz sin aire de la muerte queda,
queda el calor y permanece grave
la lentitud, la pesadez tan suave
que nos domina, marca y adocena.
 
Sostiénese en la luz del alma y pena,
se desvanece, reconstruye y sabe
desenvolver con tanto abril que cabe
en una lluvia o resplandor de seda.
 
Dulce condena, sepultura dulce
donde morir con balanceo y fe
de lo que no transcurrirá jamás;
 
ciega vereda que senil conduce
por la quietud y languidez detrás
de todo aquello que, por fin, dejé.

 

 

 

 

 

 

Por los campos de estío
pasea mi recuerdo
lento como la brisa.

 

 

 

 

 

Venimos a ofrecerte, perro santo que ladras sin fin a la noche, los bienes de nuestro trabajo. Todo para ti, aplaca a las furias, calma todo deseo y déjanos descansar, a mí, protector de las alimañas incluidas las bestias humanas, a mi hermano el arcángel que pone las ánimas en la balanza, que la paz sea contigo y con tu espíritu... Bendigamos al perro que todo lo puede: idos, la obra ha sido enviada, váyanse.

 



 Francisco Silvera

del libro inédito Delta





Delta, de Francisco Silvera


lunes, 4 de febrero de 2019

JOSÉ LUIS LÓPEZ BRETONES, EN POETAS INVITADOS


Para la sección, Poetas invitados, del blog Ancile, tengo el gusto de ofreceros al excelente poeta (y entrañable amigo), José Luis López Bretones. Entrada esta que servirá, de muy digna semblanza de su creación para aquellos que no la conocen, y de gozosa re-lectura para quienes tenemos el placer de conocer su obra poética.



José Luis López Bretones, en Poetas invitados





JOSÉ LUIS LÓPEZ BRETONES,

 POETA INVITADO






José Luis López Bretones, en Poetas invitados

 (Almería, 1966) es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, aunque empezó estudiando en la antigua Escuela de Traductores e Intérpretes de esa ciudad. Coordinador entre 1999 y 2011 del Aula de Poesía del Ayuntamiento de Almería, ha dirigido entre 2005 y 2015 el Centro de Arte Museo de Almería (CAMA). Ha trabajado también en el sector editorial, en el de la traducción, en el ámbito del periodismo y en el de la gestión cultural. Como poeta ha publicado Una eterna olvidanza (Granada, 1992), Ensayo ante un paisaje (Premio Federico Gª. Lorca, Granada, 1996), El lugar de un extraño (accésit del Premio Adonais, Madrid, 1999), y Ayer & mañana (accésit del Premio Jaime Gil de Biedma, Visor, Madrid, 2004). Además de en revistas, cuadernos y otras publicaciones, parte de su obra ha sido recogida en algunas antologías, como Un siglo de sonetos en español (Madrid, Hiperión, 2000), la Sexta Antología de Adonais (Adonais, Madrid, 2004), Poesía andaluza contemporánea (Málaga, Centro Cultural Generación del 27, 2011) o En el nombre de hoy (Visor, Madrid, 2015). Ha sido editor literario de obras de Juan Ramón Jiménez, Juan Goytisolo, Fernando Arrabal, José Mercado o Amin Maalouf, y coeditor del volumen de ensayos Villaespesa y las poéticas del Modernismo (Universidad de Almería, 2004). Asimismo, ha editado recientemente Extravagante Jerarquía (1968-2017), la poesía completa de Antonio Carvajal (Fundación Jorge Guillen, 2018).







