viernes, 29 de abril de 2022

ULTIMA POSTAL: LA TEMPESTAD CALMADA, DE MANUEL VERGARA

 Cerramos con esta última entrega los trabajos, reflexiones y ahora versos de Manuel Vergara, esta vez para la sección de Poesía del blog Ancile, y bajo el título de: Última postal: La tempestad calmada, que sirve de poético colofón a la totalidad de Como te iba diciendo (Cartas a cielo abierto).


ULTIMA POSTAL: LA TEMPESTAD CALMADA,

DE MANUEL VERGARA


 

Última postal: La tempestad calmada, Manuel Vergara

 

    De pronto se alborotó tanto el mar, que las olas cubrían la barca, pero él dormía” (Mt. 8.24)

 

Llegados al final, vemos a Cristo

Jesús sobre las olas,

-postal de Delacroix-, le van diciendo:

Repósate Señor ¿será por alma?

 

Mientras, yo le cantaba

lo que dictó Péguy de las virtudes,

llamadas teologales: La primera,

la Fe -lo dijo Dios-, la siempre firme,

por siglos de los siglos; la segunda,

la Santa Caridad, la más hermosa

Señora.

              ¿Serán grandes

las dos? Pero mi ojito

derecho -te lo digo,

Yo; el Dios de la Virtudes-: ¡mi pequeña

esperanza! una niñita

de nada, pero duerme

realmente tranquila; se levanta

y te da los buenos días.

                                         (Con qué poco,

con qué poquito Dios te apañas, Cristo

bendito; y, qué resuelto

es el aire!).

…………………………….

 

                    Pero, hombre;

la mar bajo tus pies (también la tuya),

se agita:

                  Últimamente,

no es tiempo de certezas, ya Babel

se  frustró y, como te iba

diciendo, yo desisto

que, al fin -menos es nada-,

me alimento del sueño.

                                        Fue dormirme;

se me coló en el alma: aquí y ahora,

                -suelto mi corazón-, ya canto en sueños.

 

 

 

 

 

      EPÍLOGO DELIRANTE

                                           …y dentro el pecho atesora

                                                                                                             (Tirso de Molina)

 

Muy en dentro mi pecho, las montañas,

mi amado, las montañas… Dentro el casco

mi moto: los que fuerdes,

pastores, los que fuerdes…, como un eco

divino.

             ¿Y, quién en dentro

mi lecho? -ya delira

mi alma-, si este brazo

si es mío o no este hombro si tu pierna

(a saber la periferia, no doy una

a derechas).

                       Besa el tiempo

-Roma con Santiago-; besa el tiempo

mi corazón el alba. Vuelo endentro

del águila imperial: qué dulce plano

de ala; totalmente

que sí: santo es el aire

-mi amado las montañas-; totalmente;

y, el agua.

                    Miro endentro

mi buen samaritano que da gusto

lo bien ¡qué limpiamente! aquella oveja

perdida.

                Pero el colmo

los colmos, aquel  padre -en su delirio

de herencias-; aquel padre,

que  vio venir al hijo (qué descanso

de lógica cerril):

                             ¡A pan y agua

de Dios! que, endentro el pecho,

Pascua Florida el alma. Qué descanso:

Pascua florida el alma.

 

                                                                          Antequera,  Abril de 2022 

                                                                             Manuel Vergara Carvajal

 

                                                                     

 

Última postal: La tempestad calmada, Manuel Vergara

 

martes, 26 de abril de 2022

ENFRENTE ABIERTO, DE MANUEL VERGARA

 La penúltima entrega para la sección de Pensamiento del blog Ancile, de nuestro querido colaborador Manuel Vergara, lleva el título de: Enfrente abierto, y nos sigue ilustrando e inquietando sabiamente con sus aproximaciones filosóficas.




ENFRENTE ABIERTO,

DE MANUEL VERGARA



Enfrente abierto, Manuel Vergara



  Querido amigo:

   Esta vez será un texto de Platón el que haga hablar -está por ver-, a ese busto de Sócrates. Buscamos la respuesta a esta pregunta: ¿Es inevitable que toda actividad pensante sea vista sólo como el ping-pong al que juega uno consigo mismo (…que ya son dos), en su almendra mental? ¿Podrías, llegado el caso, ser en verdad uno sólo, lanzándole boleas a lo “abierto”? Es lo que intentamos saber: Un poco de paciencia.

