jueves, 28 de enero de 2021

EL RACIONALISMO Y LA ESTRUCTURA Y DINÁMICA DEL UNIVERSO: DE LA VIDA A LA CONCIENCIA

 Para la sección Pensamiento del blog Ancile, traemos una nueva entrada que abunda sobre la cuestión de la razón es una vía de entendimiento de la trascendencia, esta vez bajo el título: El racionalismo y la estructura y dinámica del universo: de la vida a la conciencia.


El racionalismo y la estructura y dinámica del universo: de la vida a la conciencia. Francisco Acuyo


EL RACIONALISMO Y LA ESTRUCTURA Y DINÁMICA

 

DEL UNIVERSO: DE LA VIDA A LA CONCIENCIA

 

 

El universo como realidad última en los argumentos de los positivistas más actuales (recordamos Dennett, Dawkins Wolpert, Stenger, Harris… que ni siquiera de elevan a la categoría de positivismo lógico) no han supuesto ninguna resistencia a los considerandos y razonamientos de las nuevas huestes de pensadores de primerísima fila que afrontan la realidad estructural y dinámica del universo, desde una óptica que da por periclitada cualquier intento de aproximación a una realidad trascendente implícita en la configuración de esa realidad. De hecho, muestran su radical confrontación con cualquier racionalismo que no sea lógico positivo en los hechos cosmológicos que sustantivan su existencia, exponiendo una nueva y más que perturbadora manifestación de fe.

            Que la vida y la conciencia son acontecimientos únicos les basta para argumentar sobre su origen y finalidad. Tampoco ofrecen razonamientos plausibles sobre las leyes que gobiernan un universo capaz de originar la vida y la conciencia. ¿Deberíamos encontrar satisfacción en estos juicios positivos que en modo alguno acaban de complacer ni de convencer sobre la realidad última y primera del universo, de la vida y de la conciencia?

¿Tal vez debemos obviar otras alternativas racionales para explicar estas interrogantes por el mero hecho de que no esté en el plano expositivo -insisto, periclitado- de ese materialismo positivo?

            A lo largo de la ya prolija (y muy modesta) investigación personal, sobre estas cuestiones desde todas las ópticas racionales a las que he podido acceder, entender y desarrollar, he encontrado siempre un grado de insuficiencia que nunca he podido superar en el fin de hallar una explanación racionalmente satisfactoria. A la vista de esta carencia explicativa siempre me mostré abierto a todas las vertientes que pudiesen ofrecer vías de entendimiento razonables y que llenaran ese hueco ¿irracional? Intuitivo que no acaba de llenarse nunca. Es así que cuando tuve acceso a sendas de investigación abiertas por la filosofía analítica de la religión o a los argumentos sofisticados del nuevo teísmo filosófico, no pude menos que indagar en ellos con la imparcialidad necesaria (si esto lo aprendí del mismo desarrollo crítico de cualquier razonamiento lógico y filosófico) como para acabar reconociendo su extraordinario valor racional y filosófico.

            Los violentos rechazos a cualquier aproximación o explicación del universo al margen de cualquier argumento lógico positivo, será tachada como una nueva y muy peligrosa apostasía de la fe verdadera cual era el racionamiento empírico positivo, acabó por convencerme que aquella intuición mencionada párrafos atrás era posible de explicarse racionalmente.

            Porque en modo alguno quisiera verme emparentado la parresia (atrevimiento en el habla) cínica que pretende amedrentar o pasmar mediante la sorpresa sobre el razonar mismo, dilataré esta reflexión en próximos post de este blog Ancile.

 

 

Francisco Acuyo

 

 

 

 

El racionalismo y la estructura y dinámica del universo: de la vida a la conciencia. Francisco Acuyo

 

 

 

viernes, 22 de enero de 2021

¿ES LA FE UNA CUESTIÓN -RAZONABLEMENTE- TEOLÓGICA?

 Indagando sobre cuestiones que, al modesto entender de quien suscribe, son tan interesantes como perennes a las inquietudes del ser humano, así, para la sección Pensamiento del blog Ancile, traemos un nuevo post que lleva por título: ¿Es la fe una cuestión -razonablemente- teológica?


