martes, 12 de abril de 2022

ORFEO TRIUNFA SOBRE EL ABISMO, DE MANUEL VERGARA

 Nueva entrega para la reflexión que nos brinda nuestro sabio colaborador y amigo Manuel Vergara para la sección de Pensamiento del blog Ancile, esta vez bajo el título: Orfeo Triunfa sobre el abismo.


ORFEO TRIUNFA SOBRE EL ABISMO,

DE MANUEL VERGARA 

 

 

Orfeo Triunfa sobre el abismo. Manuel Vergara

 

  ¿De qué puede salvarnos el canto? A Orfeo le sirvió para rescatar a su amada, la ninfa Eurídice que, mordida por una serpiente (es el momento de esa bella postal de Edward J. Poynter), había bajado al mundo de los muertos. Hasta allí la siguió el enamorado que, seduciendo con su canto a Hades y Perséfone, logró de éstos la vuelta al mundo de los vivos. Con una sola condición: que el enamorado no se volviera a mirarla hasta haberla tenido a la luz del sol. Pero éste lo hace un instante antes, -tenía aún un pie a la sombra-, y ella se desvanece como un sueño.

  A partir de ahí, las especulaciones del moderno psicoanálisis; y, el pesimismo del viejo Platón al respecto de la poesía. Pero no es ni mucho menos el único; de ahí que uno se pregunte: ¿por qué tanta desconfianza con ella? ¿No es, en definitiva un legítimo el deseo…de aire?

  Ya adelantamos que Rilke, nuevo Orfeo, se ofrece incluso a salvar a aquel que no sabe cómo salir del abismo:                            

“Llámame en aquella de tus horas

                           que te resiste inacabablemente:

                           suplicando cercana como el rostro

                           de un perro, mas después se da la vuelta

                           cuando piensas que al fin la has comprendido:

                           Lo que se zafa así es lo más tuyo.

                           Somos libres (…)                                                        

Orfeo Triunfa sobre el abismo. Manuel Vergara
El poeta no puede olvidar, ya lo vimos, la mirada implorante de aquel perro de Goya, porque retrata lo  espontánea que surge en nosotros la demanda de socorro (…Temerosos buscamos un soporte). Por eso se ofrece al lector (Llámame…), con su propuesta que viene a decir más o menos: …, no temas que se te escape el sentido de la vida y la muerte: Que te veas desbordado y expuesto al abismo sin
respuesta,… ¡eso es liberador!

Pero ¿de qué y, cómo?

Este mismo texto, leído por los filósofos existencialistas, se convierte en la pesadez del siglo, pero afortunadamente Rilke es un grandísimo poeta que sabe lo que estos pensadores afines sólo empiezan a entender -si acaso-  cuando callan; que somos:

                             Justos tan sólo allí donde alabamos,

                            pues, ay, el hierro somos y la rama

                            y el dulzor del peligro que madura     

                                                                              (Sonetos a Orfeo 2, XXIII)                                                                                 

   Para poetas como Rilke, la esencia de la poesía -de la llamada poesía esencial-, es inseparable del carácter efímero (¡ser a la vez, hacha y rama…!) e inesencial de nuestra existencia. Porque eso es, paradójicamente, lo que dota de infinita hondura (“dulzor…”) al canto.

   ¿Hay alguna razón -pregunta el poeta- para pasar así (como humanos),…el plazo de nuestra existencia” (Elegía IX)? Desde luego, no porque haya felicidad; esta ventaja prematura de una pérdida cercana

                                                                        (…) sino

                           …porque estar aquí es mucho, y porque parece

                          que nos necesita todo lo de aquí, esto que es efímero,   

                          que nos concierne extrañamente. A nosotros, los más

                          efímeros. Una vez cada cosa, sólo una vez. Una vez

                          y  ya no más. Y nosotros también una vez. Nunca más.

                          Pero este haber sido una vez, aunque sólo una vez

                          haber sido terrestre, no parece revocable.  

