Para la sección, Ciencia, del blog Ancile, traemos el post titulado, Sombras y luces de la materia: La materia oscura, unas breves aproximaciones, en la que expone y se reflexiona (personalmente) sobre la hipótesis tan sugestiva de la materia oscura.
SOMBRAS Y
LUCES DE LA MATERIA:
LA MATERIA
OSCURA,
UNAS BREVES
APROXIMACIONES
PARA alguien fascinado por el
mirífico espectáculo de las noches estrelladas[1],
ante la lumínica y fulgurante materialidad que se extiende por doquiera ante
nuestros ojos asombrados, puede resultar impensable que otra realidad no tan
evidente sopesa en su entorno luminoso la realidad material de nuestro
universo. De hecho una humildísima parte del cosmos (un 5%) dícese que está
compuesta por esta materia visible ordinaria y que nos incluye a nosotros
mismos. La sustancia invisible que compone el resto de la materialidad cósmica
será la reconocida por la comunidad científica como materia y energía oscuras.[2]
La
importancia de estos fundamentos sustanciales y compositivos del universo
radican en su desbordante e incomparable cantidad, mas también en sus
singularísimas cualidades que las distinguen de la materia ordinaria, estudiada
con grande dedicación y muy ampliamente por las disciplina de la física y que,
sin embargo, no satisface las necesidades explicativas para entender la
dinámica y estructura de la materia (sobre todo en el ámbito cosmológico) en
virtud de determinados
hallazgos que ponen muy seriamente en duda que aquella
(la materia observable) sea la única que integra el cosmos, estableciéndose
hipótesis que explican aquellos descubrimientos en virtud de la existencia de
la materia y la energía oscuras.
Su
detección se dice que está puesta en evidencia a tenor de los efectos
gravitatorios que acontecen en determinados lugares del universo, así como en
su dinámica general de funcionamiento y en su particular estructura. Si la
naturaleza de estos elementos oscuros tan importantes está por descubrir, no
obstante, ofrecen expectativas de hipótesis sin ningún género de dudas del todo
fascinantes, sobre todo porque testimonia nuestra ignorancia sobre la naturaleza
de su sustancia y propiedades de la misma. Nosotros nos centraremos en este
post en la materia oscura.
Si
el 27% de la materia del universo es materia oscura, es una proporción tan
sobradamente amplia sobre la ordinaria, que merece una atención singular, si en
verdad nos concierne conocer la realidad física del cosmos. La estructura de
dicha materia invisible parece que está compuesta por una serie de partículas
elementales o primarias o cuasi elementales que sugieren ser desconocidas y que
interaccionan con nuestro entorno y nuestras personas de manera continua.
Suspensos
en el entusiasmo ante la contemplación –estelar- de una galaxia espiral, digamos,
Andrómeda, la fascinación de su gala y ceremonia de ingrávido color, no
obstante, no nos ha dejado pasar desapercibida la rapidez de su constelado
giro, inexplicable, por otra parte, acudiendo únicamente a la existencia de la
materia ordinaria para dicha explanación, ya que no puede aclarar esa atracción
gravitatoria excepcional (y adicional) que comparten con galaxias similares,
paradójicamente, ante tal espectáculo de luz y colorido será la oscuridad de
esta singular materia la que puede ofrecernos respuesta.
La
composición de dicha materia hace pensar que su constitución estructural, al
igual que la materia ordinaria, puede ofrecer una panoplia más o menos amplia
de partículas[3] que
[4],
y que incidirán inevitablemente sobre la materia común. De lo más o menos intrincado
de su especial composición podría deducirse un universo mucho más complejo de
lo que pudiere pensarse a tenor de lo que contemplamos a través de la materia
ordinaria.
La
sombría estructura de las potenciales partículas de la materia oscura ha
levantado diversas hipótesis, muchas de ellas harto sugestivas, por ejemplo, se
ha conjeturado ampliamente sobre el tipo de carga que pudieran portar dichas
partículas oscuras, infiriéndose, en principio, que debería ser neutra. También
que podría existir la posibilidad de tener lo que se ha denominado una carga oscura, mediante la que podrían
emitir o radiar una suerte de fotones
oscuros que en modo alguno podrían confundirse con los cuantos de la luz
emitidos por la materia ordinaria. En virtud de estas y otras estas
aproximaciones se han colegido, a nivel cósmico, hipótesis que podrían explicar
algunos fenómenos inexplicables sin acudir a esta materia exótica, por ejemplo,
de no tener estas cualidades de carga, las nubes esféricas observadas en las
galaxias tendrían una forma bien distinta (forma de disco).