José Luis López Bretones, en Poetas invitados







                                                             

  POÉTICA





                       La poesía es un género literario, sólo eso. Aunque también, desde otro punto de vista, la poesía puede ser una de las formas posibles de prestarle atención a la vida. Si esto es así, ese género literario podría entenderse como testimonio o, mejor aún, como interpretación; y el poema, por tanto, como artificio, porque no sería sino simple (o complicada) reelaboración de los datos que esa vida nos aporta y de la que partió el impulso primero que dio origen a su escritura.
                       Y además, como tal "artificio" (palabra que lleva a cuestas su porción de "arte"), parece que la poesía debe basarse en un peculiar orden rítmico y lingüístico, sin el cual habrá otra cosa, pero no propiamente poesía.
                       ¿Tiene alguna utilidad? O sea, ¿cumple este artificio algún tipo de función social? En cierto sentido yo creo que sí. La poesía saca a la luz aquello que nos diferencia y hace de cada cual algo único e irrepetible, pero tampoco niega todos aquellos elementos que esencialmente nos unen; es decir, el poema crea un espacio donde autor y lector se encuentran, y en donde aquél propone y éste dispone. Cuando ese encuentro se produce ‒en el caso de que se produzca‒ salta la chispa. Y a definir ese fuego se aplican más tarde críticos y teóricos. A mí me basta con el calor. El ritmo crea la emoción poética, pero también el pensamiento comunicado. Y entonces el poema queda cumplido.
                       Por lo demás, desconozco en este asunto cualquier tipo de apriorismos: no advierto en mí decisión alguna anterior al instante mismo en que un estímulo tal vez sensitivo me lleva a darle una continuación por medio del lenguaje. Instante a partir del cual se inaugura ‒ya lo dijo Valéry‒ la responsabilidad plena, consciente, del poeta.
                       Añádase a esto mi coincidencia con quienes hacen notar la sola pertinencia de una poética “postceptiva” más bien que preceptiva. O sea: es el propio poema el que establece y delimita el cambiante y diverso territorio de sus lecturas, y no tiene por qué ser obligado a presentarse como pre-texto o prueba de cargo que haya de confirmar ninguna tesis ya establecida. Lo cual no vendría sino a confirmar una vez más la frecuente inutilidad de las poéticas ‒incluida esta‒ y mi convicción de que al poema (y al poeta) no le conviene estar al servicio de nada.



José Luis López Bretones, en Poetas invitados








POEMAS







        LA FUENTE









Mira la fuente. Considera
su flujo custodiado por el día;
contempla cómo cae la lengua
curvada y primordial
del líquido sereno.
Detén tu vista en esta fuente intacta
y escucha en su rumor el tiempo, lentamente
oscurecer tus pasos, un instante
atrapado, fugaz, en cada gota.









                 VIRTUD





                        Unhelped by any wind
                                Coleridge


Ni la pasión ni la pureza:
he ahí la paciencia del fuego.
Signo primero de hospitalidad,
perfecta certidumbre del conflicto.

¿Acaso pesa más el símbolo que la evidencia,
la equívoca noción que su real encarnadura?

Sin ayuda del viento, al igual que la escarcha,
el fuego se afana en su sorda tarea,
y nada de lo humano le concierne.




(De Ensayo ante un paisaje, 1996)





DESPUÉS QUE ALGO HA SUCEDIDO




                                          
Después que algo ha sucedido, tiembla
la maraña oscura de los actos anteriores:
aquello que nos era más seguro cobra otra tonalidad,
otra manera, y vemos llegar las cosas nuevamente
como una ola inevitable y desplazada
hasta el momento exacto en que algo ha sucedido.

Todo viene de atrás y aquí confluye ‒nos decimos luego.
Pero el golpe del agua y de la espuma
parece siempre repentino, otorga solidez
a ese instante que, en otras circunstancias,
hubiera sido nada: polvo y aire.

Un momento se somete a otro momento,
y el último, sin que sepamos bien por qué,
puede llegar a ser terrible.

Así caen las horas sobre una esfera confiada.
Así damos un paso indiferente
y vemos que el camino, de pronto, ha terminado.





    FINAL DE NOVIEMBRE    


  
 

Extraña la vejez de las palomas.
El invierno se asoma a las ventanas
y allí la luna tiñe un único paisaje:
la floración del miedo,
la cosecha extendida de las indefensiones,             
el flujo blanquecino de la fragilidad.

Es la estación oscura de las viñas,
el tiempo en que desbordan las acequias,
la época del humo y la discordia.

Temible en su dulzura es el invierno.
Temible como el cuerpo cuando anhela.




