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Siguiendo con las entradas sobre la alegoría de la caverna platónica, en nuestra sección, Microensayos, del blog Ancile, traemos un nuevo post elaborado por el profesor Tomás Moreno, y que lleva por título: La alegoría de la caverna en el cine (Matrix).
LA ALEGORÍA DE LA CAVERNA
EN EL CINE (MATRIX)
Por lo que se refiere a su presencia en el cine no podemos dejar de citar filmes tan significativos y famosos como
Matrix
de los hermanos Larry y Andy Wachowski (1999); El show de Truman de
Peter Weir (1998); “La Rosa púrpura de El Cairo”, de Woody Allen (1985). Todos
ellos sirven muy bien para
representar el mito o alegoría de la caverna de Platón de una manera gráfica,
como si se tratara de una especie de teatro de sombras chinescas o de
marionetas.
Juan
Antonio Rivera, en su lúcido ensayo Lo
que Sócrates diría a Woody Allen[1], ha puesto de manifiesto que lo que
Platón, por boca de Sócrates, nos cuenta en el Libro VII de República, el mito de la caverna, es sin
duda alguna una de las páginas más
justamente célebres de la historia de la filosofía. Se plantea en él, entre
muchos otros temas, la cuestión de la dificultad de distinguir entre el mundo
real y el mundo soñado, o, lo que es lo mismo, entre la vigilia y el
sueño, la ficción y la realidad. Esta
temática es una de las que nada más iniciarse el film The Matrix, de An y Larry Wachowski, 1999, nos sugiere
su trama: “Matrix –escribe nuestro ensayista y filósofo madrileño- es una
fábrica de sueños especial, porque la alucinación es compartida y porque la
mayor parte de las personas no despiertan nunca de ellas”[2].
No es necesario explicitar por
extenso su complejo argumento, me atrevería a decir que todo el mundo lo
conoce; todos hemos asistido a la visión de alguna de sus partes o versiones y
sería algo prolijo extenderse en su complejo desarrollo y avatares. Ch. Falzon en su ensayo La
filosofía va al cine[3] nos lo ha sintetizado perfectamente: “La
premisa de esta película es que la mayoría de la humanidad ha sido esclavizada
por una raza de máquinas inteligentes que utilizan los cuerpos humanos como
fuentes de energía. Sin embargo, ellos son completamente inconscientes de su
situación real. Todo parece normal porque un superordenador les suministra una
realidad simulada (“Matrix”). Sólo unos cuantos rebeldes han logrado escapar a
esta esclavitud y pueden resistir y enfrentarse a las máquinas. Así, al
comienzo de la película, antes de escapar de “Matrix”, todo lo que el personaje
principal Neo (Keanu Reeves) experimenta y toma como real es de hecho una
ilusión generada por un ordenador”.
En su opinión la película se acerca
significativamente a la situación del genio
maligno cartesiano con respecto a la profundidad del engaño que presenta,
un escenario muy semejante al del cerebro
en el frasco de cristal.
“Efectivamente, como en ese
escenario, casi toda la humanidad en la película está en realidad flotando en
depósitos, alimentados con electrodos por medio de los cuales se les implanta
su simulada realidad”. Uno de sus personajes, Morfeo, nos da la clave del
contenido filosófico del film. En una
secuencia del mismo va a exponernos la intuición básica que trata de
explicitarse en el mismo. Le dice a Neo, el protagonista –“el elegido”, el
nuevo Mesías- lo que es realmente el mundo virtual creado por Matrix:
“-Es
el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad.
-¿Qué verdad?
-Que eres
un esclavo, Neo; igual que los demás, naciste en cautiverio, naciste en una prisión que no puedes ni saborear ni oler ni tocar. Una prisión para
tu mente”.