¿Es la fe una cuestión -razonablemente- teológica? Francisco Acuyo


¿ES LA FE UNA CUESTIÓN

 

-RAZONABLEMENTE- TEOLÓGICA?

 

 

 

 

Es una cuestión ampliamente debatida si la razón es potencia suficiente para sostener la existencia de lo trascendente. Nadie duda que la razón es el fundamento para el acceso a la realidad del mundo y de nosotros mismos como realidad inmanente. Soy perfectamente consciente de lo incorrecto de estas reflexiones en un momento social y político (y desde luego ideológico) como el que nos ha tocado vivir en la actualidad. El odio antiteológico de los cientifistas ateos de la época del Unamuno de El sentimiento trágico de la vida está acaso ahora más patente y potente que nunca. El positivismo (neopositivismo lógico) es en verdad recalcitrante y agresivo cómo pocas veces ha  tenido ocasión el juicio racional de observarlo.

            Es de rigor que el lector sepa que no hago desde este foro defensa teísta o ateísta en modo alguno. Simplemente reflexiono sobre una realidad que no ceja de imponer con mano (ideológica) férrea la imposición de unos criterios que pueden ser perfectamente discutidos, e incluso rebatidos con cierta facilidad, habida cuenta del blando (por no decir superficial) discurso de los detractores de cualquier referencia a lo trascendente en la actualidad.[1]

¿Es la fe una cuestión -razonablemente- teológica? Francisco Acuyo
            Que la razón es un vehículo perfectamente adaptable para una argumentación coherente y poderosa en favor del deísmo, sin duda pueden ser muy ilustres ejemplos Swinburne, Plantinga, Polkinghorne, Jaki, Guittón, o el último Flew… los cuales dan muy clara referencia de esa capacidad de razonamiento para el acceso y provisión argumentaría sobre la realidad de lo trascendente. Todos ellos han tenido el valor (habida cuenta de la violenta reacción de los hijos de la sospecha: Marx, Niezstche y Freud) para confrontar con grandes dosis de energía el más alto razonamiento sobre la posible racionalidad de lo divino.

            Una de los hechos más extraordinarios para el provecho de un mejor razonamiento para la defensa de lo trascendente ha encontrado su fundamento más potente precisamente en la nueva ciencia (física y cosmología, sobre todo). En cualquier caso, lo que, a mí, personalmente, más me desazona es la actitud totalitaria de algunos (más de los que debiera) sectores del laicismo más extremo que con una postura que roza por momentos el fanatismo, pretende dar por cerrado un debate que en modo alguno puede ni debe cerrarse, ante todo porque se pretende exponer cualquiera posición de defensa de lo trascendente como sucesor y beneficiario de todo dinamismo irracional.

            Como decía, me encuentro personalmente en el ámbito del que considero como el más sano escepticismo, pero en modo alguno puedo aceptar estos posicionamientos totalitarios, sobre todo cuando sus mantenedores no tienen el peso específico básico para confrontar con razonamientos suficientes las deducciones y cargas de prueba racional impecablemente expuestas de los que las defienden.

            Desde aquí hasta los próximos post del blog Ancile reflexionaremos sobre estas y otras cuestiones que nos parecen de relieve e interés en los momentos de incertidumbre y frivolidad que nos ha tocado en suerte vivenciar.

 


Francisco Acuyo

 

           



[1] Richard Dawkins Daniel Dennett, Lewis Wolpert, Sam Harris entre otros, herederos todos ellos de Hume, Schopenhauer, Feurebach, Nieztsche…, todos, evidentemente, a grande distancia de la talla intelectual filosófica de sus menesterosos hijos actuales.



¿Es la fe una cuestión -razonablemente- teológica? Francisco Acuyo


martes, 19 de enero de 2021

VIGÉSIMO DÍA: MIRLOS

 Para la sección de Poesía del blog Ancile, traemos el poema del vigésimo día de confinamiento, que lleva por título: Mirlos.