(De El lugar de un extraño, 1999)






LLEGA DE NOCHE UN RECUERDO






Llega de noche un recuerdo. Nos llama
en las horas propicias al sueño,
al borde mismo del dulce derrumbadero
donde irán a parar, en un fardo confuso,
las diversas materias arrancadas al día.

Y allí ese recuerdo, su quebradiza sustancia,
llenándonos el cuerpo de pronto
de una extraña y sosegada ternura
que tampoco nos ha de explicar nada.

¿De dónde este minuto desolado y preciso,
este pequeño retazo de un tiempo
sencillamente olvidado hasta ahora?

La memoria es efímera, y es triste
cuando su vuelo se espesa y nos urge
a otorgarle un nombre concreto a la ausencia.

Ningún signo, ninguna palabra da cuenta
del pretendido lugar de los sueños.
De la sombra, del tiempo, llega de pronto un recuerdo
como el mar, en la noche,
deja que llegue, a la orilla, esta ola.






UNA ROSA DESPUÉS DE LA NIEVE





Rosa rotunda sobre la nevada,
fulgor ofrecido a los ojos
con el caliente estupor de una herida
cuya extraña certeza aún nos excede.

¿Qué busca en el blanco silencio
este pequeño rasguño de vida
donde la luz helada encalla y se recrea?

¿Qué hacer con esta rosa,
este profundo copo distinto
caído o brotado ‒no lo sabemos‒
sobre la piel de la nieve desnuda?

La veías brillar
como una breve brasa en medio del invierno.






LOS DÍAS DE LA ESPERA






Los días de la espera son así:
enormes animales perezosos
que aplastan, bajo un peso compasivo,
el eficaz transcurso de las horas
hasta dejarlas rotas y casi sin medida.

Y sin embargo los días de la espera
apenas van repletos de otra cosa
que no sea su peculiar materia vana,
su cargamento de nada y pesadumbre,
su estiba de ansiedad multiplicada.

Poca cosa para tan lento avance.

No existen los días de la espera,
no puede el tiempo pasar a través de ellos,
como tampoco parece discurrir sobre una piedra
echada al margen de un camino indiferente.

Lanzados desde el fondo del deseo
hacia su redención o su fracaso,
todo lo que hay en medio es sólo espera,
espera nada más: tiempo perdido,
o ni siquiera.





                 HERENCIA






Nos ha sido concedida una ciudad inmóvil
con un lejano rastro de belleza
que aquí apenas considera nadie.
No hemos salido nunca de sus calles.
Sus calles equivalen a esas tierras
que no hemos conocido nunca, a esas
inmensas lontananzas de las que hablan
unas gentes extrañas y aturdidas:
viajeros casuales
que llegan y se marchan, iguales a los días,
después de habernos ofrecido en sus palabras
el eficaz aroma de las rutas
por donde nadie aquí ha transitado.
Nosotros mismos somos la ciudad,
este lugar de viento y piedras repetidas
que se ha alojado en nuestras almas
con la voracidad de una pasión estéril.
Sus plazas, sus muros, sus esquinas
están siempre desiertas
y de esa soledad estamos habitados:
mutuamente nos somos necesarios.
Nos ha sido concedida una ciudad inmóvil,
un reino silencioso, una vacía pesadumbre.
De aquí nunca saldremos.
Principio o fin de viaje, es lo mismo.


(De Ayer & mañana, 2004)






CUANDO LLEGÓ LA TARDE




                                         What else have I to spur me into song?
                                                                              YEATS



Todo lo habéis dicho mejor que yo, amigos.
¿Qué voluntad me lleva entonces
a retomar asuntos en los que ya no creo?

Y sin embargo aún existe una razón
que me conmueve, un argumento
que me puede llevar hasta el papel
para reunir palabras en un trenzado esfuerzo
sin otra utilidad ni objeto,
mientras todo lo demás está ahí afuera,
esperando.

Ningún convencimiento, ninguna fe,
ni la defensa de nada propio, verdadero o justo
valen lo que tu amor por mí, este amor
que descubrí de pronto cuando llegó la tarde.


(Inédito en libro)



José Luis Lopez Bretones





José Luis López Bretones, en Poetas invitados