lunes, 30 de noviembre de 2020

LOS CUCHILLOS, DE PASTOR AGUIAR

Para la sección de Narrativa del blog Ancile,  traigo un espléndido relato de nuestro querIdo amigo y excelente narrador Pastor Aguiar, que lleva por título: Los cuchillos.




Cuchillos, de Pastor Aguiar



LOS CUCHILLOS




No sé por qué me pasaba la vida tirando cuchillos. Los llevaba por docenas. Dos o tres

en la cintura, sin vaina, para que no se me trabara el gesto. Otros al borde de las

polainas y unos diminutos en cada bolsillo. El último, de doble filo y del tamaño de un

lápiz, disimulado en la manilla del reloj.


Desde el amanecer comenzaba a dispararle cuchillos a los plataneros del fondo, a las

paredes de tabla y los más sutiles, a los amasijos de azucenas, por donde se precipitaba

el agua de lluvia desde el techo. Después tomaba unos tragos de ron, encendía un tabaco

e iba recogiéndolos hasta sus respectivos lugares.


Eran diez años. Desde el primer día de mi retiro de las tropas especiales de Banquitermo

había realizado un número colosal de prácticas. Era tanta mi pericia a estas alturas, tan

nítida la ubicación de cada blanco en mis reflejos, que me era imposible fallar. Trataba

de tener algunos yerros, como apuntarle a alguna nubecilla algodonosa, deseoso de

sacarle un aguacero; pero el metal giraba hacia su curso de siempre, hacia el corazón de

los plátanos, hacia el susto de las azucenas, hacia las tablas que ya eran un colador.

Tenía la esperanza de que no fuera en vano, de que alguna vez, mucho más tarde, al

menos, me iba a salvar la vida mientras tuviera un cuchillo.


Entonces vi la primera Anembrosia. Logró pasar una milésima de segundo después de

que el cuchillo mayor estiró su hilo de puntería a través del muro de las once de la

mañana. Fue como una pedrada y se posó en el techo por varios segundos. Era de la

variedad de pelo rojo, de pico redondo como ostras. No lo pensé dos veces. Agarré el

puñal más liviano y como hacen los lanzadores en los juegos de baseball, traté de

atravesarla. Pero el metal desfiló por la dureza de los rayos de aquella hora y vino a

encajarse en el mismo hueco de las tablas.

Cuchillos, de Pastor Aguiar


Entonces me irrité. Ello no me sucedía desde los comandos en la selva telúrica, donde la fuerza de gravedad fluctuaba como las mareas y el arriba y el debajo de las cosas jugaban como gatos jíbaros. Un odio irracional se apoderó de mí; pero un trago extra y par de buenas chupadas al habano, me fueron relajando.


Cuando volví a mirar la Anembrosia había desaparecido. Durante el resto de la jornada

pasaron dos o tres más, pero logré dominarme, cada vez con mayores dificultades.

Esa noche apenas dormí. Soñé que las Anembrosias habían talado todas las azucenas,

derribado los plataneros, desclavado las tablas de las paredes, arrancado los postes del

patio y volcado el tanque del agua.


Me levanté antes que el sol y entre los primeros luminazos pude ver que, efectivamente,

al menos las azucenas parecían la escena de un crimen y casi todas las cepas de plátano

habían sido trucidadas de forma abominable sobre el pasto.


Lancé los primeros cuchillos, los de la cintura, sin fallar uno, contra los troncos aún de

pie, contra el amasijo de azucenas marchitas, sobre la tablazón. Hasta que a media

mañana volvieron, porque era una veintena de Anembrosias del tamaño de lobos, de

pelambre roja mayormente. Cada vez que lanzaba un dardo, ellas pasaban una milésima

de segundo antes, como adivinando el trayecto, burlándose al amparo de sus

velocidades.


No pude sostener los nervios y comencé a tirar con ambas manos, apenas con instantes

de separación y los muy cabrones se clavaban donde debían, en los únicos puntos dados

por la costumbre, hasta que no me quedó uno. Entonces ocurrió la debacle. Agarré el

machete que solo reservaba para la chapea del pasto y cuando lo hice un grito me rajó la

garganta, como cuando los peores ataques en las praderas de Esquistos. Cerré los ojos

para gozar esta furia, que era como el sabor de un vino milenario y avancé en círculo

dando molinetes, danzando como las tribus anemólides durante las fiestas para

homenajear al primer sangramiento de las vírgenes. Con la misma naturalidad con que

se respira, en el clímax del éxtasis, iba cantando todos los himnos sabidos, para

alcanzar, finalmente, la eficacia del estallido de un látigo, cuando todas sus inercias se

catapultan ondulando hacia sus extremos.