Mirlos, Francisco Acuyo


VIGÉSIMO DÍA

 

 

 

MIRLOS

 

 

 

(Alemanda)

 

 

 

Para Juanjo Ruiz, novelista,

este mirlo de cuarentena

 

 

 

   EL mirlo, sobre su sombra,

la realidad diluye:

constató que lo real

es una vieja costumbre.

 

   Que la nada es tan verdad

como la existencia lúgubre,

das muestras en la terraza

con tu negra servidumbre.

 

   Rara ilusión es tu bulto

que con la sombra se funde,

pero el sol brilla en tu pluma

negra con brillante lustre

 

   y en la terraza proyecta

el pilar, en cuya múrice

construimos nuestra vida

que está en continuo derrumbe.

 

   Quieto estás por un instante,

me miras seguro, inmune

a cualquiera engaño, saben

tú y tu sombra que voluble

 

   es la existencia y la nada,

indistinguibles, confunden

tu pluma que tras la sombra

la realidad consume.

 

   En el ébano del mirlo

se funden las magnitudes

del absoluto innombrables,

si nunca en la nada se unen,

 

   mas, un momento, de un salto

caes al vacío y subes,

uniendo tu sombra y pluma,

en figura indisoluble.

 

   El mirlo sobre su sombra

la realidad diluye:

constaté que lo real

es una vieja costumbre.





Francisco Acuyo

 

 

Mirlos, Francisco Acuyo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 15 de enero de 2021

DE LO TRASCENDENTE (Y LÓGICO) EN LA BELLEZA DE LA MATERIA

De nuevo subimos una entrada para la sección Pensamiento del blog Ancile, con la interesante temática de la conceptualización (¿irracional?) intuitiva de lo trascendente, esta vez bajo el título: De lo trascendente (y lógico) en la belleza de la materia.


DE LO TRASCENDENTE (Y LÓGICO)

EN LA BELLEZA DE LA MATERIA

 

 

De lo trascendente (y lógico) en la belleza de la materia. Francisco Acuyo



Es rigurosamente cierto que, entre el caos y el ruido del mundo apercibido por los sentidos, se pudo revelar las increíbles y bellísimas simetrías matemáticas[1]. Lo hubo de hacer Einstein a través de sus teorías de la Relatividad. Si, como todo parece indicar las matemáticas, fruto cierto de la razón y la lógica, se han podido aplicar al mundo real, sugiere esto que existe una concordancia armónica entre lo empírico y los productos netamente de la razón abstracta (matemática), lo que viene a converger en aquella idea (platónica, en el Timeo), todo aquello que sea verdad en el mundo real tiene que encontrar sustrato en el mundo de la idea de lo trascendente; de las matemáticas –acaso también de la poesía- se infiere que aquellas (las matemáticas y la misma poesía- hacen partícipes de lo bello a la realidad de la materia.

            Sin embargo, de todo lo anteriormente deducido, y como decíamos en anteriores ocasiones, la ciencia y la filosofía se resisten al reconocimiento de la intuición matemática (y tal vez de cualquier índole), para trascender los límites de nuestro conocimiento, y sobre todo de nuestro ser mismo. Esta vieja disputa entre epistemología y ontología alcanza en la modernidad cotas que rozan lo ridículo, sólo por rechazar cualquier forma de entendimiento que no sea material positivo. 

De lo trascendente (y lógico) en la belleza de la materia. Francisco Acuyo
             La indeterminación, decíamos en otra ocasión,[3], acaba aguando la fiesta del que quiere encontrar infalibilidad en los procesos matemáticos (base fundamental del conocimiento positivo), mostrándose el  error como algo inevitable y que, por tanto, su indeterminación conlleva las necesarias exigencias de la elección probabilística. La lógica proposicional y la de predicados aplicadas a las matemáticas con sus semejanzas en relación a los lenguajes –naturales- acaban también mostrando evidentes insuficiencias,  y sus dimensiones lingüísticas particulares (sintáctica, semántica y la pragmática) también acabarán llevándonos a la problemática inevitable del metalenguaje y sus diferencias con el mismo lenguaje.

