viernes, 26 de noviembre de 2021

LA SUPERPOSICIÓN (CUÁNTICA) Y LA TEORÍA DE SIGNOS: EL SENTIDO DE LA PARADOJA

 A vueltas con la una semiosis de la realidad traemos un nuevo post para la sección de Ciencia del blog Ancile que lleva por título: La superposición (cuántica) y la teoría de signos: el sentido de la paradoja, la analogía y la metáfora.



LA SUPERPOSICIÓN (CUÁNTICA) Y LA TEORÍA DE SIGNOS:

EL SENTIDO DE LA PARADOJA, 

LA ANALOGÍA Y LA METÁFORA


La superposición (cuántica) y la teoría de signos: el sentido de la paradoja, la analogía y la metáfora. Francisco Acuyo


 

SI de un naipe ideal, de pie sobre su borde, en perfecto equilibrio, nos dicen que puede caer en ambos sentidos -a la derecha y a la izquierda-  a la vez[1] (superposición cuántica) es claro que no dejaría de causar asombro en nuestro mundo convencional donde rige la causa y efecto en los ámbitos del espacio y del tiempo; esta realidad, que no metáfora, que funciona y se aplica a la perfección en el dominio de la física cuántica, ofrece el reto mayúsculo (se dice constantemente en el ámbito de la ciencia física) de alcanzar o de explicar un significado -si lo tuviera- ante estas inauditas superposiciones[2] (y otros fenómenos no menos extraños ) que no veamos en el ámbito de la realidad ordinaria; pero no sólo es un desafío para la ciencia física, lo es también para cualquier sistemática de signos que quiera establecer una relación coherente entre aquellos signos y la rara singularidad que expone esta realidad manifiesta en estos fenómenos de la materia de lo infinitamente pequeño que, además, sustenta la realidad que todos percibimos de manera bien diferente..

                El pasmo para el sentido común que atiende a la realidad como algo inamovible, lineal y perfectamente objetivable en el tiempo y en el espacio, es en verdad de grave pronóstico, mas no tanto por la verificabilidad y aplicación científica de los mismos, que son incontestables, sino sobre lo que esto comporta para nuestro entendimiento habitual sobre realidad y de los significados extraíbles de esta extraña sustantividad cuántica, que muchas veces nos invita a la estupefacción cuando no al extravío imaginativo.

                Insistimos que la sorpresa se extiende también al ámbito lingüístico, sobre todo si queremos establecer un juicio acorde referencial. Sin embargo, bien mirado, entramos directamente en un ámbito que, para los que nos movemos en el dominio del lenguaje literario y ante todo poético, en el fondo, acaso no resulta tan disparatado: andamos acostumbrados a indagar los significados a través de la paradoja, la ambigüedad, la analogía y la metáfora. De hecho, esta última, la metáfora, no hace sino cuestionar nada menos que el carácter referencial del mismo lenguaje.[3] El signo lingüístico en poesía (gracias a instrumentos trópicos como la metáfora) traspasa (como así lo hace el signo matemático en el cálculo que propicia la abstracción para la descripción del hecho cuántico), el fundamento mismo lógico-racional para la representación de la realidad, que nos es otro que el de la referencia comúnmente aceptada de aquella, que puede perder, y de hecho así sucede en muchos casos, cualquier sustento espacio temporal convencional, adquiriendo per se una realidad, vida y dinamismo propios.

La superposición (cuántica) y la teoría de signos: el sentido de la paradoja, la analogía y la metáfora. Francisco Acuyo

                Sucede algo en verdad asombroso cuando queremos buscar significados ante los hechos incontrovertibles, y a la vez incomprensibles a la luz del sentido común de estas manifestaciones cuánticas, y tratamos de buscar significado, como en el caso de la superposición brevemente apuntado: el signo matemático adquiere rasgos paradójicos e incluso metafóricos que invitan a establecer nuevos significados sobre la concepción de la misma realidad; decíamos: El sentido y la imagen no son ya diferenciables, pues posibilita al ser (metafórico) como un auténtico principio psíquico capaz de incrementar y modificar la conciencia[4], y añadimos ahora, y no exageramos, de modificar el mundo.

                El signo matemático adquiere rasgos similares al signo (lingüístico) poético: establece un discurso que trasciende las cotizaciones semánticas convencionales por otras creativas (recuerden que en la realidad cuántica se hace posible sólo cuando medimos a través de la observación, y se decanta la realidad de la superposición): nos encontramos con algo mucho más que un mero signo convencional, nos ubicamos en un ámbito semiótico  distinto que ya clama más que por el signo mismo, acaso por un icono singular que dé materia a su lenguaje y se conforme estableciéndose como el medio mediante el que la realidad se enfrenta a la otra realidad que, en poesía denominamos poema, y que en el ámbito matemático estimamos como probabilidad (y con las() que se ha(n) de materializar . Las consecuencias de esta singular analogía que establecemos puede tener, y tendrá de hecho, derivaciones verdaderamente asombrosas a la hora de extraer significados profundos sobre la naturaleza de la realidad que constituye los fundamentos de la otra realidad que, al fin y al cabo, es en la que de consuno nos movemos, sin preocupación sobre la verdadera y profunda naturaleza sobre la que se edifica.