Daba golpes a troche y mocha y tajaba a las solideces, al aire enrollado en el patio, al

muro reblandecido de la luz del medio día y quién sabe a cuántas Anembrosias, porque

pude sentir sus chorros de sangre sobre mi rostro y haciendo lodos en el suelo, que se

fue encharcando también con un aguacero errante a aquella hora límpida de mi

imaginación, porque para nada abrí los ojos, hasta que el agua insoportable y los truenos

cebados de gordura, me dejaron aniquilado, solo y borracho entre el picoteo de las

Anembrosias sacándome las tripas.



Pastor Aguiar 



Cuchillos, de Pastor Aguiar




viernes, 27 de noviembre de 2020

DE VIDAL, VIDALIA, POR ANTONIO CARVAJAL

 Para la sección Extractos críticos y De la métrica Celeste, del blog Ancile, que como verán, en ambos sitios pudiera estar perfectamente contenida, traemos una nueva entrada de mano del enorme poeta y eximio profesor Antonio Carvajal, que nos habla del libro Flores de la inocencia (Olé Libros, Valencia, 2020), del poeta José Luis Vidal, y todo bajo el título: De Vidal, Vidalia. Desde aquí nos unimos con Antonio para expresar nuestra recomendación de lectura de tan exquisito libro de poemas.


De Vidal, Vidalia, Antonio Carvajal


DE VIDAL, VIDALIA




Recibo Flores de la inocencia (Olé Libros, Valencia, 2020), previa consulta de su autor,

José Luis Vidal, que me quiere y me respeta tanto que no me pide para sí tiempo de mi

jubilación, sino que me regala frutos exquisitos y bien escogidos de horas de estudio y

de creación en la suya. Explica Jaime Siles en un ensayo sobre la Eneida que Virgilio

diseña un héroe sobreabundante de piedad y escasísimo de furor; toda mi vida he

querido ser pío, sobre todo en los años de vida que me restan, mas me mueve a furor la

intempestiva invasión de centones éditos o inéditos de quienes piensan que nada puedo

hacer mejor que consumir mis horas leyendo sus ocurrencias que, sin pudor alguno ni

respeto a mis ya escasas canas, me envían.


Repito: José Luis Vidal me consultó previamente. Y heme aquí disfrutando su palabra

medida, llena de piedad y exenta de furores, sometida conscientemente al arte de buen

trovar. Ha trazado un esquema flexible: poemas breves de nueve versos y en metros

ligeros, armónicos y oscilantes. Pocas veces alcanza el endecasílabo, combina los de

cinco, siete y nueve sílabas y, muy raramente, algún pie trisílabo. La brevedad de los

versos le permite al lector apreciar instantáneamente gallardías del pensamiento, joyas

de la dicción, y así nos conmueve definiendo su paternidad como sustancia de su anhelo

mientras se siente arrebatado por un azor azul. Piedad: lleva a su padre incorporado en

sus pulsos, laten en sus manos las manos de sus hijos, que ya se le escapan; por ellos y

en ellos se hace palabra desde su carne.


Frente a la canción trovadoresca, de gran empaque sonoro, aunque en principio sus

esquemas fueran libremente dispuestos y luego disciplinadamente respetados por el

autor, Vidal opta por la estructura breve, constantemente variada y modulada, sólo

sujeta a la cantidad de versos, siempre nueve. Ni siquiera la rima es constante y, cuando

suena, espira vocales, no se ata al tañir de las consonantes, y se desliza por los versos

pares, excepto cuando liga el final con la misma voluntad de subrayar sonoramente los

conceptos con la que nuestros clásicos cerraban sus liras y octavas y los ingleses sus

sonetos desviados del itálico modo:


A Paco Albert en su agonía


Te traigo

este breve murmullo,

humano, torpe,

impuro,

ahora junto a ti.

Y tú, harto del humo

de tantos ritos falsos,

te abrazas a mi bulto,

que ya no es tu mundo.


Hay quienes niegan el simbolismo fónico, allá ellos. Hay quienes braman contra la

rima, con su pan se lo coman. Pero poetas y lectores de mucha sensibilidad notaron que

la ú los sobrecoge o asusta o entristece, desde la famosa “unda recumbit” de Horacio a

la “infame turba de nocturnas aves” de Góngora y a este Vidal que aduzco.

¿Y qué decir del balanceo conceptual, corpóreamente sustentado por los garbosos

encabalgamientos? Óigase:


Amo las nubes. Sus vaivenes

de ser y de no ser

me afectan. Ellas nacen

de un amor sin sentido

que, azul azor,

picotea mis pétalos.

Las nubes, luces

y sombras de mi mal

de altura.