  De Sócrates se habrán escrito cientos, si no miles, de libros; pero un hecho al que apenas se alude tendría mucho más eco si se le escribiera un guion cinematográfico. Sucedió en el cerco a la ciudad de Potidea (guerras del Peloponeso), y lo recuerda -irrumpió en aquel banquete medio ebrio-, su joven compañero de armas; el liante de Alcibíades. Dijo así:

    Habiendo concebido algo en su mente, se había quedado plantado en el mismo sitio desde el amanecer reflexionando, y como no daba en la solución, no cejaba en su empeño, sino que seguía inmóvil buscándola. Era ya medio día y los hombres se habían dado cuenta y, admirados, se decían los unos a los otros: “Sócrates, desde el alba está inmóvil pensando en algo”. Por último, algunos de los jonios, cuando llegó la tarde y hubieron comido, llevaron al exterior sus jergones (era entonces verano), y al tiempo que descansaban al fresco le observaban a ver si permanecía también en pie sin moverse durante la noche. Y en pie sin moverse estuvo hasta que vino el alba y se levantó el sol. Entonces se retiró tras haber elevado una plegaria al sol. (Platón, El Banquete)  


   Es muy de admirar en la diáfana prosa de Platón el modo como administra los tiempos: En torno a Sócrates todo gira en veinticuatro horas, salvo él, que permanece “inmóvil” (dos veces), “en pie sin moverse” (dos veces), “plantado en el mismo sitio”. Entre el alba y el ocaso todo cambia en una secuencia de “ahoras”…, que a Sócrates le son ajenas porque todo su empeño es dar solución a algo que, supuestamente, ha concebido en su mente: “Sócrates, desde el alba está inmóvil pensando en algo”, se dicen  unos a otros los soldados. En esto los testigos (de antes y ahora), son unánimes: eso que hace Sócrates es pensar ¿qué otra cosa pudiera estar haciendo?

Enfrente abierto, Manuel Vergara
   Como el verbo “argumentar” viene de Argos, héroe mitológico griego que tenía cien ojos, la mitad de
los cuales siempre abiertos; tendemos a pensar (antes y ahora, ese no falla), que si alguien está callado y despierto, en su interior tiene cincuenta ojos escrutándolo todo. Y si además está de pie y no acaba, debe tratarse de un problema tan duro de roer que aún no lo ve claro. Nos hemos vuelto incapaces de imaginar que la cabeza no sirva sino para que la abeja argumentosa (Tomás de Aquino) no deje de revolotear en su interior.

  Dos mil años antes de Descartes, y ya nadie dudaba de que una mente permanece en el presente tanto tiempo como tenga algo presente (es decir, a la “vista”), en su horizonte psíquico reflejo que no sabe saber…, sino sabiendo-se: ¿Quién, en esas condiciones pudiera gritar ¡balones fuera! si se lo impide “la pared medianera”?

  Han tenido que venir los poetas a decirnos que el corazón no gustará “la libertad abierta” (Rilke) mientras dure “la más intima de las enemistades”: la que se da, en el interior de la con-ciencia entre el yo sé…, y el yo soy:

                                       A esto se llama destino: estar enfrente

                                       y nada más que esto y siempre en frente.

                                                                                                                      (Elegía VIII)

  Algunos perciben esta situación como llevar el mundo a cuestas: Así experimenta Muñoz Rojas lo que otros llaman “solipsismo”, el hartazgo del yo-mismo en su clausurada almendra:

                                       …si cuando me siento en una piedra en lo alto

                                       no estuviera pensando en mí mismo,

                                       si cuando me visto, me desnudo o me afeito

                                       no estuviera pensando en mí mismo,

                                       no estuviera ahuyentando fantasmas

                                       de mí mismo,

                                       los muchos fantasmas del yomismo

                                       que soy,

                                       si me desenterrara y me rayera

                                       de este yomismo que soy,

                                       quizá sería un hombre libre.

