Como mi fascinación y curiosidad no cesan entorno a cuestiones tan cruciales para el ser y el conocer humanos, como son el lenguaje y sus relaciones potenciales con la realidad, no les extrañe que acabe por materializarse en esta nueva entrada para la sección de Ciencia del blog Ancile, entrada que lleva por título: Significados de la sensación y la intuición de la realidad.
SIGNIFICADOS DE LA SENSACIÓN
Y LA INTUICIÓN DE LA REALIDAD
Decíamos en la anterior entrada
que el positivismo lógico y la ciencia empírica se ven inmersas en una
disyuntiva ontológica nada fácil de solucionar sobre la realidad. Hay una
ramificación -trimembre- de opiniones sobre la génesis y naturaleza de lo que
consideramos realidad: una, que la realidad es producto del dualismo mente y materia; otra, la
que postula que es estrictamente material (la más aceptada en este ámbito
disciplinar científico) o, acaso, la más extrema, que la realidad sea un
producto puramente ideal o de la conciencia.
El
problema epistemológico es serio. Debemos considerar hasta qué punto la
ontología y la epistemología interrelacionan y codeterminan nuestro
entendimiento, pues nos advierten de algo muy digno de considerar: hasta qué punto el saber se convierte en
ser.[1]
El significado extraíble de estas consideraciones no es menos importante. Si la
manera de acceder a la realidad es, o puede ser, la sensación, tendremos que
estar atentos al significado de los diferentes tonos de este conocimiento
sensorial; lo mismo sucede si tomamos a la intuición como otra forma de
conocimiento claro e inmediato no estrictamente racional.
Intuimos
y sentimos el mundo. Mas ¿cómo adquiere significado este ser y conocer del mismo?
Como poeta, siempre intuí y sentí el poema en relación con un universo cargado
de vida, de dinamismo e incluso de conciencia y por tanto de significado, y
esto porque colegí que el mundo y yo mismo era(mos) y son(mos) una organización
viva que está en interrelación continua. Esta apreciación, para la ciencia, no
pasa de ser una mera licencia poética. Al menos hasta hace muy poco.
proceso particularmente acontecido.
A
partir de aquí, para el poeta (no para el lingüista), la relación entre sonido
(experiencia sensoria) y significado no es aleatoria, como tampoco será
arbitraria la imagen o cualquier otra apreciación experimental de los sentidos
transformada, interpretada o potenciada expresivamente por las herramientas que
le son útiles para este propósito expresivo, a saber: la métrica, las figuras
retóricas o el uso gramatical especial de la lengua y, por supuesto, la
representación simbólica. Por eso, para el poeta, lo mismo que para el
sinésteta, la abstracción de, por ejemplo, la emoción del dolor o el amor, no
puede erradicarse de su sustrato sensorial, el cual, por cierto, tiene una
singularidad específica: no existe una separación rigurosa de los sentidos. Para el poeta todos los sentidos son uno sólo[2].
Esta sinestesia apreciativa del sentido nos habla de la poesía como una forma
de comunicación más antigua que la del lenguaje común normativizado, porque
todo está en proceso de comunicación directa con la inteligencia o conciencia
viva del mundo.
Los
códigos y mecanismos lingüísticos para la comunicación del lenguaje normativo son distintos, si anclados
en su necesario principio de economía y claridad; en contraste, el poético, ofrece
rasgos semióticos y lingüísticos diferenciadores que pueden calificarse como extraordinariamente
profundos en su complejidad, porque, lo abstracto y lo sensorial conviven
naturalmente, y donde el significante y el significado, no están tan claramente
separados por el proceso de abstracción lingüístico normativo. El supuesto uso
desviado[3]
del lenguaje poético debe razonarse también desde esta otra óptica, un paso más
allá de la reconocida función poética (estética), pues se fundamenta en la apreciación del
ser en la belleza y la verdad que muestra y encierra el verdadero poema. El saber se convierte en ser, decíamos, y la ontología y la epistemología
armonizan acaso extrañamente, sobre todo si queremos aprehenderlos racional o
científicamente.
No
debe extrañarnos que los códigos y la lengua, en poesía, convivan en función de
ser la lengua poética la que los comunica, pero donde los significantes y los
significados se invocan como en una suerte de lengua primitiva, donde lo
perceptible, así mismo, se invoca para mostrar una manra de conciencia
compartida con lo que nos rodea y conforma el mundo. Es un diálogo natural que
acaso hemos perdido en la modernidad, y que en cierto modo trata de recuperar o
actualizar el lenguaje poético. El uso meramente referencial e informativo de
la lengua, así como la función fática o relacional, en poesía se manifiestan no
solo entre el emisor y un receptor concreto, sino que se abre a una recepción y
comunicación universal, en tanto que el poeta dialoga con el mundo, un mundo
vivo, dinámico y también consciente.
Indagaremos
más adelante sobre estas cuestiones tan sugerentes sobre el diálogo de la
lengua (poética) y el mundo, y de las manifestaciones fenomenológicas que
estudian ámbitos de la ciencia y que no pueden extraer significados claros,
esto será en próximas entradas de blog Ancile.
Francisco Acuyo
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