Bullen las rimas internamente, la multiplicidad de vocales tónicas diluye la oscuridad de

la u acentuada, las fricativas sugieren movimientos sordos, las laterales y vibrantes le

dan ligereza y rumor al vuelo. Vidal hace sus versos para que suenen. Digámoslos para

oírnos. Azul azor. ¡Y cómo se eleva!


Hace años tuve la dicha de editar y anotar las jaiquillas de Antonio Piedra. Hoy soy feliz

divagando brevemente sobre estas estrofas de José Luis Vidal que me han dado un

ligero quebradero de cabeza para nombrarlas. No son novenas ni novenillas, porque se

mezclan medidas y no responden a viejos ritos, como el de las coplas castellanas; por lo

mismo no son nonas ni nonillas, aunque en ellas lo par cuente menos que lo impar. Si a

una décima que el autor llamó redondilla los demás la llamamos espinela, llamemos a

esta estrofa vidalia, que para eso tiene padre conocido.



Antonio Carvajal

Motril, 24 de noviembre de 2020







martes, 24 de noviembre de 2020

BREVE REFLEXIÓN PSICOTEOLÓGICA SOBRE EL CORONAVIRUS, POR ALFREDO ARREBOLA

 Para la sección Apuntes histórico teológicos del blog Ancile, traemos la nueva entrada de nuestro colaborador Alfredo Arrebola que lleva por título: Breve reflexión psicoteológica sobre el coronavirus.




Breve reflexión psicoteológica sobre el coronavirus. Alfredo Arrebola





BREVE REFLEXIÓN PSICOTEOLÓGICA 

SOBRE EL CORONAVIRUS 



“Sueña el rico en su riqueza,
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
[…]
Pues el delito mayor del hombre
es haber nacido. 

(Calderón de la Barca, 1600 – 1681)



Sin la menor duda, la comedia filosófica “La vida es sueño” representa la producción máxima del inmortal autor madrileño, y, posiblemente, de todo el teatro barroco europeo. El pensamiento calderoniano me ha servido para confeccionar esta sencilla y breve reflexión psicológica y -¡ cómo no! - teológica sobre la terrible y letal pandemia denominada SARS-COV-2, a la que ya le he dedicado cinco artículos en sus diversos aspectos.

Sin embargo, viendo que cada día somos más conscientes de lo mal que se están poniendo las cosas, como lo vienen repitiendo al máximo los medios de comunicación social (Prensa, Radio y Televisión), a mi mente han acudido las palabras de mi inolvidable amigo – y uno de los mejores escritores granadinos – Luís Rosales Camacho (1910 – 1992), quien nos dejó escrito: “El dolor es un largo viaje, es un largo viaje que nos acerca siempre. Qué nos conduce hacia el país donde los hombres son iguales. Y yo quiero decir que el dolor es un don, porque nadie regresa del dolor y permanece siendo el mismo hombre. Las personas que no conocen el dolor son como las iglesias sin bendecir”.

Han pasado, ciertamente, muchos años de la muerte del lírico poeta nazarí, pero sus palabras merecen ser recordadas ante el Coronavirus que ha originado una crisis económica a nivel mundial, con la tendencia de echar la culpa siempre a los otros, a los que no son de los nuestros, a quienes tienen el poder y las decisiones en nuestro país y en nuestro mundo, como escribe el P. Benjamín Echevarría en “Capuchinos Editorial. Ocubre 2020 (N.o 72). No obstante, ante este desastre, nos encontramos con una llamada a la responsabilidad de cada uno de nosotros. Y, a la verdad, de alguna manera responsables somos todos porque nos hemos ido acomodando a un estilo de vida, que nos ha llevado a donde nos encontramos en la actualidad. Lo que ineludiblemente nos conduce a plantearnos, como “creyentes” laicos cristianos, una serie de interrogantes vitales, propias de todo ser racional y pensante: ¿Qué es lo que da sentido a mi vida? ¿Cómo vivo? ¿Para qué vivo en este inquieto mundo? Preguntas, ciertamente, muy genéricas, pero obligadas dentro de las circunstancias que nos rodean y acucian a cada instante.

Breve reflexión psicoteológica sobre el coronavirus. Alfredo Arrebola
Se han apoderado de nosotros, sin la menor duda, la pena y la angustia existencial. Pero también, queridos lectores, existe un “Existencialismo cristiano” que, arrancando en san Agustín (354 – 430), ha sido expuesto y defendido por filósofos de la talla de Soren Kierkegaard, Miguel de Unamuno, Maurice Blondel, Gabriel Marcel, J. Maritain, etc.: todos ellos buscando, sin duda, ese Misterio Fontal que es Dios, escondido bajo mil nombres que las culturas le han atribuido. Dios es -escribe Leonardo Boff, Teólogo y Filósofo recientemente fallecido, Misterio no sólo para nosotros sino también para sí mismo, pues su esencia primera es ser Misterio. Él se autocomunica, y al autocomunicarse se muestra así como es: no como soledad sino como comunión de divinas Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, cf. “Cristianismo. Lo mínimo de lo mínimo”, pág. 12 (Madrid, 2013).