                En entradas inmediatas a esta podrán seguir  en el blog Ancile el discurso de esas y otras no menos impactantes aproximaciones.

 

 

Francisco Acuyo



[1] Naipes cuánticos, en Investigación y Ciencia (Scientific American), nº especial La interpretación de la mecánica cuántica, pág. 34. Un naipe permanecería , según la física clásica, en equilibrio indefinido, mientras que para Schrödinger, caería al poco tiempo y lo hará en ambos sentidos (derecha e izquierda) en superposición. Véase también el célebre experimento mental del gato de Schrödinger. 

[2] La superposición cuántica es un principio fundamental en el que un sistema físico (como una partícula)  puede, simultáneamente, poseer dos o más valores observables de una determinada cantidad objetivamente observable (como la energía o la posición), pero será cuando trate de medirse cuando manifiesta sólo una de las posibles configuraciones.

[3] Acuyo, F.: Blog Ancile, Lenguaje terapéutico: metáfora y poesía, https://franciscoacuyo.blogspot.com/2018/02/lenguaje-terapeutico-metafora-y-poesia.html

[4] Ibidem.



La superposición (cuántica) y la teoría de signos: el sentido de la paradoja, la analogía y la metáfora. Francisco Acuyo


martes, 23 de noviembre de 2021

EL SIGNO LINGÜÍSTICO Y POÉTICO Y LAS LEYES IMPERSONALES DE LA CIENCIA

 En las indagaciones sobre la realidad y sus interpretaciones y el potencial despliegue semiótico para dichas representaciones, se insiste en este nuevo post para la sección de Ciencia del blog Ancile, esta vez bajo el título: El signo lingüístico y poético y las leyes impersonales de la ciencia.


EL SIGNO LINGÜÍSTICO Y POÉTICO

Y LAS LEYES IMPERSONALES DE LA CIENCIA

 

 

El signo lingüístico y poético y las leyes impersonales de la ciencia. Francisco Acuyo

Si aceptamos una visión o interpretación de la física cuántica meramente instrumentalista, y a aquella como fundamento de la realidad más básica y sustentadora de la materia (recordamos las nociones de  instrumentalismo y realismo cuánticos, véase la anterior entrada al respecto)  estaríamos aceptando a la hora de encontrar significados (basados en el signo matemático) la descripción, aplicación y entendimiento físicos (recordamos, de lo ínfimo de la materia) algo que genera no poca controversia y que, sin embargo, en los estudios interpretativos del lenguaje y de los significados del mismo es totalmente normal y admisible. Dada la naturaleza peculiar del signo lingüístico (y advertimos, también del matemático)* que trata de describir y significar, no deberíamos encontrar en el punto referido motivo de escándalo y controversia En ambos casos interpretativos (lenguaje y matemáticas) podemos observar su unidad sígnica como fundamento para apercibirse y relacionarse experimental y sensorialmente, y así, ser propicios para representar convincentemente un evento comunicativo (lingüístico o matemático), no obstante, y esto es lo especialmente controversial, siempre dependientes de la conciencia personal (y social) del (los) implicado(s) en esa comunicación, pero, ¿no queda en cierto modo, al depender de la subjetividad de la conciencia, a espaldas de las leyes impersonales a las que aspira la física (clásica) y las ciencias naturales que pretenden describir el mundo y entenderlo como objeto al margen del que observa o toma conciencia del mismo? ¿Será posible un entendimiento objetivable separado de la conciencia que observa?

                Mas esto hasta aquí referido no queda como mera anécdota a añadir a la vieja controversia (filosófica) de las relaciones o diferencias entre el sujeto y el objeto. Una perspectiva añadida a la instrumentalista anteriormente expuesta y denominada como realista en el ámbito de las interpretaciones del universo cuántico, expone algo verdaderamente extraño al sentido común, en tanto que ofrece como algo incontestable pero contradictorio al determinismo clásico, nos referimos a la enigmática dualidad  onda y partícula y que trata de representarse mediante la  función de onda,**  en tanto que esta paradoja cuántica es susceptible de considerarse como una realidad material. ¿Esta dualidad -simultánea- interpretativa trasladada al ámbito de la interpretación de los signos, no sería algo no menos extraño, por lo menos al principio? Veremos que en el ejercicio de interpretación semiótica y de la hermeneusis lingüística y literaria no lo es tanto, sino que puede funcionar como cosa natural.