            De todas formas, como hemos podido constatar en anteriores entradas de este blog, es posible acceder a la comprensión de entidades y conceptos que no necesariamente sobrepasan lo estrictamente racional y lógico, estableciéndose la lógica como una herramienta extraordinariamente útil para el acceso a todas aquellas ideas que tienen reflejo en la realidad empírica del mundo. Desde esta óptica nos parece a nosotros que no necesariamente se debe de investir del carácter de sobrenatural la aspiración de la fe a el entendimiento de lo trascendente, aunque esto suponga un claro cisma para el dogma religioso de muchas creencias.  También es verdad que hará falta una resuelta resolución en captar la necesidad de una nueva lógica que acepte sus propios límites, sobre todo ante las paradojas[4] que debe resolver en la búsqueda de la comprensión de dicha trascendencia, y que exige la aquiescencia de un entendimiento intuitivo matemático y, obviamente, lógico.

            Proponemos atención a los siguientes capítulos sobre esta tan interesante temática que irán saliendo en el blog Ancile.

 

 

Francisco Acuyo        



[1] Yourgrau, P.: op. cit. pág. 233.

[2] Nos referimos al célebre teorema de Turing desde el que se desarrolla la Teoría de la Computabilidad mediante el que se intentan resolver los problemas de decisión a través de un algoritmo o bien con la denominada máquina de Turing y la imposibilidad de resolución de estos tipos de problemas.

[3] Acuyo, F.: blog Ancile, Las intuiciones físicas -y metafísicas- de la lógica poética, https://franciscoacuyo.blogspot.com/2017/02/las-intuiciones-fisicas-y-metafisicas.html

[4] Acuyo, F.: Todo sobre la nada, inédito.


De lo trascendente (y lógico) en la belleza de la materia. Francisco Acuyo

martes, 12 de enero de 2021

LA FE COMO ESPACIO CONCEPTUAL DE LA IDEA DE LO TRASCENDENTE

 En esta nueva ocasión exponemos un post nuevo para el apartado Pensamiento del blog Ancile; este lleva por título: La fe como espacio conceptual de la idea de lo trascendente.




LA FE COMO ESPACIO CONCEPTUAL


DE LA IDEA DE LO TRASCENDENTE

 


La fe como espacio conceptual de la idea de lo trascendente. Francisco Acuyo





EL argumento ontológico ha sido uno de los pilares fundamentales de la fe en el orbe cristiano. La hipótesis de la existencia de Dios como ser perfecto que, de ser posible, debe serlo completamente en la realidad y en cualesquiera realidades posibles. En verdad que la gran dificultad de dicho argumento radica en la demostración de esa posibilidad de existencia trascendente.

            Pero hemos de reconocer que uno de los deportes intelectuales favoritos de la ciencia y de la filosofía en la modernidad consiste en obviar por ilusa cualquier intento de forma (religiosa o no) de trascendencia, es cierto que muy pocos se aventuran en eso ámbitos a conjeturar siquiera sobre temática semejante, aunque tengan que reconocer (con Hegel y después con Gödel)[1] que en el mundo hay leyes estructurales que en modo alguno pueden explicarse mediante la relación de causa efecto.

            La superación del entendimiento religioso se tiene por cuestión del todo periclitada. Incluso el  tercer reino lógico de Frege, por ideal, capaz de mediante su concepto espacio (objetivamente real) era perfectamente competente de acceder (en su idealidad) al mundo físico, se ve sujeto al olvido premeditado, por mor de explicar el mundo siempre desde una óptica estrictamente material,[2] acaso si haber calculado con detenimiento cuál es la naturaleza misma de la materia y la realidad que la conforma, en definitiva, sin saber a ciencia cierta qué es la materia.[3]

La fe como espacio conceptual de la idea de lo trascendente. Francisco Acuyo

            En cualquier caso, si somos aptos para indagar en un espacio conceptual[4], que no está definido en un aquí y en un ahora, ¿por qué no ha de ser posible una epistemología (de la fe como intuición  verdadera) de lo trascendente, calificada para conectar con ese tercer reino conceptual, en el que puede incluir la posibilidad ontológica de Dios? Todo esto enraíza con la poca fe y muchos prejuicios de los filósofos y científicos sobre la intuición, muchas veces da igual de la índole que sea.

