lunes, 3 de agosto de 2015

LA MUERTE DE ELEOTORO, DE PASTOR AGUIAR

Traemos para la sección de Narrativa del blog Ancile, otro nuevo cuento y acaso entretenido y muy enigmático cuento de Pastor Aguiar intitulado, La muerte de Eleotoro, cuento que adelantamos, estará en la nueva publicación de dicho autor que adelantamos, llevará el título genérico de, La noche de los cangrejos, el cual esperamos que vea la luz a no tardar mucho tiempo. Sirva pues este otro cuento de frugal pero apetitoso adelanto al festín que nos espera con la totalidad de los cuentos que integran esta reunión de cuentos de Pastor Aguiar.


La muerte de Eleotoro, de Pastor Aguiar, Ancile




LA MUERTE DE ELEOTORO, DE PASTOR AGUIAR




La muerte de Eleotoro, de Pastor Aguiar, Ancile


Una paloma se estrelló en medio del batey, y lo más raro fue que estaba tiesa, como del más allá.
_ Mira, tiene un papel atado, déjame ver lo que dice_ Gritó Emilito mientras estiraba la hoja diminuta.
_ Es una invitación, Eleotoro Alegre estira la pata allá donde el diablo dio las tres voces. No se pierdan la fiesta.
La noticia corrió como ventolera por toda la sitiería. En pocas horas una veintena de guajiros ensillaban sus caballos.
_ ¿Hacia dónde enfilamos?_ Preguntó Atanasio pinga dulce acomodándose sobre la montura. Patricio hundía los cascos en el polvo rojo a punto de volar.
_ Siempre al sur. Recuerdo que todas las veces que lo vimos por acá llegaba desde el sur, por allí el mundo es más grande_ Aseguró Saturnino, el más viejo de la tropa.
_ Pues allá vamos_ Concluyó Atanasio_ Te va a servir de práctica para cuando te llegue el turno, cabroncito.
Parecía que iban a una fiesta, todos con sus ropas domingueras y suficiente ron para disimular distancias.
_ Aquí nadie recuerda el último velorio, no viene mal asistir al espectáculo, especialmente al de Eleotoro, que aseguraba que él había nacido para quedarse_ Ahora hablaba Segismundo Pérez, el dueño de la finca Rebacadero.
Una bandada de torcuatos famélicos abría el rumbo, cercana a las nubes a punto de reventar. Eran aves hambrientas, pues por allí no se moría nada.
_ Parece que los pájaros carroñeros se enteraron; en vez de comerse entre ellos mismos_ Remató Segismundo, después de lo cual encendió un tabaco de media vara.
A pesar del galope conque intentaron escabullirse de la tormenta, al caer de la tarde estaban empapados hasta los huesos. Iban por una sabana desconocida, salpicada de arbustos espinosos y alguna que otra palma real.
_ Cuando cierre la noche vamos a descansar un rato_ Aconsejó Ceferino pincha la yuca, el padre de Emilito.
No hubo respuesta, el frío parece que les atornillaba las mandíbulas, pero una hora después desmontaron entre un materío de atejes y almácigos que les vino como anillo al dedo.
_ Coño, con el apuro no pensamos en traer algo que echarle al estómago_ Era Saturnino, de seguro halándose los bigotes tipo manubrios de bicicleta.
_ Ya comeremos de sobra en lo de Eleotoro, se me hace la boca agua pensando en un par de lechones bien asaditos. Date un buche de ron mientras tanto, viejo.
Aunque la idea inicial era retomar el camino antes de la salida del sol, el cansancio se impuso y un grito de lechuza vino a despertarlos en pleno día; no a todos, porque Saturnino seguía tirado con la botella cerca de la boca.
_ ¡Arriba viejo, que se nos hace tarde y capaz que perdemos lo mejor del espectáculo!_ Lo sacudió Sinencio_ Madre mía, que está más frío que una rana_ Terminó dando un salto atrás.
Dos horas después, en absoluto silencio, colocaban una cruz de almácigo sobre el montículo.
_ El pobre, y pensar que yo estuve jodiéndolo con lo de practicar para cuando le llegara el turno_ Gimoteaba Atanasio persignándose.
_ Bueno, no hay mal que por bien no venga, si el viaje se alarga mucho nos comeremos su caballo_ Acotó Ceferino mirando a la redonda por si alguien se ofendía.
Y efectivamente, al tercer día el hambre los obligó a sacrificar la bestia del difunto. Prepararon una fogata y sobre ella fueron dorando trozos de carne en punta de cuchillos. El ron se les terminó entre improvisaciones de décimas, la última de las cuales sollozó Atanasio.


