Presentamos la segunda entrega de Oración intransitiva, de Manuel Vergara, para la sección de Poesía del blog Ancile.
ORACIÓN INTRANSITIVA, 2,
DE MANUEL VERGARA
¿De
qué “salida” habla? Años más tarde Heidegger lo explica: Salir de ese “recinto”
interior (el, en apariencia inevitable, saberse-a-sí…, de la conciencia moderna),
requiere una “educación en el pensar” que -caso del poeta-, haga una sola y
única cosa “de mí y del sentimiento…”; no más. Y nada menos: Ser tan solo una
cosa; tan una sola cosa como lo es el pastor con todo el cosmos encima y la
nobleza de un dios. Su rebaño, su honda; “lento el paso, no leve, con cuerpo
pensativo, pero magnífico”, que:
Alternativamente
avanza y se detiene, igual que el día mismo,
y las sombras de las
nubes
le atraviesan como si
morosamente el espacio
pensase pensamientos
por él.
(Trilogía Española)
Esta imagen es la que quiere llevarse a aquel
“espeso bullicio” de París para disponer, entre la multitud anónima, del
“silencioso alivio del rebaño”
Lo que parece (¿) querer Rilke es un trasplante mental; ser un momento, el pastor, el campesino ruso, cuya piedad conoció: Tan pegado a la tierra//a la sierra; tan cósmicamente envuelto que el aire, morosamente piensa su pensar. Lo que es lo mismo: regresión medieval a un Dios Creador que ha hecho el cielo y la tierra; y, ha dispuesto (“la voluntad de Dios”), a cada cosa un destino. No hay mucho que objetar.
Mas, como tal regreso es imposible, todo el discurso de Rilke será una enmienda a la totalidad de la conciencia moderna: La de aquel existente “que mora a la manera de saberse a sí mismo; cosa que no ha sido nunca ni tiene por qué ser el destino del hombre histórico” (Heidegger). Pero esto es lo que hay: un Sujeto de sí que mira, juzga y, actúa desde un presunto centro, su Yo; que -de ser sólo una evidencia pensante-, tornose en existente. “Pienso, luego existo”: Toda una truculenta mutación que sistematiza Descartes, desde que aquella noche (10-11-1619, con veinte y tres años), entre visiones-sueños, halló “los fundamentos de una ciencia maravillosa”.
Insistimos: “El hombre se ha sublevado en la yoidad del “yo pienso”. Con esa sublevación todo lo existente se convierte en objeto (…), es absorbido como objetivo en la inmanencia de la subjetividad” (Heidegger, “Sendas perdidas”). Es así como el hombre de la modernidad proyecta y gestiona la existencia: afirmándose “frente” al mundo o, “sobre” él. No era este el caso de pastor: él estaba “en” el mundo. O, el campesino ruso o, aquel otro -permíteme un inciso-, que araba con su yunta una mañana al pie de aquella roca de Acinipo y, se entonaba cantando: Miles de años (las ruinas de un teatro romano: Ronda la Vieja) pasados; y, aquel hombre a lo suyo: Y, ese estar embebido es la envidia de este Rilke. Solución: ¿hay vuelta atrás?
No: esa es ya una senda perdida; una vereda ciega:
lo nuestro
es ignorar la salida
de nuestra extraviada circunscripción interior
¿Qué les pasa a estos guiris (Rilke, Wittgenstein…) de “mirada exorbitante”? (Trilogía Española): Que, en el cambio de siglo, ya advirtieron que, de la Gramática –“esa vieja hembra engañadora” (Nietzsche)-, no es en absoluto fácil librarse: Sedujo a aquel Descartes que, imprudentemente, pasó del “pienso” al “soy” ¿Tomadura de pelo?: Más fino, un “espejismo” (Pedro Cerezo); una “sublevación”, “un desfallecimiento del Dasein” (Hidegger) del que habría que haber sabido defenderse.
