jueves, 3 de diciembre de 2020

SOBRE LA NATURALEZA DE LOS DIOSES

Con el título de Sobre la naturaleza de los dioses, editamos un nuevo post para la sección Pensamiento del blog Ancile.


SOBRE LA NATURALEZA DE LOS DIOSES



Sobre la naturaleza de los dioses, Francisco Acuyo



Desde el Cicerón cristiano1 de Lactancio hasta nuestros días no han faltado apologetas y detractores de los dioses. También sobre qué sentido mantiene la fe o la piedad en la devoción de esta o aquella práctica religiosa. Con otras no menos profundas razones podemos trazar interrogantes nuevas que pongan en franca relación el fenómeno de la fe y la existencia de Dios. No entraremos nosotros en estos capítulos sobre el concepto de fe desde una óptica antropológica (o ética o interpersonal) relativa a sus fenómenos fuera del ámbito netamente religioso ¿Es posible una fe religiosa sin la divinidad explícita de una determinada confesión religiosa? O, mejor ¿Es posible tener fe en la realidad de la trascendencia? O ¿Acaso no es lo es lo mismo Dios que trascendencia?

Si atendemos a lo que explicita el Nuevo Testamento como fe en correspondencia con la garantía de bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven2 está directamente vinculada a la fe en Dios (omnipotente, omnipresente y omnisciente) y por tanto en su indubitable existencia. En el cristianismo esta fe esta teológicamente desarrollada en virtud a una serie de características que la hace posible y real como un don que está en íntima ligazón imbricado con la libertad de aquel que está investido por su gracia. Es de muy digna consideración en esta corriente religiosa, vincularla a la inteligencia (Un hombre inteligente confía en la Ley y la tiene tanta fe como a un oráculo divino)3 y la voluntad humanas («¡Si puedes...!», respondió Jesús. «Todo es posible para el que cree». Inmediatamente el padre del niño exclamó: «Creo, ayúdame porque tengo poca fe»),4 las cuales pueden buscar legítimo amparo en los principios de la razón y que puede fortalecerse a tenor de la experiencia de esa misma fe. La concomitancia de la fe profunda con una suerte de singular conocimiento es acaso lo que resulta más interesante y a la vez enigmático y paradójico (por aparentemente irracional)5 de aquella, sin olvidar el aspecto liberador de los individuos como otro de los fundamentos de la misma fe.

Hoy más que nunca tendremos que reconocer que le imaginario religioso6 se encuentra en una profunda crisis que pone en evidencia que la cuestión no es un problema de fe, sino que, si enlazamos a esta con la idea de Dios, debemos aclarar qué es lo que queremos decir cuando hablamos de Él; asunto que tan debatido que si nosotros siguiésemos esa senda en nuestras indagaciones, sin duda que no traeríamos nada nuevo al respecto como a sus impugnaciones sobre su esencia, sus predicados y atributos.7 No debe resultar extraño ver a la fe como una excepcionalidad en mundo ateo o declaradamente agnóstico que acaso no encuentra una clara fundamentación sino es por la profunda ignorancia social en nuestros días sobre la misma naturaleza de la religión, desconociendo, por ejemplo del mismo cristianismo que basa su razón de ser cristiano y por tanto de su fe en la razón y conveniencia de ella misma y su implicación cultural y social de sus fundamentos de certidumbre y convicción de su creencia. Y lo más difícil para nuestro propósito investigador, extraerse de las consecuencias ideológicas e incluso políticas que puede conllevar una determinada, cuestión que sería digna de investigarse en otro estudio y que no está en el ánimo de este, pues a los que a nosotros nos subyuga es la razón y origen de ese compromiso personal del que cree forzado en su fuero interno a responder o al menos afrontar interrogantes inevitables: ¿A qué nos referimos cuando pensamos en Dios? Como seres frágiles y limitados en nuestra mortalidad ¿cómo podemos entender su realidad y su manera de comunicarse con nosotros? ¿podremos comprender la situación de su Ser Absoluto con el devenir contingente y desgraciado de nuestra existencia?...

Con estas interrogantes interrumpiremos esta entrada para continuar la siguiente invitando a una reflexión bastante interesante, nos parece, que no por vieja de ser inevitablemente actual. Intentaremos si no dar respuestas, al menos mostrar con estas preguntas un motivo para la reflexión sobre lo más fundamental que angustia y preocupa al ser humano: su sentido y significado en este mundo.


Francisco Acuyo



Fueron muchos apologetas cristianos los que vieron en Cicerón un vigoroso detractor del politeísmo pagano (Tertuliano, San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo...)
Heb. 11, 1.
Ecli, 33, 3.
Mc, 9, 22-24 tanto en favor como
Estrada, J.A.: ¿Qué decimos cuando hablamos de Dios?, Trotta, Madrid, 2015, pág. 13.
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe». Tomas respondió: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!». Jn 20, 27-29.
7 Ibidem, pág.14. 

Sobre la naturaleza de los dioses, Francisco Acuyo


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