El signo lingüístico y poético y las leyes impersonales de la ciencia. Francisco Acuyo

      Todo lo antecedido conlleva que la probabilidad (como base de la interpretación de la teoría cuántica) puede ser considerada desde una óptica totalmente determinista, pero como una realidad que posibilita la contingencia, la verosimilitud de un mundo que continuamente se está bifurcando de manera tal que cada cuerpo queda vinculado a una alternativa de estados cuánticos, y así estableciendo la verosimilitud de historias paralelas a tenor de las diferentes probabilidades ofrecidas.*** Esto no nos resulta en modo alguno extraño en el dominio literario y sobre todo poético, donde las interpretaciones y realidades pueden ser tantas como lectores accedan a a la interpretación de los diversos signos literarios y poéticos que las constituyen. 

            Mas. ¿por qué esa necesidad de restringir a una sola interpretación o realidad las potenciales posibilidades de interpretación en la física en particular y en la ciencia en general? ¿acaso porque la ciencia se mueve en el ámbito de la realidad material y el de la literatura y la poesía en el dominio de la ficción o de la conciencia pura, si es que esta es posible?

              La razón o razones de este reduccionismo es cosa natural en el método científico que establece las leyes de causalidad en virtud de la distinción de una realidad objetiva, distinta al que la observa, aunque la teoría de los cuantos contradiga esta restricción. El entrelazamiento cuántico (ver anteriores entradas al respecto) ofrece una semiosis harto factible de emparentar con la que se ofrece en la obtención de significados en la lengua, fe da de esto la semántica (y sus relaciones  entre la cosa designada y el signo propiamente dicho), y sobre todo en la sintaxis (y las diferentes relaciones entre los signos), pero también la propia pragmática (que atañe al signo y las diferentes condiciones de uso de esos signos), por lo que la componenda supuestamente objetiva y el signo que la identifica están inevitable y naturalmente enlazados; pero ¿por qué es motivo de escándalo que una y otra  estén simultáneamente enlazadas en la ciencia física? Las ideas de espacio y tiempo como constituyentes fundamentales tienen mucho o acaso todo que ver: nada puede estar compartiendo espacio y tiempo simultáneamente en dos lugares y momentos alejados (en la mecánica cuántica) incluso infinitamente, y lo que es más perturbador, que esto se dé por hecho como realidad que conforma el mundo de lo básico que sustenta la materia. En el ámbito de los significados, pongamos literarios,  está naturalmente aceptada la ruptura del espacio tiempo al tiempo como superada la idea mimética del ejercicio literario y todo lo que concierne a su dominio semiótico, pero ¿es plenamente aceptado que una cosa sea la representación y otra la cosa representada? ¿Yy si esto no fuese en verdad tan evidente?

                Seguiremos abundando en entradas próximas del blog Ancile sobre asunto tan sugerente como perturbador a la lógica del sentido común de lo que entendemos por realidad, digamos,  doméstica o de andar por casa, y las explicaciones que ofrece al caso la semiosis del signo poético (y matemático) que emparenta con la paradójica visión del entrelazamiento del objeto y el sujeto partícipes en su interpretación y búsqueda de significados.

 

 

Francisco Acuyo


*Acuyo, F.: Blog Ancile, El signo lingüístico y matemático y el símbolo poético, https://franciscoacuyo.blogspot.com/2017/02/el-signo-linguistico-y-matematico-y-el.html
**Es la manera de representar el estado físico de las partículas elementales que constituyen materia, aceptando que las partículas pueden comportarse como ondas o partículas por el puede decirse que no hay diferencias fundamentales entre partícuals y ondas: las partículas pueden comportarse como ondas y viceversa. (S. Hawking )
**** Véase la teoría de los muchos mundos del matemático Hugh Everett III .


El signo lingüístico y poético y las leyes impersonales de la ciencia. Francisco Acuyo


viernes, 19 de noviembre de 2021

LA NO LOCALIDAD (OBJETIVIDAD) DE LA REALIDAD DEL MUNDO: EL SIGNO CAPAZ DE IDENTIFICAR SIGNIFICADOS EN UN INFINITO DE SUCESOS

Bajo el largo título: La no localidad (objetividad) de la realidad de los fundamentos elementales del mundo: el significado capaz de identificar significados en un infinito de sucesos, traemos un nuevo post para la sección de Ciencia del blog Ancile.