Por tanto, Dios, Misterio supremo, no abandona al ser humano creado amorosamente por Él;¡ni siquiera en estas tristes circunstancias de pandemia universal!. Y no olviden esos necios e irresponsables agnósticos que no todo lo que se presenta bajo el nombre de cristianismo es cristiano y, además, que junto a otros caminos religiosos y espirituales, el verdadero y auténtico cristianismo también participa de la misión común que es mantener viva la llama sagrada de la presencia divina en cada persona, en la historia y en todo proceso cósmico. San Pablo, locamente enamorado de Jesús de Nazaret, lo dijo aún mejor: “DIOS LO LLENA TODO”. Y ésta es la razón óntica de que mis reflexiones vayan siempre dirigidas a todos los que con fe o sin fe, se dejan fascinar por la figura de Jesús y ven en él “un tesoro escondido en el campo” (Mt 13,44).

No siento, pues, el más mínimo miedo de publicar a los cuatro vientos que los políticos no están cumpliendo las expectativas de un pueblo que no deja de sufrir día tras día. Sólo se ve, por desgracia, una política muy agresiva: atacar de forma teatralizada allí donde importa más quién insulta y quién menosprecia al contrario que solucionar los problemas. Como español, yo me siento plenamente defraudado: ¡ni derechas ni izquierdas, términos totalmente obsoletos y vergonzantes, para un pueblo que aspira a vivir en paz y armonía!. Las energías que gastan nuestros políticos deberían invertirlas en ayudar a España y sacarla de esta situación tan complicada, originada por el terrible y letal coronavirus. En la mente de todo español está muy firme la idea de que España necesita más que nunca a sus políticos unidos, luchando por salir de este pozo en el que estamos.

Breve reflexión psicoteológica sobre el coronavirus. Alfredo Arrebola

Es cierto, por otra parte, que son muchos y variados los efectos psicológicos que acarrea toda pandemia: ataques de ansiedad y depresión por miedo a contraer el virus, hipocondría que se apodera de algunas personas por la probabilidad a contagiarse; situaciones puntuales tales como los rumores y confinamiento domiciliario y, sobre todo, el atiborramiento de noticias repetidas al respecto en la televisión o radio, etc. No sé si es cierto lo que he leído en una revista: “Cerca del 40% de las noticias que recibimos sobre el coronavirus son falsas”.

Pero, como dice el refrán, “A grandes males, grandes remedios”, el psicólogo Jesús M. Iriarte nos ofrece algunas pautas y consejos que él ha recogido de la APA (American Psychological Association): Conocer los hechos: adoptar un enfoque más clínico a la hora de seguir la información sobre el virus, para lo que es necesario basarse en fuentes creíbles; conectarse en redes sociales puede fomentar una sensación de normalidad, como buscar ayuda adicional: personas abrumadas por el nerviosismo, tristeza persistente u otras reacciones prolongadas que afectan negativamente a su desempeño laboral o sus relaciones interpersonales, deben consultar con un profesional de salud mental capacitado y experimentado,(Capuchinos Editorial, pág. 25. No 72).

Analizada teológicamente la nefanda covid-19, pienso que la estrategia número uno es, para el creyente, la seguridad de que Cristo,¡que a tantos enfermos curó!, camina con nosotros para lograr el antídoto y podamos vencer esta nefasta pandemia. Y sigo creyendo que Dios no va a hacer milagros ostentosos. El es un milagro vivo y candente que nos lleva de la mano y trabaja con los científicos para encontrar la medicina adecuada y superar totalmente el virus. Más aún: mi corta “mente teológica” sigue afirmando que, ante la muerte de un ser querido infectado, el mejor duelo y la mayor ayuda humana está en Dios que da “la vida eterna”.Ya nos lo dejó dicho el genial San Agustín: ¡“Señor, nos hiciste para Tí, y nuestro corazón estará inquieto hasta no descansar en Tí” (Confesiones, Libro 1o).

No lo olvides, amigo lector, y reflexiona un poco: Hemos sido creados para amar y ser amados. Dios, que es amor (1Jn 4,16), nos ha creado para hacernos partícipes de su vida, para ser amados por Él y – cómo no! - para amarlo y también amar con Él a todas las demás personas. Este es el “sueño” de Dios para el hombre. No nos engañemos, pues, con sueños tontos. Tratándose de la vida o la muerte y del sentido de la existencia, el protagonismo lo tiene Cristo, Hijo de Dios vivo.




