viernes, 8 de enero de 2021

EL TIEMPO ANTE LA LÓGICA DE LA FE EN UN ETERNO PRESENTE

Traemos para la sección Pensamiento del blog Ancile una nueva entrada que lleva por título: El tiempo ante la lógica del fe en un eterno presente.


El tiempo ante la lógica del fe en un eterno presente. Francisco Acuyo





EL TIEMPO ANTE LA LÓGICA


DE LA FE EN UN ETERNO PRESENTE

 


Cuando un personaje del talento y profundidad espiritual de Gödel llega a conclusiones filosóficas de tan hondo calado desde la ciencia física,[1] cuestionando la realidad del tiempo, para distinguir lo que es ahora de lo que no es, e inferir que, el tiempo, tiene sólo la trascendencia de una obstinada ilusión[2]. La naturaleza de la existencia humana parece obtener un significado harto especial con el ahora, incluso para un positivista recalcitrante como lo era Karnap, ahora, para quien todo indica que la misma física no puede hablar.[3]

            Las relaciones de esa creencia ¿extraña? en un hombre de ciencia moderno no deja causar estupefacción para el científico netamente positivista. Indagar en la física para concluir filosóficamente, primero, y trascendentemente después, para mostrar al mundo las profundidades del ser y el tiempo[4] y establecer una vertebración muy necesaria entre el conocer y el ser (la epistemología y la ontología). Acaso la intuición de lo trascendente pone en equilibrio ambas formas de entender el mundo.

            Para saber qué es lo que queda del tiempo después de la teoría de la relatividad es necesario reconocer los límites de los métodos formales para poder entender y considerar correctamente las intuiciones derivadas de dichos conceptos intuitivos. Los casos límite (como puede ser el tiempo como ahora trascendental) llevan al desarrollo de Gödel de una fórmula demostrablemente indemostrable, pero intuitivamente verdadera,[5] donde los viajes en el tiempo son posibles (en los universos de Gödel), pero porque el tiempo es inexistente.

El tiempo ante la lógica del fe en un eterno presente. Francisco Acuyo

            La diferencia entre lo formal y lo intuitivo se traslada al concepto mismo de tiempo que llevará a la idea trascendental de que sólo el presente existe en realidad, como una suerte de capas de ahora que vienen a la existencia de manera sucesiva.[6] La consecuencia más asombrosa de esta indagación será que este universo hipotético sin tiempo, aunque no case con lo que entendemos grosso modo por tiempo real, se eleva como una posibilidad manifiestamente posible porque es lógicamente necesario, y por tanto real.

            Es muy digno de reseñarse que esta posibilidad que lleva a lo real es un fundamento capital para establecer un argumento ontológico, de importancia enorme para buscar un fundamento racional de la fe (véase San Anselmo, Descartes y Leibniz). Gödel llega a conclusiones similares a través de su razonamiento de la posibilidad de lo trascendente para llegar a lo trascendente mismo.

            Podemos afirmar que en virtud de las dos grandes revoluciones conceptuales del siglo XX (el destronamiento de la física clásica por gracia de la incertidumbre de Heisenberg y los fundamentos establecidos por Kurt Gödel en matemáticas[7] expreso en su teorema de la incompletitud, y que a tenor de ellos muy bien podía haberse llegado a la superación definitiva del positivismo cientifista, abriéndose nuevas perspectivas para la comprensión de la intuición de lo trascendente.

            En próximas entradas del blog Ancile abundaremos sobre esta cuestión y otras relacionadas que son de seguro provecho y mucho interés.

 

Francisco Acuyo

 

           



[1] Concretamente de la teoría de la relatividad, de su caro amigo Albert Einstein.

[2] Kurt Gödel, en Fölsing, A.: Albert Einstein, Penguin Books, Nueva York,1998, pág. 741.

[3]  Karnap, R.: Autobiografía intelectual, Paidós Ibérica, Barcelona 1992, pág. 37-63.

[4] Yourgrau, P.: op. cit. pág. 147.

[5] Ibidem, pág. 150.

[6] Ibidem, Pág. 165.

[7] Dyson, F.: De Eros a Gaia, Tusquets, Barcelona 1994, pág. 264.




El tiempo ante la lógica del fe en un eterno presente. Francisco Acuyo


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