                          Y por eso nos damos prisa y queremos llevarlo a cabo,

 

  La prisa… por saber qué llevar a cabo: ¿qué vale o no la pena? Desde luego, nada de lo que en el mundo interpretado ha ocurrido, hemos visto, poseído, sabido o consabido. Si acaso, los dolores, la pesadumbre, la larga experiencia del amor, porque no va a caber nunca otra cosa:

            …, en la mirada más colmada y el corazón sin palabras. 

  ¿Qué te parece? ¿¡Se ha dicho nunca nada más hermoso!?

 Estar aquí ya es mucho si logramos eternizar -interiorizar amorosamente-, lo existente. Es más: Queremos llegar a serlo. En esto consiste el decir poético; en traer una palabra conseguida, pura. Pues:

                          Estamos aquí tal vez para decir (…) pero para decir,

                          compréndelo, oh para decir así, como ni las mismas cosas

                          nunca en su intimidad pensaron ser (…)

                          Aquí es el tiempo de lo decible, aquí su país natal.

                        Habla y proclama. Más que nunca van cayendo las cosas,                                                                                                        

                            (…)

                           Y estas cosas, que confían en que podamos salvarlas,

                           nosotros, los más perecederos, nos confían algo que salva,

                           a nosotros, los más perecederos.

                           Quieren que las transformemos del todo en el corazón

                           invisible ¡en -oh infinitamente- en nosotros! Da igual

                           quienes seamos al fin.                        

                           Tierra, ¿no es esto lo que tú quieres: invisible

                           resurgir en nosotros?(…)

                           ¿Qué es sino transformación la tarea que impones

                           apremiante? Tierra, amada, yo quiero (…)

                           En todo tuviste razón, hasta en tu santa ocurrencia

                           de la muerte. (…)

                           Existencia rebosante surge en mi corazón.

                                                                                                                     (Elegía IX)  

    ¡Estar aquí ya es mucho! dice el poeta, si se hace entrar al mundo entero en la mirada más colmada y el corazón sin palabras (me repito, no lo siento). Este es el salvar las cosas…que nos salva. Se trata sobre todo de esas cosas…, que ahora, más que nunca van cayendo (…)

             lo sencillo, lo que, configurado de generación en generación,

             vive como cosa nuestra, a mano y en la mirada

Todo aquello que está desapareciendo bajo el hacer sin imagen de la técnica deshumanizadora:                  

                            Entre los martillos aguanta

                            nuestro corazón, como la lengua

                            entre los dientes, que, no obstante,

                            sin embargo, sigue siendo la que celebra.

Orfeo Triunfa sobre el abismo. Manuel Vergara
  La tarea interiorizadora del corazón se ve dificultada porque la transformación técnica moderna (los martillos) ha desposeído a los objetos de la vida…; de ese algo de espíritu (aire…) que se les daba en el
hacer artesanal. En todo ha habido una muerte de Dios (incluso, de dios). Aún así, el corazón aguanta y celebra, pues: Todo esto era misión (Elegía I).

  La misión del poeta, dicen los teóricos, es la de: …iluminar nuevas zonas de la realidad y dotarlas de significado, porque las cosas no existen como realidades plenas, hasta que la mirada del poeta -convirtiendo las cosas en conciencia- no las ilumina (Antonio Santamaría Ruiz, en “Juan R. Jiménez: la poesía y lo divino”) (¡Vaya por Dios, otra vez con la “mirada”¡: “estamos aquí tal vez para decir / pero para decir, entiéndelo…” La obra de los ojos es otra)

 No se trata de una forma cualquiera de conciencia, ya que:

                  “(…) el gozar en plenitud

                   de conciencia amadora,

                   es la virtud mayor que nos trasciende”

                                                                   (JRJ, Soy animal de fondo)       

  Pero esta pretensión poética de estar salvando la realidad al interiorizarla amorosamente… le parece vana a Platón; pues, a su juicio (y del Evangelio) no hay salvación más que al precio de la propia vida, y:

