Para la sección de Ciencia del blog Ancile traemos nuevas reflexiones sobre la semiosis de la realidad cuántica y del papel de la conciencia y en su construcción, y todo esto bajo el título: Actores de la realidad del mundo: el origen de la conciencia.
ACTORES DE LA REALIDAD DEL MUNDO:
EL ORIGEN DE LA CONCIENCIA
¿Estamos ante una nueva índole de
causalidad cuando hablamos de los extraños comportamientos de las partículas en
el mundo subatómico? ¿O acaso es que no hemos sido capaces de encontrar un
significado a esta insólita realidad cuántica? Interrogantes ya tratadas
anteriormente, pero sobre las que abundamos para intentar dar sentido a las paradojas que
integran el mundo subatómico que, como hemos insistido también, son la base
estructural de todo lo que conocemos abierto a los sentidos y que la ciencia
determinista concluye como perfectamente previsible.
La
cuestión es que la visión probabilística de esta física de lo infinitamente
pequeño implica al observador de manera fundamental, estableciendo algo inaudito para la ralea impersonal de la física clásica:
somos actores (N. Borh) de lo que es y sucede en lo íntimo de la materia.
Para establecer un significado de lo que supone esta visión (que es una realidad en este ámbito de la materia) deberíamos revisar los criterios mediante los que reconocer una semiótica propia -matemática y física- con la que reconocer los signos y códigos que integran el dinamismo genuino de este mundo con el que se trata de representar su extraña realidad, y constatar cómo interacciona con el ámbito de la realidad de lo cotidiano (reconociendo que esta última también está sujeta a extrañezas e ilusiones que pueden engañarnos).
Fundamentalmente el signo
matemático es la base de cualquiera consideración para el entendimiento de la
naturaleza de este mundo que ofrece tantos comportamientos inopinados para la razón
convencional, sobre todo, porque precisa una necesidad básica para su
entendimiento, a saber: la propia conciencia.
Para
asombro de propios y extraños todo parece indicar que dicho signo matemático, para
su interpretación, puede traslucirse como un algoritmo que sugiere, atención,
que la conciencia no es patrimonio único del ser humano (o de criaturas superiores
que viven en la naturaleza), sino que puede ser un rasgo intrínseco del mismo
universo, y que se concentra en determinados lugares para unir diferentes
sistemas relacionados.[1]
Desde
luego biólogos y neurocientíficos y psicólogos apegados a una visión material determinista (acaso mucho más que los propios físicos y matemáticos) no están de
enhorabuena. Según la teoría de la información integrada (IIT), la cantidad phi
(cantidad de consciencia) se puede calcular.[2]
Es así que si reconocemos la complejísima e innumerable interrelación de
sistemas que componen el cerebro, parece bastante razonable que el universo
contenga todavía mayor cantidad phi en su no menos basta e insondable
interrelacionalidad de sistemas que lo componen.
Las
relaciones biomoleculares del cerebro que se dicen originan la conciencia deben
de tener una conexión ineludible con la estructura básica del universo. Este
intento de entretejer la conciencia en
la urdimbre y tegumentos de la realidad nos habla o nos conecta con la visión
cuántica del mundo en la que el observador es actor capital del drama del
universo subatómico.
De
nuevo, ¿qué implicaciones y significación tiene todo esto? Es posible
establecer una descripción no sólo ética, filosófica, científica sino también
semiótica de todo esto?
Indagaremos
más adelante sobre esta y otras cuestiones en un nuevo post del blog Ancile.
Francisco Acuyo
[1]
The Mathematical Structure of Integrated Information
Theory. Johannes Kleiner, Sean Tull. arXiv:2002.07655
[q-bio.NC]
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