            Hay una cuestión, a nuestro juicio, del todo capital en relación a aquella intuición (fe), y es la de no prestar la más mínima atención a un hecho fundamental en lógica, a saber, la de no fijar la vigilancia, interés y esmero racionales en la naturaleza de los conceptos, y no tanto en la sintonización de nuestro oído con el mercado ordinario del lenguaje común.[5]

            Acaso nos encontramos en una situación muy similar a la que el poeta genuino tiene clara: el lenguaje común, ordinario, estándar, no es suficiente para la expresión poética así mismo propia y acreditada (ese lenguaje desviado o especial) que hace del lenguaje poético una vía conceptual que se trasciende a sí misma, porque atiende, paradójicamente, de forma irracional a fijar la atención en la naturaleza de sus conceptos en ese espacio conceptual especial que, a diferencia de la lógica de Frege para quien no existen en un espacio exterior dónde no hay números, ni conceptos ni propiedades de estos, en el vasto dominio de la poesía (tal vez como en el de la matemática) forman el espacio conceptual que se vincula con el ser de las cosas en el mundo. Es la poesía, por esto, la ciencia de la paradoja que en otras ocasiones he defendido.[6] Es así que este modo de entender la razón conceptual se asemeja a aquél que busca la trascendencia, mal que les pese a no pocos escribidores de versos, que no poetas.

            Verán en próximas entradas de este blog Ancile, lo provechosas que pueden ser estas reflexiones para el entendimiento de la poesía, de la idea de (la fe en) lo trascendente y para el conocimiento de nosotros mismos.

 



Francisco Acuyo



[1] Wang, H.: Reflection on Kurt Gödel to Philosphy, MIT Press, Cambridges, Massachusetts, 1996.

[2] Yourgrau, P.: op. cit. pág. 223.

[3] Acuyo, F.: Todo sobre la nada, inédito.

[4] Wang, H: op. cit. pág. 149.

[5] Yourgrau, P.: op. cit. pág. 228.

[6] Acuyo, F.: Fisiología de un espejismo, Artecittà, Granada, 2010.



La fe como espacio conceptual de la idea de lo trascendente. Francisco Acuyo


viernes, 8 de enero de 2021

EL TIEMPO ANTE LA LÓGICA DE LA FE EN UN ETERNO PRESENTE

Traemos para la sección Pensamiento del blog Ancile una nueva entrada que lleva por título: El tiempo ante la lógica del fe en un eterno presente.


El tiempo ante la lógica del fe en un eterno presente. Francisco Acuyo





EL TIEMPO ANTE LA LÓGICA


DE LA FE EN UN ETERNO PRESENTE

 


Cuando un personaje del talento y profundidad espiritual de Gödel llega a conclusiones filosóficas de tan hondo calado desde la ciencia física,[1] cuestionando la realidad del tiempo, para distinguir lo que es ahora de lo que no es, e inferir que, el tiempo, tiene sólo la trascendencia de una obstinada ilusión[2]. La naturaleza de la existencia humana parece obtener un significado harto especial con el ahora, incluso para un positivista recalcitrante como lo era Karnap, ahora, para quien todo indica que la misma física no puede hablar.[3]

            Las relaciones de esa creencia ¿extraña? en un hombre de ciencia moderno no deja causar estupefacción para el científico netamente positivista. Indagar en la física para concluir filosóficamente, primero, y trascendentemente después, para mostrar al mundo las profundidades del ser y el tiempo[4] y establecer una vertebración muy necesaria entre el conocer y el ser (la epistemología y la ontología). Acaso la intuición de lo trascendente pone en equilibrio ambas formas de entender el mundo.

            Para saber qué es lo que queda del tiempo después de la teoría de la relatividad es necesario reconocer los límites de los métodos formales para poder entender y considerar correctamente las intuiciones derivadas de dichos conceptos intuitivos. Los casos límite (como puede ser el tiempo como ahora trascendental) llevan al desarrollo de Gödel de una fórmula demostrablemente indemostrable, pero intuitivamente verdadera,[5] donde los viajes en el tiempo son posibles (en los universos de Gödel), pero porque el tiempo es inexistente.