"…a dar la vida por otro únicamente están dispuestos los amantes (…) En cambio, a Orfeo, el hijo de Eagro, le despidieron del Hades sin que consiguiera su objeto, después de haberle mostrado el espectro de la mujer en busca de la cual había llegado, pero sin entregársela, porque les parecía que se mostraba cobarde, como buen citarista, y no tuvo el arrojo de morir por amor como Alcestis, sino que buscóse el medio de penetrar con vida en el Hades …” (Platón, El Banquete) 

  Tiene gracia eso de la cobardía del citarista. Pero, ¿¡hemos de aceptar que esta brega del poeta (Orfeo)  para traer al mundo una palabra conseguida, pura (Rilke) que logre tomar el puesto de toda esta nombradía (JRJ),… no consigue más que un espectro de realidad!? ¿Eso es todo?

 ¿¡Acaso eso que el poeta llama “dios, es poco más que una proyección narcisista de su propia conciencia poética; es decir “el yo del poeta gozosamente salvado ya en su obra” como se ha dicho de JRJ!?

  ¿¡Puede una conciencia amadora que dice estar “anidada por dios / nido de entraña  ser un nido vacío!? ¿Acaso al “yo” del poeta que pasó la vida “en lucha hermosa de amor / lo mismo que un fuego con su aire” (JRJ), con el “tu” del mundo y de “dios”…, le puede decir Platón (y tantos otros) que no ha sacado del abismo más que un simulacro de divinidad!?

   ¿Acaso es un fantasma aquel al que el poeta se dirige así?:

                   Y yo sé que te pienso

                    de la mejor manera que yo puedo y quiero,

                    en verdad de belleza”           

                                                            (JRJ, Dios deseado y deseante)

Orfeo Triunfa sobre el abismo. Manuel Vergara
   Pues ¡es increíble la de reparos que se tiene con estas voces! y no sólo por parte de Platón. Y, sin embargo, todos los que, a su manera, han experimentado lo inefable “en verdad de belleza”, señalan en la buena dirección, quiere uno creer… Pero: ¡sólo se les entiende, si no se empeña uno en pensar con la cabeza! Porque, como afirma María Zambrano (El hombre y lo Divino): la relación inicial, primaria, del hombre con lo divino no se da en la razón, sino en el delirio.

  ¡Menos mal! Por eso, a un hombre que puede decir:

                            Se me ha atesorado

                             dios como un hallazgo” (JRJ

 …, no hay que preguntarle si se trata sólo de un hallazgo poético. Hay que dejarle en su delirio creador, sin dudar de él como un inquisidor malafollá, cuando afirma que “lo poético lo considero como profundamente religioso, esa religión inmanente sin credo” (Ob. cit.)

                                       ………………………….

   Aún siendo verdad que: “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Juan,15,13 ¡y, Platón!), y teniendo Jesús “el arrojo de morir por amor”… mientras que el poeta “buscóse el medio de bajar con vida al Hades”, esta bajada no habría sido del todo en vano si le aplicamos la vara de medir con que argumentó Simone Weill (y S. Agustín):  ¡Si algo te atrae de verdad, tiene que ser verdad! Pues bien: el poeta es atraído por la necesidad de interiorizar la realidad…, amándola; de hacerse uno con ella, decirla: ¿No te parece?

  Hay, desde luego, una diferencia entre “el decir” y la “Palabra”; pero…, en su delirio, el poeta dice al menos esto: ¡No he bajado al abismo con la cabeza fría! ¿Y, qué nos ha traído?: Nos trae la conciencia de que el poeta es necesario en “tiempo de penuria” (F. Hölderlin, retomado luego por Heidegger): Tanta es ésta; que, -aún faltándonos Dios-, ni se percibe este hecho como falta ¿Será, también éste, un tiempo de poetas?




Manuel Vergara

 

 

Orfeo Triunfa sobre el abismo. Manuel Vergara

 

 

 

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