 LA NO LOCALIDAD (OBJETIVIDAD)

DE LA REALIDAD DE LOS FUNDAMENTOS 

ELEMENTALES DEL MUNDO:

EL SIGNO CAPAZ DE IDENTIFICAR

SIGNIFICADOS EN UN INFINITO DE SUCESOS


La no localidad (objetividad) de la realidad de los fundamentos elementales del mundo: el significado capaz de identificar significados en un infinito de sucesos, Francisco Acuyo


Si la mecánica cuántica, en muchas ocasiones, apuesta por la sentencia -universitaria e investigadora- de,  no preguntes el por qué de la misma (mecánica cuántica) y calcula, y para colmo del asombro al sentido común ofrece -con sus paradojas, ya incidíamos en esto en anteriores entradas- será porque ofrece una perfecta descripción de la naturaleza y sobre todo del funcionamiento de lo más ínfimo de la materia, amén de adecuarse idóneamente a la articulación y marcha de mecanismos (tecnológicos) de la más diversa índole. No obstante, todo esto nos lleva a una situación que debe implicar necesariamente una seria reflexión, más allá de sus incontestables éxitos científico descriptivos y prácticos; ponderación que debe ir de la mano de los significados que puedan extraerse de esta extraña y aparente, al menos, dicotomía entre su teoría (cuántica) y su praxis (mecánico cuántica) totalmente coherente e incontestable en sus descripciones de las partículas subatómicas y en sus realizaciones tecnológicas. Por la tanto, consideramos y seguiremos insistiendo en que es muy relevante identificar la semiótica en la que se mueven aquellos signos (matemáticos y lingüísticos) que la definen y la conforman singularmente.

                La problemática de la medición en física cuántica es proverbial desde sus primeros balbuceos como teoría y como vía puntera de aplicación funcional tecnológica, y  lo será porque pone de capital relieve la necesaria y fundamental intervención de la conciencia (del observador) y de su interacción como elemento de perturbación -por decirlo suavemente, puesto hay quienes afirman su total necesidad- en la fenomenología material de las partículas elementales. Mas, ¿no es el hecho de medir, de cuantificar, una manera a veces raramente subrepticia de interpretar los fenómenos físicos? Para la medición correcta se precisa de la aceptación de patrones que han de encajar con nuestra concepción de las supuestas constantes del espacio y de tiempo, pero hasta qué punto dichas constantes no conforman parte de la conciencia? ¿Y si la propia conciencia no fuese un fenómeno estrictamente subjetivo, sino que forma parte del todo que conforma la realidad de lo que entendemos como universo? ¿Pero, no será la conciencia objeto de estudio extracientífico, o, al menos fuera del curso legal metodológico de la ciencia física?  En otra ocasión pasada advertíamos: Las indagaciones sobre los diferentes porqués sobre la interacción de nuestras conciencias con el mundo y del posible sentido de la realidad que inunda nuestras vidas se dice que es propósito de otros dominios del saber (casi siempre cuestionados por la ciencia empírica), como es la filosofía (en sus diferentes vertientes incluida o, sobre todo, especialmente discutida, la metafísica) o incluso la religión,* deberíamos añadir también de la ciencia de la semiótica.

                Estas interrogantes atribuidas a lo que denominamos realidad material objetiva (acaso ingenuamente) derivan con precisión de la observación del mundo de los signos y sus relaciones con las representaciones de una supuesta realidad objetiva. ¿Pero, esta analogía podrá ser compatible, nada menos que con la realidad a la que quieren acceder las ciencias naturales que entienden además su objeto de estudio como una entidad objetiva y determinista?

La no localidad (objetividad) de la realidad de los fundamentos elementales del mundo: el significado capaz de identificar significados en un infinito de sucesos, Francisco Acuyo

                Todo parece indicar que el potencial problema de lo que la realidad sea parte de una aceptación capital que se infiere de la propia física de los constituyentes íntimos de la materia, aceptación que trata de explicar y aplicar la física cuántica para un óptimo entendimiento material de cómo funciona el mundo; pero, en modo alguno atiende o  responde al significado que puede presuponer el aparato de la teoría que sustenta dicha teoría, y que en cierto modo conlleva también la interrogante (John Wheeler) de indagar no tanto el porqué funciona, sino de dónde proviene tal optimización y adaptación a la realidad de dicha teoría. Aquí se debate intrínsecamente otra cuestión capital, a saber: que cuando hablamos de signos (formales de la matemática o de la lógica matemática y de los signos y símbolos lingüísticos de carácter intuitivo), veremos que no resulta nada fácil establecer claras distinciones entre  unos y otros, acaso porque tales distingos son artificiosos cuando no espurios.**

