Abundando sobre la realidad y sus significados, traemos una nueva entrada para la sección de Ciencia del blog Ancile, esta vez bajo el título: Una teoría sobre los significados de la realidad. El mundo real: entre la materia y la probabilidad.
UNA TEORÍA SOBRE LOS SIGNIFICADOS
DE LA REALIDAD. EL MUNDO REAL:
ENTRE LA MATERIA Y LA PROBABILIDAD
Que la realidad íntima de la
materia sea descrita por la física cuántica como una consecuencia del
comportamiento dinámico y de movimiento de las estructuras infinitamente pequeñas que componen la materia es algo lógicamente asumible. No lo es tanto que, según los designios deterministas de la física clásica, estos sean impredecibles: solo podemos saber de manera
probabilística su dirección o posicionamiento[1]; esto conlleva, necesariamente, no sólo una interpretación nueva de la realidad física del mundo, también una
significación (significado) de esta realidad cuántica en lo que afectar pudiere a la percepción y entendimiento de lo que consideramos realidad básica de la materia, pero sobre todo a su interacción con la conciencia (observadora) que accede o pretende acceder a ella, y todo como si, en un principio, según las corrientes deterministas de la ciencia física, tuviese aquella estructura básica una realidad objetiva al margen de la misma conciencia.
Es
claro que esta noción (matemática) probabilística es mucho más que una
apreciación incompleta de un determinado sistema físico, la verdad es que expone sobre la mesa de experimentación y de
reflexión un indeterminismo intrínseco a las leyes de la física,[2]
y esto contra todo pronóstico del venerado determinismo clásico newtoniano.
Que Dios juegue o no a los dados[3], o que en verdad nadie entienda la mecánica cuántica,[4] no es privativo para el entendimiento científico (también filosófico y desde luego semiótico) los alcances del significado de esta visión del mundo, y al margen de que, en la práctica (sobre todo tecnológica) no causara ninguna extrañeza para alcanzar las soluciones deseadas en las aplicaciones de dicha mecánica. En cualquier caso, como decimos, es inevitable que nos lleve a plantearnos qué significado tiene físicamente, o incluso, qué nos dice esta óptica del mundo en el ámbito de la propia semiología (decíamos también filosófica, en tanto que el lenguaje es un objeto de estudio importantísimo en sus diversas sistemáticas), si esta trata de establecer una taxonomía u orden de signos para la comprensión de toda actividad humana y de su intento de representación del mundo y, sobre todo, si entendemos los signos como objetos o eventos que están en lugar de otro objeto o evento ausente (recordemos que la probabilidad matemática lo que hace es precisamente poner en evidencia esa eventualidad de incertidumbre), y todo esto en virtud de un código, que en este caso parece basarse (ojo, como en la poesía) en la aparente ambigüedad de la paradoja. Así las cosas, ¿de qué hablamos cuando decimos realidad, si en razón de la propia materia como objeto nos vemos en el proceloso ámbito de la paradoja?
El
problema no sólo atañe, insistimos, a la concepción física del mundo, también filosófica y,
desde luego, semiológica. La realidad o cosa designada en la teoría cuántica a la hora de comunicarse adquiere un grado de particularidad en
verdad muy sugerente donde el signo (matemático, como grado probabilístico) y
la cosa designada (situación o dirección de la partícula) establecen una
semántica singular, una sintaxis no menos especial (es decir, una relación entre los signos), así
como una pragmática particular (relaciones entre esos signos y sus condiciones de uso) que hacen, no obstante, que podamos hablar de la teoría
cuántica como portadora de una semiología de características verdaderamente especiales.
Es
así que, las interpretaciones en la dimensión en la que se producen los
fenómenos cuánticos y los sistemas generales (y particulares) de significación, nos hablan de una práctica
significante y un proceso de semiosis que se vinculan mediante la singularidad
de sus signos y la materialización de sus procesos una vez experimentados y
objetivados en laboratorio, mas todo ello, además, aspira a la obtención de un significado. El protagonismo del observador (de la conciencia) en el dominio esencialmente objetivo y determinista de la física cuántica nos expone una manera extraordinariamente sugerente y paradójica pero no menos
real e interesante de comunicación.
En
próximas entradas de este blog Ancile, incidiremos con más detalle en la
curiosísima semiosis en la que se mueve la interpretación cuántica.
Francisco Acuyo
[1] Nos referimos y ponemos como ejemplo paradigmático la paradójica dualidad onda partícula del electrón como fundamento empíricamente demostrado de la realidad cuántica. Recordemos que una partícula tiene una posición determinada y definida en el espacio, mientras que la onda se extiende de manera imprecisa en el espacio, es por eso que Stephen Hawking decía que en mecánica cuántica no hay diferencias fundamentales entre partículas y ondas: las partículas pueden comportarse como ondas y viceversa. Esta paradoja (entre otras detectables en el ámbito cuántico) exige(n) de una significación coherente según todas las aproximaciones de los científicos más relevantes, sin poner patas arriba las directrices fundamentales del método científico.
[2]
Weinberg, S.: El problema de la mecánica
cuántica, Investigación y Ciencia (Scientific American), La interpretación
de la mecánica cuántica, nº especial, pág. 20.
[3] Einstein
en una célebre carta A Born en 1926.
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