_ Quién lo diría, Eleotoro,
soberano hijo de puta,
que en tan larguísima ruta
sin respetar el decoro
en vez de carne de toro
nos reservaba el destino
la bestia de Saturnino,
quien tuvo la mala suerte
de salvarnos de la muerte
con su morir repentino.


Había pasado una semana, y después de bordear un lago donde calmaron la sed y lavaron los cuerpos, el sur les pareció norte, oeste, horizonte jíbaro.
_ Esto no tiene fin, creo que Eleotoro era un fantasma, la tentación del diablo. Ya ni sé por dónde se regresa al batey_ Musitaba Nicolás, uno de los trabajadores del Rebacadero.
_ Ya no queda otro remedio que seguir. El sur queda al frente, lo demás es bobería, hay que fijarse en el sol, que nos salga por la izquierda, eso es todo_ Dijo alguien al parecer sin nombre.
_ Ahora sí le entró comején al piano, miren el bosque que nos espera. Yo jamás vi una fiera donde nací, pero quién sabe si por acá hay leones y culebras venenosas_ Comentó Nicolás.
Estuvieron cuatro días con sus noches atravesando selva, durmiendo en lo alto de las ramas por precaución. La carne se había terminado y comieron frutos extraños, sobre todo aquellos como tetas de recién paridas, repletos de una leche rojiza y salada.
_ Esta enjundia tiene más alcohol que agua, y la energía que da, veo todo a colores_ Dijo Sinencio.
_ Sí, lo que se supone verde se me aparece azul, es lindo carajo_ Respondió Ceferino_ Que se vaya a la mierda Eleotoro. Lo único que haría falta son unas amazonas como las de aquella película que trajo Minguito al batey.
Pero los árboles  cesaron de repente y todo fue tierra pelada, gris, al otro lado de la cual pudieron ver el techo de una casa.
_ Al fin, allá se ve el caballete, es enorme_ Esta vez Atanasio clavó las espuelas en los ijares de Patricio.
Dejaron los animales sueltos en un corral a un costado de la casona, cuya mitad no tenía paredes, a manera de salón.
_ Bienvenidos al espectáculo del siglo. Síganme y olvídense de sus nombres. De ahora en adelante son espectadores, mejor diría gozadores innominados.
Era Eleotoro al fin, encuero en pelotas, sin un pelo, con la piel brillante y rosada, el pecho retemblándole como si el corazón fuera a saltar convertido en conejo.
_ ¿No te vas a morir? Eso decía el papel.
_ ¡Ja!, claro que voy a morirme de golpe, cuando menos lo imaginen, y quiero que sea a lo grande, con repercusión global, terremotos, borrachera. Acaben de venir, que allí adentro está lo más encarnizado del fiestón.
Despojados de cualquier apelativo, se fueron tras Eleotoro. En el interior repleto de candelabros, la gente cuchicheaba por decenas, todos desnudos y con los vasos a medias.
_ ¡Sírvanse del barril aquel! En un rato comenzará la música.
_ ¿No hay mujeres?
_ Claro que no. Ellas nos recordarían que tenemos madres. El asunto es imaginar que siempre ha sido ahora mismo, el instante en que voy a morir. Quítense la ropa, échenla en aquella fogata del rincón.
Pasaban los meses como cuentas de un collar infinito y algunos fueron cayendo a la larga en medio del baile. No se sabía cómo, pero los cuerpos iban a parar a la estufa; quizás Eleotoro los despachaba.
Olvidados los nombres, nadie supo quién era, hasta que cesaron las palabras, las risas, y solo alguna tos, estornudos, ruidos de tripas repletas con caldos irreconocibles.
El tiempo perdió la cuenta y hasta los anocheceres desaparecieron, porque allí adentro era penumbras jugando a los escondidos con las velas.
Cuando el último visitante fue a la hoguera, Eleotoro habló para sí mismo.
_ ¿Y ahora qué hago?, ¿a quién invito?_ Y se echó a dormir el resto de su vida.



Pastor Aguiar
Mayo 24-2015



La muerte de Eleotoro, de Pastor Aguiar, Ancile




2 comentarios:

  1. Muchas gracias, amigo, por publicar esta historia con la que no niego que me divertí mientras la hilvanaba. Y gracias por esas ilustraciones que le vienen como anillo al dedo. Tengo el inmenso honor del regalo del prólogo realizado por ti para el libro que mencionas. Un abrazo grande.

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  2. En verdad que al releerlo me parece enigmático,amigo mío. Gracias por traer esta historia de nuevo. Un abrazo.

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