                Si, como ya adelantábamos, distinguimos entre lo que es la mecánica y la teoría cuántica[1], que a su vez parecen debatirse entre dos visiones distintas: instrumentalista y realista,[2] en modo alguno, si lo miramos detenidamente, observamos que no serán satisfactorias sus posturas para explicar el o los significados que puedan extraerse de dicha teoría, llegando incluso a plantearse la imposibilidad científica de encontrar posibles significados para la sazón de su realidad práctica. En verdad es que este debate es antiguo, y viene a resumirse en la idea referida anteriormente: La realidad –empírica- del mundo como un hecho incuestionable abarca el objeto de entendimiento del científico (y del matemático que aplica su disciplina a la descripción de dicho objeto), como indiscutible fin –y principio- de su disciplina de conocimiento,[3] ante lo cual no cabe sino preguntarnos si las teorías científicas no han de intentar representar la realidad, sino que deben ser instrumentos para manejarse en el mundo.[4]

            Pero la cuestión es que, al margen de la interpretación de los signos (a nuestro juicio claros) que conforman la representación de la realidad en la teoría cuántica, la efectividad de la teoría es (o debe ser) un síntoma de un aspecto muy importante de la realidad [5] que nosotros no enjuiciamos ni ponemos en duda. Pero al albur de que las leyes de la física clásica han quedado en este ámbito periclitadas (pues en el dominio de la teoría cuántica no serán capaces de determinar nada, a no ser  probabilísticamente para la obtención de cualquier medida), será que nos encontramos en  una lucha contra el prejuicio determinista del mundo que nos impide aceptar la presunta aleatoriedad que insiste en mostrarnos la misma naturaleza. Es así que no podemos evitar que la interpretación de la teoría cuántica no solo nos invite a superar el determinismo clásico, sino que la susodicha interpretación sea objeto de estudio merecedor de atención para el método científico, y desde luego para la misma semiosis, y todo para que intente indagar en sus significados,[6] que acaso emparentan también con el lenguaje conque nos habla la naturaleza.

            Veremos más y nuevas aproximaciones sobre este asunto en próximas entradas del blog Ancile.

 

Francisco Acuyo

 

 



*Acuyo, F.: Blog Ancile, El signo lingüístico y matemático y el símbolo poético  https://franciscoacuyo.blogspot.com/2017/02/el-signo-linguistico-y-matematico-y-el.html?spref=fb&fbclid=IwAR3jWoh-SG-lgHK2ExuOdCNCZ9taKYhx5p8dy5Z8YVPYCL7fQjK1bu_0BKE

** Ibidem. 

[1] La mecánica cuántica como una sistemática de carácter matemático mediante el cual algunas teorías físicas funcionan a la perfección a la hora de aplicarse de manera efectiva. La teoría cuántica, por otra parte debería entenderse como un conjunto de hipótesis basadas en abstracciones probabilidades que se debería desligar de las aplicaciones prácticas.

[2] S. Weiberg, visto con anterioridad en este debate.

[4] Cabello, A.: El puzzle de la teoría cuántica, Investigación y ciencia, nº especial, La interpretación de la mecánica cuántica, pág. 29.

[5] Ibidem.

[6] Acuyo, F.: nota 3.


La no localidad (objetividad) de la realidad de los fundamentos elementales del mundo: el significado capaz de identificar significados en un infinito de sucesos, Francisco Acuyo



martes, 16 de noviembre de 2021

LA SEMIOSIS DE LA INTERPRETACIÓN CUÁNTICA: LA INCERTIDUMBRE CUÁNTICA Y LA AMBIGÜEDAD POÉTICA

 Para la sección de Ciencia del blog Ancile, traemos una nueva entrada que abundará en la cuestión de la realidad como percepción y, ahora, también, como semiosis del mundo, y todo esto bajo el título: La semiosis de la interpretación cuántica: La incertidumbre cuántica y la ambigüedad poética. 



LA SEMIOSIS DE LA INTERPRETACIÓN CUÁNTICA:

LA INCERTIDUMBRE CUÁNTICA 

Y LA AMBIGÜEDAD POÉTICA

 

 

La incertidumbre cuántica y la ambigüedad poética.  Francisco Acuyo


CUANDO Steven Weinberg decía que era un error exigir de manera demasiado estricta que las nuevas teorías físicas se ajustasen a nuestros prejuicios filosóficos, coloca en franca constatación que los complejos procesos de interpretación de la teoría cuántica ponían en evidencia que la comunicación entre la realidad (fenoménica ) y los procesos interpretativos (incluso los más inusuales, como es el caso) exigían de una semiótica particular, pero sobre todo manifiestan una comunicación entre la naturaleza y los procesos de la conciencia, y que estos pueden y deben estudiarse desde una óptica que atañe al mundo fascinante de los signos

                La función de onda(1) que sustituye a los procesos clásicos de entendimiento e interpretación de las partículas, estrictamente ubicados y valorados, nos habla de un lenguaje cuyos signos son números (complejos, para mayor acercamiento) que nos ofrecen las posibles configuraciones del sistema en cuestión a describir o supuesto objeto real, y cuya interpretación necesita no tanto de una certeza, sino de una probabilidad mediante la que los objetos en cuestión estén o puedan situarse en uno o en otro  lugares del espacio.