El comienzo de la modernidad tiene un “yo soy” que recuerda demasiado al bíblico “ego sum” (Yo soy) de Dios en Sinaí. Pero un sujeto que, “no es propiamente hablando, más que una cosa que piensa” (Descartes), somete cuanto piensa…, a ser cosa pensada. Y, corre el riesgo, además, de contraer la enloquecedora “conciencia de saber ver” (F. Pessoa, Libro del desasosiego), como ya advirtió Pascal (Pensamientos). Hay alguna analogía con la desgracia de helársele los párpados a un soldado en las
campañas del invierno ruso: el horror de no poder cerrar los ojos; que haya siempre un “enfrente”, nunca el “ninguna-parte-sin -no”: “¿Dónde te hayas, Señor?” (J. A. Muñoz Rojas y, tantos, tantos… ¿Quién no ha hecho ese zapping?)
Pero la frase de Nietzsche continúa: “…me
temo que no conseguiremos librarnos de Dios, mientras sigamos creyendo en la
gramática”. Perfectamente de acuerdo: Todas la coordenadas de lugar y tiempo; todos
los nombres del “mundo interpretado”, son un puro papel: Como ese “dónde”, ese
“Dios”, ese “sujeto” escindido. Hay mucho que des-ontologizar:
Las palabras siempre son los muros.
Detrás, en
bosques siempre azules,
brilla su sentido.
Parece -dice J.M. Cuesta Abad-, que: “No se
trata de desconfianza en el lenguaje, tan sólo conciencia de sus límites”; pero
lo cierto es que: “Ese detrás de las palabras en el que anida el sentido, queda
permanentemente vetado al hombre por una red que el lenguaje va tejiendo en
torno a un mundo interpretado…” (“La Novena Elegía. Lo decible y lo indecible
en Rilke”). A causa de esa red (de esos “muros”), queda vetado el acceso a “el
gran invisible”:
Todos los que te buscan te tientan.
Y los que
te encuentran te atan
en imagen y
gesto.
Pero yo quiero comprenderte…
Doscientos mil rodeos, con tal de no “atarle” con un nombre. Queda mucho por madurar y mucha espera -en pobreza franciscana-, de una mística “nouvelle operation” (C. Rivas, op. cit,). Sólo de vez en cuando recibe un anticipo de la misma, un alivio; son gracias salvadoras: Los niños cantores (Misa de Reyes Magos en Santa Isabel de los Ángeles); un almendrillo en flor, la melodía de un piano.
Querido pobre humano,
comulgaste
frugal epifanía; apenas
nada
ya es bálsamo: Un
almendro
(su flor temblado
al borde
de helada). Escolanía
de
ángeles: Mañana
purísima de Ronda.
Dinos Rilke
-Reiner María
Rilke-, ¿fue tal vez
un piano? (no hizo
escala
en tu “yo”: ¡Ligero
quiebro
de tí y del sentimiento!).
Fuera en Ronda
-noche cerrada, Tajo, leve soplo
de Dios-: Ángel a mares.
¿Qué les pasa a estos guiris?: De tan pobres:
Nosotros nunca tenemos, ni siquiera un solo
día
el espacio puro
ante nosotros, al que las flores
se abren
infinitamente. Siempre hay mundo
y nunca Ninguna
Parte sin No. Lo puro
no vigilado que
el hombre respira y sabe
infinitamente y
no codicia (…)
Y nosotros
espectadores, siempre, en todas partes
¡vueltos al todo y nunca
fuera!
(Elegía
VIII)
“Más espectador que actor” se decía el joven Descartes mientras se preparaba - afilando su Método-, para decirle al mundo: te tengo interpretado, serás mío.
“Espectadores, siempre (…)”, se lamentaba Rilke. Ese es el “nunca fuera” del que está preso…, en este “mundo interpretado”.
¿Dónde, el
ninguna-parte-
sin-no, que se
respira? ¿Ni una pista?
¿La más remota idea?
“El espacio puro”:
-permíteme soñar-, hay camelleros
que nunca han dado
un no ni a las distancias,
la noche, el
firmamento o, a sus huellas
efímeras.
