Para la sección de Narrativa del blog Ancile, traemos este divertido relato de nuestro amigo y colaborador Pastor Aguiar, bajo el título de Estornudos.
ESTORNUDOS,
DE PASTOR AGUIAR
A Pánfilo, que era alérgico a todas las cosas, se le ocurrió hacer negocio con su enfermedad. Así, un sábado por la mañana tocó a la puerta y tía Canda salió a recibirlo. Yo me escondía detrás de su vestido negro.
_ Vendo estornudos embotellados.
_ ¿Cómo? ¿Y para qué sirven?
_ Es la novedad del siglo, señora, la novedad del siglo. Casi un regalo. A cinco pesos la botella.
_ Hummm…déjame ver… ¿en botellas?
_ Sí, cada vez que tengo crisis, los taponeo de repente y les pongo cera para que queden bien sellados. Cada una tiene entre diez y quince.
_ No está mal. Suponiendo que fueran diez, a cincuenta centavos cada uno. Vale la pena probar. Dame un litro.
Cuando Canda cerró la puerta, desde la ventana, pude ver a Pánfilo contando los billetes en la casa vecina. Ese día los vendió todos.
Enseguida corrí al patio interior donde tía estaba inclinada junto a la pequeña fuente, con el litro sobre el cementado circular.
_ Espera, tía, que quiero ver.
_ No te acerques mucho, que te puedes contagiar.
_ ¿Y usted no?
_ Yo jamás he estornudado.
Dejó el recipiente y se retiró a unos pocos pasos, hasta sentarse en el banco de piedra.
_ Tengo que buscar la manera de destaparlo desde lejos. No sé qué efecto pueden hacer.
_ Tía, la vecina compró varias botellas. La vi por la ventana.
Enseguida ella se fue hacia el cercado de tuna y gritó.
_ ¡Juana, Juanita! ¡Asómate un segundo!
_Oye, ¿qué has hecho con eso de los estornudos?
_ Ah… ¿y tú compraste también?
_Un litro; pero no me atrevo a destaparlo. Era para saber qué has hecho.
_ Estoy esperando a que llegue Macario. Yo sola no me atrevo.
Pero Canda no tenía a nadie a quien esperar. Entonces tuve una idea.
_ Tía, ¿y si le tiramos piedras desde lejos?
_ No está mal. De todas formas cinco pesos se gastan en cualquier cosa. Ve y recoge unas cuantas debajo de la cerca.
Regresé al momento con media docena de chinas pelonas del tamaño de huevos de gallinas.
_ Ven, tira con cuidado.
Y fue al tercer lanzamiento que alcancé el litro, que estalló regando cristales por todas partes. Pasaron unos segundos y nada. Ya Canda estaba mentándole la madre al hijo de puta de Pánfilo cuando tronó el primer estornudo junto a nuestros pies, como si fuera a mordernos. Pero era como un medio estornudo degollado, apagándose en un ahhhh! Diminuto, y al momento otro, y otro, desparramados por el patio, sacando a las gallinas del fondo y asustando a los perros que husmeaban desde el lado de Juana
Ya tía enrumbaba hacia la sala halándome por la manga de la camisa. Yo sentí el golpeteo en las pantorrillas, eran como pelotazos húmedos y babosos.
_ ¡Corre, coño! _ Y tiró la puerta pasando los cerrojos.
Afuera, el patio era un hervidero de estornudos que vino a apagarse con las
primeras sombras de la noche.
Pastor Aguiar
Muchas gracias, mi querido amigo. Estornudar es para mí toda una epopeya, y como padezco tal evento trágico a menudo, me pude desquitar un tanto con esta historia. Abrazos.
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