El tiempo ante la lógica del fe en un eterno presente. Francisco Acuyo

            La diferencia entre lo formal y lo intuitivo se traslada al concepto mismo de tiempo que llevará a la idea trascendental de que sólo el presente existe en realidad, como una suerte de capas de ahora que vienen a la existencia de manera sucesiva.[6] La consecuencia más asombrosa de esta indagación será que este universo hipotético sin tiempo, aunque no case con lo que entendemos grosso modo por tiempo real, se eleva como una posibilidad manifiestamente posible porque es lógicamente necesario, y por tanto real.

            Es muy digno de reseñarse que esta posibilidad que lleva a lo real es un fundamento capital para establecer un argumento ontológico, de importancia enorme para buscar un fundamento racional de la fe (véase San Anselmo, Descartes y Leibniz). Gödel llega a conclusiones similares a través de su razonamiento de la posibilidad de lo trascendente para llegar a lo trascendente mismo.

            Podemos afirmar que en virtud de las dos grandes revoluciones conceptuales del siglo XX (el destronamiento de la física clásica por gracia de la incertidumbre de Heisenberg y los fundamentos establecidos por Kurt Gödel en matemáticas[7] expreso en su teorema de la incompletitud, y que a tenor de ellos muy bien podía haberse llegado a la superación definitiva del positivismo cientifista, abriéndose nuevas perspectivas para la comprensión de la intuición de lo trascendente.

            En próximas entradas del blog Ancile abundaremos sobre esta cuestión y otras relacionadas que son de seguro provecho y mucho interés.

 

Francisco Acuyo

 

           



[1] Concretamente de la teoría de la relatividad, de su caro amigo Albert Einstein.

[2] Kurt Gödel, en Fölsing, A.: Albert Einstein, Penguin Books, Nueva York,1998, pág. 741.

[3]  Karnap, R.: Autobiografía intelectual, Paidós Ibérica, Barcelona 1992, pág. 37-63.

[4] Yourgrau, P.: op. cit. pág. 147.

[5] Ibidem, pág. 150.

[6] Ibidem, Pág. 165.

[7] Dyson, F.: De Eros a Gaia, Tusquets, Barcelona 1994, pág. 264.




El tiempo ante la lógica del fe en un eterno presente. Francisco Acuyo


martes, 5 de enero de 2021

EXHORTACIÓN PEDAGÓGICA Y MORAL ANTE EL CORONAVIRUS, POR ALFREDO ARREBOLA

Para la sección, Apuntes histórico teológicos del blog Ancile, traemos un nuevo post de nuestro colaborador y amigo Alfredo Arrebola, bajo el título de Exhortación pedagógica y moral sobre el coronavirus.


Exhortación pedagógica y moral sobre el coronavirus. Alfredo Arrebola


EXHORTACIÓN PEDAGÓGICA

 

Y MORAL  ANTE EL CORONAVIRUS

 


     

      El evangelista, apóstol y médico Lucas cuenta que “...al  acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella mientras decía: “Si reconocieras en este día lo que conduce a la paz!” (Lc 19,41). Jesús mira a su pueblo, mira a la ciudad de Jerusalén, y...¡llora!. Este es el llanto del Dios Padre, nos dirá el Papa Francisco. Y con este llanto el Padre recrea en su Hijo toda la creación.¡Misterio profundo que escapa a la razón natural!: Dios se ha hecho hombre para poder llorar, y nuestro Padre Dios -pienso yo – hoy llora por esta humanidad que no termina de entender la paz que Él nos ofrece, la  paz del amor (cf. Evangelio 2020, pag. 401).

    Una vez más – deseo que ésta sea la última – me veo obligado a reflexionar sobre la triste situación en la que la terrible y letal  pandemia sigue causando heridas profundas y, sobre todo, desenmascarando todas nuestras vulnerabilidades. En la mente de cualquiera está ya muy presente que son muchos los difuntos, muchísimos enfermos, en todos los continentes. No es sólo en nuestra España, que  todos deberíamos  amar: ¡“El amor, dice la voz popular, lo vence todo!. Sabemos más que de memoria que muchas personas y muchas familias viven un tiempo de incertidumbre,  a causa de los problemas socio-económicos, que afectan de manera especial a los más pobres. ¡Qué ironías tiene la vida!: Siempre los más  pobres.