La incertidumbre cuántica y la ambigüedad poética.  Francisco Acuyo
                Una interesante analogía del mundo cuántico ofrecida por el propio Weinberg sería respeto a la música: así emparentaba la onda sonora reconocida y estudiada por la física clásica y objetivada su posición en un punto determinado del aire, y la onda cuántica que, a diferencia de la sonora, no es posible asignarle una ubicación concreta sino es de manera probabilística; de esta manera, y acaso sin proponérselo, pone sobre el tablero de la realidad una forma singular de interpretación –semiótica- para afrontar o mejor comunicar los significados  que exige dicha comunicado para ser ofrecido de manera coherente a los potenciales hermeneutas del mismo, y así ofrecer congruentemente dicho significado o significados que comporta(n). 

                En el ámbito de la física el problema sobreviene por la problemática que supone la medición y estrecha relación con la incertidumbre. Sin embargo, para los que estamos acostumbrados a tratar con la incertidumbre como una norma básica de aproximación y entendimiento en el ámbito del lenguaje, y sobre todo en el dominio interpretativo del lenguaje poético, esto no nos resulta en modo alguno tan incómodo y desconcertante. Se reconoce que los grados interpretativos del signo lingüístico (vimos también del matemático)(2) y sobre todo del signo poético,  se enriquecen en ese grado de ambigüedad que acaso propicia ser mucho más creativos: abre la amplia panoplia de posibilidades reales de este o aquél designio poemático manifiestos en variantes tales como el tipo de verso, ritmo, cadencia, maneras sintácticas del mismo así como la influencia de todos ellos en su capacidad expresiva y semántica.

             El acto de medición  en física cuántica parece transferir (colapsar) las diferentes probabilidades en una posición concreta que hace real ese momento y lugar determinados, también como la hace la música: el acorde centrado o realizado toma cuerpo musical en una de las notas de las que son posibles, por lo que la apercibimos (o la escuchamos) por sí sola. Así las cosas, las probabilidades que generan la incertidumbre (decíamos en física y en la música, también en la poesía) nos hablan de la realización de una de esas probabilidades y en virtud de la interacción con el entorno (observador, conciencia…) que hacen del caos de posibilidades impredecibles, algo coherente, apreciable, así: un verso, un acorde musical, una posición de una partícula…..

          Nos parece que el origen de las probabilidades de la mecánica cuántica tiene pues, una singular analogía con los fenómenos que precisan de una hermeneusis semiótica, ya que sus signos, sean números, palabras, acordes, notas musicales... acaban por sustituir a los procesos clásicos y deterministas de entendimiento e interpretación. Se verá que esto llevó a dos maneras de interpretar en física cuántica el origen de las probabilidades, estableciéndose (como ya adelantábamos en anteriores entradas) una óptica realista y otra instrumentalista(3) que, también pueden ser emparentadas con la visión semiótica del mundo.

                De todo ello y de algunas cosas más daremos cuenta el próxima entrada del blog Ancile.




Francisco Acuyo

                .



               (1) De modo muy elemental recordamos que la función de onda es una manera de representación (matemática en forma de función compleja) del estado físico de las partículas, donde se establecen coordenadas espaciales virtuales de las partículas.
                    (2) Véanse las entradas sobre matemáticas y poesía de este blog.
                    (3) Veremos que, ambas, se encuentran en una convivencia nada pacífica.


La incertidumbre cuántica y la ambigüedad poética.  Francisco Acuyo


jueves, 11 de noviembre de 2021

UNA TEORÍA SOBRE LOS SIGNIFICADOS DE LA REALIDAD. EL MUNDO REAL: ENTRE LA MATERIA Y LA PROBABILIDAD

Abundando sobre la realidad y sus significados, traemos una nueva entrada para la sección de Ciencia del blog Ancile, esta vez bajo el título: Una teoría sobre los significados de la realidad. El mundo real: entre la materia y la probabilidad.



UNA TEORÍA SOBRE LOS SIGNIFICADOS

DE LA REALIDAD. EL MUNDO REAL:

ENTRE LA MATERIA Y LA PROBABILIDAD

 

 

Una teoría sobre los significados de la realidad. El mundo real: entre la materia y la probabilidad. Francisco Acuyo


Que la realidad íntima de la materia sea descrita por la física cuántica como una consecuencia del comportamiento dinámico y de movimiento de las estructuras infinitamente pequeñas que componen la materia es algo lógicamente asumible. No lo es tanto que, según los designios deterministas de la física clásica, estos sean impredecibles: solo podemos saber de manera probabilística su dirección o posicionamiento[1]; esto conlleva, necesariamente, no sólo una interpretación nueva de la realidad física del mundo, también una significación (significado) de esta realidad cuántica en lo que afectar pudiere a la percepción y entendimiento de lo que consideramos realidad básica de la materia, pero sobre todo a su interacción con la conciencia (observadora) que accede o pretende acceder a ella, y todo como si, en un principio, según las corrientes deterministas de la ciencia física, tuviese aquella estructura básica una realidad objetiva al margen de la misma conciencia.

