Para la sección, Ciencia, del blog Ancile, traemos una nueva entrada que lleva por título: Creatividad y metalenguaje: la conciencia de la nada.
CREATIVIDAD Y METALENGUAJE:
LA CONCIENCIA DE LA NADA
Si lo nuevo es creación porque
aporta inéditos, desconocidos significados o nunca vistas situaciones en donde
fundamentar pensamientos o invenciones, ese valor de novedad que se despega de
lo condicionado, ¿a qué responde, de dónde proviene? ¿Son productos
estrictamente surgidos de los procesos mentales –inevitablemente condicionados
por la experiencia vital o existencial?- O ¿acaso proceden de aquella nanidad
consciente anunciada en capítulos anteriores y en virtud de ella alcanzan
sustancialidad? En cualquier caso, aquellas generaciones nuevas de significados
alcanzan el grado de creativos en virtud de los procesos de cada cual a la hora
de dar o acreditar significado, y esto se lleva a cabo a través del lenguaje, o
mejor del lenguaje que se sitúa más allá del lenguaje (procesos retóricos y
poéticos) del mismo. Ese metalenguaje es al fin el que da medida y realidad
autorreferencial , aunque esté situado fuera de la aparente dualidad del sujeto
y el objeto. Este medio creativo es sin duda la poesía como metalenguaje es el
que realiza la fase autorreferencial, pero también la que puede trascender y
salir fuera de aquella.
Sucede
con la nada que nos lleva a detenernos sobre aquella reflexión de Einstein
sobre la naturaleza de la realidad: Ni todo lo que existe puede ser demostrado,
ni todo lo demostrado tiene por qué existir. Si deducimos de todo lo antedicho
que el observador en realidad no puede separarse de lo observado, si es cierto
que todo está integrado en todo, ¿cómo podemos separar, ni conceptual ni
materialmente la nada? ¿Pudiera ser que esa nada fuese en realidad la fuerza de
atracción que, in extremis, posibilita la realidad creativa del objeto? Esa
singular sincronicidad (¿acausal?) que
deducimos de toda suerte de significados que extraemos de la nada (el vacío, la
muerte, el sunyata…) ¿no será la forma perfecta de vincular aquello que
denominábamos conciencia (y que otros sitúan en el plano trascendente como
espíritu o inteligencia del universo) con el mundo de lo material y objeto de
estudio positivo científico? ¿No puede ser esa nada ese plano donde el espacio
y el tiempo medibles como estados de conciencia subjetiva, se expande sin
tiempo ni espacio? ¿En virtud de esta reflexión, podemos decir que en verdad
existe un eterno aquí y ahora? ¿Es la nada, el antagonista de la materia, la
sombra de lo sustancial?
Podemos
concluir de todo lo anteriormente reflexionado sobre la nada que, nada es lo
que parece. De hecho, la nada en física (en ciencia) deduce que nada (valga la
redundancia) está inmóvil (recordamos la noción de vacío cuántico anteriormente
referida);[1]
mas, la cuestión es que, si bien la nada
(como vacío) es el sitio del mundo, el mundo, el cosmos no parece que sea su
sitio. Es así que, cuando constatamos que entre el núcleo de un átomo y sus
electrones existe un vacío considerable, y que el mismo átomo está
prácticamente vacío, no puede extrañarnos la afirmación del gran físico Max
Planck que, tras haber dedicado su vida al estudio del mundo físico de lo más
elemental (el ámbito de las partículas elementales), que, después de haber estudiado el átomo, te aseguro que no hay materia en
sí.
Así
las cosas, si la física, como es harto referido en el dominio de sus estudios,
obedece, necesita o se somete a la observación, limitada esta por la (constante
y límite de la velocidad) luz, no es baladí conjeturar con más o menos acierto
el papel que juega el concepto y realidad de la nada (vacío), si es que en ella
(en él) se realiza el plano limitado y cuantificable de la materia que, no
obstante, a nivel primordial (subatómico) solo es reconocible de manera
probabilística[2], por lo
que no es ninguna tontería preguntarse por los límites de esa nada que todo lo
contiene y donde en su continente, supuestamente, todo se realiza. Acaso sea en
este ámbito final (o de inicio) que es el vacío y la nada, desde donde podamos
reflexionar de manera cierta de los límites de la ciencia y del conocimiento
mismo, ya que lo que aprendemos de ella es que en modo alguno (bien lo saben
los místicos) es desde donde mejor reconocemos la integridad del mundo, en la
que inevitablemente nos incluimos, por lo que la única forma de entender será
desde la distancia de lo original o final que es la nada y que nos absuelve de
nuestra misma mirada, si es que eso es posible. Sería algo así como la
respuesta a la superposición cuántica,[3]
mediante la que podemos, probabilísticamente, saber lo que sucede a
determinadas partículas materiales. Que estamos en la frontera misma del
discurso científico es una realidad incontestable. Diríase que todo aquello que
somos capaces de imaginar, idear, crear en definitiva pudiera hacerse tangible
(de la nada) al plano material desde esa dimensión indescriptible, inefable,
que explique la misma decoherencia cuántica[4]
que posibilita el colapso de una probabilidad en una realidad sustancial.
Si
añadimos a todo lo expuesto anteriormente que, desde la óptica de lo más íntimo
y minúsculo de la materia, las partículas se encuentran entrelazadas (lo que se
denomina entrelazamiento cuántico)[5]
muestran que aquellas tienen un extraordinario y extraño comportamiento en
tanto que proceden como si perteneciesen a un todo da igual la distancia que
las separe, no resultará extraño que esa singularidad pueda indagarse en un
ámbito no del todo estrictamente material y que nosotros lo relacionemos con el
vacío y la nada sobre los que hemos insistido tanto en estas reflexiones, y que
por tanto, reconozcamos que comenzamos a movernos en un ámbito que desliza las
competencias estrictamente reconocidas
por el método científico. En cualquier caso, abundaremos sobre este y otros
aspectos de tan fascinante tema en próximas entradas.
Francisco Acuyo
[1] Es el
estado cuántico con menor cantidad de energía posible.
[2]
Recordamos la función de onda descrita por la famosa ecuación de Schrödinger, y
que nos enseña que, si quieres identificar una partícula no lo puedes
determinar, se puede conocer la probabilidad de su ubicación en un momento dado.
[3] Saber
qué hace una partícula cuando no se la observa.
[4] Una
partícula viene a conservar los efectos cuánticos siempre que no intercambie
energía con cualquiera otro sistema, ya que en una interactuación exterior se
acaban por perder todos los efectos cuánticos.
[5]
Extraordinaria propiedad que fue señalada por Einstein, Podolsky y Rosen, y que
fue expuesta como paradoja que contradecía la física cuántica y que, a la
sazón, daba la razón a los teóricos de la mecánica cuántica, en tanto que en el
mundo subatómico, las partículas entrelazadas no pueden ser tenidas sino como
un sistema, en tanto que como partículas individuales no pueden tener ninguna
consistencia, ya que todos los objetos están (extrañamente) entrelazados.
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