Alfredo Arrebola

Villanueva Mesía-Granada, Noviembre de 2020.




Breve reflexión psicoteológica sobre el coronavirus. Alfredo Arrebola






viernes, 20 de noviembre de 2020

EL MISTERIO Y LA FUERZA DE LA FE

 Para la sección Pensamiento, del blog Ancile traemos una nueva serie de entradas que versaran sobre las diferentes ópticas mediante las que se puede acceder a la cuestión de la fe, que viene a estar muy  relacionada con la problemática de lo trascendente. Y todo bajo el título de El misterio y la fuerza de la fe.


El misterio y la fuerza de la fe. Francisco Acuyo



EL MISTERIO  Y LA FUERZA DE LA FE




Advertencias, exhortaciones, éxtasis, reflexiones, discursos muy variados como tiempo y señal me mostrarían lo que custodia y cifra el grande y nunca a los ojos de la razón entendido prodigio de la fe. La fides más allá, quiero decir, de la creencia credere) que confianza pone en esta o aquella convicción supersticiosa al amparo de un credo religioso, y que quiere de forma irracional y en forma de confianza ciega, cada uno de sus principios imponer. No obstante, la acepción general del término, al menos desde una óptica filosófica, infiere un saber que ¿no puede?1  en modo alguno verificarse racional o empíricamente. Los testimonios de confianza, los postulados que se adoptan como principios de demostración o de revelación ya incitan proverbialmente a toda desconfianza.  

En este arranque argumental parece que la fe a la que nos referimos quiere fundamentarse en los valores éticos que funda el crédito y lealtad entre los hombres. Pero no es el caso, que queremos sin duda trascenderla. No puedo desprenderme del acervo cultural que me impregna como aquel individuo que vio la luz del mundo en una sociedad cristiana. Pero al margen, si fuere esto posible, de mis pocas convicciones y muchas dudas, he de reconocer que toda fe debe partir de la revelación y existencia de un Dios vivo, si es que está estrechamente relacionado con los hombres. Así la pietas 4 ha de superarse en pos de aquel criterio en el que la fe es el acto y el proceso mediante el que los seres inteligentes se ven interpelados, bien por la palabra o intervención divina,5 bien fundada en la naturaleza como medio de revelación … a creer en la existencia de lo trascendente.

La fe como gracia implica que esta no es un tributo que tenga valor ante Dios mismo, más bien será su aceptación como gracia absoluta. Pero sobre todo es la decisión (Kierkegaard) de dar sentido a la propia existencia personal por la existencia de Dios. Todas y estas y otras muchas reflexiones que vendrán, está impuestas por la curiosidad de alguien que, con mente científica, no acaba de entender cómo es que personas insignes y de relieve intelectual extraordinario se decantan por la creencia en lo trascendente. La lista, de llevarse a cabo, sería aburridamente prolija.  No obstante, no por eso dejé de cuestionarme las mismas cosas durante tantos años. Pero siempre mantuve una intrigante relación de simpatía con aquellas mentes preclaras que con razón, sin razón o contra ella, defendieron su fe como razón de clara y profunda de sus existencias. 

¿Por qué tantos otros, no menos perspicaces, instruidos y penetrantes ingenios no pueden asumir estas inclinaciones como realidades que fundamentan ni su mundo ni el que les rodea?   

Trataremos de contestar a estas y otras interrogantes  al respecto en la próxima entrada de este blog Ancile.




Francisco Acuyo



1- Todos sabemos que, sin embargo, han sido muchos los intentos por parte de doctores de la Iglesia de dar cuenta racional de esta fe,  relativa a no otra  cosa que la de la existencia de Dios mismo.   
2- Enciclopedia  Garzanti de la filosofía, Barcelona, 1992, pág. 330.   
3- Al menos para quien suscribe así se suceden.    
4-Piedad entendida como la dimensión social y política, -moral, decíamos-
5-   Es el caso de la religión  bíblica y cristiana.   
6- Véase a Cicerón (Sobre la naturaleza de los dioses), por lo que también Dios puede ser objeto e estudio filosófico.



El misterio y la fuerza de la fe. Francisco Acuyo


























jueves, 12 de noviembre de 2020

LA NADA: ESPEJO DEL MUNDO

 Traemos para la sección Pensamiento del blog Ancile el cierre del conjunto de reflexiones sobre la nada que lleva por título: La nada: espejo del mundo.



LA NADA: ESPEJO DEL MUNDO

 

EPÍLOGO

 

 

La nada: espejo del mundo, Francisco Acuyo

La misma noche de verano,

esperando el alborear del cielo.

  

 

Sí, sí a todo, a todo sí,
a la nada sí, por nada. 