                Es claro que esta noción (matemática) probabilística es mucho más que una apreciación incompleta de un determinado sistema físico, la verdad es que expone sobre la mesa de experimentación y de reflexión un indeterminismo intrínseco a las leyes de la física,[2] y esto contra todo pronóstico del venerado determinismo clásico newtoniano.

                Que Dios juegue o no a los dados[3], o que en verdad nadie entienda la mecánica cuántica,[4] no es privativo para el entendimiento científico (también filosófico y desde luego semiótico) los alcances del significado de esta visión del mundo, y al margen de que, en la práctica (sobre todo tecnológica) no causara ninguna extrañeza para alcanzar las soluciones deseadas en las aplicaciones de dicha mecánica. En cualquier caso,  como decimos, es inevitable que nos lleve a plantearnos qué significado tiene físicamente, o incluso, qué nos dice esta óptica del mundo en el ámbito de la propia semiología (decíamos también filosófica, en tanto que el lenguaje es un objeto de estudio importantísimo en sus diversas sistemáticas), si esta trata de establecer  una taxonomía u orden de signos para la comprensión de toda actividad humana y de su intento de representación del mundo y, sobre todo, si entendemos los signos como objetos o eventos que están en lugar de otro objeto o evento ausente (recordemos que la probabilidad matemática lo que hace es precisamente poner en evidencia esa eventualidad de incertidumbre), y todo esto en virtud de un código, que en este caso parece basarse (ojo, como en la poesía) en la aparente ambigüedad de la paradoja. Así las cosas, ¿de qué hablamos cuando decimos realidad, si en razón de la propia materia como objeto nos vemos en el proceloso ámbito de la paradoja?

Una teoría sobre los significados de la realidad. El mundo real: entre la materia y la probabilidad. Francisco Acuyo

             El problema no sólo atañe, insistimos, a la concepción física del mundo, también filosófica y, desde luego, semiológica. La realidad o cosa designada en la teoría cuántica a la hora de comunicarse adquiere un grado de particularidad  en verdad muy sugerente donde el signo (matemático, como grado probabilístico) y la cosa designada (situación o dirección de la partícula) establecen una semántica singular, una sintaxis no menos especial (es decir, una relación entre los signos), así como una pragmática particular (relaciones entre esos signos y sus condiciones de uso) que hacen, no obstante, que podamos hablar de la teoría cuántica como portadora de  una semiología de características verdaderamente especiales.

                Es así que, las interpretaciones en la dimensión en la que se producen los fenómenos cuánticos y los sistemas generales (y particulares) de significación, nos hablan de una práctica significante y un proceso de semiosis que se vinculan mediante la singularidad de sus signos y la materialización de sus procesos una vez experimentados y objetivados en laboratorio, mas todo ello, además,  aspira a la obtención de un significado. El protagonismo del observador (de la conciencia) en el dominio esencialmente objetivo y determinista de la física cuántica nos expone una manera extraordinariamente sugerente y paradójica pero no menos real e interesante de comunicación.

          En próximas entradas de este blog Ancile, incidiremos con más detalle en la curiosísima semiosis en la que se mueve la interpretación cuántica.

 

 

Francisco Acuyo

 



[1] Nos referimos y ponemos como ejemplo paradigmático la paradójica dualidad onda partícula del electrón como fundamento empíricamente demostrado de la realidad cuántica. Recordemos que una partícula tiene una posición determinada y definida en el espacio, mientras que la onda se extiende de manera imprecisa en el espacio, es por eso que Stephen Hawking decía que en mecánica cuántica no hay diferencias fundamentales entre partículas y ondas: las partículas pueden comportarse como ondas y viceversa. Esta paradoja (entre otras detectables en el ámbito cuántico) exige(n) de una significación coherente según todas las aproximaciones de los científicos más relevantes, sin poner patas arriba las directrices fundamentales del método científico.

[2] Weinberg, S.: El problema de la mecánica cuántica, Investigación y Ciencia (Scientific American), La interpretación de la mecánica cuántica, nº especial, pág. 20.

[3] Einstein en una célebre carta A Born en 1926.

[4] Feynman, en otra menos célebre comparecencia en la Universidad de Cornell en 1964.



Una teoría sobre los significados de la realidad. El mundo real: entre la materia y la probabilidad. Francisco Acuyo


martes, 9 de noviembre de 2021

DE PASTOR AGUIAR, LO INESPERADO

 Traemos para la sección de Narrativa del blog Ancile, un nuevo post de nuestro amigo y excelso narrador Pastor Aguiar, esta vez bajo el título: Lo inesperado.