                                                                            (Entre otros olvidos, 12)

  Nuestro paisano ya ha dejado bien claro de qué estamos hablando: de  pared medianera; de lucha por ver del otro lado. Hablemos, pues, de las miradas:

  En un día de playa había una madre dándole el biberón a su bebé junto a su niña (de unos cinco años), empeñada en dárselo ella misma: Como la madre insistía: “¡tú no vas a saber!”, la niña le espetó: “¡Sí; ya tengo la mirada!” y, por un instante se la vio perpleja por lo que había salido de su boca.

Enfrente abierto, Manuel Vergara
  Otra mirada es la que Rilke se llevó de Córdoba cuando iba camino de Ronda: la de una perrita callejera fea, en avanzado grado de preñez (…,) que vino a mí porque ambos estábamos completamente solos. Se le hacía muy difícil caminar y levantó los ojos agrandados de tanta preocupación e intimidad, solicitando una mirada mía (…). Compartió un azucarillo de mi café y de un modo incidental, muy incidental, celebramos la misa juntos (…): La significación y gravedad de nuestra absoluta compenetración fueron ilimitadas” Miradas como esas, que trascienden “hacia lo incomprensible”, justifican nuestra estancia en la tierra: A la postre -dice-, se estará maravillosamente dispuesto para el estado divino (carta a una amiga).

    ¿Por qué no habríamos de aceptar que fuera, éste también, el caso de Sócrates introduciendo
“prácticas religiosas nuevas y poco conocidas”…, porque no tenía bastante -para decir esa “misa” que
celebró Rilke-,  con los dioses del Estado? ¿Y si su “espíritu personal” (daimon) fuera, a pesar de sus palabras, algo más que intuición u olfato…, puramente moral?

  Todo hace pensar que Sócrates tenía ya la mirada: “… más colmada y el corazón sin palabras”: ¿Cómo explicar, si no, esa jornada de Potidea, o el estar dormido la víspera misma de su ejecución? “El aire ensanchado con el vuelo más íntimo” (Rilke) de la divinidad, debía estarle acariciando ya el oído.

                                          ……………………….

  ¿Fue el suyo un paso atrás? Y tan atrás: a un antes…, muy anterior a Grecia: donde, en lo abierto, está la casa del ser: “Íntimos cielos donde es al fin lo mismo saber y ser; creer y bendecir” (María Zambrano, El Hombre y lo Divino)..., porque ese canto ya es ser: Está el oído.

                                           Y era casi una niña y surgía

                                           de esta dicha concorde, canto y lira,

                                           y en sus velos de abril brillaba clara

                                           y en mi oído se hizo ella un lecho.

                                           En mí dormía. Y todo era su sueño.

                                                                                             (Rilke, Sonetos I, 2)

                                                                                         

                               …y yo quedaba

                                diciendo: Esto me viene

                                muy bien; que el invisible,

                                que el invisible venga sin un nombre;

                                sin nombre, totalmente

                                vacío (¡qué me encanta

                                esa vacuidad ligera!). Me entretengo

                                -colmena de lo abierto-, en las anchuras

                                del aire y lo celebro

                                (me toca  el corazón): ¡Bendito seas!





Manuel Vergara



Enfrente abierto, Manuel Vergara




jueves, 21 de abril de 2022

GATOS Y POETAS II, POR TOMÁS MORENO

 La tercera entrega sobre gatos y poesía ocupa un lugar de privilegio en la sección de Microensayos del blog Ancile, con la que tan gratamente nos viene ilustrando el profesor Tomás Moreno, bajo el mismo título de Gatos y poetas II.