 Pedro Salinas



Espejo del universo, la nada aureola el cielo de asterismos que sobre un sueño de luz la imagen de la noche sin oscuridad refleja. Sueño, sí, que con mano bienhechora arrulla los espíritus cansados  con su ligero arrullo musical.

            Astros cuya inquietud reluciente y dorada preocupación susurran en un silencio constelado, porque todo tiempo es fugaz para su eterna estratagema de distancia, de movimiento, de permanencia, de ser para descollar como conciencia personal donde universal será cualquier conciencia.

            La jornada del ser aquí, que no es lugar ni tiempo, toca a su crepúsculo porque es fogosa vanidad.

Mientras, la eternidad, ahora, lee  el arbitrario libro del destino y observa las revoluciones de los tiempos. Las vicisitudes de los que sueñan su desconcierto  en la creencia cierta de que son los que inscriben su designio.

            Así se miran las conciencias, todavía por nacer, y reposan en la nada envueltas en los gérmenes que quieren  hablar de unos muy débiles orígenes. El ángel de la nada da la vida y el empleo a la conciencia. Sí, el ángel que con violencia en el lenguaje nos conmina duramente a la existencia.

            Ese ser separado, cuyo modo sin modo, forma ahora el cosmos ante nuestra atónita y todavía no existente presencia que retorna al único principio, que es conciencia de la nada. La lógica y razón que sin porqué con toda exactitud el ángel en la gracia de la nada al ser que no es y al ser nos encomienda.

            Encaminaos hacia el lecho donde los astros multiplican su follaje constelado en frondosidad celeste, y que esta noche el ángel de la nada ha en el vacío apenas sustanciado.



Francisco Acuyo



La nada: espejo del mundo, Francisco Acuyo


martes, 10 de noviembre de 2020

EL ÁNGEL DE LA NADA

 Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile traemos un fragmento de un conjunto de reflexiones de próxíma  edición; lleva por título: El ángel de la nada.



EL ÁNGEL DE LA NADA

 

INTROITO

 

 

El ángel de la nada, Francisco Acuyo

 

 

 

Visión del cielo constelado

en una noche estival,

 

 

 

 

 

[…] el pensamiento es el esclavo de la vida,

y la vida es el loco del tiempo, y el tiempo,

que domina el mundo entero, debe detenerse.

 

W. Shakespeare

 

 

 

La noche al infinito constelada: el olvido, la oscuridad, la ausencia, el silencio, la soledad, la nada. La quietud del espacio sideral el olvido sin tiempo ni distancia abre al vacío inmarcesible donde la luz está presente al ser que se sustancia sin sustancia.

Sí. Anoche tuve un sueño. Alguien en él creía ser. Su mismo ser en otro ser intangible se conforma. Y vio la vacuidad del mal. Y vio la luz de la conciencia, cuya sombra al mundo proyecta el sin sentido de la lógica y la razón existencial. La entraña vio del vacío si reminiscencia de la nada. En el cielo una figura delinea fantástica una luz. En ella, lejos de cualquier mirada,  supo del devenir de las estrellas que será sólo constante la nada.

Son vacuas las promesas, imposibles las razones: que nunca en este mundo tuvo presencia verdadera nadie. Se vio, por fin, en este sueño, sin reconocerse vivo. De las fértiles entrañas  el vacío solidario abre el germen de la nada. Al sopor de lo real la soledad el ángel en el cielo nocturno dibujaba.

¿Es esplendente en verdad el silencio que ilumina este panorama? ¿Quién con inútil anhelo osó la calma profanar de la hermana muerte? ¿Quién en ningún cabo al ansia audaz dejó reposo en su querer ser y perdurar?  ¿Quién al condumio célico de la   luz renuncia, si oscuridad ofrece en derredor al ser para no ser en un instante eternidad?

            ¿Qué es el azar sino el sueño frugal de la materia? ¿Qué es, sino tapar, cegar todas las lucernas y todas las troneras por donde el ojo puede la ley del caos atisbar? Mas, no será  realidad  siniestra la existencia. No. A la obediencia de esta órbita el ángel su retiro olvida y, al universo en paz, en armas ahora desafía, que es justa casi siempre la causa de la nada. Su flamígera espada, si es esclavo de la vida el pensamiento, arrasará con cólera. Suena en su escudo la oquedad horrísona del vacío y su honda gravedad.

            El ángel su caballo, arrebatado, espolea en veloz galope por el sideral espacio, que parece con furia el tiempo devorar. Es hora que el cielo bese la tierra. Que muera  todo orden y la noche sólo quede para los muertos sepultar. Se duerme tras la victoria del sueño el ángel de la nada en soledad.