LO INESPERADO

 

 

Lo inesperado. Pastor Aguiar

 

Como cada atardecer, sorbí un largo buche de café, le di fuego al tabaco de turno, esta vez Montecristo media noche, y fui descontando pasos rumbo a los matorrales al fondo del jardín.

            Yo los llamaba matorrales, pero eran mayormente frutas sembradas por mí. Lo que sucede es que intercalé algún árbol endémico para disfrutar un ambiente más natural. Me gustaba ir atravesando el breve jardín como un aperitivo, para después esperar la noche entre los árboles, quizás cocuyos, o el solo de barítono de una rana toro, en este caso desde el riachuelo que me servía de frontera.

            Me había comido un mango bien maduro; al regreso pensaba cenar.

            El jardín no me dijo nada nuevo, ni los primeros troncos elevados, así que la jornada prometía ser una copia de muchas anteriores.

            Al quedar bajo la sombra de un guanábano, una masa me aplastó contra el suelo, haciéndome morder las virutas de madera roja que regularmente regaba alrededor de mis matas. Apenas podía respirar, con la nariz hundida en el viruterío. Quise voltear un poco la cabeza para ver lo que me inmovilizaba, pero algo me presionó por el occipital, supuse que era una mano, sí, sin dudas alguien me atacaba, su respiración al galope rozándome el cuello me lo dijo.

            La mano me asió por el pelo, que entonces tenía unas cuatro pulgadas de largo, y me ladeó el rostro hacia la derecha, sin aflojar. Pude observar el suelo grisáceo y las virutas alrededor de un platanero, porque el atacante se había colocado a mis espaldas y ahora me hundía la boca de un arma en el cachete, posiblemente un revólver, por el tipo de cañón que percibí.

            _ Tienes diez segundos para hacer el recuento de tu vida, después apretaré el gatillo_ Susurró una voz retorcida, tipo extraterrestre y como reprimiéndose.

            Yo decidí no hablar, supuse que cualquier cosa que dijera lo iba a irritar más, porque bien claro lo había dicho, que disponía de diez segundos para resumir mi existencia. Qué coño iba a memorizar en tal situación. Además, no tuve el mínimo interés en ningún aspecto de mi pasado. No niego que me gustaba la vida, sobre todo observar el mundo, escuchar música y cuidar de mis frutales. Alonsa, mi mujer, se había marchado el año anterior al otro extremo del planeta para acompañar a su madre nonagenaria, quería estar a su lado hasta que dejara de respirar; pero yo tuve el presentimiento de que la vieja pasaría de los cien a plenitud.

Lo inesperado. Pastor Aguiar

            De repente quise gritar que no me importaba un carajo que me mandara al más allá. Era casi un beneficio que me iba a hacer la bala, ya me estaba cansando de la rutinaria soledad rayana a las lágrimas.

            Pero nada dije. La boca del arma giró par de veces retorciéndome la piel. Dolía, quemaba con su frío bostezo. Entonces imaginé cómo sería una muerte así. Lo único que me preocupaba era la tortura; pero a ojos vista, eso no iba a suceder, además, qué mierda tenía yo que confesar, sin dinero escondido, ni joyas ni cuentas de banco con una clave secreta. Apenas una computadora y los libros, que eso lo podían tomar cuando me despacharan.

            Imaginé el clic del gatillo, y de inmediato un chorro de viento llameante derritiéndome el pellejo, con el plomo incandescente detrás, abriéndome el pómulo, atravesando los sesos y terminando entre las virutas más rojas que mi sangre. Bonita escena para el forense, todo ahí, a su alcance como un libro abierto.

            A tales alturas la lógica me decía que debía asustarme, en pánico, a punto de perder el raciocinio, pero en vez de ello reí, me puse a soltar carcajadas en avalanchas convulsivas, y terminé gritando.

           _ ¡A la mierda la puta vida, acábame ya, maricón! _ Y cerré los ojos.

            En vez del disparo, me sentí libre, el cañón se alejó y pude quedar boca arriba escupiendo astillas e insectos.

            _ ¡Compadre, tú, en vez de sangre, lo que tienes es helado de mamey!

            Y allí, de pie alcanzándome una mano, estaba Alipio, mi buen vecino Alipio Pinchalayuca, en verdad, el único amigo que me quedaba a tales alturas.

            _ ¡El coño de tu madre!_ Le dije más serio que una tumba.

            _ ¿No tienes una cervecita para celebrar la vida, salvaje?

            _ Vamos adentro, que hay una docena esperándonos_ Y nos fuimos al trote rumbo al portal.

 

 

 

 

Pastor Aguiar




Lo inesperado. Pastor Aguiar