GATOS Y POETAS II,

POR TOMÁS MORENO


Gatos y poetas II. Tomás Moreno


Si dirigimos ahora nuestra mirada a la poesía en lengua española comprobaremos que la atención dedicada a los gatitos a lo largo de nuestra historia literaria no le va a la zaga, en calidad y cantidad, a la escrita en otras lenguas foráneas antes revisadas. Desde Lope de Vega (“La Gatomaquia”) a Ramón Gómez de la Serna (gregerías poéticas…); desde Pablo Neruda (“Sueño de gatos”) o César Vallejo (“altura y pelos”) a Félix María de Samaniego (“La vieja y el gato”); desde Herrera Ressing (“El guardabosque”) y Baltasar del Alcazar (“Salir por pies”) hasta Gloria Fuertes (“El gato Pirracas”) o Ramón de Campoamor (“La carambola”) el motivo felino ha dado ocasión para que nuestros poetas, además de lustre literario, pudieran ofrecernos aspectos y perspectivas interesantes y sorprendentes de los gatitos domésticos. Entre ellos es obligado comenzar por el “Fénix de los Ingenios”, nuestro gran  clásico madrileño Fray Félix Lope de Vega y Carpio, que dedicó toda una obra, bien extensa, La Gatomaquia, a ensalzar a sus protagonistas, la gata Zapaquilda y el gato Mízifuf.  De ella seleccionamos o entresacamos este bello, como suyo, Soneto.


SONETO

 

Con dulce voz y pluma diligente,

Y no vestida de confusos caos,

Cantáis, Tomé, las bodas, los saraos

De Zapaquilda y Mízifuf valiente.

 

Si a Homero coronó la ilustre frente

cantar las armas de las griegas naos,

a vos, de los insignes marramaos

guerras de amor por súbito accidente

 

Bien mereces un gato de doblones,

aunque ni Lope celebréis, o el Taso,

Ricardos o Godofredos de Bullon.

 

Pues que por vos, segundo Gatilaso,

quedarán para siempre de ratones

libres las bibliotecas del Parnaso.



Gatos y poetas II. Tomás Moreno



            Seguimos con J. L. Borges, al que le fascinaban desde pequeño, los felinos y los tigres, y que iba al zoológico cercano para admirar la elegancia del tigre, tenía un profundo amor por los gatos. De ellos  Borges dijo una vez: “Nadie cree que los gatos son buenos compañeros, pero lo son. Estoy solo, acostado, y de pronto siento un poderoso brinco: es Beppo, que se sienta a dormir a mi lado, y yo percibo su presencia como la de un dios que me protegiera”. Y también: “Siempre preferí el enigma que suponen los gatos”. Tuvo varios gatos de los que solamente conocemos dos, llamados Odín y Beppo; el primero, un hermoso gato blanco que jugaba con los cordones de sus zapatos y se dormía en su regazo, fue así llamado en honor al dios de la mitología nórdica. Y el de Beppo, un gato atigrado de mal carácter pero que congeniaba con su amo, fue inspirado por Lord Byron, que poseía entre sus cinco gatos, uno de igual nombre, y que según cuentan viajaban con él allá donde fuera. En su obra “La cifra” (1981) Borges le dedicó un poema comentando un suceso en el que un día su gatito se miraba en un espejo y creyó ver a otro gato (un posible rival): “Se llamaba Pepo pero era un nombre horrible, entonces lo cambié enseguida por Beppo, el gato de Byron. El gato no se dio cuenta y siguió su vida” (Información y datos tomados del Blog “Gatos y respeto.org”, de 21 de julio, 2016).

            Si  tuviéramos que elegir un solo poema gatuno, como paradigma o arquetipo de las cualidades del pequeño felino, ese sería, sin duda, el titulado “A un gato” de “El oro de los tigres” (1972).


A UN GATO

 

No son más silenciosos los espejos

ni  más furtiva el alba aventurera;

eres, bajo la luna, esa pantera

que nos es dado divisar de lejos.

Por obra indescifrable de un decreto

divino, te buscamos vanamente;

más remoto que el Ganges y el poniente,

tuya es la soledad, tuyo el secreto.

Tu lomo condesciende a la morosa

caricia de mi mano. Has admitido,

 desde esa eternidad que ya es olvido,

el amor de la mano recelosa.

 En otro tiempo estás. Eres  el dueño

De un ámbito cerrado como un sueño.

 

            Pero como podemos elegir alguno más ahí va este dedicado a “Beppo”, de igual título, incluido en La cifra (1982): 


BEPPO

 

El gato blanco y célibe se mira

en la lúcida luna del espejo

y no puede saber que esa  blancura

y esos ojos de oro que no ha visto

 nunca en la casa son su propia imagen.