Silencio.
…………………………
¿A qué fue Rilke a Ronda? ¿Sólo a sufrir, según
su amiga Princesa (C. Rivas ob. cit.)? También a esto, dijimos: A poner su-sí-mismo
en el se-dice; la “nueva percepción”… de la conciencia:
…de este río en lecho profundo, que el destello
de un claro de cielo
desgarrado aprisiona (y de mí);
de mí y de todo esto
hacer una sola
cosa; Señor; de mí y del sentimiento…
Y repite; y, repite hasta tres veces el ruego
de hacer uno, de sí y de su palabra sentida.
Señor, hacerse uno,
-de mí y del
sentimiento-
(y, de mí): Una sola
cosa,
Señor, porque es de
noche
Y este río.
De mí y del sentimiento.
La Trilogía Española -uno de los dos o tres más bellos poemas escritos nunca en lengua alemana, según Heidegger-, nació, de puro agotamiento, una noche en el balcón sobre al Tajo de la habitación 208 del Hotel Reina Victoria. Un año más tarde recordará por carta a una amiga que “… de repente, en Ronda (aquella localidad del sur de España), comprendí con toda claridad que mi vista estaba sobresaturada” (C. Rivas, ob.cit).
Pues
bien, esa claridad repentina -Ronda, su “última impresión”-, será recurrente de
por vida. Aparece, casi diez años después, en la Elegía V, la preferida del
autor que, habiéndola reescrito fuera de plazo (ya con el ciclo cerrado, camino
del editor y los amigos), es en ella donde pone el broche final a su
pensamiento; no en la X y última. Habla aquí de una acrobacia circense (se
inspiró en el cuadro de Picasso “La familia de saltimbanquis”, propiedad de una
amiga):
Y, de repente, en este fatigoso ningún-sitio,
de repente
el lugar inefable
donde el puro demasiado-poco
incomprensiblemente se transforma, da un salto y pasa
a aquel vacío sin tasa
donde la cuenta
de muchas cifras
se resuelve sin números.
(¡Sin números!) Y, pocos versos antes:
“Dónde, oh dónde está el lugar
-lo llevo en el corazón-…
Yo te diré ese dónde: era un ejido
irredento, cual nosotros,
la troupe de ambulantes
sin patria.
Y, de repente,
(ya sobresaturados), de repente
se puede:
un repentino
poderse.
Qué gran salto:
Desde un ninguna-parte fatigoso,
brincó al ninguna-parte-
sin-no; a aquel sin medida
Vacío.
Qué milagro:
peso de tantas cifras…; de repente
¡Sin números!: Lo abierto.
Este “de repente”, aun no siendo, al parecer, un salto místico; sobreviene con “una suerte de calma hechizada” (Heidegger), que nos cura -y, hay constancia de ello…-, de todo aquel otro repente cartesiano (10/11/1619) que, levantado el muro, nos cegó la vereda:
Rilke la reabre; demuele la pared:
Sólo una fina pared está entre nosotros,
por azar, pues
pudiera ser
que, a una
llamada tuya o de mi boca,
se derrumbara
todo sin rumor ni sonido.
Con imágenes tuyas
ha sido construida.
Y tus imágenes se
levantan ante ti como nombres.
Este poema primerizo (1889), ya presentía que:
Derribado este
muro de palabras
(sin rumor ni sonido; que, abdicando,
de más está
el esfuerzo): Lo invisible.
Pasas a lo
invisible: Sobreviene
-¡Bendito seas!- lo abierto, sin fisuras
ni transitividad;
fin del objeto
directo.
De repente,
de puro intransitiva,
la alabanza
-nube en un
almo cielo ¡hendida Ronda!-:
Los enjambres del aire.
Manuel
Vergara Carvajal
P.D.
Es así “…como entra el destino en los versos
y cómo no vuelve” (Carta de Rilke a un aprendiz de poeta). Como tú, que cada
noche posas tu dulce cabeza sobre mi hombro.
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