Francisco Acuyo

 

El ángel de la nada, Francisco Acuyo

viernes, 6 de noviembre de 2020

LAS PLAGAS Y LAS EPIDEMIAS EN LA BIBLIA II

 Para la sección Apuntes histórico teológicos del blog Ancile, traemos una nueva entrada de Alfredo Arrebola sobre Las plagas y epidemias en la biblia.



Las plagas y epidemias en egipto, Alfredo Arrebola



                         LAS PLAGAS Y LAS EPIDEMIAS EN LA  BIBLIA

 

 

Pero también enseña la Biblia cómo  el salmista anima al creyente a buscar refugio en  Yahvé. Si así lo hace, el Señor lo librará de la red del cazador, de la peste funesta, que se desliza en las tinieblas y de la epidemia que devasta a mediodía, cfr. salmo 91,3.6.  Un oráculo del Señor, una vez descubierta la responsabilidad personal, asegura que si él enviara la peste a un país, se salvarían los  justos, pero su justicia no sería aplicable ni aun a los miembros de su familia, tal como aparece en el profeta Ezequiel (Ez 14,17-21). Por su parte, el profeta Habacuc anuncia la misericordia de Yahvé, que llega acompañado de la peste y de la fiebre, como potencias personificadas, aunque al final se anuncia la compasión de Dios, que es fuerza para su pueblo (Hab 3,5).

    Asimismo, la Escritura señala que el texto más conocido y más impresionante es el que relata el censo ordenado por el rey David y sus terribles y funestas consecuencias. A primera lectura, nos da a entender que es el mismo Yahvé el autor de la iniciativa. Ahora bien, ¿cómo puede Dios incitar a una acción que suscitaba en Israel un temor religioso, tal como como aparece en libro  “Éxodo” (Ex 30,11) y también de los temores de los mismos consejeros de David (2Sam 24,3-4)?.

Difícil problema teológico y hermenéutico, ya que Dios jamás quiere el mal; sólo lo permite, aunque los seres humanos no lleguemos a comprender. Ante esta cuestión, comenta J. F. Andrés en “Evangelio y Vida”, pág. 9 (nº 369) que “de hecho, una vez realizado el censo, David sintió remordimiento y se  dirige al Señor con esta confesión: “He pecado gravemente por lo que he hecho. Ahora, Señor, perdona la falta de tu siervo, que ha obrado tan neciamente” (2Sam 24,10).

Las plagas y epidemias en egipto, Alfredo Arrebola

   Y en el mismo libro histórico de Samuel podemos comprobar que al día siguiente el profeta Gad transmitió al rey David un oráculo de Yahvé que le propone siete siete años de hambre en el país, tres meses de huida ante sus enemigos o tres días de peste en el país. Bien conocida es la respuesta del rey profeta: “¡Me encuentro en un gran apuro! Sin embargo, pongámonos en manos de Dios, cuya misericordia es enorme, y no en manos de los hombres” (2Sam 24,14).

 Una vez más se atribuye a  Yahvé la decisión de enviar la peste contra Israel,  que llegó a ocasionar la muerte de  setenta mil hombres del pueblo. No obstante, el historiador nos referirá el arrepentimiento de Dios. Y así, al ángel que estaba  asolando le ordena el cese inmediato.

   David reconoció su pecado e inmediatamente pide a Yahvé  que descargue su mano contra él; en aquel mismo momento ofrece un sacrificio de expiación en la era del jebuseo Arauná, donde levanta un altar. En una palabra, “Yahvé tuvo compasión del país y cesó las plagas sobre Israel”: narración perfectamente expuesta en el libro “II de  Samuel”,conforme al texto de la BAC (1965). 

  Sin embargo, en la concepción escatológica de Jesucristo – Nuevo Testamento – observamos      que se superponen dos profecías. Una de ellas hace referencia a las múltiples tribulaciones que tendrían que soportar los seguidores de Jesús con motivo de la guerra judía con Roma y la total destrucción de Jerusalén (año 70 d. C). En tanto que la otra nos lleva a que prestemos toda nuestra atención a la caducidad de las cosas y la manifestación  final del Hijo del Hombre. Moniciones que serán plenamente cumplidas. Y asimismo puede observarse perfectamente que en todo el contexto, el discurso se sirve del lenguaje apocalíptico  empleado ya por los profetas, tal como leemos en los capítulos 24 y 27 del profeta Isaías, que, por supuesto, era bien conocido por los  oyentes y lectores de aquella época.

    Leyendo los textos evangélicos observamos que en boca de Jesús aparecen algunos de los signos que han de preceder al final profetizado: “Se levantará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá hambre, epidemias y terremotos en diversos lugares; todo esto será el comienzo de los  dolores”, tal como lo narra el apóstol y evangelista san Mateo (24, 7-8).