Mucho se
podría hablar sobre las potenciales interacciones oscuras entre los componentes
estructurales de esta materia invisible, así como de la influencia detectada por
dicha materia en las observaciones astronómicas del universo; también sobre la
búsqueda desarrollada experimentalmente para la detección de dicha materia (
detectores subterráneos ultrasensibles, o los intentos para su detección con el
gran colisionador de partículas LHC del CERN, o el Fermilab[5]),
sólo expondremos en este opúsculo cuestiones elementales al respecto para poner
de relieve cómo aquello que denominamos materia ordinaria, a escalas cósmicas,
no se comporta como cabría esperar a tenor de las leyes conocidas de la actual
física, razón por la cual se hace preciso el recurso de algún otro tipo de sustancia
o materia no conocida sin la cual no encontraría explicación muchos de los
fenómenos detectados en su observación del universo, por lo que cada vez con
mayor insistencia cabe considerarse no ya la posibilidad, sino la necesidad de
una presencia de materia oscura compleja
mediante la que podamos contrastar con mayor grado de certeza la teoría con la
evidencia experimental obtenida en la observación del cosmos.
En
cualquier caso, ya desde muy jovencito, contradictoriamente, una inquietud como
vieja intuición me instigaba, inquietaba y conmovía observando los complejos y
bellísimos sistemas estelares visibles, a saber: ¿todo lo que allí podía
contemplar formaba parte de la realidad profunda que integra el cosmos desde
sus orígenes hasta el instante en que yo mismo me regalaba con tan
extraordinario e inaudito paisaje constelado? Las hipótesis de la materia y la energía oscuras parecerían
apoyar entonces a aquel humilde y tierno instinto de astrónomo aficionado.
Hoy, me
pregunto, cuando todavía queda como un eco resonando aquella inocente
clarividencia de la infancia, el papel que cumple la conciencia (si es que en
realidad cumple alguno)[6]
y sin sentirme contagiado por aquel horror
vacui pascaliano en la contemplación de los infinitos ámbitos siderales, la
función, el ministerio digo de la conciencia en el ámbito de los extremados
espacios interestelares. A mí me gusta fantasear con otro tipo de conciencia que
trasciende la interpersonal (de individuo a individuo), aquella que penetra e
interacciona igualmente entre la materia (y la energía) de la que formamos
parte y aquella otra de la que (análoga al inconsciente oscuro de nuestra mente
consciente) no vemos, pero que se hace necesaria para el entendimiento y
sentido de todo aquello que podemos (o creemos) constatar que existe y
contemplamos, y verlo y meditarlo acaso con la misma expectación que cuando
contemplamos los cielos estrellados en una noche clara pero hermosamente
oscura.
Francisco Acuyo
[1]
Mis buenos amigos saben de mi afición casi obsesiva por el mundo de la
astronomía y la astrofísica, en fin, cosa quizá extravagante para un poeta,
pero disciplinas científicas con las que yo he convivido con total naturalidad
en mis actividades literarias y poéticas, incluso influyendo ostensiblemente
aquellas en mi producción poética y en mi formación humanística.
[2]
La invisibilidad de ambas, su abundancia y su penetración en todo el universo
hacen de la materia y energía oscuras, las únicas características que las hacen
parecidas, por lo demás son entidades físicas totalmente diferentes. Puede
decirse que la materia oscura es la reliquia del origen del universo (en el
momento del Big Bang) y que puede detectarse en la radiación de microondas con
huellas evidentes, y que parece relacionarla con características deducibles de
la posibilidad de existencia de dimensiones espaciales añadidas a las que ya
conocemos. La energía oscura es la más abundante con un 68% de contribución a
lo que es el universo y puede ser concebida como una suerte de campo que
rellena y completa el cosmos homogéneamente y que se extiende por los espacios
supuestamente vacíos, y pudo inferirse del aceleramiento de la expansión del
universo que no podía ser debida ni a la materia oscura ni a la ordinaria. De
la existencia de esta energía puede colegirse la noción de multiverso –zonas del
universo desconectadas unas de otras-
[3]
Aunque en un principio se pensó en un solo tipo de partícula en su composición,
denominada WIMP, que viene a querer decir de débil interacción.
[4] Además,
al no conocerse ningún mecanismos de producción constante de materia oscura, se
deduce que esta hubo de ser creada en el momento de la gran explosión inicial,
se cree que deben poseer una masa grande, además de no interaccionar con la
fuerza nuclear débil y de eléctricamente neutras.
[5] El gran
colisionador de hadrones o el Acelerador Nacional Fermi, entre otros.
El final del artículo es un poema, amigo. Fascinante el tema. Hay tanto misterio en este mundo, somos tan pequeños y a la vez tan grandes en imaginación, en curiosidad.¿Cuál es nuestro papel en estas realidades, que no tienen que ser reales? ¿Qué importancia tiene ser testigos? ¿Acaso creamos lo que deseamos? Materia oscura, bolsones, agujeros no tan vacíos...en fin, maravilla de lo solo a medias explicable desde nuestra finitud humana. Un abrazo y muchas gracias.
ResponderEliminarAmigo, este final tan poético de tu magnífico aporte me hace pensar que quizás el fenómeno de la conciencia que mencionas, y de la oscura subconciencia, sean semejantes, a menor escala a lo del visible e invisible universo que nos rodea. Quién sabe si ese universo sea una mente enorme, algo así como Dios mismo, con su parte conciente o visible y su parte invisible o materia oscura. Gracias por esta enjundiosa provocación al razonamiento cotidiano y tan finito que padecemos. Un abrazo.
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