 ¿Quién le dirá que el otro que lo observa

 es apenas un sueño del  espejo?

 Me digo que esos gatos armoniosos,

 el de cristal y el de caliente sangre,

 son simulacros que  concede al tiempo

 un arquetipo eterno. Así lo Afirma ,

 sombra también, Plotino en las Ennéadas:

 ¿De qué Adán anterior al paraíso,

de qué divinidad indescifrable

somos los hombres un espejo roto? 

 

Gatos y poetas II. Tomás Moreno

            El genial poeta andaluz Rafael Alberti conservó su alma de niño grande para recuperar alguna de sus vivencias infantiles una vez transterrado al exilio de Roma. En su edad madura, y con su gracia gaditana y su enorme talento literario, nos dejo en este delicioso poema una crónica burlesca de algo tan propio  entre gatos y ratones como una nocturna jornada de caza.

GATOS GATOS y GATOS y MAS GATOS

 

Me cercaron la alcoba en que dormía.

Pero gato que entraba no salía,

Muerto en las trampas de mis diez zapatos.

Cometí al fin tantos asesinatos

Que en toda Roma ningún gato había,

Mas la rata implantó su monarquía

Sometiendo al ratón a sus mandatos.

Y así halle tal castigo, que no duermo,

Helado, inmóvil, solo, mudo, enfermo,

Viendo agujerearse los rincones.

Condenado a morir viviendo a gatas,

En la noche comido por las ratas

Y en el amanecer por los ratones.

 

            El poeta y  escritor  peruano Eduardo Chirinos,  de la generación del 80, profesor de Literatura Hispanoamericana en varias Universidades estadounidenses (Filadelfia, Pensilvania, Montana) perteneció, con los también poetas peruanos José Antonio Mazzotti y Raúl Mendizabal, al conocido grupo denominado “Los Tres Tristes Tigres”. Su afinidad con los felinos, a pesar de su retorico rechazo de los mismos, se manifiesta en este precioso poema a ellos dedicado en el que nos  ofrece todo un pertinente, perfecto epítome de las más célebres y significativas poéticas gatunas, desde Baudelaire, Lope de Vega y Lewis Carroll, hasta Perrault, Roberto Carlos y Natsume Soseki. Falleció tempranamente a los 55 años en los Estados Unidos y es considerado como uno de los grandes poetas hispanos del siglo XX. Su poema tiene como título: 

 

GATO NOCTURNO DESTRUYE SU LEYENDA

 

No sé si me gustan los gatos. Tampoco

Si me gustan los perros. Jamás he tenido

Mascotas en casa (tampoco niños), pero

Un gato me visita siempre por las noches.

“Debes ser el gato de Baudelaire, le digo.

Veo tus místicas pupilas, tus ojos de metal

Y ágata mirarme a través de la oscuridad”.

Pero el gato no responde: “Entonces eres

Micifuz el extranjero o Marramaquiz 

el que araña las bibliotecas del Parnaso”.

Pero el gato estira sus lomos sin decirme

Nada. “¿Has visto acaso de Cheshire

y no entiendes español?, ¿acaso apareces

y desapareces y muestras de noche tu

sonrisa sin gato?” Pero el gato, pardo

como todos los gatos, ni siquiera sonríe.

 Pruebo entonces con el gato con botas,

con el gato triste y azul que nunca se

olvida, con el gato filósofo de Natsume

Sosecki “que aún no tiene nombre”. Pero

El gato levanta su cola, da media vuelta y

Se marcha indiferente, hacia la noche fría.

           

            Con su habitual retranca gallega, y lacónico estilo, este poema de Miguel D’Ors  ----uno de los pocos “poetas mayores” con los que hoy cuenta la poesía española, y no por su edad, sino por su indiscutible calidad--- refleja a la perfección la forma de comportarse del félido doméstico, adormecido, comodón, arisco, sorpresivo indiferente  y “muy digno”. Pertenece a uno de sus últimos libros publicados Átomos y Galaxias, Renacimiento, Sevilla MMXIII, su título, revela la concreción con la que está escrito: “Gato”.