Las plagas y epidemias en egipto, Alfredo Arrebola
   El evangelista Lucas, persona  bien preparada culturalmente, llega a ser incluso más explícito en su texto al poner estas palabras en boca del mismo Jesús: “Se alzará pueblo contra pueblo y  reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo”, leemos en el capítulo 21, versículos 10 -11, según P. Cornelio de San Felices en “EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS” (SEI, Madrid, 1948).


Si algún lector tiene interés, le sugiero consulte el texto griego lucano  donde se observa la semejanza de las palabras “Loimoi kai limoi” que, en nuestra lengua vernácula, significan “pestilencias y hambres”. Semejanza que la encontramos también en algunos historiadores clásicos griegos: Hesíodo (750 – 600 a.C) y Tucídides (480-395 a.C).

      Como creyente y constante  estudioso de la Biblia, observo que todas las alusiones bíblicas a las plagas y pestes connotan un sentido profundamente religioso. Y tal es así, que nos sugieren la necesidad de reconocer la vulnerabilidad del ser humano – aunque los necios agnósticos lo nieguen -, así como el “señorío” de Dios sobre nuestra vida personal y – de manera especial – sobre el desarrollo de la historia.

    Ya  nadie ignora  que estamos viviendo un año sumamente complicado. La sabiduría popular nos dice  que “año bisiesto, año siniestro”. Pero jamás pensábamos que iba a ser tan complicado  y difícil. Vivimos, no cabe la menor duda, días convulsos y confusos. El coronavirus nos ha sorprendido, poniendo al descubierto nuestra paradógica situación: vivíamos seguros, como si el futuro fuera nuestro, y nos ha descubierto importantes carencias en nuestro sistema. Van pasando los días, ajustándonos y reajustándonos a la  pandemia que estamos viviendo, y  comprobando que  no sólo repercute en la economía, sino en la misma vida. A nivel familiar, el confinamiento nos ha obligado a reajustar la vida día tras día. El golpe, sin la menor duda, ha sido fuerte en todos  los  niveles: personal, social, económico…

   

Las plagas y epidemias en egipto, Alfredo Arrebola

  Este maldito virus ha inundado de silencio a nuestras ciudades y pueblos; ha mostrado la “vaciedad” de muchos proyectos. En una palabra, ha descubierto nuestra “desnudez” como lo cuenta la Sagrada Escritura (Gén 3,7), y ha llenado de dolor nuestras vidas: separaciones definitivas, en el anonimato y sin una despedida cálida y familiar.

     Sin embargo, también podemos  contar de este letal virus que nos ha abierto los ojos y el corazón  a la solidaridad y a la generosidad, compartiendo fraternalmente los dones recibidos. Y esto no es preciso demostrarlo, ya que lo podemos observar con nuestros propios  sentidos a través de los “Medios de Comunicación Social: Prensa, Radio y Televisión. Y sigo pensando, como simple creyente secular  católico, que Dios no ha estado ausente en esta triste circunstancia humana; “nunca lo está”, así lo afirma la Biblia (Isaías, 25,8). Aún más: No dudo de que por medio del Coronavirus, El (Dios) nos ha hablado, invitándonos a situar la vida en una dimensión más profunda, abriéndola hacia la búsqueda del Reino de Dios y su justicia; como tampoco pongo en tela de juicio  que la Covid 19 ha permitido  que fluyera al exterior todo el fondo de humanidad      que reside en el corazón humano, inspirando, escribe el teólogo franciscano-capuchino,P. Montero, iniciativas de honda fraternidad y a no desoír el clamor de nuestros hermanos. Ha cerrado las puertas de los  templos, pero ha abierto las del corazón”, (cfr. “EVANGELIO Y VIDA” (pág. 1. Sept - Oct. 2020).

   Confiados, pues, plenamente en el pensamiento teológico cristiano, no deberíamos poner nuestra confianza sólo en los  progresos técnicos o económicos. Al final, quedaríamos frustrados. No depende de ellos “nuestra” salvación. Solamente podemos confiar en Dios – aunque “nadie lo haya visto” (Juan 1,18) -, en su bondad y en su misericordia. Y por otra parte, la supuesta indiferencia de Dios ante nuestros males no sólo no nos aleja de la fe, sino  que incrementa al máximo nuestro amor   agradecido a la figura de Cristo silente en la Pasión, que da la vida por nosotros con un amor absolutamente incondicional, como nos ha dejado escrito el afamado  filósofo Alfonso López Quintás en “La mirada profunda y el silencio de  Dios” (Madrid, 2019).




                       Alfredo Arrebola

       Villanueva Mesía (Granada), Octubre de 2020.

 



Las plagas y epidemias en egipto, Alfredo Arrebola
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