   Está bien demostrado que gran parte del mundo, especialmente occidental, trata de dar respuestas a sus búsquedas, en todos los órdenes, prescindiendo de Dios. Los cristianos, sin embargo, insistimos en que ese es un cometido imposible de conseguir. Por otra parte, los creyentes también tenemos un problema: hacer de Dios el escudo irreal de nuestro egoísmo y de nuestra desidia en la tarea común con toda la humanidad, tal como afirma el teólogo capuchino  José  M.ª Fonseca Urrutia (cf. “Evangelio y Vida”. Año LXII, pág. 27). 

Exhortación pedagógica y moral sobre el coronavirus. Alfredo Arrebola
    Estoy plenamente convencido de que todos – creyentes y no creyentes – estamos llamados  a construir un mundo mejor en justicia y equidad, en la alegría que proporciona la bondad y la fortaleza, ante las inevitables carencias de nuestra realidad siempre bastante limitada. Y eso, en verdad, no es algo que nos llegue del cielo como regalo caprichoso, sino que todos – absolutamente todos – debemos esforzarnos en  abrir espacios de verdad y, sobre todo, de reconocimiento de la belleza de Dios que se expande en el amor, principio fundamental, básico y distintivo del creyente cristiano (Jn 13, 34 - 35): “Mandatum  novum…: “En eso conocerán todos que sois discípulos  míos, si os tuviereis amor unos a otros”.

    Esta es la razón principal  que me ha llevado a reflexionar, desde la perspectiva pedagógica  y moral, ante la permanente presencia del virus  que ha originado tan horrenda pandemia: hay muchos pueblos, ciudades y gente que sufre – ¡posiblemente demasiado! -; muchas guerras, mucho odio, mucha envidia, mucha mundanidad espiritual y corrupción. Pero los creyentes cristianos – católicos, protestantes y ortodoxos – debemos mirar siempre hacia el sepulcro: “Ha resucitado, no está aquí” (Lc 24,34). Allí está la respuesta. Allí está el fundamento metafísico de nuestra fe. No en “discursos persuasivos de sabiduría”, sino en la palabra viviente de la cruz y la resurrección de Jesús. Si Él no resucitó – es mi eterna pregunta – nuestra fe es vana. Pero Él (Cristo) resucitó, El es la Resurrección: nuestra fe – con el máximo respeto a los no creyentes – está llena de verdad y de vida eterna.

      El famoso “converso” Giovanni Papini (1881 – 1956), quien en plena juventud se propuso llegar al “ateísmo integral”, terminó diciendo que... “La memoria de Cristo está en todas partes. En los muros de las iglesias y de las escuelas, en lo alto de los campanarios y de las montañas, en las  ermitas de los caminos, a la cabecera de las  camas y encima de los sepulcros, millones de cruces recuerdan al Cristo que murió en ella. Raspad los frescos de las iglesias, quitad los cuadros de los  altares y de las casas, y la vida de Cristo aún seguirá llenando los museos y las galerías. Echan al fuego misales, breviarios y devocionarios, y continuaréis hallando su nombre y su palabra en todos los libros de literatura. ¡Hasta las mismas blasfemias evocan su presencia involuntariamente!

    Hágase lo que se quiera, Cristo es un fin y un principio, un abismo de misterios divinos entre dos periodos de historia humana (…). Cristo está siempre vivo entre nosotros. Hay todavía quien le ama y quien le odia. Hay una pasión por la Pasión de Cristo y otra por su destrucción. Y el encarnizamiento de tantos contra Él dice que no está todavía muerto. Los mismos que se  esfuerzan en negar su existencia y su doctrina se pasan la vida recordando su nombre. Para comprender nuestro mundo, nuestra vida; para comprendernos a nosotros mismos, hay que ir a Él”, cf. “Historia de Cristo”, de G. Papini, pág. 9-10 (Madrid, 2007).