GATO

 

Un gajo de pasillo

dorado por el sol

de invierno, una quietud

de silencio y calor

y el gato arrebujado

de sueño en el rincón:

una bola de pelo

blando y cálido. No

se oía ni una mosca

en toda la región.

Alejado del mundo en mi beato sillón,

Con el sueño del gato

Casi me duermo yo.

 

De pronto, sin ninguna

aparente razón,

el gato abrió sus ojos

de color de limón,

movió una oreja, se

puso en pie, bostezó

con todo el cuerpo,

como solo los gatos lo

hacen, se dio la vuelta

muy digno, levantó

de una forma insultante

la cola y se marchó,

sin despedirse, hasta

la próxima ocasión.

 

            Seducidos, conjuntamente, por los gatos y por los niños,  una serie de poetas singulares ha sabido elevar la literatura infantil y adolescente al nivel de pequeñas pero espléndidas obras de arte, con un plus de imaginación, ternura y candidez. No desmerece esa literatura infantil y juvenil, por su sencillez, sensibilidad y pulsión moralizante y/o didáctica, de cualquiera otra orientación literario-formal o género literario canónico. Su calidad sustantiva en nada disminuye por aquellos lectores u oyentes a los que se dirige: los niños y los lectores más jóvenes. Recordemos únicamente que poetas y escritores tan grandes como J. R. R. Tolkien, James Matthew Barrie, Michel Ende, Julio Verne, Mark Twain, T. S. Eliot, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Miguel Hernández, García Montero etc. han escrito libros a ellos dedicados: coplas, canciones, nanas, cuentos, relatos, fábulas, apólogos, poemas, e incluso tratados didáctico-poéticos que forman parte de la cultura popular y también de la cultura denominada culta o académica.

            Nos referiremos aquí exclusivamente a aquellos que han dedicado una parte, por pequeña que sea, de su producción a escribir relatos, poemas, textos referidos a felinos o protagonizado por los gatos. El primero de ellos es Miguel Hernández, el poeta de Orihuela, inolvidable autor El rayo que no cesa (1936) y, en lo que aquí nos interesa, de  Nanas de la cebolla (1939), canciones de cuna dedicadas a su segundo hijo, Manuel Miguel, mientras se encontraba encarcelado en la prisión de Torrijos. Sabemos por una noticia de prensa (de la periodista Martina Brown en El Español, del 15 de marzo de 2017) que en sus últimos días, mientras estuvo encarcelado en la cárcel de Alicante, pudo conocer a este, su segundo hijo, tras las rejas de la prisión, y que incluso llegó a escribir a lápiz, y en pequeñas hojas de papel higiénico, cuatro preciosos cuentos dedicados también, como las Nanas, a él, a “Manolillo” como Miguel lo llamaba: “El potro obscuro”, “El conejito”, “Un lugar en el árbol” y “La gatita Mancha y el ovillo rojo”. Primorosamente escritos. En el último cuentecito versificado, y de intenso sabor y saber popular, la protagonista felina trata de escapar de una cárcel de algodón. Cuando, asustada, logra huir dice: “¡Fus! ¡Fus! ¡Parafus! / porque el gato más valiente, / si sale escaldado un día / huye del agua corriente, / pero, además, de la fría”. Este fue el tierno homenaje que este poeta sin igual ofreció antes de morir  a su hijito y a la gata de su cuento.

            Si Miguel Hernández se muestra tierno con los niños y con los animales, no menos tierna y sensible se manifestó en sus lindos poemas Gloria Fuertes, de la “Generación del 50”. Esta inmensa humilde poeta, fallecida en Madrid en 1998, conocida como “la poeta de los niños”, dedicó prácticamente toda su prolífica producción literaria, caracterizada por la alegría, el humor, el espíritu de juego, a los niños y niñas de su pueblo (Madrid: España). Tuvo además la virtud de explorar en sus textos las posibilidades del lenguaje para destruir prejuicios y descubrir en lo popular, y en el “habla” infantil y de la gente común, riquísimas dimensiones de lo real ocultadas a presuntuosos, estirados o pedantes. Leídas con mirada de niño y con espontánea inocencia, sus versos nos hacen reír y llorar, pensar y emocionarnos. Lo que ya es algo: más no se le puede pedir a la Poesía. El poema gatuno elegido en este caso es:

EL GATO PIRRACAS

El gato  Pirracas estaba helado,

El gato Pirracas vivía en el tejado.