Como podemos
colegir del diálogo, la situación de partida es, básicamente, la misma que la
de los prisioneros de la caverna platónica. En efecto, Matrix es una ilusión colectiva, en la que se nos presenta una multitud
de individuos compartiendo la misma ilusoria realidad. La película, como
recuerda Christopher Falzon,
rememora además una serie de temas asociados también a la caverna. Cuando el traidor entre los rebeldes, Cypher (Joe Pantoliano),
traiciona a sus compañeros porque anhela escapar de la dura realidad, para
volver a las ilusorios comodidades de Matrix,
se comporta como aquellos prisioneros de la caverna platónica que prefieren
permanecer en su original estado de ignorancia y felicidad, antes que atreverse
a sacrificarse en la búsqueda de la verdad. La vinculación de la historia de la
caverna con un mundo social esclavizado más amplio se trata también en el film,
pues Matrix es un instrumento de
control social; y los rebeldes que tienen el valor de enfrentarse a la verdad
de su situación luchan contra una situación de esclavitud perpetuada por la
ilusoria realidad que Matrix
representa.
Por
su parte J. A. Rivera, nos recuerda
que la perturbadora suposición de que podemos estar morando en un mundo no
plenamente real, en una caverna platónica, ha conocido avatares posteriores en
la historia de la filosofía. Uno de ellos es el del “genio maligno” imaginado
por el filósofo francés René Descarte y antes aludido por Ch. Falzon, “un
agente todopoderoso y malevolente que trabaja entre bastidores, y la
posibilidad de estar completa y sistemáticamente engañados por este agente”,
una especie de duendecillo burlón y embaucador que se complacería en
hacernos pasar como real y verdadero lo que no lo es. Esta hipótesis del genio
maligno, utilizada como motivo de duda por el filósofo francés con el fin de
alcanzar una primera verdad indubitable, es expuesta en sus Meditaciones metafísicas.
Descartes solucionará el problema
apelando a la veracidad incuestionable de Dios que no puede consentir que yo
esté permanentemente sometido a tal engaño de semejante espíritu burlón (p.
275). Pero Matrix no es el Dios
cartesiano veraz y benevolente, sino una fábrica de sueños creada, diseñada
específicamente para mantener en la ignorancia insuperable a los seres humanos.
¿No podría suceder-se pregunta Falzon- que todo lo que experimentamos, todo lo
que siempre hemos experimentado, incluso lo que aceptamos como verdades lógicas
básicas, fuera el resultado de una construcción generada por algún
superordenador, como el de Matrix?
Hay también en el film múltiples
referencias al tema de los sueños y a la
posibilidad de que pudiéramos estar durmiendo sin saberlo. Es el tema que
Descartes plantea en su segundo argumento o motivo de duda. Descartes empieza
por hacernos partícipes de su desazón –como la que experimenta en la película
su protagonista Neo- ante la dificultad de distinguir entre sueño y vigilia.
Las palabras de Descartes así lo atestiguan: “[…] veo de un modo tan manifiesto
que no hay indicios concluyentes ni señales que basten a distinguir con
claridad el sueño de la vigilia, que acabo atónito, y mi estupor es tal que
casi puede persuadirme de que estoy durmiendo”. Así cuando el líder de los
rebeldes, Morfeo (Laurence Fishburne), dios romano de los sueños; se dirige a Matrix para reclutar a Neo en la causa
de la resistencia, le propone a nuestro héroe la oportunidad de “despertar” de
su ilusión. La pregunta que le formula es puro Descartes: “¿Tuviste alguna vez
algún sueño, Neo, que estuvieras tan seguro que era real? ¿Qué sucedería si no
pudieras despertar de ese sueño? ¿cómo podrías saber la diferencia entre el
mundo de los sueños y el mundo real?” (cont.).
TOMÁS MORENO
[1] Juan
Antonio Rivera, Lo que Sócrates diría a
Woody Allen, Espasa Calpe, Madrid, 2003. Por este libro
recibió el Premio Espasa de Ensayo del 2003
[2] Ibid, p. 258.
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