   En todos mis escritos he venido defendiendo que la vida tiene un sentido  que traspasa el umbral del tiempo, pero es inevitable aceptar que ha de pasar, también, por el umbral de la desaparición física para alcanzar el esplendor de un futuro nuevo, distinto y preñado de promesas y de esperanza, tal como está escrito en  los Evangelios, la mejor biografía de Jesús de Nazaret. Es claro y evidente que la fe cristiana nos guía en la comprensión – aunque difícil, pero no irracional – del sentido trascendente de la vida de cada persona. Esta comprensión, analizada objetivamente, ha sido y es experimentada por creyentes y no creyentes, aunque se muestre en tonos muy diferentes.

Exhortación pedagógica y moral sobre el coronavirus. Alfredo Arrebola

Quienes hemos recibido, de manera gratuita, el don de la fe, nos movemos con la firme certeza del Amor infinito del Padre del cielo, que se nos ha manifestado en Cristo, nacido en nuestra humanidad y entregado a la muerte. Ese  Amor es la ternura de una experiencia interior que ha transformado toda  su existencia. Y todo pasará en este mundo – guerras, hambrunas, pandemias – pero jamás las palabras de esperanza y vida de Jesús, porque El es “el camino, y la verdad, y la vida” (Jn 14,6).

   Confiados, pues, en El, debemos tener bien fija nuestra mirada en Jesús (cf.Hb 12,2) y con esta fe abrazar la esperanza del Reino de Dios que Jesús mismo nos da (cf. Mc 1,5; Mt 4,17). Un reino se sanación y de salvación que está ya presente en medio de nosotros (Lc 10,11). Un Reino, dirá Pablo, de justicia y de paz que se manifiesta con obras de caridad, que a su vez aumentan la esperanza y refuerzan la fe (cf. 1Cor 13,13)

    Por esto tengo plena libertad, benévolos lectores, para dirigirme a través de la palabra escrita, y proclamar a los cuatro vientos – leída la Sagrada Escritura muchas veces y la última Carta Encíclica “Fratelli Tutti”, del Santo Padre FRANCISCO  (Asís, 3 de octubre del año 2020) – que debemos leer el Evangelio de la fe, de la esperanza y del amor. Porque, sin la menor duda, Cristo está en los Evangelios, en la Tradición apostólica y en la Iglesia. “Fuera de ahí – afirma G. Papini (Op.cit,pág. 15) – todo es tinieblas y silencio”. Los más famosos críticos neotestamentarios  convienen en que la Iglesia ha sabido escoger los Evangelios más antiguos, reputados desde entonces como fieles.

   Por tanto, con espíritu creativo y renovado, seremos capaces de transformar las raíces de nuestras enfermedades físicas, espirituales y sociales. Asimismo, podremos sanar en profundidad las estructuras injustas y sus prácticas destructivas – leemos en “Capuchinos Editorial. Noviembre 2020, pág. 6 – que nos separan los unos de los otros, amenazando la familia humana y nuestro planeta. Todo creyente cristiano, discípulo de Jesús, que es médico de las almas y de los cuerpos, que perdonó  los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo ( Mc 2, 1-12), está llamado a continuar “su obra de curación y de salvación” (cf. “Catecismo de la Iglesia Católica, pág. 327) en sentido físico, social y espiritual. Pero la Iglesia, aunque administre la gracia sanadora de Cristo, incluso proporcione servicios sanitarios en los rincones más remotos del planeta, no es experta en la prevención o en el cuidado de la pandemia. Y tampoco da indicaciones socio-políticas, como ya lo dijera el sapientísimo y “socialista cristiano” Pablo VI (“Octogesima adveniens,14/5/1971,4). Esta tarea corresponde directamente a los dirigentes políticos y sociales. Nosotros, los seguidores de Jesús, estamos llamados a trabajar todos juntos para construir un mundo mejor. ¡Y ojalá lo consigamos!


 Alfredo Arrebola

Villanueva Mesía-Granada,

  Diciembre de 2020.

Exhortación pedagógica y moral sobre el coronavirus. Alfredo Arrebola