La gata Timotea con las patas se asea,

La gata TImotea vivía en la azotea 

“¡Bájate conmigo gato!; salta, gato, no seas pato”

“Tengo comida de lata”, le dijo la gata.


 

Gatos y poetas II. Tomás Moreno



Francisco Acuyo  creador y gestor de este blog literario Ancile y  discípulo,  admirador y amigo del gran poeta granadino, de Albolote,  Antonio Carvajal*, es un amante incondicional de los gatos. Actualmente goza de la compañía de siete gatos con nombre y “personalidad” propias: Marramaquiz, Zapaquilda, Zoraida, Friz, Mar, Timoteo y Carpincho. Dos están en su piso “granaíno”, los otros cinco en su casa de campo. Autor de una docena larga de libros de poesía y de media docena de ensayos meta-literarios en su mayoría. Entre sus libros podemos destacar Los Principio del tigre (1997 y Haikus de la Alhambra (2014). Como poeta yo lo calificaría como  “jánico” (de “Jano bifronte”, el dios griego poseedor de dos frentes o caras que miraban en dirección opuesta). Es, en este sentido, un autor ambivalente: por una parte un poeta de culto, clásico, hermético a veces, habitualmente juanramoniano en busca de la  pureza poética esencial y orfebre del lenguaje siempre, caracterizado por una utilización del barroco gongorino, que es clave en su identidad poética. Y por la otra, poeta popular que domina las formas y métrica de la poética andaluza desde las letrillas gongorinas hasta las distintas formas de la copla; desde la poesía japonesa, el  haiku, tan cercana al flamenco, hasta el romance tradicional, que domina a la perfección, “romancista consumado” en opinión de  Rosa Navarro Durán. Desde que lo conozco, alterna, sin solución de continuidad, ambos perfiles.

            De Francisco Acuyo hay que resaltar, para los fines de este ensayo, especialmente su poemario De Feles Dignitate-Gatodicea- o El coloquio de los gatos, aun no publicada, dedicada por entero a los gatos y dirigida al solaz, la sonrisa y la edificación de los niños (y de los mayores). Una composición poética que, sin ser una remake, ni un pastiche, ni tampoco una burda imitación, sí recuerda ---en su formato e intertextualidad, en su denominación e intencionalidad--- a dos de los libros pioneros sobre gatos y perros, de la literatura española y occidental: La Gatomaquia de Lope de Vega  y El coloquio de los perros de Cervantes. Diálogo o coloquio delicioso, en el que se pone de manifiesto esa veta de ternura hacia la infancia y también ese amor a los animales, especialmente al felino doméstico, que no contradice, para nada, la  otra vección profunda filo-sófica y filo-científica de su producción literaria y de su personalidad intelectual. Consta de XVII apartados precedidos por una Nota Introductoria, en donde explica las circunstancias y motivos de su creación, y por dos sonetos (I. Marramaquiz y II. Zapaquilda) más XV poemas dialogados, que constituyen y configuran un bello y largo Poema en el que sus gatos intervinientes transmutan sus rasgos felinos en humanos transformándose en gatos-filósofos, que asumen en sus argumentaciones y diálogos, modos de pensar propios de los pensadores de todos los tiempos (socráticos, platónicos, aristotélicos, cartesianos, empiristas y hasta kantianos). Leamos, pues, con atención estas dos muestras de su libro, un Soneto sobre el gato Marramaquiz y un fragmento de la disquisición metafísica de un filósofo-gato de nombre Benito Espinosa:

 

MARRAMAQUIZ

 

De lamerse después en el tejado,

Marramaquiz prudente, sabiduría

de lo celeste y lo profano hacía

en honda ontología ensimismado.

 

Abundante y profunda en la innombrada

agenda hiciese y diligente guía

de ciencia: intelectual orfebrería

donde quedó el saber a su cuidado.

 

Acuden en tropel, no obstante, dignos,

serios, disciplinados pensamientos

que hablan sobre el silencio de los signos

 

inveterados de sapiencia viva,

que levantan, diríase, monumentos

de conciencia felinos reflexiva.

 

 

POEMA XI (fragmento)

 

“Si disperso o junto,

seguro o accidental,

 caprichoso  constante,

 sujeto o bien objeto,

 eterno o bien efímero al instante,

 la faz del mundo no sería nunca la misma

hasta el mundo en que el gato

sionista, dicen que marrano,, si

bien de muy pura de bengala raza –y discreto-

que al nombre respondía de Arrebato,

castigo y plaga del sofisma

todo en su ópera póstuma transforma,

así filosofía fue la cara

ciencia donde de grado el panteísmo

más elevado, no el humano,,

sino aquel que este gato mismo

en el mundo universo elaborara.”

 

Dicho esto y, ya encorvado

Primero el lomo y, luego, prolongado

ad infinitum, félida y elástica estructura,

se despereza cual

luenga fuese y flexible su figura

y entonces, tras un rato bostezando

prosigue con la línea del discurso:

“Observen la sustancia

en presta vigilancia,

y el atributo y su conato,

vean qué personal

filosofía de la vida

hace, donde el amor intelectual

se mira en Dios, y en forma no fingible

hubiera de mirarse cada gato”.”

 

            Como colofón de esta aproximación poético-sentimental a los félidos peludos  ningún homenaje más delicado y cariñoso que este poema de Rosaura Álvarez, poeta granadina (nada menos que del Albaicín, que imprime carácter), una de las poetas más representativas del panorama literario granadino, en el que abundan numerosas y excelentes mujeres poetas. Pertenece a la Academia de Buenas Letras de Granada, profesora de Historia del Arte y  exquisita artista con una privilegiada formación musical pictórica y literaria que se ha reflejado felizmente en su obra poética e intelectual y en su elegante y lúcido talante  personal. Entre su muy extensa y variada obra destacan: De aquellos fuegos  sagrados (Granada, 1988), edición al cuidado de Antonio Carvajal; y  Lumbres apagadas (2012), poemario con el que inicia una nueva etapa de “poesía esencial, desnuda”en su trayectoria poética, oscilante entre el arrobo de la espiritualidad religiosa y de la mística y el esplendor poético del arte y de la búsqueda de la belleza. En el texto poético que seleccionamos ---un absolutamente perfecto poema--- Rosaura nos ofrece con emoción contenida,  una tierna despedida de su gatito, llena de lírico sentimiento e impregnada de una nostalgia que nos interpela y conmueve profunda y fuertemente.


FELINO MÍO

 

Felino mío, no te empeñes:

Tus saltos ya no tienen eficacia,

tampoco gracia. Andas ya

de despedida, como el débil sol

en el ocaso. Rondas el jardín

como antaño lo hacías,

mas no tienes el gentil gesto,

prestancia del pisar, avizorar

del instante la presa sabrosísima

que tu ser gozaba.

 

Felino mío

tu mirar brumoso,

tu desgastado olfato,

tu lentitud… denuncian

el sol en el poniente,

tu luz despavorida,

aquella deleitosa luz de ayer

para atrapar a un pájaro. 

 

Tomás Moreno

 

*El gran poeta granadino Antonio Carvajal ---considerado por la crítica más prestigiosa y exigente  como uno de los más grandes poetas españoles de nuestro tiempo---  en una reciente y memorable presentación de una muestra antológica de su obra en la “Ciudad ilustrada” (de la editorial Entorno gráfico), celebrada  en la Librería Picasso de Granada ---  confesaba que el título de su primer y deslumbrante libro Tigres en el jardín, de 1968, le fue sugerido por la algarabía que formaban por la noche  las gatas en celo –esos como pequeños felinos/tigres--- en el jardín de su casa de Albolote, lo cual es, sin duda alguna, un nuevo y recién descubierto  timbre de gloria en el haber de los  pequeños felinos alboloteños, que  propiciaron su inspiración, o le dieron ocasión a crear tal espléndida joya literaria.




Gatos y poetas II. Tomás Moreno